Sara Mesa
Editorial Anagrama, Barcelona,
2015, 194 páginas
La autora de Cicatriz, Sara Mesa (Madrid, 1976), es una de las figuras
emergentes de la narrativa en español. De hecho ha sido seleccionada por una
prestigiosa revista literaria entre los/las treinta escritores/as cuyas edades
oscilan entre los treinta y los cuarenta años. Sin que todavía haya escrito o
publicado mucho (un poemario y tres novelas, la última Cuatro por cuatro finalista del XXX Premio Herralde de Novela), su
voz muy personal y quizás desusada se está dejando sentir por la originalidad
de su temas y también por el tratamiento escritural de los mismos. Con ello
está creando un marco narrativo propio. Una obra todavía corta
cuantitativamente y en la que siempre ha estado presente el tema de la ofuscación
en las relaciones humanas, especialmente en las amorosas, cimentadas en
impulsos y en comportamientos obsesivos e insanos. En Cicatriz constituye sin duda uno de los temas centrales, junto con
el perfeccionismo, la relación con los objetos, relación fetichista en uno de
los personajes centrales, la seducción o la construcción mental del objeto que
creemos amar. En menor medida, el mundo subterráneo de las relaciones virtuales
entre internautas, un modo de interactuar tan frecuente en las comunicaciones
de al menos medio mundo.
Con el desarrollo de todos ellos, ya que con
mayor o menor intensidad todos están presentes en la novela, la autora ha
creado una pieza narrativa intensamente adictiva. Si la literatura en algún
momento se puede convertir en droga, la lectura de Cicatriz propicia tal atadura, tanto por el interés del hilo o de
los hilos conductores que tiñen y dan sentido a todas las unidades narrativas
de la novela, como por el tratamiento escritural de las mismas, muy ágil,
depurado, muy de nuestros días, relatadas además con un ritmo rápido y un tono
derivado de la escritura epistolar.
La novela pivota sobre dos personajes
principales, Sonia y Knut, y en un secundario, Verdú el novio/marido de Sonia,
sin apenas relieve. Dos personajes en una relación a distancia, con una
historia contada siempre desde la perspectiva del personaje femenino. Del
masculino sabemos lo que ella nos filtra. Y centrada desde la primera
secuencia. Sonia, una joven de nuestro tiempo, con una vida real gris y
anodina, desempeña un trabajo que considera un absurdo despropósito. En
internet, sobre todo en los chats, halla horas de distracción para su desatinado
trabajo. En un foro literario contacta con un hombre que se enmascara bajo el
alias de Knut Hamsun, un tipo de su edad que entre sus mayores “virtudes”,
además de su retórica tan calculada que se convierte en algo artificial,
destaca su habilidad para “pillar”, para robar. Pero en sus robos está impresa
su particular ética: roba de manera aséptica, con estilo, habilidad y paciencia
psicopática, y en grandes superficies comerciales, una suerte de sisa contra el
sistema.
Al poco tiempo de “conocerse”, Sonia recibe
el primer paquete de libros robados por Knut, y a partir de ahí se verá inundada
por regalos (cds musicales, perfumes, zapatos, lencería fina y cara…). A la vez
Knut la va moldeando, supuestamente para
convertirla en escritora, mas en el fondo para hacer de ella una criatura a su
medida, un particular objeto de culto. Sonia incorpora a Knut y a sus regalos a
su cotidianeidad y acepta los frutos de sus pillajes, a pesar de que va
teniendo la sensación de pérdida de control. Lo hace por la vanidad de sentirse
el centro de atención de alguien, por el placer de verse obsequiada con
carísimos regalos, y sin pedir nada a cambio, solo su atención. Pero todo eso
la está ofuscando. Y, a pesar de que le cuesta otorgarle a Knut consistencia de
persona real, y se observa a si misma actuando como un personaje, siente la
necesidad de fabular que es posible vivir otra vida en la que ella juega el
papel de chica elegante, distinguida y despreocupadamente liberal (página 112).
Llega el momento en el que el personaje
masculino busca hacer real lo que hasta entonces todo se había jugado en el plano
de la irrealidad (un catálogo de fantasías perturbadoras y posesivas. Y Sonia
reacciona a tiempo, se da cuenta de que está participando en una relación,
aparentemente sin peajes, pero intensamente enfermiza y morbosa con un
maniático, perfeccionista, manipulador que la ha llevado a su terreno, no a un
territorio común.
La autora delinea con gran rigor los
personajes, sobre todo el de Knut. Un personaje al que va desvelando poco a
poco y al que hace que a la vez nos atraiga y repela. Vive al margen de
cualquier imperativo social, pero le gusta ir siempre bien vestido, incluso
para “pillar” una lata de sardinas. Es un autodidacta que consume gran parte de
su tiempo en perfeccionar el arte del robo, con lo que neutraliza su estrés; es
un maestro en el uso del tono inquisitivo y persuasivo y es esclavo de una
exhaustividad enfermiza. Con especial interés observamos la óptica que sobre el
sexo tiene este neurótico perfeccionista: todas las maravillas del sexo residen
en la fabulación de ese “ser que aún no es” y, por consiguiente, puede
prescindir del paso posterior, de la consumación. Piensa así mismo que el alma,
la espiritualidad, el amor deben quedar fuera del sexo. Pero cuando cree haber
moldeado al personaje femenino como un objeto a su medida, no sólo el catálogo
de fantasías que le propone es perturbador, sino que pretende hacerlo con ella
sin tocarla, a través de la mediación de una de sus amantes.
