Marta Sanz
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 267 páginas.
Marta Sanz que cuenta en su haber con un
amplio bagaje tanto teórico -es doctora en Filología- como empírico (novelista
con una ya amplia trayectoria, antóloga de la poesía española contemporánea,
autora de varios poemarios- se zambulle en esta su última novela, con vocación
realista, aunque no exenta de experimentalismo, en los años de la Transición
española -la trama de la novela se sitúa en el años 1978- a través de la
historia de una mujer, Catalina H. Griñán, que, a los cincuenta, vuelve la
vista atrás. Y por medio de su crónica personal y de los inventados
documentales que, encerrados en la caja negra, reconstruyen los grandes tabúes
de aquellos años (el sexo, el destape, el desnudo femenino, el fantaterror…) y
los modelos dominantes de aquella época, así como la nueva imagen que la mujer
está adquiriendo frente a la sociedad patriarcal capitalista, aunque sea
entregando su cuerpo erotizado, ajustándose a las pautas y cánones de la
belleza dominante. Porque en la sociedad democrática española, nacida de la Transición
política, la liberación de la mujer no se realiza como sujeto autónomo y,
cuando lo hace, se le criminaliza, sino haciendo suyas los falsos clichés de una liberalización
del cuerpo según las pautas consumistas masculinas.
Por todo lo dicho Daniela Astor y la caja negra puede ser leída como un preciso
ajuste de cuentas con aquella España de la Transición, una época en la que la
dominación masculina permitió el destape y sin embargo mantuvo en vigor leyes
que criminalizaban y mandaban a la cárcel a las mujeres que decidían sobre sus
cuerpos. Una verdadera deconstrucción pues de la Transición, analizada desde el
puntote vista del papel otorgado a la mujer entonces y en los últimos cincuenta
años. Pues si algo es esta novela, es un retrato de la feminidad en las últimas
cinco décadas, construido inicialmente a partir de cierto imaginario colectivo,
fabricado por ciertas películas y revistas de los años 70 que perpetuaron los
valores de una moral machista que, entre otras cosas, nos transmitió una
representación obscena y salvaje del aborto.
Marta Sanz teje su novela alrededor de una protagonista absoluta, Catalina, H.
Griñán que a los cincuenta años, contados a través de la niña que ella era en
1978, vuelve la vista atrás y nos hace saber como, a la caída del sol, ella y
Angélica Bagur, su mejor amiga, se encierran en la sala de juegos, su particular
leonera, y se convierten en Daniela Astor y en Gloria Adriano, porque no
quieren ser como sus madres, sino gozar de una personalidad poderosa, extraída
de los modelos de artistas del espectáculo a las que admiran. La novela va
descubriendo los recuerdos de Catalina / Daniela guardados en su caja negra
junto a un falso guión de un documental de su autoría que recupera el mundo del
espectáculo de aquellos años, cuyos modelos femeninos son las estrellas del
destape, los mitos eróticos del momento, que seguramente hoy son vistos como un
chirrido estético y una comercialización del cuerpo femenino, pero que explican
lo que eran aquellas preadolescentes de doce años que construyeron su identidad
con retazos de imágenes del cine o de la televisión.
Hasta que en la familia de la protagonista
ocurre algo que queda registrado para siempre en la caja negra, da un giro imprevisto a la novela y marca a Catalina
para el resto de sus días. Y actúa así mismo como una espoleta para que la
autora introduzca en el tejido narrativo los recortes de los avances sociales
que se quieren implantar hoy en día, incluido el derecho al aborto. La madre de
la protagonista sufre las condenas del severo código penal y social de la época.
Mas Catalina se niega a convertir la historia de de su madre (el juicio por el
aborto, la prisión, las habladurías…) en un silencio, porque el silencio es un
modo de borrar las cosas. Y en la novela se aborda, y así lo asume la
protagonista, el tema del aborto como un
derecho a decidir sobre su propio cuerpo que tiene cada mujer, sobrando todas
las otras razones.
