Emmanuel Bove
Traducción de Salvador Pernas Riaño
Editorial Pasos Perdidos, Madrid, 2015, 189 páginas
La trampa es una novela
escrita hace más de sesenta años y que sin embargo no ha perdido vigor ni
actualidad, tanto por los temas de fondo y la trama argumental que la nutren,
como por el tratamiento narrativo. La primera edición original de la novela (La piège) data del año 1945. Su autor,
Emanuel Bove, pseudónimo de Emmanuel Bobonikoff (París, 1898) la escribió entre
los años 1942, fecha de su autoexilio en Argel, disconforme con la ocupación
nazi, y 1945, año en el que fallece en París. Emmanuel Bove, autor de una obra
literaria notable en títulos -también de novelitas populares que firmaba con
pseudónimos y ajenas según sus mismas palabras al oficio de escritor-, fue
descubierto por Colette que quedó hipnotizada por la sequedad de la prosa con
la que escribió su primera obra, Mis
amigos. Sin embargo, caería en el olvido por la singularidad de sus textos
y por ser un escritor puro, ajeno a cualquier causa que no fuese la literatura,
hasta que la traducción de sus obras al alemán por Peter Handke le
redescubriría de nuevo. Años más tarde será aplaudido por Sacha Guitry, Reiner
Maria Rilke, Max Jacob, Samuel Beckett o Roland Barthes. En la actualidad está
considerado como uno de los grandes escritores franceses del pasado siglo.
Como en El
proceso, la novela de Kafka, con la que tantas similitudes tiene La trampa, el protagonista Joseph Bridet,
además de su trágica odisea personal, es un símbolo de una absurda tragedia,
una víctima del poder burocrático y totalitario. En efecto, si uno de los
significados del adjetivo “kafkiano” expresa la situación que se produce cuando
alguien es arrastrado de forma incomprensible por algún mecanismo
administrativo o policíaco, la historia de Josph Bridet que nos relata Emmanuel
Bove, puede considerarse plenamente inmersa en esas enigmáticas coordenadas
kafkianas.
La acción de La trampa transcurre en la Francia de 1940. La Francia ocupada la
parte norte y bajo administración alemana y “liberada” la parte sur y
administrada por el régimen colaboracionista de Vichy. El protagonista, Joseph
Bridet, al que le repugna el régimen el régimen colaboracionista, viaja a Vichy
con la intención de conseguir, con la ayuda de antiguos amigos y conocidos, un
salvoconducto que le permita establecerse en el extranjero, fingiendo querer
ser útil al nuevo Estado Francés, pero con la secreta intención de unirse en
Inglaterra al movimiento de la France
libre del general De Gaulle. En Vichy se hace pasar infructuosamente por
petainista, pero los contactos con sus antiguos correligionarios no dan el
fruto apetecido y el tránsito por oficinas de funcionarios burócratas a los que
se ve obligado a visitar, le van sumergiendo paulatinamente en la tupida
telaraña de una inexorable trampa que se va cerrando sobre él de una forma inflexible.
A diferencia del Josep K. de El Proceso, será absuelto por un tribunal
francés, pero la suya será únicamente una absolución aparente, no la absolución
real que está en manos de las autoridades alemanas que ordenan su
conducción a un campo de internamiento.
El trágico desenlace, en cuyo recorrido el lector sigue perplejo al
protagonista perdido en el laberinto del engranaje de una conspiración, no
desmerece del de Josep K. vestido de negro y degollado en una plaza de la
ciudad.
Emmanuel Bove nos ofrece una novela
desasosegante, íntimamente perturbadora, no obstante los breves brillos de
esperanza que parecen surgir a medida que avanzan las páginas. E. Bove no solo
se adentra en una de las etapas más
obscuras y vergonzosas del país vecino, en
la que reina el egoísmo, el miedo y la traición; y la brutalidad de la derrota
invade en todas partes las mentes de la gente, sino que nos presenta el mundo
de la justicia como algo vago y nebuloso. En esas circunstancias, el autor se
sirve de un hombre corriente, comido por las dudas, el miedo y las
contradicciones para hacer todavía más visibles los férreos tentáculos de la
trampa en un país ocupado por los nazis y por un régimen policial a cuyo
control es imposible escapar.
