Patrick Deville
Traducción de José Manuel Fajardo
Editorial Anagrama, Barcelona,
2015, 322 páginas
Ficción sin ficción. Así cabe definir las
creaciones narrativas de Patrick Deville (Saint-Brevin-lesPins, 1957) en el
último periodo de su trayectoria literaria, cuando pasó de la pura ficción de
corte minimalista a la no ficción, con obras como Pura vida, Peste & Cólera, Ecuatoria, recientemente traducida
al español y publicada por Anagrama y Viva,
su pieza más reciente, todavía no traducida. Ecuatoria, al igual que Peste
& Cólera, profusamente documentada, intensamente épica, adecuadamente
ficcional, es otra excepcional novela de aventuras de verdad que se encuadra
dentro de esa saga de construcciones novelescas cuyo marco escénico temporal es
el último siglo y medio, en el que la geografía determina, de alguna manera, la
historia y en las que Patrick Deville juega hábilmente con todos los géneros.
Ecuatoria
que toma su nombre de una provincia egipcia en el Alto Nilo (hoy Sudán del
Sur), es un libro coral y a la vez unitario, protagonizado por personalidades
gigantescas, con caracteres diversos, frecuentemente antitéticos; seres
excepcionales por su heroísmo o por su
maldad; titanes nacidos fuera de África, otros oriundos de una tierra condenada
por un destino trágico. La novela se configura inicialmente como un relato de
la vida de Pietro Paolo Savorgnan di Brazzà, más conocido por su nombre
francés, Pierre Savorgnan de Brazza (1852-1905). Pero en ese relato, aunque a
primera vista la relación no sea directa ni coincidente temporalmente, se
hallan también las de otros muchos personajes, todos ellos relacionados con
África y casi siempre antitéticos entre sí: Albert Schweitzer, Pierre Loti, Joseph
Conrad, Julio Verne, Henry Stanley, Agostinho Neto, Jonas Savimbi, Pepetela,
Manuel Rui, el gran potentado negrero Tippu Tip, Laurent-Désiré Kabila o
Ernesto Che Guevara, alias Tatu o Ramón Benítez. Vidas destrozadas casi todas
por la tentación del heroísmo: traidores o indecisos, como reza la dedicatoria
de la novela.
Dibujo de Brazza en 1895 |
Ecuatoria
se despliega como un inabarcable mosaico de historias, un fresco vibrante
compuesto de gestas y de acontecimientos relevantes relacionados entre sí, que
interactúan mutuamente, y en las que el centro de África es el gran marco
escénico, a lo largo de la inmensa franja ecuatorial, delimitada por las islas
de São Tomé y Zanzíbar, atravesando una gran parte inesplorada de Gabón,
Angola, el Congo y Tanganika, la actual Tanzania. El marco temporal: la segunda
mitad del siglo XIX y buena parte del XX. Y como foco central, la
reconstrucción de la biografía de Pierre Savorgnan de Brazza, rescatándolo de
los olvidos e indiferencias de la Historia. Brazza, explorador y cartógrafo,
fundador de Brazzaville, que liberó esclavos y frenó numerosos abusos, pero que
gracias a sus actividades como pionero, y a pesar de su decidido impulso
anticolonial, abrió involuntariamente las puertas a la gran colonización de
África por parte de las potencias europeas. Brazza removerá cielo y tierra para
sacar al Congo de la garra de las cuarenta Compañías. Por eso recibe durante su
estancia en Argel amenazas de muerte y su fallecimiento sigue siendo una
incógnita: ¿disentería o envenenamiento?
En 1872 Brazza embarca a bordo del Vénus. Durante
su escala en Gabón, al año siguiente, se entera de la muerte de David
Livingstone, y en la enajenación de sus sueños de infancia, se interna en el
estuario de Gabón hacia Komo, navega en piragua sobre el río Ogooué hasta la
aldea de Angola. Su propósito: hundirse en el corazón de África y demostrar que
era posible acceder desde ese río al curso alto del Congo. Se había equivocado,
mas Brazza continuará con sus exploraciones.
Patrick Deville, como hiciera en otras
novelas, recurre al procedimiento de las vidas paralelas. Anota las
experiencias vitales de los personajes que recorren el libro, y después trata
de ponerlos en paralelo, remarcando sus coincidencias y sus antagonismos. En
Gabón, Brazza y Stanley, sus antítesis: la rapidez y la lentitud, la audacia y
la prudencia, la potencia y la debilidad. En Angola, Agostinho Neto y Jonas
Savimbi. Los dos tienen en común África y la medicina. Los anima e mismo ideal:
la liberación de los pueblos y la fundación de una nación. Pero se convirtieron
en enemigos irreconciliables y sus restos mortales están desaparecidos. Brazza
y el Che Guevara: ambos fueron conductores de hombres en terrenos selváticos o
en la floresta, los dos arriesgaron sus vidas. En Taganika (Tanzania), Tippu
Tip y Brazza; no se encontraron nunca a pesar de coincidir en el tiempo y en el
espacio. Tippu Tip que arrastra una terrible historia de caza y venta de
esclavos, estará siempre del lado de los europeos y de los árabes a los que
surte de marfil y de esclavos. Brazza fue el gran liberador, el padre de los
esclavos como le llamaban.
