David Safier
Tracción de María José Díez Pérez
Editorial Seix Barral, Biblioteca Formentor,
Barcelona, 2014, 412 páginas
Después de haber hecho reír a millones de personas -Maldito karma, su primera novela ha sido
un éxito internacional en todo el mundo y solamente en España ha cosechado más
de cincuenta reediciones- David Safier, en un giro de 180 grados, introduce a
los lectores con esta novela en la mismas entrañas del dolor y del espanto.
Para ello y para no quedarse en los aspectos más superficiales de un tema muy
frecuentado (el Holocausto, la Shoah, la persecución de los judíos por los
nazis), David Safier ofrece al lector algo que trasciende la propia historia del levantamiento del
gueto de Varsovia y se convierte en un interrogante de dimensiones universales:
la cuestión existencial referida a nuestra condición como seres humanos: ¿qué
clase de persona quiere uno ser?, la pregunta crucial a la que tendrá que
responder la joven protagonista de esta novela. Los acontecimientos anteriores
y posteriores a la pregunta y las respuestas que deciden la vida y la muerte y
que constituyen un conjunto pavoroso de hechos reales, aunque transcritos de
forma ficcional, configuran una tremenda historia no solo sobre Mira, la joven
judía protagonista, sino sobre toda la humanidad, sobre lo mejor y lo peor que
los seres humanos somos capaces de hacer: nuestra grandeza y nuestra cobardía.
Basada, reitero, en hecho reales, aunque con
personajes ficticios, David Safier ambienta su historia, o encadenamiento de
historias, en el gueto judío de Varsovia, acotando los acontecimientos narrados
a los veintiocho días (del 19 de abril al 16 de mayo de 1943) durante los que
unos pocos jóvenes judíos supervivientes de las razias de las deportaciones -unos
mil doscientos entre trece y diecinueve años- se sublevaron y fueron capaces de
resistir la aplastante brutalidad de las fuerzas alemanas. Pero antes del
levantamiento, el autor se pones en la piel de su joven protagonista y
narradora, Mira, una joven de dieciséis años, y narra así mismo lo que ocurrió
las semanas previas, antes de que su heroína se uniera a la Resistencia y
empuñara un arma.
Es la primavera de 1942. Mira a sus
dieciséis años tiene que sacar adelante a su familia, a su hermana pequeña
Hannah, mal alimentada. Su madre se encuentra tan hundida que jamás abandona el
sórdido agujero en el que viven en el gueto. Su hermano menor es un traidor,
integrado en la policía judía que colabora con los nazis. A ella no le queda
otra alternativa que vender su cuerpo en la prostitución o jugarse la vida
dedicándose al estraperlo. Su única creencia es la supervivencia y, aunque con
mucho miedo, se convierte en estraperlista. Lo hace con suerte dispar y
corriendo no pocos peligros. Hasta que un decreto de las autoridades alemanas
dispone que todos los judíos de Varsovia serán reasentados en el Este. El Este
son los campos de concentración y de exterminio, especialmente el de Treblinka,
donde la mayoría de los judíos serán gaseados. Y solamente cuando ya habían
deportado a 400.000 de los 450.000 judíos del gueto, deciden defenderse. No
antes porque los alemanes obraban de forma pérfida y astuta: “siempre dejaban
vislumbrar un atisbo de esperanza”.
Entre los que comprenden que es imposible
sobrevivir se halla Mira, la heroína de la novela. Tras ver a su madre y a su
hermana asesinadas y en un charco de sangre, se llena de odio, el odio que le
permitirá matar para que la muerte de su hermana tenga sentido. No está
dispuesta a dejarse llevar al matadero como un animal indefenso. Mil
cuatrocientos combatientes judíos inexpertos y mal armados entre los que se
encuentra Mira, se enfrentarán durante veintiocho días a los alemanes,
ucranianos, letones y polacos con un fuerte sentimiento antisemita, dispuestos
a resistir hasta el final como en Masada, la fortaleza en la que todos,
defensores, mujeres y niños, en lucha contra los romanos, morirían antes de
dejarse coger vivos en los compases finales de la Primera Guerra Judeo-Romana.
Sin embargo, algunos de los combatientes del gueto conseguirán sobrevivir
después de hacer frente a las SS, al incendio de las casas, a los búnkeres
gaseados, al infierno de las cloacas…
Lo que David Safier relata sobre los que
aquellos seres humanos vivieron es demasiado espantoso para ser contado. El
mismo autor es consciente de que 28 días
es una fascinante historia de la grandeza humana, pero también de la cobardía y
de la bajeza más abyectas. La novela reproduce historias reales de gran
altruismo. Personas que sacrificaron sus vidas por salvar a otras, como Janusz
Korzak, un pedagogo de fama mundial que regenta un orfanato con doscientos
huérfanos. Le llueven ofertas para sacarlo del gueto a escondidas o pagando a
los nazis, pero decide acompañar a sus niños en la muerte de Treblinka. Una
historia que agranda la infamia de muchos miembros de la policía judía que
trabajaba para los alemanes con la esperanza de salvar sus vidas. En las fases
más duras de las deportaciones los alemanes advirtieron a estos policías judíos
que cada uno de ellos debía llevar cada día a los trenes de la muerte a cinco
judíos. Hubo policías que, para completar el cupo, condujeron a los trenes a
sus propios padres para alargar unos días sus propias vidas. Ya habían vivido
lo suficiente, fue su descargo. Hubo así mismo madres que poseían certificados
salvadores, pero pelearon para quedarse con sus hijos, sabiendo que eso
significaba su propia muerte. Mas también hubo una mujer poseedora de esas tarjetas para ella pero no para su
hijo de pocos meses. No tuvo reparo en entregarlo a la fatal condena y buscó
argumentos de su conducta que sonaban a vida y no a muerte. “Siempre se puede
tener más hijos. Pero si muero con el niño, no podré traer al mundo otra vida”
(página 208). En el gueto hasta el amor sucumbe definitivamente: las hijas de
los judíos ricos amañaron matrimonios de conveniencia, y pagando grandes sumas
se casaron con policías judíos para no ser deportadas. Lo serían igualmente.
