Si hace unos días recordaba en esta bitácora
al escritor norteamericano E. L. Doctorow
recientemente fallecido, hoy los teletipos y la prensa española se hacen eco
del fallecimiento de Rafael Chirbes
(Tabernes de Valldigna, 27 de junio de 1949 – Tabernes de Valldigna, 15
de agosto de 2015). Un cáncer drástico y fulminante se ha llevado la vida de uno de los grandes
narradores en español del pasado siglo y del presente. Rafael Chirbes había viajado en los últimos meses por
varias provincias españolas e incluso a Portugal para promocionar sus obras.
Así mismo participó en Madrid en la presentación de Cicatriz de Sara Mesa.
Rafael Chirbes fue galardonado con numerosos premios, entre ellos el Premio
Nacional de la Crítica en dos ocasiones (2007 y 2024) y el Premio Nacional de Narrativa en 2014.
Autor de obras que reflejan fielmente el presente, sin escamotear las crisis
que nos atenazan (“Yo hago la literatura de lo que veo” dijo recientemente de
su escritura). El pasado años salió incluso de su retiro a la palestra política
y social y participó en una plataforma muy crítica con el gobierno del PP de la
Generalitat valenciana, pidiendo la reapertura de la televisión pública
valenciana.
En este cuaderno de lecturas y crítica literaria, he comentado algunos de
los libros más importantes de Chirbes: La
caída de Madrid (2 de enero de 2012), Mimoun
(12 de junio de 2013), En la orilla (
21 de mayo de 2013), La buena letra
(16 de enero de 1015). En memoria del gran escritor, reproduzco de nuevo lo
que en mayo de 2013 escribí sobre En la orilla, una de sus novelas más
importantes y comprometidas con la realidad.
En la orilla
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 437 páginas.
Después de Crematorio (2007), considerada por
varios críticos una de las mejores piezas del escritor valenciano y también una
de las grandes novelas de lo que va de siglo, Rafael Chirbes (1949) publica en
Anagrama En la orilla, otra novela
que marca tanto fronteras como cumbres, pues está siendo valorada por lectores
y críticos como la novela definitiva sobre la crisis. No obstante, la novela,
editada hace apenas dos meses, no debe de ser considerada como un salto en el
camino en el que el narrador literaturiza un fenómeno aislado e independiente,
consecuencia de la crisis actual, que sin duda dará lugar a no pocas obras
narrativas, porque la literatura, no lo olvidemos, lo aprovecha todo. Sucede
justamente todo lo contrario: En la
orilla puede y debe de ser leída como un nuevo escalón de esa gran pirámide
narrativa que está construyendo Rafael Chirbes, sus episodios nacionales de un
país en buena parte del siglo XX y del actual.
El escritor valenciano ha sido catalogado
como un hábil practicante de la literatura intimista, esa escritura
introspectiva que fija su atención de manera privilegiada en las interioridades
de los personajes, en sus conflictos, en sus estados de conciencia o de
inconsciencia, escudriñando en las ondulaciones psicológicas de sus héroes o
antihéroes. Chirbes además reniega de la literatura en abstracto y, por eso
mismo, “pega” sus historias al tiempo de los acontecimientos narrados. Por todo
ello, Rafael Chirbes es calificado a la vez como escritor balzaquiano (avala la
tesis de que la novela debe de relatar la vida privada de las naciones) y
galdosiano (crea novelas imaginándolas
en torno a unos personajes que, a su vez, están concebidos en profunda relación
con los acontecimientos de su momento histórico, tendiendo igualmente a
sustituir el personaje individual por el
personaje múltiple.
De ambos apadrinamientos es una muestra
paradigmática En la orilla. La novela
inicia su recorrido (el tiempo de la historia), en diciembre de 2010 y con la
palabra “carroña” en el frontispicio de la narración. En Crematorio la misma palabra cerraba el relato. Además en la novela
hay un pantano (el de Olba), que cumple una importante función tanto teórica
como real). Es el lugar al que durante años ha ido a parar
precisamente toda esa carroña: los residuos y escombros de las obras y de la
putrefacción de animales y hombres. Es por ello que En la orilla puede ser leída como el envés de Crematorio: la dura e hiriente resaca derivada de la burbuja inmobiliaria y fangosa
especulación, tematizadas en Crematorio.
