Eduardo
Álvarez Tuñón
Libros
del Zorzal, Buenos Aires, 2019, 285 páginas.
El autor de Las enviadas del final, Eduardo Álvarez Tuñón (Buenos Aires, 1957) es
narrador, poeta, ensayista y profesionalmente ejerció como destacado jurista.
La novela que comento, está editada por Libros del Zorzal en Buenos Aires
aunque impresa en España y con depósito legal de Madrid.
Como autor de relatos, Guillermo Cabrera
Infante considera a Eduardo Álvarez Tuñón poseedor de una ironía poética, y sus
piezas -añade- están escritas en castellano con signos de puntuación. Y alejadas
de la narrativa postmoderna. Son, al contrario minúsculos gestos de vida,
“fotografías” con un deje de nostalgia, y con protagonistas a los que el autor
describe sobre todo a través de sus formas
de actuar. E. Álvarez Tuñón, aunque sin el renombre de otros autores, es
uno de los grandes narradores de la literatura argentina, con una
incuestionable cadencia poética y emocional, buenas dosis de humor que le
permiten descubrir la melodía de cada texto, aprisionar en su escritura y reflejar en sus textos casi siempre lo
inverosímil, si bien sus bases, o casi todas ellas, son historias reales, con
un “colaradura de literatura” en
palabras del autor, que reconoce que, como autor, no puede competir con Dios.
Por eso selecciona historias que se acerquen
a lo inverosímil, pero, en su estructuración, toma como base la arquitectura
clásica del relato. Sus historias tienen principio y fin y se hallan plenamente
alejadas de la narrativa caótica. Por esa razón él mismo se considera un
narrador puro. Un narrador fiel a las normas de esa literatura que le concede
más importancia a los hechos que a lo que pueda percibirse de forma subjetiva.
Su propósito pues es contagiar al lector de la misma pasión que le fuerza a él
a narrar esa historia.
En Las enviadas del final y en algunos de
sus cuentos parce predominar un propósito: hacer visible, mediante personajes,
la dialéctica vejez y juventud. En la novela presenciamos el debut, o los
primeros encargos, a un joven periodista que recibe de su director la misión de
preparar, con suficiente antelación, necrologías de personajes famosas con
anterioridad a su muerte. Un trabajo similar al dele embalsamador que inicia su
trabajo antes de que deje de latir el corazón. Pero le impone el deber de
escribir esos relatos necrológicos tras haberse entrevistado con el
protagonista al que supone merodea la muerte.
Entrevista así a un famoso violinista y a un
artista plástico: un pintor que siente que ya no está para grandes obras,
proyector y desafíos estéticos y existenciales. En ambas entrevistas irrumpen
dos adolescentes (posiblemente es la misma aunque con distinto nombre) que sin
duda encierran el misterio de lo que queda y de lo que debemos abandonar antes
de partir. La primera joven toma clases
de violín, no con la finalidad de aprender, sino para que el músico famoso
contemple, ante la proximidad del abismo, la belleza de una forma que ningún
sonido puede retener. Al penetrar en sus vidas los dos personajes que han
alcanzado la fama, se ven en la tesitura de revisar sus propias concepciones
del arte y del mundo.
Tras ensayar varias hipótesis sobre si las
dos jóvenes son la misma persona, y descartada con los dos personajes famosos
cualquier relación afectiva, tanto de temática erótica como de amor platónico,
el joven periodista llega a la conclusión de que esas chicas son enviadas del
más allá para darle a la vida y al arte un sentido que nunca tendría sin ellas
y que solamente puede apreciarse si la existencia humana tiene un término. Así,
por ejemplo, la joven que toma clases de violín, no lo hace con la finalidad de
aprender, sino para que una música contemplara, frente al abismo, la
belleza de una forma, incapaz de ser
retenida por ningún sonido.
La contemplación de un extremo de la vida
(la vejez) desde el otro (la adolescencia-juventud) es sin duda el tema de
fondo de esta novela. Otras ideas que la obra maneja, es la belleza
representada por las adolescentes hasta el punto de que el periodista concluye
que son enviadas del más allá (“las enviadas del final”), para hacerles
presentes a los entrevistados los últimos resquicios de la vida que huye.
Novela profunda en su temática, trabajosa en
ciertas ocasiones, como es ardua la distancia entre la adolescencia y la vejez,
y el vértigo de la existencia del artista que el autor resuelve sin
concesiones, basándose sobre todo en la perfecta escritura de cada escena.
Francisco
Martínez Bouzas
Excelente anàlisis sobre la novela. Palabras muy merecidas para Eduardo Àlvarez Tuñòn.
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