Marcos Calveiro
Traducción de Moisés Barcia
Pulp Books (un sello de Rinoceronte Editora), Cangas
do Morrazo, 2014, 247 páginas.
Festina
Lente, editada originariamente en gallego en el año 2008, es la primera
novela que Marcos Calveiro publicó en una colección destinada en principio para
lectores adultos, aunque, hemos de reconocer que por su contenido podría ser leída
igualmente por un público juvenil. Una novela que el escritor encuadra en el
subgénero de la novela histórica y que pretende ser un gran fresco histórico-ficcional
de la ciudad de Santiago de Compostela en la época en la que los primeros
impresores se asentaron de forma definitiva en la ciudad. El título del libro (Festina lente) es un homenaje al
humanista e impresor veneciano Aldo Manucio ( 1449-1515), que rotulaba sus
libros con esa frase latina, cuya traducción al español viene a decir. “Corre
despacio”. Con ese mismo lema, homenajea Marcos Calveiro a aquellos primeros
peones de la cultura editorial gallega: constructores de libros, tipógrafos,
encuadernadores, libreros que en el último cuarto del siglo XVI y en los
primeros años del XVII cobran vida en los cuadernos de Ambrosio Cavaleiro, la
figura protagónica de la novela.
Una incursión pues en una época fascinante,
poco conocida no obstante en la historia de Galicia, y en la que ciertos
personajes jugaban literalmente su vida por imprimir o vender un libro
prohibido.
La novela aparentemente trata de imprentas,
de libros y refleja el proceso de creación de un libro en un contexto de
intrigas, denuncias, libros prohibidos, actuación del Santo Oficio, quema de
brujas, en una ciudad pequeña, cerrada pero a la vez gran centro de poder. En
este ambiente sitúa Marcos Calveiro la trama del libro. Trama que gira en torno
a la figura de Ambrosio Cavaleiro, desde su adolescencia como aprendiz en un
taller de encuadernación hasta su muerte.
Un narrador en tercera persona reconstruye
la historia de este adolescente, al que su padre pone en manos de Ubaldo
Lauaces, encuadernador y dorador para que en seis años le adiestre en el arte
de la impresión de libros. La narración prosigue con el relato de la vida de
este personaje sumamente complejo y de difícil encaje en la época: un
homosexual, descreído, misántropo que reniega de la vida en sociedad y se mantiene
encerrado en su mundo libresco, en una ciudad doblemente amurallada como era
Santiago de Compostela en aquellos años: rodeada de murallas que cuando se
cerraban, la aislaban del resto del mundo, y controlada desde el punto de vista
ideológico y doctrinal por la Inquisición. Una ciudad ciertamente claustrofóbica,
amenazadas por pestes bubónicas, pasto de la suciedad, enfermedades, malos
olores, pero sobre todo, amedrentada por los círculos opresivos del Santo
Oficio. Y un submundo al que el narrador
añade su pizca de intriga, con asesinatos, circulación clandestina de
libros prohibidos y la búsqueda un oculto
códice de la misteriosa cofradía de los lavancos.
La narración de Marcos Calveiro se halla
enriquecida por otros muchos elementos contextuales: la descripción de las
cofradías gremiales, la lista casi infinita de las reliquias compostelanas, regidores,
notarios, arzobispos, la correlación dialéctica entre la religión y el libre
albedrío, el eramismo, los luteranos, la hechicería con la quema de una bruja
portuguesa, la sombra de un presunto lobishome, la esclavitud, las reatas de
fanáticos perseguidores de fuegos eternos.
Personajes reales, personajes inventados, un
alto grado de veromilitud, con el empleo de un leguaje reflejo de la época -el de
los “arxinas” (el idioma de los canteros). Mas todo ello en un libro de ficción
histórica, no de historia, que discurre, no obstante, por sendas muy distintas
de las generadas por los grandes best sellers de la psudo narrativa histórica de los últimos
tiempos, donde imposibles fantasías suplantan el trasfondo histórico. El
ejercicio literario de Marcos Calveiro se aleja de esta pseudo literatura de
consumo masivo y está escrita con un aliento cuyo norte es la verosmilitud en
su viaje por el mundo de los libros y del conocimiento en una época de gran
intolerancia.
No cabe duda de que en la novela hay
carencias, sobre todo genéricas. El papel de la mujer no traspasa los tópicos: prostitutas,
barraganas, brujas o monjas licenciosas. Sin duda que en la Compostela del
siglo XVII hubo no pocos personajes femeninos, ricos y complejos, que no se
acomodan a esos tópicos, pero carecieron de visibilidad, de proyección pública
para poder llegar a configurar la visión de una ciudad cerrada y con muchos
claroscuros. Esa ciudad doblemente tapiada es en el fondo la verdadera
protagonista de este ejercicio narrativo.
Francisco
Martínez Bouzas
Marcos Calveiro |
Fragmentos
“El
día veintisiete de abril del ano de Nuestro Señor 1578 con la última luz del
atardecer, Ambrosio el aprendiz, después de una larga y polvorienta jornada por
caminos y veredas, llega unos pasos por detrás de su maestro a las viejas
murallas de Santiago que, construidas antaño por el excomulgado obispo Cresconio,
de la poderosa familia de los Traba, parecen hundirse en la tierra seca como
las raíces de un árbol milenario. Cansado, y con sus pies llenos de ampollas
por aquellos zapatos nuevos comprados por su padre antes de partir de la villa
de los Andrade, el muchacho queda asombrado con el espectáculo que se le
presenta ante los ojos abiertos de par en par. Ante todo aquel nuevo y
sorprendente bullicio que lo rodea, no
sabe dónde posar su curiosidad, que se apresura saltarina de un rincón a otro
como un perrillo espoleado por su dueño en busca de la presa huidiza que se
esconde en el matorral.”
…..
“Al
atardecer, la ciudad permanece cerrada con sus nueve puertas y postigos bien
atrancados, pero esta vez el aroma del laurel y del romero quemado para
contrarrestar los aires perniciosos no invade sus calles pestilentes. Una
epidemia peor que el mal de bubas y nacidas ha anidado en los corazones de los
habitantes de Compostela y no hay ungüento, pócima o cuarentena para remediarlo.
Una peste silenciosa recorre los mercados, los soportales, los pazos y las
mancebías: el miedo. Nadie habla de su causa, mas todos saben que fuera de la
cerca cerrada a cal y canto, en las laderas ásperas y sombrías de las colinas,
está su origen y los vecinos tiemblan horrorizados cuando oyen a lo lejos los
aullidos del anochecer.”
…..
“A
comienzos del año de gracia 1600, los vecinos de Compostela aún miraban
desconfiados y recelosos a los esclavos negros y mulatos traídos de tierras
brasileiras, a donde habían llegado sus ancestros en los barcos negreros de los
portugueses desde las cosas de África para cortar la dulce caña de azúcar. Se
decía que incluso el singular obispo Fonseca había tenido dos a su servicio en
el palacio epicopal, uno parduzco, de nombre cristiano Francisco, y otro mulato
llamado Pedro, cuyas acrobáticas hazañas en los jergones de hoja de maíz son
legendarias en las calles y aún recordadas por las lumias de las mancebías en
los melancólicos y ociosos días de la Semana
Santa, cuando sus habituales y viciosos clientes se ponen el hábito y la
capucha de su cofradía para acarrear los pasos o sostener la cera en las
procesiones nocturnas, procurando provisoria penitencia para sus libidinosos y
diarios pecados.”
(Marcos Calveiro, Festina Lente, páginas 23, 95, 107)