Cuentos
eróticos
Armando G. Muñoz
CreateSpace:Self Publishing, Charleston, 2015, 84
páginas.
Las redes sociales están propiciando que
también en el mundo del libro, incluido el libro en papel, se hayan anulado las
distancias. Esa es la razón por la que he podido leer, en estos últimos años,
narrativa y poesía editada en América
Latina y en Estados Unidos, en esa segunda Latinoamérica que es el estado de Florida.
Y de Kissimee, Florida, me han llegado tres muestras de las inquietudes y del
quehacer escritural de Armando G. Muñoz, heterónimo del escritor cubano Bárbaro
Gregorio Muñoz (Marianao, Ciudad de la Habana, 1957), que, como el mismo
confiesa, vivió durante casi cuarenta y nueve años el experimento socialista
cubano. Y cuya vida, hasta que en el año 2006, gracias a los beneficios de la
lotería de la visa, logró salir de Cuba y trasladarse a los Estados Unidos, es
una verdadera novela: desertor del Ejército Juvenil del Trabajo, capturado y
condenado a cuatro años de prisión que redimió en parte en la zafra. Múltiples
intentos de salir de Cuba por distintas vías, pero algo siempre falló.
Finalmente en el frío invierno de New Jersey, a orillas del río Hudson, pudo
dar inicio a su sueño, largo tiempo ansiado.
Armando G. Muñoz es un verdadero
currante de la literatura, aunque sin
salario fijo. Cuentos, poemarios, antologías poéticas, una entrevista ficticia
a Fidel Castro y varias novelas. Hoy leo y comento su colectánea de cuentos
eróticos, Palabras Morbosas. Una
selección de relatos de mediana extensión en los que el lector hallará, en
efecto, cinco narraciones donde se rinde culto a la erótica, esa afección
teñida de deseo, que es así mismo género literario, y que tiene que ver con la
recuperación de los cuerpos silenciados y transgresores.
Tanto en los tres relatos cimentados y
sustentados en una trama, como en los dos que son simples escenas, instantáneas,
la sexualidad ocupa la centralidad, y su narración produce desasosiego en el
lector, porque reúnen las dos condiciones imprescindibles de la literatura que
se encuadra en este subgénero: tensión erótica y una aceptable elaboración
literaria, especialmente en los primeros. Armando G. Muñoz nutre sus relatos
con aquella condición que ya exigía Rousseau: que los lectores puedan leer con
una sola mano. La otra, libre para ejecutar lo que dicte el deseo. Y cumple
además con otro requisito, seguramente más substancial y difícil de lograr: el
darse por entero al lector para que este sienta placer, como escribió Roland
Barthes.
En las dos historias carentes de trama, el
autor nos regala el encuentro-desencuentro de la bella mujer madura que se
transforma en un frenesí sexual (“Te descubrí”). O el deseo, el sabor del sexo,
sus placeres en una sesión de chat con cámara web (“Chateamos”). Mucha más
substancia diegética anida en “Mario o María”. Mario, el niño cubano que nace
maricón, se prostituye con viejos oficiales, conoce a extranjeros que a la Isla llegan buscando
sexo con los hijos de José Martí, vende su cuerpo por el placer de la comida,
del trago o por un paseo. Amante de una española en Madrid por expreso deseo de
su marido, se enamora, sin embargo de un hombre maduro, al que le entrega su
corazón y su cuerpo transformado por el bisturí. Pero la bomba asesina de ETA
-no la mano asesina de Fidel Castro, como afirma el autor, por mucho que en
Cuba estuviera instalada una colonia etarra- lo arranca de su lado.
“Confesiones de una mujer de cuatro décadas”
es una historia que encierra varias historias: la violación de una niña de
cinco años por el hermanastro de treinta, el juego de la seducción al alcanzar
los quince con un hombre mayor, amigo de su padre. La única obsesión: ser
penetrada por un hombre, el embarazo, el casamiento, el infierno de las
traiciones, hasta que la protagonista se siente la señora de cuatro décadas y
se lanza a conquistar el mundo y a saciar sus deseos. Un relato centrado en la
represión, debido a los tabúes de la educación, y en el desamparo más absoluto,
exento de amor.
Finalmente, “Ir a tu encuentro”, el relato
que cierra el volumen, deja un buen sabor de boca: el encuentro afectivo y
sexual, en la noche bogotana, de dos seres que se habían conocido por internet.
Serán felices hasta el abismo de la partida, pero con la seguridad de que nada
los separará.
El sexo, la pasión, la lujuria hallan en las
páginas de Armando G. Muñoz un escenario para expresarse, casi para tener vida.
