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lunes, 24 de noviembre de 2014

"FELICES LOS FELICES", CARTOGRAFÍA DE LA DESOLACIÓN HUMANA



Felices los felices
Yasmina Reza
Traducción de Javier Albiñana
Editorial Anagrama, Barcelona, 2014, 190 páginas

   Bajo la apariencia de inocentes comedias burguesas (Arte, Un Dios Salvaje), Yasmina Reza ha sabido darles voz a sus grandes obsesiones  existenciales. El pasado año ha vuelto a hacerlo, pero emigrando de género: en la narrativa, a través de una  novela: Hereux les hereux, Premio Le Monde 2013, que Javier Albiñana ha traducido al pie de la letra -me refiero al título de la novela-  para Anagrama, Felices los felices, una pieza de ficción en la que dieciocho  personajes ponen al descubierto  sus virtudes y miserias, las dudas y embarazos que la vida va poniendo a nuestro paso; y también los regocijos que ésta  a veces non concede, aunque haya existencias humanas que  consuman su felicidad pudiendo prescindir del amor, como insinúa la frase de Borges (“Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. Felices los felices”) que rotula el pórtico del libro. Es precisamente eso lo que la novela de Yasmina Reza intenta poner de manifiesto a través de los relatos entrelazados de las vidas de sus personajes. Porque amar y felicidad, confiesa la autora, no son nociones colindantes. Por eso mismo Yasmina Reza declara abiertamente que no cree en la pareja, ni en los vínculos afectivos -algo que no pasa de ser una reflexión optimista-, porque la felicidad es una predisposición que no depende de ninguna circunstancia concreta.
   Y llega hasta tal punto su convencimiento de la insuficiencia estructural de la pareja como plataforma para el amor que no duda en afirmar que el adulterio es algo clave en el matrimonio, necesario muchas veces para que una relación de pareja funcione.
   Partiendo de esas premisas, la conclusión lógica que se impone es que  Felices los felices es una novela perturbadora, desconcertante. Una pieza coral estructurada en capítulos breves e independientes en apariencia y en los cuales la autora irá diseccionando las llamadas relaciones amorosas  mostrando simplemente la realidad a través de esos dieciocho personajes que nos muestran una inclemente radiografía de sus vidas, y que aparentemente no tienen relaciones entre ellos. Sin embargo la autora irá poco a poco trabando sus vidas hasta que aparecen ocultos y sorprendentes lazos. La arquitectura de la novela la conforman veintiuna escenas, rubricadas con el nombre de su protagonista principal, que volverá a aparecer en otros capítulos como personaje secundario, o simplemente como aludido.
   Todos ellos tienen en común: las relaciones de pareja y las relaciones familiares. Parejas de toda guisa. Parejas recientes, futuras, matrimonios jóvenes, otros ya afianzados a través de los  años, parejas corroídas por el enmohecimiento del paso del tiempo y sobre todo por la herrumbre del desamor. De todo ellos se deriva lo ineludible: el engaño, amores frustrados, adulterios que apenas dejan huella, soledades compartidas o sin compartir, discusiones ridículas que se eternizan, relaciones pasajeras.
   Yasmina Reza da muestras de una perfecta percepción de los enmarañados y complejos engranajes de las relaciones humanas y de las emociones que éstas suelen provocar. Y sus personajes son humanos, imperfectos como  el más común de los mortales.
   En resumen, dieciocho personas relatando pedazos de su propia vida. Lo que piensan, lo que dialogan, cómo interactúan con los que los rodean dando lugar a una gran telaraña narrativa que a través de un finísimo hilo conductor, cada sección se comunica con las demás. De este modo, lo que en una primera visual podrían semejar relatos independientes, son en realidad fragmentos de la misma gran historia: la de los hombres y mujeres que habitan este planeta.
   No cabe dudar de la cáustica rotundidad de Yasmina Reza. Ha sido acusada de machista, feminista, misógina… a lo que ella responde que los detractores de esos bandos tienen su parte de razón, porque de hecho ambos sexos salen malparados. Pues, con independencia de que sean hombres o mujeres, se pelean por caprichosas ridiculeces en los supermercados, hablan con su padre muerto, son el retrato risible de la figura donjuanesca, se engañan mutuamente, algunos tienen un hijo que se cree Céline Dion… Un crudo fresco del aburrimiento de vivir, del hastío, de las cansinas rutinas matrimoniales. Un realista bestiario que compone la moderna comedia humana, erguida sobre un cúmulo de miserias, soledades, egoísmos, mezquindades, pequeñas tragedias, lágrimas patéticas. Y todo aderezado con un estilo incisivo, burlón, elaborado con frases cortas, despojadas de todo lo accesorio para lograr el impacto perseguido. Un estilo que choca de lleno contra las incontables aristas humanas. Sin un ápice de concesión al romanticismo, y muchos menos cuando de sexualidad se trata. “Cuando has visto de cerca como copulan los cerdos, escribió Yasmina Reza en El Trineo de Shopenhauer, ya no te puedes hacer ilusiones sobre el sexo”. Una cartografía, acertada o que admite reparos, del lado más negativo de la existencia de hombres y mujeres, de la desolación humana como se ha escrito.