La acción novelesca transcurre en Olba, una pequeña localidad del Levante
español, y se inicia con el hallazgo de un cadáver en el hediondo pantano del
mismo nombre. Las páginas del relato nos irán mostrando a diferentes personas
-la narración tiene mucho de coral- y especialmente una tupida telaraña de intereses y enconos. Y
sobre todo ello emerge la figura de Esteban, un hombre de setenta años, sin
atributos ni sustancia, que se autodefine como un esclavo en busca de amo. La
crisis, la actual crisis, le ha obligado a cerrar la carpintería que poseía,
así como algún otro negocio inmobiliario, dejando en el paro a los que con él
trabajaban. Ahora, mientras cuida a su anciano padre, enfermo en fase terminal,
reflexiona e indaga en y sobre los motivos de la crisis, de la sucia voracidad
de la actual ruina en la que él ha jugado tanto el papel de verdugo como el de
víctima.
Aunque la novela está compuesta sobre todo
por las cavilaciones de este personaje central derrotado, sus recuerdos, la
historia familiar y social, los fantasmas que pueblan sus existencia, en
contraste con las perspectivas de familiares y allegados, es mucho más, es la
historia de un país, de España en su triste e indecente caminar en los inicios
del presente siglo y en el momento actual, rebosante de degeneración y
podredumbre, de indecencia, de incontables explotaciones del ser humano por
parte de los poderosos., de esa carroña que llena el lodazal del nauseabundo
pantano, que Chirbes coloca como telón de fondo y donde se inicia y concluye la
historia. La segunda parte pues de un espantoso díptico sobre la España de
nuestros días.
Y Chirbes narra lo que ve y tal como lo ve,
con mirada realista, incluso materialista. El matrimonio entre La Celestina y Lucrecio (De rerum natura) sigue estando presente
en esta novela, como lo estaba también en Crematorio.
Y Lucrecio, recordémoslo, es el padre de todos los materialistas.
En su visión corrosiva y pesimista del
momento presente recibe, sin embargo múltiples influencias, tanto de la
literatura universal como de la específica tradición literaria española. Jorge
Manrique, por ejemplo y su “ubi sunt” en un recitado con palabras tomadas de la
actual crisis (“escasea la cocaina”, “está de moda ser pobre”, “no hay tanto
traqueteo carnal” desaparecieron los coches de gran cilindrada…) se deja
escuchar en el desenlace de la narración. También Calderón y su concepción de
la existencia como representación teatral.
Una buena, muy buena novela pues que da
testimonio de las posibilidades estéticas del realismo con flecos
expresionistas y un provechoso empleo del simbolismo. Lenguaje directo, tono
obsesivo, un carrusel de voces narrativas, amplia gama de recursos, en la que
si algo sobra, son algunas reiteraciones que quizás no le hacen ningún
beneficio al personaje central, aunque
contribuyen a crear esa tonalidad obsesiva. Escrita con buen ritmo,
logrado mediante el dominio y ciertos ajustes que el autor hace con la lengua.
Radiografía pues de los que hay, viaje a lo
más obscuro de la noche que se suma a esa gran mural de “la historia como pura
carnicería” que está en el centro de la concepción ideológica y estética del
escritor valenciano. Muy recomendable, por consiguiente, para todos aquellos
que deseen percibir mediante la literatura la imagen de la voracidad y ruina
instalada en la actual España, y gozar además con una espléndida narración.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“En
la soleada mañana de hoy, todo aparece tranquilo y solitario, ni una grúa rompe
la línea del horizonte, ningún ruido metálico quiebra el aire, ningún zumbido,
ningún martillo agreden el oído. El primer día que fueron juntos en el coche
tras quedarse Ahmed en el paro, su amigo Rachid se rió de él cuando le dijo que
lo acompañaba hasta el restaurante porque iba a buscar trabajo en las obras de
La Marina. ¿Trabajo? Como no sea de enterrador de suicidas, se burló Rachid. Ma keinch al
jadima. Oualó. No hay trabajo, nada. Ni
una sola obra en marcha en La Marina, ni media. En los buenos tiempos, muchos
peones cobraban la semanada y no volvían a presentarse en el tajo porque
encontraban sitios donde les ofrecían mejores condiciones. Ahora, en los
balcones cuelgan carteles disuasorio. Alguien que solicita trabajo se ha
convertido en animal molesto. TENEMOS CUBIERTA LA PLANTILLA DE JARDINERÍA Y
MANTENIMIENTO. NO SE NECESITA PERSONAL. ABSTENERSE, dice el cartel expuesto en
los apartamentos que se levantan junto al restaurante.”
…..
“Hay
un par de chicas (dos niñas, no creo que hayan cumplido los dieciocho) a la
entrada del camino por el que me desvío desde la nacional para llegar al
pantano, un paraje donde los carrizales alcanzan el límite de la carretera.
