Martín Caparrós
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 365 páginas
Con Echeverría
se suma Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) a la tendencia de la actual
narrativa de convertir a intelectuales y especialmente a literatos en
personajes de ficción. Los escritores, o los intelectuales en general, interesan
cada vez más a los narradores. Escritores reales y conocidos tratados como
“dramatis personae” imaginarios. Acreditados narradores contemporáneos como
Philip Roth, J. M. Coetzee, Julian Barnes, Jacques-Pierre Amette, Saul Bellow o
Elena Poniatowska, entre otros, se han incorporado, con alguna de sus obras, a
esta floración de novelas en las que el protagonista es un escritor real y
conocido. Martín Caparrós lo hace a su manera con Estevan Echeverría (Buenos
Aires, 1805 - Montevideo 1851), autor de poemarios románticos “grandilocuentes y
malos”, en estimación del propio Caparrós, pero, sobre todo, de un texto El matadero, rebosante de violencia
primaria, que con Facundo, es una de
las obras fundamentales de los inicios de la literatura argentina.
Martín Caparrós, un verdadero experto en eso
que se ha dado en llamar “nuevo periodismo narrativo”, realiza en esta
biografía-novela un viaje hasta los orígenes de la nación argentina para
encontrase con su protagonista, José Estevan Echeverría, hijo de un vasco
emigrado a un pueblo, a la Aldea que, en los siglos XVIII y XIX, era Buenos
Aires. Y desde la figura de este personaje, el escritor hace una relectura de la Historia, especialmente de las arrugas
de la Historia argentina, porque Estevan Echeverría no solamente fue el
introductor del romanticismo en el país austral y el modelo del poeta nacional,
sino también un activo luchador contra el régimen del “peronismo” del siglo
XIX, la dictadura de Juan Manuel de Rosas, descrita de forma simbólica en El matadero, la crónica de un espacio
marginal escrita cuando aún no existía la crónica.
Cautivado por el personaje histórico que,
como Caparrós también vivió unos años en París y, sobre todo, por el proyecto
al que Echeverría dedicó sus esfuerzos -inventar una literatura nacional- el
escritor periodista reconstruye, con un narrador en tercera persona, la
biografía ficcionalizada de Echeverría que, tras la temprana pérdida de sus
padres, intenta suicidarse, sus amores adolescentes con una prima carnal con
consecuencias, meses dedicados al juego y a la bebida. Y su viaje a París
porque quiere ser una persona educada. Cinco años en la capital francesa de los
que apenas se conocen pormenores, y que Martín Caparrós salda en unas líneas,
ya que lo que realmente le interesa al narrador es la vuelta, el retorno como
literato, la misión que Echeverría se ha dado a sí mismo. Ser un escritor
romántico para rescatar las emociones de las viejas tradiciones nacionales de
las que carecía Argentina.
El primer poema publicado que destila más
ilusión que arte poética, editado además sin la vanidad de su nombre. Pero es
el inicio de su misión: Argentina no será un país mientras no tenga una
identidad que demanda una literatura propia. Publicará largos poemas rimados en
un supuesto clasicismo en los que vuelca todo su bagaje romántico, pero sin
atreverse a firmarlos. También habrá un primer libro (Los Consuelos, 1834), pero no todavía una literatura nacional. Y
Echeverría se ha propuesto hacer un país con libros. Seguirán otros poemarios
como Rimas que contiene el extenso
poema “La Cautiva” en el que Echeverría incorpora el paisaje, el desierto
argentino y lo más arcaico e irracional del país: los gauchos, el ganado, los
látigos…
Reuniones clandestinas, fundación de la
Asociación de Mayo, La Joven Argentina, para la que Echeverría redacta un
listado de quince enunciados que sintetizan los ideales de la nueva generación
frente a la dictadura del Restaurador, el dictador Juan Manuel de Rosas.
Echeverría seguirá el camino de los restantes miembros del Salón regenerador y
se exilia primero en Colonia del Sacramento y finalmente en Montevideo donde
fallece.
La lírica de Echeverría es bastante mala,
piensa Caparrós. Su obra literaria más meritoria es un texto literario
publicado póstumamente, El matadero,
la radiografía realista de un mundo que Echeverría conoce perfectamente desde
niño: la marginalidad de un espacio en el que rige la brutalidad y la
violencia. Una obra realista que debe de ser leída como la alegoría de la
sociedad porteña y del régimen represivo del Restaurador Rosas: el resumen de
un país que no quiere: un teatro de la tragicomedia patria, la metáfora de la peor
Argentina.
