miércoles, 10 de febrero de 2021

ÉCFRASIS DE HOPPER

Salir de un Hopper

María Antonia Ricas

Editorial Celya, Toledo, 86 páginas

 

   
 

   Tradicionalmente  suele definirse la écfrasis  como “el ejercicio literario que consiste en describir un objeto de arte. Pero esta acepción no solamente se circunscribe a la modalidad descriptiva, sino que puede realizarse desde otros géneros adoptando modalidades narrativas, dialogadas, expositivas y también líricas. Todos ellas remiten al tópico horaciano, especialmente la última: Ut pictura poesis. Dicho de otro modo con Simónides de Ceos: “La poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda”.

   Existen, en efecto écfrasis donde el autor no solamente se limita a describir un cuadro o una fotografía, pero en otras  narra lo que sucede en la obra virtual o pictórica, los sentimientos que se producen en su interior. De este modo,  los introduce en el tiempo para relatar una sucesión de hechos que él experimenta o percibe en la obra de arte. Representación verbal, pues, de una representación virtual.

   Y eso es lo que nos ofrece María Antonia Ricas en su poemario Salir de un Hopper. La poeta escribe sobre lo que ve en los cuadros de Hopper  (1882-1967), reinterpretados por su ojo interior a través de treinta y un poemas en los que camina por los laberintos del artista y por sus propios laberintos. En poemas, plasmados en una poesía muy fría, según sus propias palabras, consigue mostrarnos un mundo más allá de las imágenes, cuadros, paisajes y sentimientos del pintor Edward Hopper. María Antonia Ricas logra construir un mundo penetrando en la pintura de Hopper, el pintor de la melancolía, del erotismo de lo desconocido, de la complejidad de las relaciones interpersonales. De Nueva York o de la Gran Depresión. Hopper es el gran ilustrador de la vida cotidiana de Estados Unidos, de la existencia moderna como vacio y soledad.

   El Manhattan de entreguerras, los bungalows de Cape Cod, la soledad compartida en la habitación de un hotel, las mujeres de mirada perdida. En sus cuadros, todo es estático. El lenguaje, sin embargo, es acción, genera realidad, expresa y modifica nuestras emociones. Genera ser y hacer. Y María Antonia Ricas  interpreta la soledad de los personajes representados, de tal modo que el personaje o motivo principal es con frecuencia el silencio o la soledad.

   La autora divide el poemario e tres grandes partes: “Vistas con luz”, “Mujer al sol” y “Mujer con otros”. En cada uno de los poemas parte de un cuadro de Hopper que describe en una entradilla. Y a partir de sus palabras, crea una nueva pintura, o hace que crezca en nosotros una intuición de los que Hopper refleja en sus lienzos, con lo que la autora expone, sugiere o reflexiona. Y sobre todo, contempla la vida que se esconde en esos cuadros tan herméticos en general de Hopper.

   

                                      

                                        María Antonia Ricas

 Concuerdo con la prologuista, Elisa Romero Huidobro: “la palabra exacta de Maria Antonia Ricas cobija la desolación de los espacios, les arranca la impavidez a los personajes, hurga en sus semblantes y posturas, los zarandea y, en su percepción, más allá de lo impertérrito los hace francamente humanos”.

   Pero no pidamos lo imposible: la poeta no puede humanizar a Hopper con palabras repletas de colorido, de sensualidad, de calidez. En ese caso su trabajo no sería honesto. Por eso sus poemas son fríos, a veces secos, descarnados, indagatorios. Lo que sí hace es interrogar el misterio que encierran tantas pinturas del artista norteamericano. De este modo, los cuadros  de Hopper adquieren una luz especial que incide en el lector que se interna en este libro como si fuera en un museo.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

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