Están charlando de pie, obstruyen la entrada del camino, y han remoloneado
cortándome el paso, sin duda convencidas de que soy un cliente. Me detengo un
momento delante de ellas para no atropellarlas. Mueven la lengua, llevándola de
una a otra comisura de la boca, se ríen,
se pasan la mano por la entrepierna, donde una de ellas me deja ver un mechón
rubio bien recortado, mientras le da con el codo a la otra y se ríe señalándome
con el dedo, tal vez advirtiéndola de que el conductor es un viejo. Un viejo
mirón. Un asqueroso viejo caliente. Al menos, a mi se me ha pasado ese
desagradable pensamiento por la cabeza, he dado un claxonazo y he apretado el
acelerador.”
…..
“A
Álvaro le cayó el despido por sorpresa, también a mi me ha caído por sorpresa
lo que me ha venido encima, ¿o no?, él se creía que la empresa era algo tan
inevitable como la piel que te cubre, nunca se interesó por los albaranes,
libros de contabilidad ni balances, y miraba burlón cuando yo me quejaba de los
problemas o de las dificultades, cuando me veía enredado en los números de
los presupuestos y tenía que hacer
malabarismos para dar los pagos de modo que no coincidieran con los cobros y me
dejaran al descubierto. Calcular bien o equivocarme, ganar dinero o perderlo.
Ya me he equivocado demasiadas veces haciendo presupuestos para los clientes
desde que mi padre dejó esa tarea…”
…..
“Así
pasó el tiempo que te fue concedido en la tierra, amigo promotor. Así lo pasé
también yo. Ahora nos toca vivir la vida que llega después de la vida.
Los
nuevos tiempos son menos nerviosos, la gente ya no corre de acá para allá en
coches de gran cilindrada, en camiones cargados de mercancía, en furgonetas que
llegan tarde a una entrega urgente, hay otra tranquilidad, más reposo, son
tiempos menos físicos (no hay tanto tranqueteo carnal, las habitaciones del
Ladies están vacías, nadie se tiende sobre las sábanas rosa, nadie hace cola en
los pasillos de las notarías para firmar escrituras de compraventa: es el
efecto mariposa) y, por supuesto, se trata de tiempos mucho menos químicos,
escasea la cocaína y la que circula es de pésima calidad y no la compra casi
nadie. ¡Para gastar en coca estamos! Obviamente vivimos menos emputecidos,
vivimos desengolfados, o con resaca de golfeo. En el ambiente se palpan nuevos
valores, virtudes franciscanas: se aprecia de nuevo la lentitud, el paso
tranquilo del atardecer, que es cardiosaludable, incluso se mira con otros ojos
el pobreterío: me atrevería a decir que está de moda ser pobre y que te
embarguen la casa y el coche (si yo te contara, amigo promotor. Imagino que
estarás poco más o menos como yo). Te sacan en la tele como protagonista de
reportajes si te desahucian o te echan
de la empresa, te conviertes en héroe; y han dejado de ser cool los
acelerones…”
(Rafael Chirbes, En la orilla, páginas 14, 45, 230-231, 435)
Gracias. Extraordinario recuerdo a Chirbes, imprescindible.
ResponderEliminarYo me quedo con un párrafo de otro libro magnífico: "La larga marcha"
“España, en esos libros, es un eterno país nocturno e intransigente, cainita, en donde siempre la mitad ocupa por la fuerza el todo y lo pone a su servicio, un miserable país que grita “Vivan las caenas”, y saca bajo palio a los tiranos, y usa el nombre de Dios como una pistola con la que dispara sobre el prójimo, y en el que un esperpento sangriento llamado Millán Astray apunta su arma contra Unamuno al grito de “Muera la inteligencia”, y donde los obispos bendicen los paredones desportillados por los impactos de las balas y manchados de sangre. Después de la larga guerra y de la terrible noche que la ha seguido, no queda nada que muestre síntomas de vida en España. Pensadores, científicos y poetas han muerto fusilados o han tenido que marcharse. Aquí no ha quedado más que la basura: energúmenos sudorosos que dan patadas a un balón; olor de sangre y estiércol y gritos de bárbaros en un redondel donde se tortura a un toro; tonadilleras que apestan a sobaco cuando levantan los brazos para tocar las castañuelas; y curas que chupan la sangre de la ignorancia y el miedo que han impuesto después de tantos años de muerte, con el solo objeto de engordar; matones que trabajan en grupo, que se imponen en grupo, que pagan y matan en grupo.”
