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domingo, 27 de enero de 2013

"GRITOS ANTES DE MORIR", LA NARRATIVA SINIESTRA DE LAURA FALCÓ


Gritos antes de morir
Laura Falcó Lara
Libros del Silencio, Barcelona, 2012, 236 páginas


   Pocas semanas antes de su fallecimiento, Gonzalo Canedo, fundador y director de Libros del Silencio, tuvo la oportunidad de editar, en una colección singular de su sello editorial, el debut literario de otra editora, Laura Falcó Lara (Barcelona, 1969), directora en su día del departamento de marketing de Planeta y, en la actualidad, al frente de cinco de sus sellos editoriales. Colaboradora además en temas de libros en varios medios de radio y televisión. Fue el primer libro de terror publicado por Gonzalo Canedo, el editor gallego afincado en Barcelona.
   En efecto, Gritos antes de morir es un verdadero friso de los temas de terror, ofrecido al lector a través de veintisiete relatos de mediana extensión. Narrativa siniestra  escrita por una debutante que, no obstante, domina los registros del género y sigue las pautas canónicas no solo de su referente inmediato Stephen King, sino también  el ejemplo y los dictados de los grandes especialistas, Todorov, Lovecraft e incluso el mismo Freud en su estudio sobre lo siniestro. Se amoldan así mismo los relatos de Laura Falcó a algunos de los grandes marcos de la ficción de terror. Es decir, adopta para transmitir sus historias el formato del relato, pues como decía Alan Poe, son idóneas para la narrativa de terror  aquellas composiciones que, debido a su brevedad, permiten ser leídas en una sola sesión de lectura, ya que la interrupción altera la creación “in crescendo” del clímax. Además en el cuento el lenguaje adopta un uso más implícito y simbólico y, por consiguiente, es más transgresor.
   Si a todo esto se suma que en la misma estructura del cuento existe una voluntad lúdica, fruto en buena medida de la composición y de la ocultación, podemos decir que la autora ha acertado plenamente al ofrecernos sus historias de terror, en las que se produce una vulneración del determinismo de las leyes naturales, a través de un género tan eficaz como el relato.
   El terror, según confiesa la propia autora, forma parte del imaginario de Laura Falcó desde la infancia. El terror vinculado a la muerte de forma fatal. No debe extrañarnos, por consiguiente, que el nexo de sutura de estos veintisiete relatos de su debut literario sea el terror. Cumplen además los relatos de Gritos antes de morir con uno de los preceptos fundamentales de la literatura de miedo: mostrar el sentido de lo morbosamente antinatural  que diría Lovecraft. Por ello, la mayoría de estos relatos se pueden adscribir al llamado terror preternatural, que evoca la oposición cosmogónica  entre el bien y el mal, con profusión de circunstancias, fuerzas y seres  maléficos (fantasmas, criaturas asesinas, edificios encantados, vampiros, videntes, reencarnaciones, premoniciones, augurios siniestros, espectros sin nombre, seres del submundo…). Una amplia panoplia presidida por la muerte y cuya finalidad no es otra que la de provocar el miedo pánico, mas por medio de cauces narrativos que nada tienen que ver con ese subproducto, el gore, desde mi punto de vista una degradación de la tradicional literatura de miedo preternatural. Quizás haya que señalar que en este sentido la portada del libro no le hace justicia a la narrativa de estos relatos y sí al gore.
   La autora aplica hábilmente algunas de las estrategias compositivas o recursos técnicos recomendados por los maestros del género: introducción de elementos distorsionantes, dislocación de las categorías de tiempo y espacio, situación de las historias en un marco próximo a la actualidad, abundancia de imágenes que el discurso narrativo va superponiendo y que preparan el campo para la aparición de lo extraño y la explosión del clímax. Así mismo, correcto uso de los espacios de silencio, más sugerente a veces que la misma narración. Juego pues de ocultaciones.
   Con todo ello y el empleo de un lenguaje natural y directo -el vocabulario demasiado técnico o rebosante de exquisiteces literarias es un factor de distanciamiento- la autora consigue atrapar al lector. Su ejercicio de prestidigitación o mixtificación logra el efecto deseado: mientras va mostrando lo accesorio, el sentido de la realidad prepara el desenlace. Finalmente, un buen uso del tiempo del relato le permite mantener la tensión en un amplio abanico temático, repleto de sorpresas, intrigas y con lo siniestro aguardando en cada página.

