Enrique Serna
Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2013, 270
páginas.
Una colectánea de relatos en
cuyo epicentro se encuentran los conflictos de poder y las relaciones de
pareja. Así describe su autor, Enrique Serna, este volumen que la Editorial
Páginas de Espuma publica simultáneamente en España y en México, porque el
autor y su curriculum literario son realmente merecedores de lecturas y
reconocimientos que traspase fronteras y el océano que nos separa. Enrique
Serna (México, DF, 1959) es un novelista de reconocido prestigio en tierras
aztecas desde la aparición de sus novelas Señorita
México, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de literatura), Ángeles del abismo o La sangre erguida, entre otras. Y los
mismo cabe decir de sus libros de cuentos Amores
de segunda mano y El orgasmógrafo.
Relatos que llevan su firma forman parte de antologías de renombre, como la
preparada por García Márquez para la revista Cambio. Todo ello se convierte en prometedoras premisas para
hacernos llegar a la conclusión de que el lector va a encontrar en este volumen
los cuentos de un gran contador e historias.
Los diez relatos de mediana extensión de La ternura caníbal son en este caso la
prueba del algodón para comprobar si Enrique Serna profundiza lo debido o con
la agudeza requerida en los conflictos que tienen su origen en las relaciones
sentimentales. Pero vaya por delante la primera advertencia: no todos los relatos
del libro giran en torno de los conflictos sentimentales, de esa suerte de
guerra fría o caliente que, explícita o soterrada, corroe a muchas parejas.
Quizás otro hilo conductor, la existencia como farsa trágica, amalgama con más
propiedad el abanico de crueldades en las que muchas veces quedamos inmensos y
que pueden ser de vida o muerte.
Pero de lo que no cabe duda es que Enrique
Serna es un excelente investigador de la conducta humana. Y en ella halla un
sinfín de pesadillas que han llegado a hacer pensar que el escritor mexicano
cultiva una literatura amarga. Una valoración que no se ajusta a la realidad, aunque sus personajes, casi
siempre seres solitarios, resentidos, peleados con todo el género humano, sí
suelen ser seres atormentados.
La lucha por el poder en las relaciones de
pareja es, como he dicho, el hielo conductor de algunos de los cuentos de esta
colección. En ellos el autor nos encara con aquellos conflictos que se generan
cuando el egoísmo es más fuerte que la entrega amorosa hasta que llega el
momento en el que los amantes, creyéndose actores de una guerra de abnegación y
ternura, los que hacen realmente es depredar emotivamente al otro. De ahí los
apropiado del título que casa perfectamente con una buena parte de los cuentos
del libro. Esta antropofagia sentimental está presente en los relatos sobre
parejas, comenzando por el que abre el libro, “Entierro maya”, un cuento
perfectamente estructurado y con una buena ejecución, con un final sorpresivo y
coherente con el título: un viejo general, enfermo del corazón, casi se muere
de placer en los encuentros sexuales con su aún joven esposa. Cuando, por no
escuchar los consejos del médico, llega la muerte, se cumple a la perfección el
plan que el viejo general había urdido: tener un entierro maya. Y quizás de una
forma mucho más llamativa en los que llevan por título “Drama de honor” y “Material
de lectura”. En el primero reconoce el narrador que lo ideal sería que nadie
necesitara tener aventuras fuera del matrimonio, pero la monogamia es una carga
muy pesada. Por eso y puesto que hasta el obispo tiene sus citas con efebos y
llevado el asunto con discreción ¿no será el swinger con sus aportes de emociones frescas la solución, como
pretende un marido infiel que logra convencer a su esposa? La resolución del
cuento, sin embargo, aunque original, no es demasiado convincente, porque tener
un pene desconocido y de grandes dimensiones metido entre las piernas puede
convertirse en una aventura traviesa, pero difícilmente en un hecho transcendente
y rompedor de la vida sentimental de una mujer enamorada. Similar planteamiento
es el que nutre el relato “Material de lectura”: una mujer madura, insatisfecha
de su vida y que ya no soporta al borracho de su marido, impotente y rico
venido a menos, realiza en su compañía un viaje al Amazonas y, ya que está en
la selva, le va sacar todo el jugo al viaje, entregándose a una placentera promiscuidad, hasta el punto de
que la verga categórica del mulato le devuelve “el instinto poético soterrado
desde la infancia”.