La acción narrativa está perfectamente
enfocada desde la primera línea y prosigue de forma ascendente, con no pocas
zonas de sombra y elipsis, períodos temporales con acontecimientos que
solamente se intuyen y que el lector habrá de llenar con la luz de su propia
lectura. En el haber de Sara Mesa es preciso resaltar la habilidad para hacer creíble
un entramado hecho de obsesiones y sumisiones, porque lo hace encajar
perfectamente con una radiografía objetiva de nuestro tiempo. Pocas pausas
descriptivas, por lo que el ritmo del relato nunca se desacelera. Así mismo,
escasos o nulos artificios estilísticos
y empleo de aquel lenguaje depurado que demanda la narración. Un modo narrativo
focalizado en el personaje femenino, y una estructura fragmentada con cierta
reiteración de prolepsis que no dificultan la lectura porque la anticipación de
ciertos acontecimientos y el regreso al relato primero, se encuentran marcados
por los rótulos de los capítulos. Todo ello para hacer más legible el relato de
la espesa sustancia maloliente que rebosa de la mente de un maniático y el
dejarse llevar en buena porción de la novela por parte de su víctima.
Francisco
Martínez Bouzas
Fragmentos
“Días
antes una amiga a la que se atrevió a contarle una versión descafeinada de la
historia se plantó con firmeza. Si de verdad quieres saber mi opinión, le dijo,
creo que debes dejar de escribirle de inmediato. ¿Por alguna cuestión moral?,
preguntó Sonia. Él no los coge (lo libros) de casas ajenas ni de librerías
pequeñas, se apresuró a aclarar. Los pilla en grandes almacenes, cadenas como
la Fnac, el Vips, sitios así. No, dijo su amiga, no era eso, o no era sólo eso.
Es porque nadie regala cosas así porque sí. Algo está buscando, y si no me
haces caso, algún día esta historia te salpicará en la cara, sentenció. Pero no
son regalos estrictamente hablando, explicó Sonia. Hay establecido una especie
de acuerdo. A él le gusta que ella le escriba, busca hablar de libros,
compartir opiniones generales sobre la vida. Su amiga inclinó la cabeza, la
miró achicando los ojos. Venga ya, susurró. ¿De verdad crees que tus opiniones
sobre la vida valen tanto?”
…..
“Sonia
le pregunta cómo ha podido un moralista como él convertirse en alguien tan
impasible. ¿No enfoca el sexo con una apatía que raya la crueldad? Pero Knut no
ve contradicción en su actitud. A mí lo que me gustaría es pasar totalmente,
dice. El impulso del sexo termina siempre adquiriendo una raíz social
detestable, formada por aprensiones morales, impulsos burgueses y la ausencia
de ambiciones más intelectuales. Yo aspiro a dejarlo sólo en el impulso, sin
revestirlo de nada más. ¿Eso es crueldad? El alma, o la espiritualidad, o
comoquiera que acuerden llamarlo, debería quedar fuera del sexo, intocada.
Detesto ese tono triturador con el que algunos hombres hablan de las mujeres,
como si estuvieran en la guerra y, en nombre de la patria, presumiesen de haber
matado a alguien, pero también odio esa visión del sexo como algo falsamente
lúdico, un juego propio de la modernidad, como el rafting o el puenting. El
sexo es tormento, dolor y soledad, una rémora animal de la que no se puede escapar.
Además, por muchos disfraces que se le pongan, el sexo es…sexo.”
…..
“M.
y Sonia. Sonia y M. Un día Knut le desvela otra fantasía. Él podría hacerlo con
M. estando ella justo al lado, para que
él sintiese que en realidad lo está haciendo con Sonia. Ya sabes que a ti te
respeto demasiado para intentarlo, pero con esta mediación sí lo veo posible.
No sería una situación tan fría como parece. Podrían compensar la falta de
contacto físico con miradas y palabras de amor. Por ejemplo, cuando M. se fuera
al servicio, él se acercaría a ella y le susurraría al oído algo tierno, que
los acercara entre sí y la excluyera a ella definitivamente. Decirte, por
ejemplo, que te quiero. ¿Te molestaría eso?
Sonia
lo lee y siente un nudo de inquietud en el estómago. Hasta entonces todo se
había jugado en el plano de la irrealidad. Ahora, se da cuenta, Knut está
buscando la manera de hacer real esa irrealidad. Sonia es consciente de su
culpa. Si ni siquiera le gustan sus besos, ¿cómo se ha metido en esa historia?
Fue ella misma quien, irresponsablemente, con ese no-sé-por qué que él tanto le
censura, lo ha alentado a llegar hasta ese punto: ella la que finge entusiasmo,
la que le ha mandado fotos con lencería y los zapatos, quien propuso la cita y quien,
finalmente, fijó la fecha, aun sabiendo que todo era una farsa. Se siente bloqueada,
furiosa consigo misma y, también, ligeramente asqueada.”
(Sara Mesa, Cicatriz, páginas 28-29, 85, 151)
Realmente bien presentada...
ResponderEliminarSaludos
Esta novela está pegando fuerte. Y Sara Mesa es una autora que hace tiempo vengo siguiendo la pista y quiero estrenarme con ella. Puede que con Cicatriz
ResponderEliminarUn saludo
Sin duda,Ana. "Cicatriz" no solo te servirá de adictivo entretenimiento sino que también te hará pensar.
EliminarGracias por tu lectura. Otro saludo para ti.