David Monteagudo
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedés
(Barcelona), 2015, 189 páginas
David Monteagudo (Viveiro,
Lugo, 1962) sufrió -o disfrutó- durante no pocos años de la condición de
escritor amateur y autodidacta, compaginando su pasión con la de empleado en
una fábrica catalana. Plenamente ajeno a los círculos y cenáculos literarios,
escribía con tenacidad y fue cosechando varias piezas narrativas. Tres novelas
(Fin, 2009, recibida por la crítica
como “una bocanada de aire fresco” y llevada al cine; Marcos Montes (2010); Brañaganda
(2011), y una colectánea de relatos, El
edificio (2012). Regresa de nuevo a las manos de los lectores, en un sello
editorial distinto del que solía publicar, con una novela de corte existencial:
el drama de un ser humano, un hombre anodino que de pronto se siente extraño en
su mundo, e intenta hacer un esfuerzo para mantener su singularidad y no acabar
absorbido por el pensamiento único, como señala el escritor.
Invasión
es una novela con tintes kafkianos, inspirada en la mecánica cotidiana que
atrapa al protagonista de El proceso, ya
que al autor le interesa asomarse a
las rendijas por las que se resquebraja la realidad. En ese sentido, Invasión es congruente con la extrañeza
de las anteriores novelas de Monteagudo, pobladas por personajes inquietantes,
raros, malditos o locos como el misterioso lobishome que protagonizó Brañaganda, una novela colonizada así
mismo por el mal y el terror, y en la
que el horror reside en la mente humana. Porque el gran leitmotiv de la
narrativa del escritor nacido en Galicia es remover en la mente de personajes desquiciados, víctimas de
alucinaciones, obsesiones o de situaciones opresivas.
Un narrador omnisciente que lo hace en
tercera persona, nos acerca a las pesadillas de García, un antihéroe sin
nombre, que comienza a ver gigantes, seres de tres o cuatro metros, una visión
insólita que solamente él percibe. Ya desde la primera experiencia, aquella
visión le produce una sorda inquietud, un gran desasosiego que, sin embargo, no
se atreve a compartir con nadie. Las extrañas visiones se repiten, incluyendo
otros estímulos sensoriales. Alucinaciones cada vez más reales, percibidas con
gran nitidez. Mientras tanto, su vida mediocre de pequeños placeres y pequeñas
miserias, con sórdidos agravios y mezquinos agravios con su pareja, casi
solamente compañera de piso, da un giro radical; al mismo tiempo que las
irracionales alucinaciones se expanden hacia esos tubos amarillos de
desescombro, tan bien representados en la portada del libro. Todo ello le
fuerza a percibirse a sí mismo como un bicho raro, porque lo extraño,
reflexiona, no es ver tipos de desmesurada estatura, sino que le impresionen
tanto, que le aterren. Y más desde que le dice el psiquiatra al que acude, que
son gigantes que proceden de su interior, generados por su mente. La novela nos
conduce por esas experiencias alucinatorias, por el amargo escalofrío que
regresa sin pausa, por el miedo de García a llevar el enemigo dentro, por sus esfuerzos por convivir con esos
acontecimientos insólitos, a pesar de que su mente no le da tregua, y, sobre
todo, por mantener su propia forma de pensar en un mundo que tiende hacia el
pensamiento único.
El libro admite varias lecturas, pero hay
una que sin duda se impone sobre las demás: la lectura en clave existencial,
centrada, en este caso, en un ser humano que se siente alienado y diferente en
el mundo, puesto que lo que realmente nos transmite el escritor no es un relato
sobre la invasión de seres extraños, sino un profundo buceo en la mente de su
protagonista.
Invasión
no es, en puridad, una novela perteneciente al género de miedo, aunque
muestra el sentido de lo morbosamente antinatural, tal como lo definió un
especialista como Lovecraft. Pero sí una novela de suspense o quizás de terror
psicológico, que conecta con psicopatías
varias y alteraciones de la percepción de la realidad que se descubre
como hostil o marcada por el absurdo, tal como se manifiesta en la escritura
kafkiana.