Un cordial saludo
María Torres
http://www.buscameenelciclodelavida.com/
Muchas gracias María por tu comentario y por ese texto tan estremecedor que refleja la España en la que vivimos, heredera de la barbarie. Un texto que manifiesta con absoluta claridad lo que Chirbes pensaba y que reflejó en sus obras.
EliminarUn saludo también para ti. Será un placer leer tu blog.
Descanse en paz...
ResponderEliminarSaludos
La novela En la orilla debería ser lectura obligada en los colegios.
ResponderEliminarSaludos!
http://losantojosdeclara.blogspot.com.es/
Clara, por supuesto que "En la orilla" debería de ser de lectura obligatoria, pero no solo en los colegios, sino por todos nosotros, por los gestores políticos, sobre todo, a los que se llena la boca con esa consigna: "que España va bien". Chirbes refleja como nadie, y con alta literatura, la actual crisis social, política y ecónomica de este pais. Un abrazo. Y una vez más, gracias por tu lectura y comentario
EliminarEscribir teniendo en cuenta el interior de los personajes, ahondando en sus virtudes y sus miserias, dando un vistazo psicológico de sus comportamientos, lo llevan por lo que tú mismo cuentas, desde lo particular a lo universal. Quizá por eso dices que escribía sobre la intimidad, y la vida privada de las naciones. La vida privada de una nación, son sus propios habitantes, son los que hacen al conjunto, y por lo visto sembraba esa nube cargada con todo lo que nombras: conflictos, estados de conciencia, de héroes y antihéroes, de toda la marea humana que edifica un pensamiento, un tiempo, una manera de vivir, que hace a la constante lucha de seres que viven cada momento sintiendo profundamente, aún en el peor de los hombres. Si se lo compara con Balzac, entiendo perfectamente lo que dices, esa interioridad a veces gozosa, a veces repelente, que queda revelada ante el lector en los hechos, en las actitudes, en los logros o fracasos de un personaje o de una nación, lo importante es que la opulencia de esos hechos, llegan al lector como de un ser vivo, como de alguien a quien se conoce pero que no ha hecho falta que su autor nos lo dijera.
ResponderEliminarNo puedo menos que traer a mi memoria a nuestro Sábato, siempre ahondando también en las profundidades del ser humano y llevándolo a lo universal, casi toda su obra ha sido así, pero lo tengo muy presente en El Túnel, quizá porque hace poco lo he vuelto a leer y rescato mucho de lo que dices de Chirbes con las obsesiones del escritor argentino.
En el primero de los fragmentos queda expuesta su preocupación y su estética. El humor irónico con el que deja que su personaje nos entere de lo que está sucediendo en su país. Es buen pasar que ya fue, y ese presente que en vez de conmover molesta al que tiene posibilidades de sobrevivir.
En el segunto fragmento queda demostrado que la miseria hace a la pérdida de valores, aunque hayan existido siempre las mujeres en la calle, es en esos momentos cuando pierden lo que les quede de dignidad, ya no eligen, no pueden elegir, comer, vivir es primero.
En el tercer párrafo revela un universo pequeño dentro del gran universo. También sufre el que tenía un cargo importante dentro de la empresa, es más, por lo que dice hasta intentó salvarla para el bien de ellos mismos anticipando lo que se venía.
Y en el último, el lector se queda con la duda si fue para peor o para mejor todo lo sufrido en una crisis. Aparece otra vez ese dejo de ironía: "...está de moda ser pobre..." "se aprecia de nuevo la lentitud, el paso tranquilo del atardecer..."
Realmente por lo que veo, se ha perdido a un gran escritor.
Gracias Francisco por compartirnos este trabajo tuyo que ayuda mirar desde otros lados a la Literatura y a sus obreros escritores, los juglares de hoy.
Gracias a ti Norma por una lectura tan comprensiva y por ser tan generosa con tu tiempo y con mis reseñas críticas. El gran mérito de Rafael Chirbes, además de su excelente literatura, reside en el hecho de que le supo poner letra en sus novelas, y de una forma hasta ahora inigualable, a la crisis social, política y económica que vive España. También la inmoralidad o mejor dicho falta de ética que reina entre muchos de nuestros políticos y que ha provocado tantas devastaciones en la vieja España.
ResponderEliminarUn hermoso homenaje al escritor! un abrazo
ResponderEliminarEn paz descanse. Una gran pérdida, y relativamente en plenitud de sus facultades creativas. Me has atrapado estos párrafos, amigo. Gracias y abrazos.
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