Emmanuel Bove |
Una novela alejada de todo artificio u
ornamentación formal. Emmanuel Bove únicamente se permite algunas pausas
narrativas para recrear, con estilo preciso, los espacios en los que se
desarrolla la narración. Pero su relato lineal está sobre todo centrado en los
personajes y en el desarrollo de la acción que nos hace llegar a través de un
estilo realista, atravesado a veces por rasgos de humor negro y patético; con
una gran piedad, sin embargo por las víctimas, aunque se encuentren en las
antípodas del heroísmo. Una novela pues que es mucho más que el relato de la
pesadilla de un enfrentamiento con una ininteligible burocracia, sino el desencadenamiento
de una tragedia que no dejará al lector impasible.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Al
pasar ante una ventana herméticamente cerrada, Bridet escuchó una radio y se
detuvo. ¡Era Londres o Vichy?
-¿Vienes?-dijo
Yolande
-Es
Londres -replicó Bridet
-A
esta hora, Londres se ha terminado.
-No.
Es la hora de los mensajes personales.
Se
escuchaba distintamente:
«El
tándem de Roger está arreglado»
«Las
quimeras son unas locas»
«Albertine
no está vacunada. Repetimos: Albertine no está vacunada»
«Los
gatos de Luxemburgo siguen maullando»
Yolande
se acercó a él.
-No
tiene el menor interés. ¿Vienes?
Pero
Bridet continuó inmóvil. Le resultaba tan grotesco escuchar esos mensajes. Eran
el indicio, el único indicio en mitad de tanta miseria, de que algo estaba
pasando, de que todavía quedaban hombres capaces de burlar la presencia de los
alemanes, de conspirar contra la ocupación. Y esperaba confusamente que, por no
sabía qué conjunción de circunstancias, uno de aquellos mensajes fuera para él
y que, de pronto escucharía algo como: «El marido de Yolande es esperado en
Londres. Repetimos. El marido de Yolande es esperado en Londres.”
…..
“Bridet
se acostó. Todos sus compañeros estaban ya en el cuarto. Era la hora en la que
solían jugar a las cartas, aunque esa noche no hacían otra cosa que hablar. A
Bridet le hubiera gustado estar solo, no tener que ver a nadie. Todavía no
creía que fueran a tomar rehenes, pero tampoco había creído que fuera a
estallar la guerra del 39. Cruzó las manos detrás de la nuca. Por desgracia, no
se pueden cerrar los oídos como se cierran los ojos.
No
soportaba seguir oyendo lo que llevaba oyendo todo el día. En los momentos
trágicos de la vida nada hay más agobiante que la zozobra de los que nos rodean.
Hemos logrado, a fuerza de voluntad, apartar de nuestros pensamientos todo lo
que puede aumentar nuestro temor y, entonces, nos encontramos rodeados de
personas incapaces de hacer el mismo esfuerzo. No podía continuar escuchando un
minuto más. Se levantó y fue a aislarse en la parte de atrás del barracón.
Media hora más tarde, cuando estaba de vuelta. Se encontró con Baumé. «No me
voy», le dijo devolviéndole la carta. Estaba pálido. Sus manos temblaban
ligeramente. Acababan de anunciar que su partida quedaba aplazada.”
(Emmanuel Bove, La trampa, páginas 53-54, 175-176)
Muy interesante...
ResponderEliminarSaludos
Una gran novela, inquietante en verdad, según puedo ver en los párrafos que nos brindas, amigo. Gracias por el regalo. Abrazos.
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