martes, 8 de marzo de 2016

"INVASIÓN": LOS GIGANTES DE LA MENTE



Invasión
David Monteagudo
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedés (Barcelona), 2015, 189 páginas

   David Monteagudo (Viveiro, Lugo, 1962) sufrió -o disfrutó- durante no pocos años de la condición de escritor amateur y autodidacta, compaginando su pasión con la de empleado en una fábrica catalana. Plenamente ajeno a los círculos y cenáculos literarios, escribía con tenacidad y fue cosechando varias piezas narrativas. Tres novelas (Fin, 2009, recibida por la crítica como “una bocanada de aire fresco” y llevada al cine; Marcos Montes (2010); Brañaganda (2011), y una colectánea de relatos, El edificio (2012). Regresa de nuevo a las manos de los lectores, en un sello editorial distinto del que solía publicar, con una novela de corte existencial: el drama de un ser humano, un hombre anodino que de pronto se siente extraño en su mundo, e intenta hacer un esfuerzo para mantener su singularidad y no acabar absorbido por el pensamiento único, como señala el escritor.
   Invasión es una novela con tintes kafkianos, inspirada en la mecánica cotidiana que atrapa al protagonista de El proceso, ya que al autor le interesa asomarse a las rendijas por las que se resquebraja la realidad. En ese sentido, Invasión es congruente con la extrañeza de las anteriores novelas de Monteagudo, pobladas por personajes inquietantes, raros, malditos o locos como el misterioso lobishome que protagonizó Brañaganda, una novela colonizada así mismo por el mal y el terror, y  en la que el horror reside en la mente humana. Porque el gran leitmotiv de la narrativa del escritor nacido en Galicia es remover en la mente de  personajes desquiciados, víctimas de alucinaciones, obsesiones o de situaciones opresivas.
   Un narrador omnisciente que lo hace en tercera persona, nos acerca a las pesadillas de García, un antihéroe sin nombre, que comienza a ver gigantes, seres de tres o cuatro metros, una visión insólita que solamente él percibe. Ya desde la primera experiencia, aquella visión le produce una sorda inquietud, un gran desasosiego que, sin embargo, no se atreve a compartir con nadie. Las extrañas visiones se repiten, incluyendo otros estímulos sensoriales. Alucinaciones cada vez más reales, percibidas con gran nitidez. Mientras tanto, su vida mediocre de pequeños placeres y pequeñas miserias, con sórdidos agravios y mezquinos agravios con su pareja, casi solamente compañera de piso, da un giro radical; al mismo tiempo que las irracionales alucinaciones se expanden hacia esos tubos amarillos de desescombro, tan bien representados en la portada del libro. Todo ello le fuerza a percibirse a sí mismo como un bicho raro, porque lo extraño, reflexiona, no es ver tipos de desmesurada estatura, sino que le impresionen tanto, que le aterren. Y más desde que le dice el psiquiatra al que acude, que son gigantes que proceden de su interior, generados por su mente. La novela nos conduce por esas experiencias alucinatorias, por el amargo escalofrío que regresa sin pausa, por el miedo de García a llevar el enemigo dentro,  por sus esfuerzos por convivir con esos acontecimientos insólitos, a pesar de que su mente no le da tregua, y, sobre todo, por mantener su propia forma de pensar en un mundo que tiende hacia el pensamiento único.
   El libro admite varias lecturas, pero hay una que sin duda se impone sobre las demás: la lectura en clave existencial, centrada, en este caso, en un ser humano que se siente alienado y diferente en el mundo, puesto que lo que realmente nos transmite el escritor no es un relato sobre la invasión de seres extraños, sino un profundo buceo en la mente de su protagonista.
   Invasión no es, en puridad, una novela perteneciente al género de miedo, aunque muestra el sentido de lo morbosamente antinatural, tal como lo definió un especialista como Lovecraft. Pero sí una novela de suspense o quizás de terror psicológico, que conecta con psicopatías  varias y alteraciones de la percepción de la realidad que se descubre como hostil o marcada por el absurdo, tal como se manifiesta en la escritura kafkiana.
"El sueño de la razón produce monstruos" ( Aguafuerte de F. de Goya, 1799)
   David Monteagudo utiliza con éxito algunos de los recursos técnicos del thriller psicológico, especialmente una de las claves ya formuladas por Poe (“No existe belleza exquisita sin algo extraño en sus proporciones”) y aprovecha los elementos distorsionantes para situar en los mismos los efectos perseguidos. Así mismo, el clímax se crea desde el interior del texto, facilitando únicamente aquellos datos imprescindibles y evitando los rodeos innecesarios. Por eso mismo Invasión nos atrapa desde las primeras líneas. El ritmo de la escritura no desfallece en ningún momento, y el inesperado desenlace, a primera vista incongruente con la trama, resulta muy original. Un estilo de prosa sumamente conciso, desnudo, sin apenas metáforas (“el barniz de la cortesía comercial” es una de las pocas que he anotado), pero muy eficaz para transmitir una trama ajena a cualquier lirismo.
   En definitiva, una novela sumamente adictiva porque David Monteagudo ha sabido presentar una pieza narrativa perfectamente diseñada y ejecutada que hurga no en hechos insólitos -aunque su presencia es continua e invasiva-, sino en los entresijos y profundidades de la mente humana tiranizada que jamás da tregua y es ella misma capaz de difuminar las fronteras entre la realidad y la alucinación y de crear la angustia y lo terrorífico. Algo que ya había expresado, en la lejana antesala de las ciencias sobre la mente, el aguafuerte de Francisco de Goya, “El sueño de la razón produce monstruos”.

