Muriel Barbery
Editorial Seix Barral, Barcelona, 368 páginas
(Libros de fondo)
Desde el año 2007 podemos
disfrutar en español de un texto literario que alcanzó un gran éxito no solo en Francia (con
más de un millón de ejemplares vendidos), sino también en muchos otros países a
cuyas lenguas fue traducido. La novela que ganó el “Prix des Libraires” franceses,
fue así mismo adaptada al cine bajo el título “Le Hérrisson”, dirigida por Mona
Achade. Muriel Barbery (Casablanca, 1969) es una profesora de filosofía que se
convirtió con dos novelas en una verdadera revelación literaria, tal vez porque
la autora es capaz de amalgamar profundas y constantes pinceladas de
profundidad y frecuentes toques de humor sumamente inteligente.
Y todo eso a través de un hilo narrativo
que cautiva la atención lectora ya desde el preámbulo en el que una, a la vez
típica y atípica portera parisina, nos habla de Marx y de La Ideología Alemana.. Muriel Barbery escribe, en efecto, con
grandes dosis de humor, ternura, ironía, estilo sencillo, y, al mismo tiempo,
refleja con perspicacia analítica la sociedad actual, ofreciéndonos una
historia original y entrañable que tiene incluso la capacidad de desdramatizar
el hecho inexorable de la muerte.
La historia que Muriel Barbery desarrolla,
transcurre en un edificio del París señorial, en la rue Grenelle, donde habitan
las familias de la élite francesa, y se estructura alrededor de los diarios de
la portera del inmueble, Renée Michel, y de Paloma, la hija de uno de los
propietarios de las lujosas viviendas. Renée es viuda, baja, fea, regordeta y
con juanetes. Lo que la creencia social aglutina como el paradigma de portera.
Pero su personalidad nada tiene que ver con este estereotipo, por mucho que
intente esconderse tras una máscara. Es una proletaria autodidacta, poseedora
de una extraordinaria cultura, una envidiable apertura mental y gustos
musicales, literarios, filosóficos, muy refinados. Tiene a Husserl como maestro
de referencia, escucha a Purcell y es una ferviente entendida de la cultura
japonesa, de las películas de Ozu. Su gato se llama León en homenaje a Tolstoi.
No obstante, esta Renée que descubren los lectores es clandestina. Fue ella
misma quien decidió no revelarse al mundo y conformarse con el rol social que
se espera de una portera. Reproduce pues escrupulosamente todos los elementos y
marcas del estereotipo. Por ejemplo, tiene el televisor siempre encendido, al
tiempo que ella en su habitación escucha a Mahler.
La otra mitad de la novela recoge la voz, en
forma también de diario, de Paloma Josse, doce años, hija de un ex ministro y
diputado socialista. Ella se reconoce a sí misma excepcionalmente inteligente,
mas como no tiene demasiadas ganas de llamar la atención en el colegio, intenta
no sobresalir en nada. Se esfuerza por parecer tonta, y eso la libera de morir
de aburrimiento. Y como está convencida de que el mundo es absurdo, toma la
decisión de suicidarse cuanto concluya el curso escolar, el día en que cumpla
trece años.
La novela asume así una estructura isomorfa.
En el mismo edificio viven dos personajes solitarios que se disfrazan,
escondiendo su extraordinaria naturaleza detrás de los estereotipos propios del
rol. Mas aquí concluiría la historia de Muriel Barvery si no entrase en escena
un nuevo personaje que asume el puesto de uno de los inquilinos, que muere por
el bien de la historia. Es el señor Kazuro Ozu, un rico y perspicaz japonés que
tiene el don de ir más allá y desenmascarar a las dos figuras. He aquí pues la
cifra secreta que esconde el título. La señora Michel tiene la elegancia de
erizo: por fuera cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero luce por
dentro el mismo sencillo refinamiento de los erizos.
El desenmascaramiento que efectúa el señor
Ozu, conduce al desenlace de la historia, y también a la catástrofe, en el
sentido etimológico del término griego.
La
elegancia de erizo puede ser leída como una crítica mordaz a la burguesía
francesa, a la hipocresía social, al consumismo desmedido, al mundo de las
jerarquías. Pero también como un himno, escrito con estrofas de humor y de
ironía, a la hermosura de las pequeñas cosas y a la belleza interior, a la
inteligencia que la autora considera que es algo transversal y propio de las anti
heroínas. Como la de esta historia de la Cincenta que Muriel Barbery sitúa en la
rue Grenelle de París.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Tal es la fenomenología: la "ciencia de lo que aparece a la
conciencia". ¿Cómo es un día normal en un fenomenólogo? Se levanta, tiene
conciencia de enjabonar bajo la ducha un cuerpo cuya existencia carece de
fundamento, de tomarse unas tostadas reducidas a la nada, de vestir una ropa
que es cómo unos paréntesis vacíos, de ir al trabajo y de asir un gato.