Monumento a los héroes de la Revuelta de Varsovia |
Una lucha desesperada para sobrevivir. Un
lucha en la que la locura, la grandeza, el horror y la bajeza parecen
inventadas, pero fueron reales. Y así las relata David Safier, acentuando la
parte emotiva -por eso mismo se sirve de
personajes de ficción- que mantiene en todo momento al lector en una verdadera
explosión de conmociones.
El estilo de la prosa sencillo, directo, con
capítulos breves, con una estructura lineal, con Mira como única narradora,
acentúa aún más si cabe el ritornelo que se repite en los momentos más
trascendentales y dramáticos. Esa pregunta universal que constituye el tema de
fondo de la novela: “¿Qué clase de persona quieres ser?”: ¿salvarías vidas?,
¿morirías con los huérfanos del orfanato?, ¿elegirías los trenes de la muerte
para estar con tu hijo? ¿cogerías las armas para luchar por la vida o enviarías
a otros a la muerte para seguir viviendo?. Todos esos interrogantes en una
novela que no arrancará millones de sonrisas como las anteriores del autor,
pese a que en ella también hay escenas cómicas, sino encontrados sentimientos
de consternación y de admiración.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Enfilé
a buen paso las calles del gueto y, como siempre, tuve que aislarme de todo
cuanto me rodeaba para poder soportar la vida en ese lugar. Las estrecheces. El
ruido. El hedor (…)
Pero
lo peor era el olor. A la entrada de varias casas había cadáveres, un
espectáculo al que no me acostumbraba. Eran muchos los familiares que no tenían
dinero ni fuerzas para dar sepultura a sus seres queridos, de manera que por la
noche dejaban sin más a los muertos en la calle, para que al día siguiente se
los llevaran de allí como si fuesen basura. Durante la noche, a los cadáveres
les robaban la ropa, un pillaje que hasta yo podía entender. Los vivos tenían
mayor necesidad de chaquetas, pantalones y zapatos.”
…..
“Registrarán
todas las casas, una y otra y otra vez -me confió-. Como no son bastantes los
que van voluntariamente a la estación, ni siquiera por la mermelada, nos han
amenazado a nosotros, a los policías: deportarán a todo el que no descubra a
cinco judíos por día.
Había
conseguido captar mi atención:
-¿Entregas
a judíos…a tus enemigos?
-¿Qué
otra cosa puedo hacer? -respondió Simon, desesperado.
A
Daniel le habría gustado morir con sus hermanos del orfanato, y el mío enviaba
a otros a la muerte para seguir viviendo.
¿Qué
clase de persona quiere uno ser?
-Pero
sólo llevo a los trenes a desconocidos -intentó defenderse Simon.
¿Qué
quería decir con eso? ¿Qué clase de disculpa por su comportamiento era ésa?
-De
lo desesperados que están, otros policías llevan a la estación a sus propios
padres…
-¿Qué?
-Esos
cerdos dicen que al fin y al cabo los padres ya han vivido su vida –contó mi
hermano-. Yo aún tengo que vivir la mía.”
…..
“A
mi lado iba una mujer con un niño dormido en brazos. Vi que llevaba al cuello
una de las valiosas tarjetas, se salvaría. Pero el niño no. La mujer se percató
de que la miraba. Desde luego también había oído al hombre que iba con sus
hijos a la cámara de gas. Me dijo en voz baja:
-Siempre
se pueden tener más hijos.
Al
principio no la entendí.
-Pero
si muero con el niño, no podré traer al mundo otra vida.
Estaba
dispuesta a separarse de su hijo y se había buscado argumentos. Unos argumentos
que le sonaban a vida y no a muerte.
Me
mareé.”
…..
“-
¿Cuánto tiempo crees que podremos resistir a los alemanes con las armas de
Iwanski y las que ya tenemos?
Amos
se puso serio.
-Si
todo va bien, unas horas.
No
debería haber formulado esa pregunta.
-Hagamos
lo que hagamos será inútil –afirmé abatida-
-No
lo será –aseguró-. Piensa en lo orgullosos que están los judíos del gueto desde
que matamos a los alemanes en enero. Si luchamos contra los alemanes,
generaciones enteras de judíos estarán orgullos de nosotros. Igual que los
judíos que hace miles de años resistieron en Masada. En ese sentido da lo mismo
lo que aguantemos: un día, un mes o unas horas. Lo principal es que no nos
dejaremos llevar al matadero sin defendernos.”
(David Safier, 28
días, páginas 34-35, 179-180, 208, 294-295)
Excelente presentación...
ResponderEliminarGracias