Uno de los aciertos de esta ficción
biográfica escrita por Martín Caparrós es la fusión de las aspiraciones
literarias de Echeverría con los sucesos políticos y militares de Argentina,
especialmente con la oposición del poeta a la suma del poder absoluto
exigido y concedido al tirano Juan
Manuel de Rosas. Difícilmente se puede entender la historia de Echeverría sin
traer a escena las circunstancias políticas que le fueron moldeando hasta
convertirlo -también en su texto narrativo El
matadero- en un conjurado contra Rosas y a favor de la patria y de la
libertad.
Sutura de biografía y ficción; fiel en
general a los hechos. La parte más ficcional narra, sin profundizar demasiado
en ellos, los amores de Echeverría, en especial con Candela, la hija de su
esclava Jacinta, para la que Estevan Echeverría será siempre su patrón. Así
mismo, sin excesivos análisis, alude a temas como la esclavitud y el racismo,
todavía imperantes en la Aldea porteña. El mismo protagonista, no obstante sus
ideales liberales, conviven con la esclavitud. Son las flaquezas y pasiones
privadas de Echeverría que Caparrós no oculta ni disimula.
La novela avanza de forma lineal,
intercalando entre los capítulos secuencias rotuladas con las palabras
“Entonces”, una alusión al tiempo de la historia, y “Problemas”,
recapitulaciones reflexivas del escritor
sobre el personaje y su propia escritura. Una muestra: toda escritura es
invento, “El mito de los hechos, hechos mitos” (página 47). Si Los Living -la novela de Caparrós más conocida-
es un calidoscopio de un país turbulento en los días de la Guerra de las
Malvinas y de la dictadura de los 70, Echeverría
es no solo la recuperación de la
biografía de un personaje importante,
sino también la relectura reflexiva de un país joven que se está formando entre
grandes turbulencias.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Echeverría
mira la pistola -ese animal extraño, tan fuera de lugar en su mano apretada- y
no piensa en amor: piensa en las culpas que el amor produce. En su madre,
muerta el año pasado. En su certeza de que su madre se murió por su culpa. La
suya, piensa, la mía, por mi estupidez y mi desidia y mi lascivia y mi
crueldad, piensa: por mi culpa grandísima.
Un
ojo por un ojo, dicen, piensa: un hijo por su madre, yo.”
…..
“Decidió
que va a ser un escritor. En París ha estudiado con ahínco, con tesón, con
pertinacia a los grandes románticos -de Hugo a Goethe, de Byron a Schiller, de
Shakespeare a Shakespeare- porque quiere usar de ellos la emoción y el rescate
de las viejas tradiciones nacionales, de los reinos oscuros de la magia, de los
abismos de las sensaciones y las cumbres de las sensaciones, de lo que no
sabemos ni queremos entender. Pero también ha estudiado la versificación en
castellano, los vericuetos del castellano para creer que puede manejarlos. Es
un joven tozudo: sabe que no sabe hacer versos, quiere aprender porque quiere
ser poeta. «Era necesario
leer los clásicos españoles. Empecé: me dormía con el libro en la mano…», le escribe esos días a un amigo.
Quiere
ser escritor. No ha escrito demasiado pero intenta: va a ser un escritor. Y más
allá, por encima de eso: se ha convencido de que un escritor -él como escritor-
puede hacer algo importante por su patria. La Patria -se ha dicho muchas veces-
necesita tanto, que cualquier cosa que
haga puede ser útil; la Patria necesita tanto que cualquier cosa que haga va a
ser insuficiente.”
…..
“Al
cuarto día se sienta a escribir. O, en realidad, no quiere escribir: va a tomar
notas. Quiere fijar ciertas ideas que le dejó la historia del muchacho. «A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por
el arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes, como acostumbraban a
hacerlo los antiguos historiadores españoles de América…», escribe, y recuerda la situación del matadero el año
anterior, cuando las lluvias torrenciales impedían que llegara el ganado y no
había qué faenar y los ratones se morían de hambre y la Aldea se empezó a
quedar sin carne y hubo enfermedades y precios impagables y un par de curas que
clamaron la cólera de Dios y redoblaron los esfuerzos del gobierno y al fin
después de dos semanas entró una tropa de ganado gordo y todos se precipitaron
y el primer novillo que mataron fue, todo entero, un regalo para el Restaurador
que le llevó una comisión de carniceros para que el hombre no tuviera que privarse
de un asado. «La visión del
matadero a la distancia es grotesca, llena de animación…», anota y sigue.”