Pero la colectánea agrupa también otros
cuentos, cuyo centro nodal no se asienta en los conflictos de pareja. Quizás el
más logrado de todos ellos es “La vanagloria”. Un relato que nos presenta la
insatisfacción existencial de un profesor de secundaria, poeta incipiente que
recibe una carta providencial de Octavio Paz celebrando uno de sus poemarios.
La respuesta elogiosa del poeta mexicano por antonomasia desata en el
protagonista una obsesión por el prestigio que le coloca en las puertas del
extravío.
Pese a la desigual temática y estructura
constructiva, La ternura caníbal nos
revela un narrador perspicaz, dominador
del oficio, dueño de una gran habilidad narrativa que, con una inequívoca vena
satírica, ahonda en la vida privada de los personajes, escudriñando en sus motivaciones
más ocultas.
Francisco
Martínez Bouzas
Enrique Serna |
Fragmentos
“TANIA
DEJÓ A LOS NIÑOS encargados con la sirvienta y al volante de una Suburban roja
con vidrios polarizados, tomó la avenida Tetabiates rumbo al consultorio de su
marido. Necesitaba descubrir la verdad por amarga que fuera, y sin embargo, el
temor de enfrentarse con ella le tensaba los músculos de la espalda. Por
desgracia, sus intuiciones nunca fallaban: Ramiro se había enredado con alguna
puta, quizá conocida suya, y esta vez no se trataba de un simple capricho. De
un tiempo a esta parte andaba esquivo, distante, perdido en un limbo de vanidad
y egoísmo. No cabía en su piel de tanta hinchazón, como si le hubieran inflado
los huevos con gas butano. Se acicalaba horas frente al espejo, celebraba con
desgano los éxitos escolares de los niños, perdía el hilo de la charla en las
comidas familiares de los domingos y en la cama pagaba el débito conyugal con
una destreza de autómata, economizando el ardor y la pasión que sin duda
prodigaba en el lecho enemigo.”
…..
“Bajo
la maraña de falacias edulcoradas con palabras tiernas, Ramiro había deslizado
una amenaza muy clara: o le entras al swinger o sigo teniendo amantes a tus espaldas. Su artera extorsión ameritaba
una ruptura inmediata, pero Tanía estaba tan confundida que no se atrevió a
echarlo de casa ni a pedir el divorcio, como le dictaba sus conciencia. Había
podido manejar a Ramiro cuando era un adúltero convencional, que ocultaba sus
aventuras y pedía perdón al ser descubierto. Pero no sabía cómo tratar a ese
libertino cursi, que defendía el intercambio de parejas como si fuera la mayor
fineza del corazón. Su propuesta era tan sórdida que ni siquiera se atrevió a
comentarla con una amiga íntima en busca de consejo, pues la confidente podía
creer que usaba subterfugios taimados para proponerle un trueque de maridos. En
busca de luz interior, un lunes por la tarde, cuando regresaba de hacer la
compra en el súper, se metió a rezar en el templo del Sagrado Corazón.”
…..
ESTABA
GOZANDO EN SUEÑOS a doña Leonor Acevedo, la presidenta del patronato de obras pías,
cuando un llanto infantil me despertó en la alta madrugada. Era un llanto
sostenido y rabioso, que poco a poco fue ganando intensidad hasta perforar mis
tímpanos. Tan hechizado me tenía el voluptuoso cuerpo de Leonor que, en el
primer momento no quise dar crédito a mis oídos. Por fortuna, los berridos me
apartaron de la cópula onírica antes de tener poluciones. Pensé primero que se
trataba de una criatura enferma. Lo extraño era que el llanto provenía de la
calle principal del pueblo, en donde estaban instalados los juegos mecánicos de
la feria. Cuando logré aplacar la erección con un chorro de agua helada, bajé
las escaleras de la casa parroquial, temiendo que alguna madre soltera hubiese
abandonado a su retoño. No sería nada raro: el hospicio el pueblo está lleno de
niños a quienes sus madres dejaron tirados en cualquier parte, porque los jóvenes
preñan a sus novias antes de irse de braceros al otro lado, y luego no les quieren cumplir
las promesas del matrimonio.”
(Enrique Serna, La ternura caníbal, páginas 51-52, 71, 225-226)