Poco le importa que el gato exista o no y lo que el gato sea en su esencia
misma. Lo que no se puede decir no le interesa. En cambio, es innegable que a
su conciencia se le aparece un gato y es ese aparecer el que preocupa a nuestro
hombre.
Un aparecer por lo demás bastante complejo. Es desde luego notable que se
pueda detallar hasta ese punto el funcionamiento de la aprehensión por parte de
la conciencia de algo cuya existencia en sí es indiferente. ¿Saben ustedes que
nuestra conciencia no aprehende nada de una sentada, sino que efectúa
complicadas series de síntesis que, mediante perfilados sucesivos, consiguen
que nuestros sentidos perciban objetos diversos como, por ejemplo, un gato, una
escoba o un matamoscas? (No me negarán que no resulta útil este mecanismo.)
Realicen el ejercicio de mirar a su gato y de preguntarse cómo es que saben
ustedes qué aspecto tiene por delante, por detrás, por arriba y por abajo
cuando en ese momento sólo lo están viendo de frente. Ha sido necesario que su
conciencia, sintetizando sin que ustedes se dieran cuenta siquiera las
múltiples percepciones de su gato desde todos los ángulos posibles, termine
creando esa imagen completa del gato que su visión actual no les proporciona
jamás. Lo mismo ocurre con el matamoscas, que no perciben nunca ustedes más que
por un lado, si bien pueden visualizarlo entero en sus mentes y. milagro, saben
sin tener siquiera que darle la vuelta qué aspecto tiene por el otro
lado.
Estaremos de acuerdo en que ese saber resulta muy útil. Resulta difícil
imaginar a Manuela utilizando un matamoscas sin echar mano inmediatamente del
saber que tiene de los distintos perfilados necesarios para su aprehensión. Por
otra parte, resulta difícil imaginar a Manuela utilizando un matamoscas por la
sencilla razón de que en las casas de los ricos no hay moscas. Ni moscas, ni
viruela, ni malos olores, ni secretos de familia. En casa de los ricos todo es
limpio, sin aristas, sano y por consiguiente preservado de la tiranía de los
matamoscas y del oprobio público.
He aquí pues lo que es la fenomenología un
monólogo solitario y sin fin de la conciencia consigo misma, un autismo puro y
duro que ningún gato real y verdadero importuna jamás.”
…..
“Sobre todo no hay que olvidarlo.
No hay que olvidar a los viejos de cuerpo podrido, los viejos a dos pasos de
una muerte en la que los jóvenes no quieren pensar (confían a la residencia de
ancianos la tarea de llevar a sus padres a la muerte sin alboroto ni
preocupaciones), la inexistente alegría de esas últimas horas que tendrían que
disfrutar a fondo pero las pasan en el tedio y la amargura, rumiando los mismos
recuerdos una y otra vez. No hay que olvidar que el cuerpo se degrada, que los
amigos se mueren, que todos te olvidan, que el final es soledad. No hay que
olvidar tampoco que esos viejos fueron jóvenes, que el tiempo de una vida es
irrisorio, que un día tienes veinte años, y al siguiente ya son ochenta.
Colombe cree que uno "puede darse prisa en olvidar" porque para ella
la perspectiva de la vejez está aún tan lejos que es como si nunca fuera a
ocurrirle. Yo en cambio hace tiempo que aprendí que la vida se pasa volando,
mirando a los adultos de mi alrededor, tan apresurados siempre, tan agobiados
porque se les va a cumplir el plazo, tan ávidos del ahora para no pensar en el
mañana... Pero si se teme al mañana es porque no se sabe construir el presente,
y cuando no se sabe construir el presente, uno se dice a sí mismo que podrá
hacerlo mañana y entonces ya está perdido porque el mañana siempre termina por
convertirse en hoy, ¿lo entendéis?
De modo que sobretodo no hay que olvidarlo. Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero. Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada paso sea una pizca de eternidad.
Para esto sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos."
De modo que sobretodo no hay que olvidarlo. Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero. Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada paso sea una pizca de eternidad.
Para esto sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos."
(Muriel Barbery, La
elegancia del erizo, capítulo 6 de “Camelias” y capítulo “Idea profunda nº.
8”)
Realmente interesante...
ResponderEliminarUna interesante novela realista nos presentas Francisco, muchas gracias por siempre darnos la oportunidad de poder disfrutar a través de tus letras, la mejor elección en cuanto a literatura. Me gustan los libros que encierran filosofía y más en torno a la sociedad.Hablar con ironía de esa doble cara humana que muchas veces afecta al real sentido de la vida, porque oculta la verdad. Me parece muy sugestiva su lectura, gracias.Te dejo un abrazo felicitando como siempre tus excelentes letras.
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