(Martín Caparrós, Echeverría,
paginas 15-16, 65-66, 282)
Tentada de leer el libro gracias a tu crítica, aunque no soy muy partidaria de la historia ficcionada, o depende a veces de quien sea el autor, ya que hay algunos escritores que lo convierten en una burda mezcla del chismes de televisión, lo que no parece ser el caso de Caparrós.
ResponderEliminarLeyendo algunos de los fragmentos parece tener una mirada interesante, como si quisiera humanizar a Echeverría sacándolo de ese prejuicio que asola a algunos escritores comprometidos con la política.
Dicen algunos de los que entienden de todo esto, que a El matadero, hay que interpretarlo como a una alegoría del país en ese momento del siglo XIX. Veo que apunta con buenos recursos literarios a las diferencias,al abuso y a lo que hoy llamaríamos corrupción, respecto a que todos los males siempre recaían en los entre los marginales. No es una novedad la constante división, esa antinomia entre la moral y la política, entre el poder de la iglesia que la provocaba entre los católicos y los que no lo eran, Una división casi carnal, cruenta, terrible que la hubo siempre en mi país, y la sigue habiendo. Parecemos una manzana de algún juego diabólico partida en mitades casi simétricas. Esto último es tan así que se puede observar desde lo banal, en un concurso, en encuestas de opinión por cualquier estupidez,¡seguimos haciéndolo! Y así continuamos, divididos por alguna espada corrupta que seguro no es la del Rey Arturo, porque ésta es una lucha que parece interminable, los valores desaparecen cuando "el honesto" llega al poder.
Me he quedado con el último fragmento, en el que observo cómo de una forma muy sagaz y astuta, ayudado por el arma que provee la sutileza literaria, Caparrós recarga el vocabulario con las palabras: ratones, carne, enfermedades, cólera, precios altos, matar, primer novillo para quien ejerce el poder, etc.
Realmente todo huele a sangre, pero de ambos lados, unitarios y federales, me interesa la mirada de Caparrós, porque a pesar de la maldita guerra entre unitarios y federales, es el pueblo siempre el que queda en el medio. Como lo sigue siendo hoy, y no parece tener solución.
Peronistas y oposición, capitalismo y populismo, Boca y River, todo, absolutamente todo sirve para separarnos, hasta un cantante, un tipo de música, y serían innumerables la antinomias.
Es un tema muy serio y arriesgado el que toca Caparrós, ya que a veces creo que las actitudes y los intereses que nos separan son completamente irracionales.
Muchas gracias por remover estas bases que parten en la actualidad, desde un libro al que destacas muy bien en sus detalles.
Interesante manera de presentarnos a este escritor.
ResponderEliminarSaludos
Una perfecta interpretación, vislumbrada además de tu ser de argentina, de la novela de Martín Caparrós. Si te digo la verdad, yo nada sabía de Estevan (o Esteban) Echeverría. Martín Caparrós, en esta novela, me lo ha descubierto. Y tu lectura e interpretación me han ayudado aún más a entender la argentinidad. Muchas gracias por tan magnífico comentario. Y en general por todos los que haces. Es un lujo tener lectores así.
ResponderEliminarUna novela muy interesante que me encantará leer, sobre todo por el aspecto literario que Echeverría trató de impartir a su país, y que no creo que no esté lejos de lo que actualmente se necesitaría, para educar al mundo y sensibilizarlo. Claro desde otro punto de vista más actual Aunque pareciera que la época en que él vivió no fuera la más oportuna, creo que la poesía y la buena literatura, sería crucial para terminar con la vorágine existencial que hoy es tan penosa y terrible. Gracias por el privilegio de leer tu reseña, como siempre, aprendo mucho de ti. Un abrazo.
ResponderEliminarUna novela muy interesante que me encantará leer, sobre todo por el aspecto literario que Echeverría trató de impartir a su país, y que no creo que no esté lejos de lo que actualmente se necesitaría, para educar al mundo y sensibilizarlo. Claro desde otro punto de vista más actual Aunque pareciera que la época en que él vivió no fuera la más oportuna, creo que la poesía y la buena literatura, sería crucial para terminar con la vorágine existencial que hoy es tan penosa y terrible. Gracias por el privilegio de leer tu reseña, como siempre, aprendo mucho de ti. Un abrazo.
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