Olivier
Guez
Traducción
de Javier Albiñana
Tusquets
Editores, Barcelona, 2018, 249 páginas.
Josef Mengele fue uno de los numerosos médicos que realizaron su
macabro trabajo en el campo nazi de exterminio de Auschwitz. La cooperación de
miles de médicos fue imprescindible para que se pudiera llevar a cabo el mayor
crimen de la historia. Ellos eran los que realizaban la selección de los judíos
deportados y, como dioses impasibles, decidían en pocos segundos quienes debían
ser exterminados o quienes eran aptos para el trabajo o sus espeluznantes
experimentos. Entre todos ellos uno, Josef Mengele, El Ángel de la Muerte, fue y sigue siendo el símbolo personificado
del mal absoluto. Mengele, además de decidir quien vivía y quien moría, fue el
médico que llevó a cabo los experimentos más reprobables entre los presos,
cobayas humanas. Sadismo sin límites basado en las doctrinas raciales nazis:
experimentos con gemelos, pruebas destinadas a la esterilización. El escritor y
periodista Olivier Guez, que ya había investigado sobre los criminales de guerra nazis en la preparación
del guión de la película El caso Fritz
Bauer, en un libro galardonado con el Premio Renaudot 2017, pretende
responder a la pregunta de cómo pudo escapar a la acción de la justicia durante
treinta años y morir ahogado a los 67 años en Brasil uno de los mayores
criminales de todos los tiempos.
Un libro en el que se fusionan datos reales
con ciertas dosis de ficción, y que se adentra y escudriña en la vida secreta
del médico nazi en Latinoamérica, y en las circunstancias que garantizaron la
impunidad de cientos de criminales nazis en la segunda mitad del pasado siglo.
Pero a la vez desmitifica a este hombre cínico y vanidoso, y muestra qué clase
de persona era, ajeno a la empatía, a la piedad; como un dios impasible en la
rampa de selección de Auschwitz, enviaba a vagones enteros de deportados a las
cámaras de gas o cometía atrocidades experimentando con aquellos a los que su
bastón colocaba a la derecha.
La novela, estructurada en tres partes,
tiene su íncipit con la llegada de
Mengele, bajo el falso nombre de Helmut Gregor, a Buenos Aires. Una maleta
pequeña con jeringuillas hipodérmicas, cuadernos de anotaciones, dibujos
anatómicos, muestras de sangre… le pueden comprometer en la aduana. Pero
alcanza el santuario argentino con la ayuda de la red Bolivar de la Abwehr, los
servicios de inteligencia nazis. Recuerda con nostalgia otro escenario muy
distinto donde pasó los mejores años de su vida como ingeniero de la raza. Como
infatigable dandi caníbal sellando la suerte de sus víctimas; a su disposición
un zoo de niños cobayas. Guardián de la pureza de la raza y alquimista del
hombre nuevo, así se siente él.
En Argentina Perón piensa el mundo: el
peronismo suplirá la explotación y la esclavitud a las que el capitalismo y el
comunismo somete al hombre. Y para ello precisa peones adiestrados. Le concede
asilo a la escoria nazi reenviada por Suiza, Italia y la España franquista.
El libro sigue los pasos de Josef Mengele,
siempre enfrentado con el miedo, desde su inicial empleo como carpintero,
representante de de la empresa familiar en el país austral, el enjuague
ocasional, muy idóneo para un médico con su experiencia, de ayudar a las
jóvenes burguesas a liberarse de las consecuencias y rastros de sus pecados. Y
junto con los nazis de Buenos Aires, escruta el futuro: reconquistar Alemania
que está optando por la amnesia general con relación a los sicarios del
nazismo.
Se casa de nuevo con Martha, la viuda de su
hermano. Lo posee todo: libertad, dinero, éxito, una mujer elegante. Y nadie le
ha detenido. Con las declaraciones de Eichmann que se ufana de haber eliminado
a seis millones de judíos a la vez que le lamenta de no haber podido completar
su misión, los partidarios latinoamericanos del nazismo descubren la verdad.
Mengele, más precavido que Eichmann revela sin embargo su verdadera identidad.
Denunciado y con una orden de extradición, se refugia en Paraguay, a la vez que
echa pestes por haber perdido su nido argentino Y comienzan a aterrorizarle los
pensamientos lúgubres. Tras el secuestro de Eichmann entra en pánico y huye a
Brasil donde comienza de verdad su descenso a los infiernos: su languidez en el
calabozo a cielo abierto de una granja, atenazado por la angustia y el miedo.
Mengele nunca fue atrapado ni juzgado, pero
en su decrepitud, recluido en una miserable chabola de una favela, se verá
enfrentado a sus inconcebibles crímenes. El juez: su hijo Rolf. “Papá ¿qué
hiciste en Auschwitz?” La sentencia del hijo es implacable: su padre es un
criminal de guerra. Y Mengele muere en la inmensidad del océano, bajo el sol
brasileño, sin haber tenido que enfrentarse a la justicia de los hombres ni a
sus víctimas.