Daniela
Astor y la caja negra es un buen discurso narrativo sobre la historia, a la
vez del adulto y del niño, que todos llevamos dentro. La autora deja numerosas
constancias de esos dos puntos de vista narrativos que se entremezclan y se
nutren entre si y que la autora hilvana
hábilmente mediante una escritura coherente y muy perspicaz. Como
también es coherente la técnica del contrapunteado de la voz en primera persona
por un lado, que narra la infancia y consolidación de la personalidad de la
protagonista, y por otro, el falso guión documental que refleja aquellos años,
rodado por la protagonista ya adulta y que Marta Sanz aprovecha para reflejar
la época como en otras de sus novelas, y para poner de relieve una evidencia
psico-social de primera magnitud: somos frutos de los relatos y de las
experiencias que nos vieron crecer. Por eso las dos niñas construyen su propia
personalidad a partir del imaginario formado por noticias e imágenes de
personas famosas del mundo del espectáculo de aquellos años. El cine del
destape y sus personajes más emblemáticos constituyeron el entorno de las dos
niñas y empaparon por consiguiente su crecimiento adolescente.
Francisco
Martínez Bouzas
Marta Sanz |
Fragmentos
“Ésta
es una historia sobre el adulto que llevan dentro todos los niños. Vuelvo la
vista atrás y tengo doce años. Soy una niña que ya tiene dentro de si a la
mujer de cincuenta que será, aunque es muy posible que entonces fuese más vieja
que ahora. Los viejos guardan dentro de la tripa al niño que fueron, es más, lo
ponen a menudo encima de la mesa porque, a cierta edad, uno sólo se acuerda de
su niñez, del calor del escote de su madre, de su perfume a leche hervida o a
rositas tempranas. Yo, a mis doce años, tengo dentro de mi a la señora de casi
cincuenta que soy ahora o, más exactamente, a otra mujer que ya no conozco pero
que, a los doce años, me susurraba al oído
lo que debía hacer.”
…..
“Revivo
lo sonidos que se escapan a través de las puertas que no cierran bien del todo
y de los tabiques de papel de los pisos modernos. Como el nuestro. No es buena la
calidad de los materiales. Con esas pinceladas tengo de sobra para hablar con
autoridad. Para estar a la altura. Sé por qué mi madre se queda embarazada,
pero no conozco las razones que le han llevado a decidir que no quiere otro
hijo. Tampoco estoy segura de querer escuchar lo que mi madre tenga que decir.
Me acosan los juegos detrás de la puerta, la suciedad que presiento, mi desprecio
hacia Sonia Griñán por sus ridículas ganas de aprender, por su burda manera de
coger un cigarrillo, por esa entonación que me avergüenza delante de la gente.”
…..
“A
mis casi cincuenta años, no me puedo permitir un relato nebuloso de la niñez. Ésta
es una historia sobre el adulto que todos los niños llevamos dentro y también
sobre la niña que se ha quedado dentro de mi. Mi voz es la de Bette Davis, con
tirabuzones, mientras canta, vestida de organdí blanco, un estribillo pícaro:
una vieja que finge ser una niña o una niña embalsamada. Aún me sueño
masticando cristales que no acaban nunca de salirme de la boca.”
…..
“En
el juicio preguntaron a mi madre si lo médicos la habían obligado a practicarse
un aborto. Ella miró a los jueces con extrañeza:
-¿Obligarme?
-Sí.
¿La forzaron?, ¿la obligaron a matar al hijo que llevaba en sus entrañas?, ¿la
ataron?, ¿le dieron de beber algo que usted no quería?, ¿la drogaron?
-Estas
personas se portaron muy bien conmigo. En todo momento.
Mi
madre con estas palabras aseguró su condena. El defensor no pudo esgrimir que
Sonia Griñán fue obligada a abortar por unos sádicos que la engañaron. Tampoco
pudo aplicar la atenuante de que mi madre abortó por defender el honor de sus
esposo, porque quedó demostrado que la acusada no había cometido adulterio.
Ella repitió una de sus ideas fijas:
-No
soy una enferma.
Después,
mi madre, Inés Marco, incluso las amigas de Inés corrieron un tupido velo sobre
lo que pasó en aquella dignísima sala. Porque todo fue insultante y vejatorio.
Incluso el texto de una sentencia risible que hoy vuelve a dar escalofríos.”
(Marta Sanz, Daniela
Astor y la caja negra, páginas 21, 129, 173, 241)