Francisco Martínez Bouzas

 
Yasmina Reza (foto Pascal Victor)

Fragmentos

“La complejidad humana no se reduce a ningún principio de causalidad. Puede que de no ser por esos años de silencio me habría atrevido a afrontar el abismo de una relación que aunara sexo y amor. ¿Quién puede decirlo? Por lo general, pago después. Casi siempre, el otro tiene que confiar en mí como una prueba de amistad. Al egipcio de pagué antes. Una casualidad. No se metió el billete en el bolsillo, lo conservó en la mano. El billete se hallaba en mi campo visual mientras se la chupaba. Me lo metió en la boca. Chupé la polla y el dinero. Me introdujo el billete en la boca y me cubrió la cara con la mano. Un juramento sin futuro que nadie sabrá nunca. De niño podría darle a mi madre un guijarro o una castaña que me hubiera encontrado en el suelo. Le cantaba también pequeñas canciones. Ofrendas inútiles e inmortales a la par. A veces he convencido a alguno de mis enfermos de la única realidad del presente. El muchacho egipcio me metió el billete en la boca y me cubrió la cara con la mano. Acepté cuanto me dio, su pene, el dinero, el goce, la pena.”
  
…..

Un hombre es un hombre. No hay hombres casados, ni hombres prohibidos. Nada de eso existe (es lo que le expliqué al doctor Lorrain cuando me internaron). Cuando se conoce  a alguien, tanto da su estado civil. Y su condición sentimental. Los sentimientos son cambiantes y mortales. Como todas las cosas de este mundo. Los animales mueren. Las plantas. De uno a otro año, los ríos no son los mismos. Nada dura. La gente quiere creer lo contrario. Se pasan la vida recomponiendo los pedazos y a eso le llaman matrimonio, felicidad o yo qué sé. A mi me traen sin cuidado esas tonterías. Pruebo suerte con quien me da la gana. No me da miedo salir trasquilada. De todas formas no tengo nada que perder. No seré guapa toda la vida. El espejo ya se muestra cada vez menos amistoso. Un día, la mujer de Jacques Ecoupaud, el ministro, mi amante, me llamó para que nos viéramos. Yo estaba aturullada. Probablemente había hurgado en las cosas de Jacques y había descubierto un intercambio de correos entre los dos. Al finalizar la conversación dijo antes de colgar: «Espero que no le diga nada. Quiero que esto quede entre nosotras.» Inmediatamente llamé a Jacques y le dije, el miércoles he quedado con tu mujer. Jacques parecía estar ya al corriente. Suspiró. El suspiro del cobarde, que significaba, qué remedio, ya que hay que pasar por eso. Las parejas me repugnan. Su hipocresía. Su suficiencia.”

(Yasmina Reza, Felices los felices, páginas 78-79, 115-116)

3 comentarios:

  1. Valiente la escritora, desprejuiciada según la uella de su pluma. Muy interesante ese desnudo de sus letras tan bien armadas de estilo y contenido. Muchas gracias, amigo, por tan detallada y amena aproximación a la obra en cuestión. Un abrazo fuerte.

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