Olivier Guez relata la historia de Josef
Mengele en Latinoamérica y lo hace de forma novelesca, la única que le permitía
acercarse a la macabra trayectoria del médico nazi que gozó de impunidad en
Europa y en América por varias razones: la Guerra fría que paraliza la
“desnazificación”, la amnesia absoluta que impera en Alemania durante los años
siguientes a la Guerra, el silencio de los supervivientes cuya culpabilidad por
haber sobrevivido les hace vivir sumidos en el mutismo, Israel, una nación que
está comenzando a andar y carece de recursos para cazar a todos los nazis..
El autor da cuenta de los males de Mengele,
de sus abyectos crímenes y de su existencia atormentada en Latinoamérica , sin
rabia ni amargura, con la sobriedad de un reportaje de investigación pincelado
por la ficción. Un siniestro historial, una fuga sin descanso del dispensador
de la muerte que con un movimiento de su bastón de mando decidía el destino de
sus víctimas. El libro en más de una secuencia, y en especial en el desenlace, adopta
la forma de thriller, de novela de suspense. La historia de Mengele, un hombre
corriente y sin especiales cualidades, capaz, sin embargo, de hacer daños
inconmensurables a centenares de seres humanos, es un aviso para nuestro
tiempo: “Cada dos o tres generaciones, cuando se agota la memoria y desaparecen
los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón se eclipsa y otros
hombres vuelven a propagar el mal.” (páginas 241-242).
Francisco
Martínez Bouzas
Olivier Guez |
Fragmentos
“Esa danza macabra
de Auschwitz se vio forzado a ajercutarla un médico forense húngaro en el
verano y el otoño de 1944. Miklos Nyiszli pertenecía a los Sonderkommandos, los
muertos vivientes condenados a recoger los cabellos y arrancar el oro de los
cadáveres gaseados antes de arrojarlos a los hornos. El judío Nyiszli fue el
bisturí de Mengele. A sus órdenes serró bóvedas craneales, abrió tórax, cortó
pericardios, y tras escapar milagrosamente del infierno, recogió lo
inimaginable y terrible en un libro, “Fui asistente del doctor Mengele”,
publicado en la inmediata posguerra en Hungría, y en Francia en 1961.
«Mengele es
infatigable en el ejercicio de sus funciones. Pasa tanto horas enteras abismado
en el trabajo como medio día de pie ante la rampa judía adonde llegan ya cuatro
o cinco trenes diarios cargados de deportados de Hungría…Su brazo se alza
invariablemente en la misma dirección: a la izquierda. Trenes enteros son
enviados a las cámaras de gas y a las piras…La eliminación de cientos de judíos
en las cámaras de gas es para él un deber patriótico.»”
…..
“Mengele es el príncipe de las tinieblas europeas. El
médico orgulloso ha diseccionado, torturado, quemado a niños. El hijo de buena
familia ha enviado a cuatrocientos mil hombres a la cámara de gas silbando
entre dientes. Durante mucho tiempo ha creído que había salido bien librado,
él, «el engendro de lodo y de fuego» que se tomaba por un semidiós, él, que
había pisoteado las leyes y los mandamientos e infligido sin compasión tanto
sufrimiento y tanta tristeza a los hombres sus hermanos.
Europa, valle de
lágrimas.
Europa, necrópolis
de una civilización aniquilada por Mengele y sus esbirros de la Orden Negra de
la calavera, punta envenenada de una flecha lanzada en 1914.”
…..
“Ese día Mengele
está amargado. Se lamenta de su suerte, como siempre, sin remordimientos ni
pesar, y descarga su hiel en sus cuadrúpedos y en los baobabs de la selva
virgen, que murmura y canta pero no le escucha. Al llegar a un calvero, se
sienta en un tronco, la cabeza entre las manos, y piensa en sus colegas de
Auschwitz, los veinte médicos destinados al campo. Horst Schumannn esterilizaba
a hombres y mujeres irradiándoles rayos X antes de castrar a los primeros y
someter a una ovariotomía a las segundas. Carl Clauberg implantaba fetos de
animales en el vientre de sus cobayas humanas y las esterilizaba inyectándoles
sustancias a base de formol en el sistema genital. El farmacéutico Victor Capesius birlaba las prótesis dentales aún
sangrantes de los deportados asesinados para venderlas fuera del campo.
Friedrich Entress inoculaba el tifus a los prisioneros y los eliminaba
mediante inyecciones intracardiacas de
fenol. August Hirt inyectaba hormonas a los homosexuales y asesinaba para
establecer una tipología del esqueleto judío. Y de todos los demás que cometían
barbaridades en el campos (trescientos cincuenta profesores de universidad,
biólogos, médicos) y habían participado en el programa T4 de eutanasia, ¿qué
había sido de ellos?”
(Olivier
Guez, La desaparición de Josef Mengele, páginas 122, 127, 163)
Un libro interesante ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta