Alfredo Conde
Editorial Destino, Barcelona, 192 páginas
La
reciente publicación en la narrativa gallega de una novela breve, Besta do seu sangue (2018), que revisa
el mito del hombre lobo gallego desde una perspectiva de género e intenta
reconstruir la realidad silenciada de una persona lastrada por la
intersexualidad, vuelve a poner de actualidad este libro de Alfredo Conde
publicado a la vez en varios idiomas y que sirvió de base para el guión de la
película, Romasanta, la caza de la bestia,
dirigida por Paco Plaza, que la considera como el primer psico-killer hispano
en la Galicia del siglo XIX.
¿Quién
fue el licántropo gallego del siglo XIX? ¿Un hombre lobo realmente, el
execrable “home do unto”, el terrible y despiadado “sacamanteigas”, el
espeluznante “home do saco? Si hay un objetivo claramente identificable en la
novela de Alfredo Conde, este no es otro que el de acabar con las invenciones y
patrañas pseudo científicas sobre los crímenes de Manuela/Manuel Blanco Romasanta que la prensa de su tiempo
se encargó de propagar y que convertirían a un calculador asesino en serie que
mataba para enriquecerse, traficando con la grasa de sus víctimas, en un
licántropo que asesinaba forzado por una maldición que lo compelía de forma
determinística a realizar los crímenes y comer carne humana en los periodos en
los que se convertía en lobo.
No pocas
creaciones literarias y cinematográficas inciden en esta visión de la que huye
Alfredo Conde que reconstruye el mito a partir de la documentación del juicio y
de la propia tradición oral y familiar. El tatarabuelo del escritor intervino
como forense en la causa y jamás tragó la treta y el embuste de la licantropía.
A muchos niños gallegos, al menos los que nacimos en las comarcas vecinas al
teatro de los hechos, nunca nos metieron miedo con el “lobishome”, sino con “o
home do unto”, con el “sacamanteigas” o con el hombre del saco, un hecho que
refleja, ajustándose a los que realmente sucedió, las “hazañas” de Romasanta.
Como ya
señalé, es esta la primera novela que Alfredo Conde escribió por encargo, como
soporte del guión de la película antes citada, y con edición conjunta en gallego, español y ruso. No obstante el
texto no se resiente del encargo y medró como una verdadera novela en las manos
del escritor de Allariz, aunque sin comparación, sobre todo en cuanto a su rica
complejidad con los grandes textos de ficción del escritor (Ya va el grifón en el viento, la
trilogía inacabada sobre la saga de los Carou o Azul cobalto, entre otros).
Varias
son en mi opinión las bases en las que se sustenta la novela de Alfredo Conde y las tres tienen
que ver con el dictum cunqueiriano:
contar algo, seguido y bien.
En Romasanta halla el lector una verdadera
historia, una historia que engancha desde la primera línea hasta la última.
Solamente entran en el territorio de la ficción los pensamientos y sentimientos
que el autor pone en la mente de Manuela/Manuel Blanco Romasanta. El relato
sigue al protagonista desde su nacimiento hasta sus últimas reflexiones,
confinado en el castillo de Santo Antón, pero feliz tras haber logrado
convencer a la Audiencia de Galicia, con
la ayuda de la pseudo ciencia y de ciertos clérigos, de que era el hombre lobo
y así librarse del garrote vil. Los aprendizajes de la ambigüedad y de la
agilidad que lo convierten en un amadamado, condición que le facilita que no
pocas mujeres le abran el corazón y también los lechos durante los meses en los
que sus maridos se trasladan a Castilla a las labores de la siega. Su detención
en Escalona (Toledo) fue debida únicamente al hecho de haber obtenido ganancias
excesivas en el tráfico de la grasa humana. La condena a la pena de muerte, sus
fingimientos de loco ignorante víctima de la licantropía configuran su
personalidad. Un ambiente que busca explicaciones mágicas donde no las hay y un
cientifismo foráneo pusieron de su parte a la reina Isabel II y así logra
salvarse, contra la opinión de sus vecinos y del médico forense, don Vicente
María Feijóo Montenegro.
Los otros
puntales de la novela tienen que ver con los factores formales. Alfredo Conde
elige la misma estrategia narrativa de la que ya se había servido en sus
últimas obras, en especial en Memoria de
soldado. Una estrategia sin duda arriesgada, pero en la que el narrador se
desenvuelve con maestría y comodidad: entrar en el interior de la personalidad
de su personaje y hacerlo escribir sus propias memorias. De este modo el relato
gana verosimilitud, a la vez que nos permite penetrar en la mentalidad asesina
del personaje a través de continuas reflexiones de todo tipo que verbaliza su
mente lúcida. Ya hace tiempo que la escritura de Alfredo Conde no se aliena en
el lenguaje, uno de las trabas de cierta narrativa actual. La de Romasanta, memorias inciertas del hombre
lobo es una prosa enflaquecida de largos periodos muy ramificados, que
mantiene un ritmo ágil, sin renunciar a verdaderos hallazgos estilísticos, pero
todo al servicio de la claridad. Así pues, tanto el contenido como la forma
hacen del texto de Alfredo Conde una buena novela.
Francisco Martínez Bouzas
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