Francisco Martínez Bouzas
                                                     
David Monteagudo

Fragmentos

“La primera vez que vio un gigante, García estaba tomando una cerveza en la terraza de un bar. Entonces no lo identificó como tal, tan sólo pensó que se trataba de una persona anormalmente alta; pero lo cierto es que, ya  aquella primera vez, la visión le produjo un indefinible malestar, no tanto por la desmesurada altura del gigante, como por el hecho insólito y sorprendente, de que nadie pareció reparar en su presencia (…)
Entre los viandantes que llegaban por una de las calles adyacentes, en un flujo moroso y discontinuo, apareció una figura exageradamente alta, una persona, un hombre que avanzaba con pasos lentos y desgarbados, como si lo desproporcionado de su estatura le obligase a moverse a un ritmo diferente al de los otros peatones.”

…..

“Apartó de su mente aquellas imágenes estremecedoras. Una vez más sintió cómo la angustia se apoderaba de su mente, y una vez más hizo denodados esfuerzos por no dejarse arrastrar por ella. Se apartó de la ventana y empezó  a desandar el camino que había hecho, como si quisiera volver a su casa; pero se alejó de ésta, la dejó atrás y siguió andando con un impulso centrífugo, que le llevaba hacia los barrios periféricos de la pequeña ciudad provinciana. Mientras tanto, iba pensando. Pensó en llamar a Mara por teléfono, después en enviar un mensaje, y después de nuevo en llamarla, aunque ellos significaba preparar muy bien lo que pensaba decir, y tener capacidad de reacción, de improvisación, en caso de que ella le descolocara con alguna pregunta inesperada.”

…..

“Su inteligencia estaba procesando todavía aquellos datos. ¿Sería posible que su mente enferma alterara también la percepción de lo que oía, que le estuviera construyendo toda una realidad paralela, todo un delirio sistemático, coherente con la existencia de los gigantes? La sola formulación de esta idea le angustiaba hasta el pánico, le ponía al borde de un abismo tenebroso en el que le acechaba la locura como él siempre la había imaginado y temido: como una total pérdida de control sobre la percepción de la realidad. En cambio, cuando pensaba en la posibilidad -por absurda, por ridícula que fuese a los ojos de la razón- de estar asistiendo a una especie de conspiración que sólo él, por el motivo que fuese, era capaz de percibir; cuando se dejaba llevar por su instinto y contemplaba esa idea íntima y clandestina, sentía una liberación, un destello de esperanza acompañado de un sentimiento de rebeldía que pugnaba por manifestarse.”

(David Monteagudo, Invasión, páginas 7-8, 39-40, 149)

3 comentarios:

  1. Me fascina, amigo. Una lectura atrapante, sorprendente, y como bien dices, concisa y que convence. Gracias y un abrazo.

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  2. Atrapante novela, con hechos insólitos y sorprendentes, máscaras para ocultar ciertos traumas, miedos e inseguridades,una bella invitación a leer a este autor me gustó mucho, gracias por tu bello trabajo que como siempre nos invita a leer la mejor opción. Abrazos.

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