El libro es una amalgama de historias,
biografía, ficción y reportajes. Acierta Deville con la estructura paralela. El
autor va relatando sus propias errancias por los mismos derroteros de sus
héroes o villanos, al compás de las heroicidades, errores o perversidades por
ellos cometidas. Rastrea sus huellas por los enclaves y nudos geográficos para
conocer, no solo a través de la fidelidad documental, sino también in situ,
aunque sea muchos años después, las heroicidades y los genocidios cometidos en
esos países por los que se aventuró Brazza. Realiza,por ejemplo el mismo viaje
que Brazza a través del curso del río Ogooué, o va a Kigoma para recuperar las
huellas del paso de los cubanos, de los hombres que el Che dejó tras de sí con
la misión de encontrar a los combatientes extraviados durante la debacle y la
fuga del Congo en 1965. Y recuerda la muerte de los degollados, rinde tributo a
los inocentes masacrados cuyos nombres nunca serán grabados en ningún
monumento.
Ficción y no ficción servidas con un estilo
de prosa claro y conciso, pero dotado de gran fuerza evocativa, centelleante, y
en la que ciertos ramalazos líricos, viscerales, entran con fuerza en el
entramado de una prosa que traslada al
lector, en una alucinante exploración por África, tras los pasos de aquellos
hombres legendarios que desvelaron el corazón de las tinieblas, abriendo,
quizás sin pretenderlo, los cauces para la esquilma colonialista europea.
Francisco
Martínez Bouzas
Patrick Deville |
Fragmentos
“En
la Plaza del 1º de Mayo, en Luanda, se alza la estatua en bronce del vencedor,
con el puño levantado y un libro en la otra mano. Vigila la circulación de la
calle Hô-Chi-Minh. ¿Ese libro es El
Capital? ¿La esperanza sagrada, uno de sus
propios libros de poemas? Agostinho Neto murió oficialmente de cáncer en 1979,
en Moscú. Su féretro vacío en el momento de los funerales de Estado. Los rusos,
los mejores especialistas en esa materia desde el antiguo Egipto, habían
conservado sus restos mortales congelados.
Porque
ésa es la debilidad del materialismo histórico, en comparación con las iglesias
evangélicas, cuando se intenta imponerlo en el Tercer Mundo. No hay otra vida
que ésta, que es insoportable, ni se espera resucitar joven y hermoso en los verdes campos del
paraíso, rodeado de difuntos queridos. Entonces, hay por lo menos que vencer
la degradación y detener el tiempo,
salvar la apariencia del héroe antiimperialista. Se acomete la construcción de
un mausoleo al sur de la capital. Los trabajos permanecerán inacabados durante
años. Quizá todavía hoy siga vacío. Es una especie de cohete hecho de acero
puro, presto a llevar el socialismo científico hasta los confines del universo.
En 1979, a la muerte de Agostinho, Jonas estaba ya escondido en la jungla, en
el porfundo sur de Angola…”
…..
“Uno
no está muy seguro de admirar a esos hombres, a Brazza o a Savimbi, a Staley o
a Guevara. Uno los envidia un poco, es cierto. Por haber creído que era posible
forzar la Historia marchando siempre hacia delante en medio de la selva. Se
siente menos respeto espontáneo ante los sedentarios. Seguramente estoy
equivocado. Uno debe de ser más sabio cuando se dedica a cultivar su jardín, a clasificar su biblioteca.
A uno le gustaría poder detestar a todos esos promotores de convulsiones devorados
por la inquietud. Ciertamente no lo consigue.
Esos
hombres fueron capaces de soñar que eran más grandes que ellos mismos, sembraron
el desorden y la desolación a su alrededor, cubriendo sus empresas aventureras con
el manto de las ideologías de su tiempo, apropiándose de aquella que podían llevar
como una antorcha: la exploración, la colonización, la descolonización, la liberación
de los pueblos, el comunismo, la ayuda humanitaria… Quizá vale más limitarse a pasar,
no mezclarse en nada, amar la curiosa vida de los hombres y dejarlos en paz. Observar
las boyas y las balizas para la navegación, tan sabiamente dispuestas.”
(Patrick Deville, Ecuatoria, páginas 122-123, 299)
Algo realmente distinto...
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, amigo, por este regalo. Desconocía la obra, y no había leído nada del autor, ya por ahí gano mucho gracias a tu aporte. Me toca de cerca en lo referente al Che, al comunismo, pues llevo cicatrices de todo ello. Yo pasé unos días en una casa donde estuvo el Che en Tanzania, y que era usada por los cubanos como casa de visita o algo así. Vi equipos de construcción donados por mi país, abandonados entre la maleza, cuando nosotros no teníamos un saco de cemento para reparar nuestras casas. Guardo nota del libro para ver si lo leo, pues me gustan los párrafos que nos traes. Un abrazo fuerte y feliz día de los padres.
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