Arde
Sara Prida Vega
Prógo de David González
In Limbo Ediciones, Albacete, 2021, 67 páginas.
Profesora de filosofía, ilustradora, colaboradora en varias revistas. Asturiana y poeta. Debutó en el arte de la palabra convertida en belleza y en el gran milagro del mundo, como escribió un poeta gallego, con Aullido azul (2017). Ahora nos obsequia con Arde, un pemario de “verso incandescente” como lo define el prologuista, David González. Un poemario que Sara Prida Vega escribe despojándose incuso de todos sus ropajes. Su piel incluida. De él se ha escrito que debería venderse con receta médica, pues es como una de esas pastillas que causan efecto con una dosis ínfima. Estructurado en tres partes y con un epílogo o cuarta parte que quema como el título. Todos ellos bellos y sugerentes, como la portada del libro. Algunos obscenos.
Los poemas de Sara Prida Veva evocan los campos que se quedaron sin guijarros, el cadáver de la abuela, esa abuela que nunca le riñó, ocupada en “acallar el hueco mudo de su vientre”, sus manos desvalidas, que cosían botones como ojos en todas las muñecas, el abuelo hierba que es como un conejo que decide morir. La tatarabuela que era como un pájaro, pero que sabía que el fusil de los guardias civiles podía volver. Memoria también del bisabuelo que al terminar la Guerra no cesó de luchar y fue maqui tirado por los montes y caminos hasta que fue ametrallado, pero sus miembros se convirtieron en estandarte libertario. Todos esto y mucho más en los poemas de la primera parte, “Hierba y carbón”, en los que la reminiscencia familiar nutre el decir poético de Sara Prida, aunque el hielo conductor sea el incendio.
La segunda parte es “La chispa inadecuada.. El juego sigue estando ahí como metáfora muy apropiada para el amor que centraliza y motiva la mayoría de los poemas. El novio sensual, sórdido y ateo que intentó cortar las venas, “incluso antes de conocerme”, pero que también entrelazaba flores silvestres en el pelo de la amada, que jugaba a escupitajos sobre las vías del tren y los cementerios. Poemas de sentimientos intensos que se amalgaman con el deleite de los cuerpos, enamorados como idiotas. Y en los sueños, un par de niños, pese a que nunca follaron, y una casita en el barrio alto, en las afueras.
La tercera parte, “Hacia la hoguera”, con tan solo tres poemas, pero, en mi opinión, la más radical, la más ardiente: un repaso desde el decir poético al panorama de nuestro hoy: las promesas de renovar el paro, los sueños que se pudren, los preservativos que se rompen, en los incontables objetos de la mercadotecnia, con Theodore Kaczynski rotulando unabomber, mirando a la poeta desde el quicio de la casa vacía, mientras escribe cartas de helada esperanza.
Sara Prida Vega
Concluye Sara Prida Vega el poemario con un epílogo: “Quémame”, en el que las cerillas cercanas harán que todo arda.
Arde es un poemario que respira y refleja la contemporaneidad. La poeta domina el arte de jugar con textos sencillos, algunos en prosa poética, con otros más extraños y crípticos, que demandan una lectura atenta para desentrañar ese fuego que todo lo consume, incluido este libro, como se pronostica en el poema epilogo.
Francisco Martínez Bouzas
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