La
mañana veraniega del día de hoy se abrió entoldada por un doloroso
acontecimiento, que nos entristece no solo a los gallegos, sino también a todos los lectores, porque
Agustín Fernández Paz (Vilalba, Lugo, 29 de mayo de 1947- Vigo, 12 de julio de
2016), nos dejó para siempre. Agustín Fernández Paz, uno de los grandes
creadores de la literatura gallega, especialmente en el campo de la narrativa
infantil y juvenil, falleció en el día de hoy. Autor de más de treinta y cinco libros,
muchos de ellos, traducidos al español y a otras lenguas. Varios distinguidos con
los más importantes premios de la narrativa infantil-juvenil. Es por ello, pero
no solo por ello, un escritor universal.
Como
modesto homenaje al príncipe de la planura vilalbesa, reproduzco, traducida
al español, la reseña de su último libro
editado por Edicións Xerais el pasado año.
Agustín Fernández Paz
Edicións Xerais, Vigo, 2015, 180 páginas
Es un verdadero deleite leer a Agustín
Fernández Paz en cualquiera de los formatos o subgéneros que frecuenta. Esa
escritura clara, sin cimentarse en la frase brillante o exquisita, sino en la
naturalidad lingüística, en la arquitectura del relato y en la solidez de sus
historias, sigue cosechando lectores y lectoras en cada una de sus novedades
literarias. Esa fue siempre su forma de escribir, y, en gran medida, la clave
de sus éxitos. Y lo vuelve ser en su último libro, A neve interminable, una amalgama de historias secundarias ligadas
por un hilo narrativo principal, que, veinte años después, nos recuerda, por
ciertas semejanzas ambientales sobre todo, a su obra más conocida, Cartas de inverno (traducida al español
en Ediciones SM). Un libro además que, por su estructura compositiva, homenajea
a los cinco escritores y escritoras (Mary Wollstonecraft, Claire Clermont,
Percy Shelly, John William Polidori y Lord Bayron) que, en la noche del 19 de
junio de 1816, se reunieron en la orilla de un lago suizo con el reto de
escribir cada uno de ellos un relato de miedo. Es el mismo desafío que aceptan
los personajes de A neve interminable.
Cinco guionistas, sin demasiada experiencia,
pero dotados de creatividad, se concentran en un lugar aislado, en un hospital
de Fonsagrada (provincia de Lugo, Galicia) para poder trabajar sin
distracciones, y escribir así los guiones de una serie de miedo para la
televisión. Su propósito es explorar los terrores presentes en el mundo actual,
huyendo de los argumentos clásicos del género, como manifiesta una de las
guionistas recluidas. Allí coinciden con otros tres creadores de historias o
responsables de traducirlas a otros idiomas. En la tarde del cuarto día
comienza a nevar; una interminable nevada que los deja aislados. Cada uno de
ellos escribirá una historia que, posteriormente pondrán en común. Son
historias que Agustín Fernández Paz integra hábilmente en la principal y que
beben, sin duda en Lovecraft, en el terror preternatural: la presencia de
fuerzas maléficas (vampiros, fantasmas, muertos vivientes…), o que tienen que
ver con psicopatías o alteraciones en la visión de la realidad.
El horror que habita en el bosque, el arañar
ominoso que esclaviza la mente del protagonista, a pesar de que una nueva
construcción ocupe el lugar de la antigua (“Casa azul”). Los vampiros que se
introducen en el espejo y trabajan en el cuerpo del protagonista, introduciendo
en el mismo pequeñas dosis de sangre (“Herdanza de sangue”). Seres que retornan
de la muerte para llevar a cabo la venganza tantos años aguardada y temida (“A
néboa da venganza”). O el hecho de ser de familia rica que sirve incluso para
ocultar las mentiras y que nadie descubra los secretos repugnantes. Mas
afortunadamente en la muerte no hay clases ni privilegios (“Un incidente en el
internado”)
Sin embargo, a pesar de que las cuatro
historias son capaces de provocar el miedo psicológico, no cumplen con el
propósito que reunió a los guionistas: descubrir, dar testimonio de los terrores
actuales, eses miedos de los que apenas somos conscientes, provocados por el
planeta que se rebela -como muestra, la interminable nevada- por culpa de los
estragos y desastres que realizamos y, sobre todo, por la codicia de los
poderosos. Terrores que afloran en el desenlace del libro.
Agustín Fernández Paz |
Francisco
Martínez Bouzas
Muy bueno...
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