El día 4 de enero de 2018 se cumplieron los
cincuenta y ocho años del trágico fallecimiento de Albert Camus (Mondovi,
Argelia, 7 de noviembre de 1913 – Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960). Albert
Camus o “la honradez desesperada” como ha sido definido por Charles Moeller,
murió en un accidente automovilístico cerca de Le Petit – Villeblevin. Sobre
las causas de ese accidente se han publicado especulaciones no confirmadas que
involucraban a la KGB en el mismo. Albert Camus fue enterrado en Lourmarin,
localidad situada en el sur de Francia.
Albert Camus contribuyó a la confirmación de
la filosofía del absurdo. Se le ha asociado con frecuencia con el
existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a esta corriente
filosófica. Pese al alejamiento con respecto al nihilismo, rescata la idea de
la libertad individual. Fue miembro de la Resistencia francesa durante la
ocupación alemana. En la posguerra se le relacionó con los movimientos libertarios.
Albert Camus ha sido uno de los grandes
narradores del siglo XX. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura
por “el conjunto de su obra que pone de relieve los problemas que se plantean
en la conciencia de los hombres en la actualidad”.
En homenaje a Albert Camus en el cincuenta y
ocho aniversario de su muerte, reproduzco la reseña de El extranjero, ilustrado de forma muy original por José Muñoz, y
publicado por Alianza Editorial en el año 2015. L’Étranger (1942) fue la primera gran pieza narrativa publicada por
Camus. La novela muestra la alienación propia de los seres humanos en el siglo
XX, y lo hace partiendo de un personaje, en el que muchos quieren ver la imagen
de lo que Camus concebía como el hombre absurdo. El protagonista es condenado a
muerte, pero, más que por matar a un hombre, la condena responde a que este es
libre al hablar, nunca dice más de lo que siente, y no se conforma con las
demandas de la sociedad. El extranjero
fue llevado al cine en 1967 por Luchino Visconti, aunque con escaso éxito,
debido a la misma dificultad de reflejar en imágenes la lucha contra el absurdo.
El extranjero
Albert Camus
Traducción de
José Ángel Valente
Ilustraciones
de José Muñoz
Alianza
Editorial, Madrid, 2015, 139 páginas
El extranjero está considerada
como la mejor novela de Albert Camus y una de las grandes piezas narrativas del
siglo XX. La edición que en estas fechas nos ofrece Alianza Editorial en su
colección de Libros Singulares, se convierte así mismo en una joya editorial.
La traducción de José Ángel Valente eleva a la categoría de arte el lenguaje
conciso y esencial de Albert Camus. Calidad artística a la que contribuyen las
numerosas ilustraciones del famoso dibujante argentino José Muñoz, discípulo de
Hugo Pratt y creador de numerosos personajes conocidos universalmente en el
mundo del comic. El extranjero -la
primera edición francesa es del año 1942- pertenece a un período en el que
Camus se enfrentó de una forma real no solo con el dolor, sino con la vecindad
de la muerte. Un período pues muy alejado de la “dicha solar” mediterránea,
tema central de Noces, en el que el escritor descubre el absurdo en el mismo orden
del universo. Y en El extranjero nos
coloca ante ese absurdo, con la conciencia de que la vida no vale la pena ser
vivida. Por eso el protagonista de la novela se siente seguro de sí mismo y de
la muerte que tarde o temprano va a llegar.
En un relato lineal, nos encontramos con Meursault, el héroe principal
de la novela. Es un modesto empleado de una entidad bancaria en Argel, un
hombre cualquiera exento de preocupaciones, incluso de pasiones. Vive en un
embotamiento lúcido. Como un extraño. Y como tal asiste a los funerales de su
madre. Consume su vida diaria en la rutina de su trabajo en la oficina y en
unas diversiones triviales: el cine, la playa, preparar la comida, dormir,
soñar, observar desde su balcón a un viejo que da de comer a los gatos, tener
sexo con Marie Cardona, la que sin embargo no es su amante y a la que no quiere, ya que querer no
significa nada, tal como piensa. Todo en su existencia da un giro radical un
día en el que, mareado quizás por el calor o por la misma insípida vida que
lleva, mata de forma absurda a un árabe. Condenado a muerte, sin posibilidad de
apelación, este hombre mediocre se transforma en un héroe que se enfrenta a su
destino: comprenderá y gozará de su condición de “extraño” de extranjero,
rehusando los consuelos y las esperanzas de una existencia más allá de la
muerte. Acepta la vida que ha vivido. Es una elección lúcida del absurdo, que
ya es en sí un acto enteramente moral. Una moral laica, tan legítima como
aquellas que están cimentadas en una fe.
Novela de un solo personaje que, en primera persona da cuenta de su
trágica felicidad. Es Meursault, un ser fantasmal, “sueño de una sombra”, cuya
vida se halla pautada por los baños del sábado por la tarde, por las sesiones
del cine a continuación y por el sexo con Marie los domingos. Vive, o mejor
dicho, vegeta en un automatismo de pesadilla que le arrastra a un crapuloso
arreglo de cuentas entre árabes del hampa. Mata a un desconocido porque un
amigo ocasional le induce a hacerlo. Y asiste al proceso que le condena a
muerte como si nada fuera con él. Y aunque percibe la falsedad del mismo, no
protesta. Hasta la víspera de sus ejecución no percibe que la vida “extraña” es
la única real, aunque no merezca la pena ser vivida por su falta de sentido.
Cuando pocas horas antes de su ejecución, el capellán le habla de Dios,
Meursault se rebela, cobra conciencia de la absurdez de la existencia y también
de la dicha que engendra ese mismo hecho de ser absurda. Y por eso se siente
dichoso. Una vivencia de la dicha sin duda estúpida, inconsciente, animal.
La definición de su identidad nace pues del absurdo, y se transforma en
felicidad, en el instante en el que toda ilusión se desvanece. Meursault es en
definitiva un “extranjero”, un “extraño” moral. Será la cólera que en él brota
cuando el capellán trate de acercarle a
Dios, cuando le dice que rezará por él, la que lo convertirá en un ser moral al
tomar conciencia de su vida: “vaciado por la esperanza, ante esta noche cargada
de signos y de estrellas me abría por primera vez a la tierna indiferencia del
mundo” (página 138).
A pesar de los más de setenta años transcurridos desde la publicación de
El extranjero, la novela de Albert
Camus no ha perdido actualidad, ya que refleja fielmente la mentalidad de
millones de hombres y de mujeres de hoy. Es, según uno de los primeros críticos
de Camus, Charles Moeller, la novela de la dicha de Sísifo. Los dibujos de José
Muñoz que incluye esta edición especial, acrecientan sin duda, en una dimensión
sensorial, la profunda carga de dramática extranjería, la única patria de la
que puede presumir el protagonista. La única así mismo que le hace feliz.
Fragmentos
“Del mar llegó un soplo espeso y
ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para vomitar
fuego. Todo mi ser se tensó y mi mano se crispó sobre el revólver. El gatillo
cedió, toqué el pulido vientre de la culata y fue así, como un ruido
ensordecedor y seco, como todo empezó. Sacudí el sudor y el sol.
Comprendí que había destruido el
equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa donde había sido
feliz. Entonces disparé cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que se
hundían las balas sin que lo pareciese. Fueron cuatro golpes breves con los que
llamaba a la puerta de la desgracia.”
…..
“Durante toda la jornada había mi
petición de indulto. Creo haber aprovechado al máximo esa idea. Calculaba sus
consecuencias y obtenía de mis reflexiones un óptimo rendimiento. Partía
siempre de la suposición más negativa: mi petición era rechazada. «Pues bien,
habré de morir». Antes que otros, era evidente. Pero todo el mundo sabe que la
vida no vale la pena de ser vivida. No ignoraba, en el fondo, otros casos,
otros hombres y otras mujeres vivirán, y así durante miles de millones de años.
Nada resultaba más evidente, en realidad.
Era siempre yo el que moría, ahora o
dentro de veinte años. En ese momento, lo que me molestaba un poco en mi
razonamiento era el brinco terrible que sentía en mí al pensar en veinte años
de vida por venir. Pero no tenía más que ahogar esos pensamientos imaginando lo
que éstos serían cuando, de todos modos, la hora hubiese llegado. Desde el
momento en que se muere, el cómo y el cuándo, no importan, es evidente. Así (y
lo difícil era no perder de vista todos los razonamientos que ese «así» representaba),
así debía yo aceptar que mi petición fuese recusada.”
…..
“No, hijo mío -dijo poniendo la mano en
el hombro-. Estoy con usted. Pero usted lo ignora. Porque tiene un corazón
ciego. Rezaré por usted.
Entonces, no sé por qué, algo reventó
en mí. Empecé a gritar a voz en cuello, lo insultaba y le dije que no rezase.
Lo había agarrado por el cuello de la sotana. Volcaba sobre él todo el fondo de
mi corazón con estremecimientos de alegría y de cólera. Parecía tan seguro. Sin
embargo ninguna de sus certidumbres valía un cabello de mujer. Ni siquiera
tenía la certeza de estar vivo porque vivía como un muerto.
Yo parecía tener las manos vacías. Pero
yo estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y
de esa muerte que iba a llegar. Sí, era
lo único que yo tenía. Pero, al menos, yo tenía esa verdad tanto como ella me
tenía a mí.”
(Albert Camus, El extranjero, páginas 78, 131,
136-137)
Muy interesante ...
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ResponderEliminarUn libro que le veo cierta profundidad, a pesar de su prosa ligera. Gracias por tu reseña Francisco, siempre alerta a la buena literatura. Un abrazo.
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