"El sueño de la razón produce monstruos" ( Aguafuerte de F. de Goya, 1799) |
David Monteagudo utiliza con éxito algunos
de los recursos técnicos del thriller psicológico, especialmente una de las
claves ya formuladas por Poe (“No existe belleza exquisita sin algo extraño en
sus proporciones”) y aprovecha los elementos distorsionantes para situar en los
mismos los efectos perseguidos. Así mismo, el clímax se crea desde el interior
del texto, facilitando únicamente aquellos datos imprescindibles y evitando los
rodeos innecesarios. Por eso mismo Invasión
nos atrapa desde las primeras líneas. El ritmo de la escritura no desfallece en
ningún momento, y el inesperado desenlace, a primera vista incongruente con la
trama, resulta muy original. Un estilo de prosa sumamente conciso, desnudo, sin
apenas metáforas (“el barniz de la cortesía comercial” es una de las pocas que
he anotado), pero muy eficaz para transmitir una trama ajena a cualquier
lirismo.
En definitiva, una novela sumamente adictiva
porque David Monteagudo ha sabido presentar una pieza narrativa perfectamente
diseñada y ejecutada que hurga no en hechos insólitos -aunque su presencia es
continua e invasiva-, sino en los entresijos y profundidades de la mente humana
tiranizada que jamás da tregua y es ella misma capaz de difuminar las fronteras
entre la realidad y la alucinación y de crear la angustia y lo terrorífico.
Algo que ya había expresado, en la lejana antesala de las ciencias sobre la
mente, el aguafuerte de Francisco de Goya, “El sueño de la razón produce
monstruos”.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“La
primera vez que vio un gigante, García estaba tomando una cerveza en la terraza
de un bar. Entonces no lo identificó como tal, tan sólo pensó que se trataba de
una persona anormalmente alta; pero lo cierto es que, ya aquella primera vez, la visión le produjo un
indefinible malestar, no tanto por la desmesurada altura del gigante, como por
el hecho insólito y sorprendente, de que nadie pareció reparar en su presencia
(…)
Entre
los viandantes que llegaban por una de las calles adyacentes, en un flujo
moroso y discontinuo, apareció una figura exageradamente alta, una persona, un
hombre que avanzaba con pasos lentos y desgarbados, como si lo desproporcionado
de su estatura le obligase a moverse a un ritmo diferente al de los otros
peatones.”
…..
“Apartó
de su mente aquellas imágenes estremecedoras. Una vez más sintió cómo la
angustia se apoderaba de su mente, y una vez más hizo denodados esfuerzos por
no dejarse arrastrar por ella. Se apartó de la ventana y empezó a desandar el camino que había hecho, como si
quisiera volver a su casa; pero se alejó de ésta, la dejó atrás y siguió
andando con un impulso centrífugo, que le llevaba hacia los barrios periféricos
de la pequeña ciudad provinciana. Mientras tanto, iba pensando. Pensó en llamar
a Mara por teléfono, después en enviar un mensaje, y después de nuevo en
llamarla, aunque ellos significaba preparar muy bien lo que pensaba decir, y
tener capacidad de reacción, de improvisación, en caso de que ella le
descolocara con alguna pregunta inesperada.”
…..
“Su
inteligencia estaba procesando todavía aquellos datos. ¿Sería posible que su
mente enferma alterara también la percepción de lo que oía, que le estuviera
construyendo toda una realidad paralela, todo un delirio sistemático, coherente
con la existencia de los gigantes? La sola formulación de esta idea le
angustiaba hasta el pánico, le ponía al borde de un abismo tenebroso en el que
le acechaba la locura como él siempre la había imaginado y temido: como una
total pérdida de control sobre la percepción de la realidad. En cambio, cuando
pensaba en la posibilidad -por absurda, por ridícula que fuese a los ojos de la
razón- de estar asistiendo a una especie de conspiración que sólo él, por el
motivo que fuese, era capaz de percibir; cuando se dejaba llevar por su
instinto y contemplaba esa idea íntima y clandestina, sentía una liberación, un
destello de esperanza acompañado de un sentimiento de rebeldía que pugnaba por
manifestarse.”
(David Monteagudo, Invasión,
páginas 7-8, 39-40, 149)
Muy bien presentado...
ResponderEliminarMe fascina, amigo. Una lectura atrapante, sorprendente, y como bien dices, concisa y que convence. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarAtrapante novela, con hechos insólitos y sorprendentes, máscaras para ocultar ciertos traumas, miedos e inseguridades,una bella invitación a leer a este autor me gustó mucho, gracias por tu bello trabajo que como siempre nos invita a leer la mejor opción. Abrazos.
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