Los relatos de Palabras Morbosas son
congruentes con el rótulo del libro. Están escritos con la intención de
inquietar al lector, para producir en él excitación y desasosiego, sin caer en
la afectación relamida. Con un lenguaje, no solo insinuante, sino abiertamente
explícito, muchas veces cercano al código pornográfico, aunque entre ambos las
fronteras son difusas. Pero, en todo caso, capaz de introducir al lector en las
escondidas y secretas regiones de la fantasía y en las moradas del deseo, ajeno
a tabúes y prohibiciones.
Una edición con un tipo de letra que
agradecerán los présbites, en la que sería preciso subsanar, en sucesivas
ediciones, algunos errores ortográficos, le da forma y vestimenta a esta
incursión del autor en ese santuario donde se rinde culto a Eros, el dios
primordial, responsable del amor, la atracción sexual y el sexo.
Francisco
Martínez Bouzas
Aramando G. Muñoz |
Fragmentos
“He
llegado a Madrid hace menos de dos horas, Pilar me ubicó en un precioso, cálido
y confortable ático del barrio de Lavapiés, allí me ha creado un refugio donde
pueda vivir a gusto, es un barrio lleno de inmigrantes, donde pasado y presente
se funden. Nada más hemos entrado y nos devoramos a besos, los besos de hembra
deseosa, sedienta, de fiera hambrienta, mientras subimos las escaleras que
conducen a la habitación vamos soltando las ropas, dejándola como huellas de
nuestro camino a los placeres de la carne, nos tiramos en el lecho y la devoro
con mis labios, la recorro completa, beso su cuello, sus senos que se yerguen
golosos buscando mi boca, su blanco vientre, se regodea de placer, gime la
hembra en celo, mis labios besan sus muslos, aspiro el aroma del sexo ardiente,
aún no es su turno, continúa mi búsqueda de nuevos sitios no besados, de
lugares ávidos de ser recorridos por mis labios, beso sus pies, es increíble
como alborota su cuerpo cuando llevo los pies a mi boca, le descubrí, como
partes del cuerpo son también erógenas, gime, no puede detener su orgasmo, el
vientre le palpita como si el corazón acelerado lo hubiera cambiado de sitio,
grita, me pega en los hombros con los puños cerrados, atrae mi boca a sus
labios, me besa, hace mucho nadie me besaba como ella lo hace, es una mezcla de amor y deseo
salvaje, juego con mis dedos en su clítoris, su orgasmo ha humedecido parte de
sus muslos…”
…..
“Mi
mano busca tus blancos muslos semi ocultos en la pequeña falda que vistes, no
llevas pantis, abre tus piernas golosas, entregando tu húmedo sexo, sin dejar
de besarte lo toco, lo palpo, mis dedos recorren tu cabellera, tu humedad, tu
clítoris se inflama por la fuerza de tanta sangre, introduzco un dedo, otro,
mientras el pulgar roza tu vulva, te crispas, te abres más, me muerdes los
labios, mueves el vientre, jadeas, aprietas mi rostro contra el tuyo, mientras
te corres en mi mano, estás loca, la puta dormida en ti se despierta, grita,
requieres más.
Abres
mi cremallera, sacas mi sexo, lo palpas, lo mides, sientes su dureza y lo
buscas ávida, golosa con tu boca, no es lo que quieres, necesitas más, mucho
más para satisfacer las ganas de placer…”
…..
“A
los cuarenta y cuatro años con un chico once años más joven aprendí cuanto
disfruta una mujer cuando le hacen sexo oral, conocí el placer de un orgasmo
mientras unos labios diestros y conocedores besan tus labios vaginales y
manipulan tu clítoris y vulva, el nunca lo hizo, al muy hijo de su madre le
encantaba se lo hiciera, una sola vez lo intentó y largó un asqueroso vómito en
mi sexo, hoy tuve dos maravillosos orgasmos, mientras el chico se comía
literalmente mi sexo, pero algo le faltaba, solo me penetraba y «pun», tenía su
orgasmo, el chico no los controlaba. Con él conocí dos cosas de las que antes
había escuchado hablar y no conocía, «el
sexo oral y la eyaculación precoz».
No nos volvimos a acostar, no quiso ir de nuevo a mi lecho, le hablé, le
expliqué, le dije de ir a un especialista, no aceptó. Conocía su mal, pero no
deseaba darle solución.”
(Armando G. Muñoz, Palabras
Morbosas, páginas 18-19, 26, 71)
Muchas gracias amigo Francisco por sus palabras sobre mis cuentos, le estoy muy agradecido se tomara su tiempo en leerlos y además en escribir sobre ellos.
ResponderEliminar“El morbo, el erotismo y la transgresión”. Son lo que a grandes rasgos logro definir de este libro que permite, de alguna manera entender un lenguaje dramático e inherente a gran parte de la sociedad actual.
ResponderEliminarUna ventana realista sobre la mutación que han sufrido los valores, la vanidad, el ego y hasta la poca autoestima que en definitiva representa un retrato de la soledad del ser humano de esta época.
Un abrazo felicitando tu excelente reseña, que siempre nos conduce a leer la mejor opción.