miércoles, 14 de abril de 2021

LOS APRENDIZAJES DE LA SELVA

Cuentos de amor de locura y de muerte

Horacio Quiroga

Introducción de Andrés Neuman

Menoscuarto Ediciones (E. Cálamo), Palencia, 2021, 285 páginas.

 

    

 

   En una nueva edición, y precedida de una amplia introducción de Andrés Neuman, Menoscuarto Ediciones nos ofrece un volumen con los cuentos de de Horacio Quiroga, basada en el texto de la última edición, supervisada por el autor en 1930. Y hoy fijada como definitiva gracias a la edición crítica de Napoleón Baccino Ponce de Leon Y Jorge Lafforge (París 1996).

   Horacio Quiroga (Salto, 1878-Buenos Aires, 1937) fue considerado ya durante su vida “el primer cuentista en lengua castellana”, y uno de los creadores del subgénero tal como hoy lo conocemos. Influido por Allan Poe, Guy de Maupassant, Rudyard Kipling, se le considera además como representante de los movimientos naturalista y modernista en las versiones latinoamericanas,  aunque debemos de admitir que en su obra se aprecia el inicio de las vanguardias. Es por ese motivo que la obra de Horacio Quiroga acostumbra a ser valorada como un antecedente del realismo mágico. Escritores como Borges y Cortázar le deben no poco a la narrativa del escritor uruguayo, no obstante la venenosa displicencia con la que fue considerado por el primero.

   Se ha escrito abundantemente sobre la importancia de las vivencias existenciales del escritor en su propia escritura. En efecto, la tragedia que rodeó siempre su vida, la marginalidad en la que vivió parte de la misma, su carácter salvaje y obcecado, el desprecio del que fue objeto por parte de la generación de escritores que le sucedieron, contribuyeron a crear y a amplificar el mito personal de un escritor marcado por la tragedia: el padre que muere en un accidente de caza, el suicidio del padrastro y el de su primera mujer, el mismo Quiroga que mata accidentalmente a su amigo Federico Ferrando. En 1906 decide establecerse en la selva, en la provincia de Misiones, donde, entre otras tareas, ensenó español y literatura, aunque retornó más de una vez a Buenos Aires. A partir de 1932, Horacio Quiroga se estableció de forma definitiva en Misiones, junto con su segunda esposa, casi una adolescente, que será su definitivo y último amor, si bien, tres años más tarde, ella y su hija lo abandonaron, dejándolo solo y enfermo en plena selva. El 19 de febrero de 1937, Horacio Quiroga puso fin a su vida bebiendo un vaso de cianuro, tras serle comunicado en Buenos Aires que padecía un cáncer incurable.

   El desprecio con el que Borges juzgó la obra de Quiroga (“escribió cuentos que ya habían escrito mejor Poe y Kepling) refleja, sin embargo uno de los grandes méritos de Horacio Quiroga como cuentista: introducir en la literatura en español, y especialmente en la latinoamericana, el jugo renovador de los atores de los que aprendió: Poe, Kipling, Maupassant, Conrad o Chejov. Se  puede afirmar que con Horacio Quiroga se instaura en la narrativa latinoamericana  la  tradición moderna del cuento, un subgénero en el que supo emplear con habilidad las leyes internas de la narración, con la búsqueda de un lenguaje que le permitiese transmitir lo que deseaba narrar, en especial, la violencia  y el horror que se esconden detrás de la tranquilidad de la naturaleza.

   El tema de la muerte se halla presente en la mayoría de los relatos, si bien, en paralelo con ella, conviven otros hilos temáticos, como la humanización de los animales y la animalización del ser humano que frecuentemente se deja gobernar por instintos primitivos. Todos ellos mezclados en el misterio y con tramas que suceden en situaciones cotidianas. La locura y el amor se suturan igualmente, mas con la muerte como destino inexorable, que suele actuar como liberación de la tensión asfixiante que va creciendo a lo largo del relato. Así mismo, los personajes actores en estas historias suelen ser víctimas de la hostilidad  y de la bárbara grandiosidad de los escenarios de la selva de Misiones, en el norte de Argentina, donde Quiroga hizo acopio de historias, situaciones y personajes. Son los relatos que el mismo autor califica como “cuentos de monte”, cuentos escritos a “puño limpio”, que contrapone a los que llama “cuentos con oficio”. El libro contiene muestras genuinas de las dos categorías, aunque son los primeros los que suelen tener una tonalidad más llamativa y actual.

    

 

                                     Horacio Quiroga

  Pequeñas joyas narrativas, con variedad de registros, entre las que destaco algunas piezas maestras como “La gallina degollada”, “El almohadón de pluma”, “Yaguaí”, “Los pescadores de vigas” o “La miel silvestre”, que ilustran de una manera convincente una narrativa breve que refleja algunas de las características más extrañas de la naturaleza, manchadas de enfermedad, sufrimiento y horror para los seres humanos, acostumbrados a los aprendizajes de la selva que no lo perdona, porque la naturaleza es ciega, pero siempre justa en sus ataques (un yacaré, un enjambre de abejas enfurecidas, una serpiente, la crecida de un río, un parásito avícola que adquiere proporciones gigantescas…) son simples instrumentos de un juego estremecedor con el que la naturaleza intenta defenderse frente a la locura humana.

 Francisco Martínez Bouzas

 

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