Francisco Martínez Bouzas




Laura Falcó Lara


Fragmento

“Si no estuvo allí, ¿dónde pudo estar? ¿Quién era aquel extraño hombre? Y, lo más importante, ¿Qué se suponía que era el diabólico libro? Angustiado y sin rumbo, Tom pasó toda la mañana dando vueltas por la ciudad procurando aclarar sus ideas. Primero intentó tirar el libro al río, luego trató de abandonarlo, pero a los pocos minutos el horrible tomo volvía a aparecer junto a él. Entonces, cuando ya estaba al borde de la desesperación, lo vio. Estaba allí, sentado en un banco del parque, fumando un cigarrillo y mirándole fijamente. Era él, el hombre canoso de aspecto siniestro que le había vendido aquel condenado libro. Sin pensarlo dos veces corrió hasta él y, empuñando el volumen como si de un cuchillo se tratase, lo arrojó sobre sus muslos.
-¿Por qué me dio esa monstruosidad? ¡No la quiero! ¿Me oye? ¡Ya se la puede quedar! –dijo, completamente fuera de si.
-Lo siento, pero se lo avisé: «Si empieza no podrá parar». ¿Recuerda? –dijo, mientras solevantaba dispuesto a irse.
-¡Me da igual que me lo dijera! ¡No quiero este libro Y además …¿quién es usted? Ronald dice que no le conoce.
Fue en ese momento cuando Tom vio en los ojos de aquel enigmático personaje algo que le aterrorizó. Al igual que el libro maldito, el ser que estaba frente a él no era de este mundo. Sus ojos eran el reflejo de la maldad, del pesar, de la agonía, del mismísimo infierno”

(Laura Falcó Lara, Gritos antes de morir, páginas 15-16)

jueves, 24 de enero de 2013

CRÓNICA DE UN HOMBRE CAJA, UN ANTICIPO DE LA POSMODERNIDAD


El hombre caja
Kobo Abe
Traducción de Ryukichi Terao
Ediciones Siruela, Madrid, 2012, 157 páginas


   Con las palabras con las que rotulo este comentario crítico, da comienzo prácticamente esta novela de Kobo Abe (Tokio 1924-1993), un escritor capaz de abarcar con su escritura un amplio registro, tanto en los terrenos líricos como en los novelísticos y en la dramaturgia. Su nombre, unido por ejemplo a  Kenzaburo Oe o a Kawabata, demuestra que la literatura nipona contemporánea no solo es Mishima o, en nuestros días Murakami. Kobo Abe es probablemente el escritor más homologable a la narrativa occidental, porque, tras un breve período como dramaturgo marxista, generó una escritura que se convirtió en su estilo característico. En efecto, instalado en una estética del absurdo muy kafkiana, Kobo Abe acostumbra  presentar y  formular en su novelística problemas y preguntas sobre la identidad individual, llegando incluso a transformar al protagonista o  a alguno de los actantes de sus novelas en objetos o animales. Su elenco de personajes suele estar copado por seres alienados transitando por situaciones estrambóticas con una profunda carga simbólica y toques surrealistas. Dentro de este extraño y a la vez sugestivo universo abeano, destacan La mujer de arena (1962), El mapa quemado (1967), Idéntico al ser humano (1967), y El hombre caja (1973).
   El paraíso que busca el ser humano en la narrativa de Kobo Abe, se encuentra  en la respuesta en el ya mencionado interrogante identitario: ¿Quién soy yo? ¿Quién es el otro? Preguntas que adquirirán una gran relevancia después de la derrota de la Segunda Guerra Mundial, que generó en Japón amplias transformaciones culturales, sociales y políticas, entre ellas la preocupación por la paz, el valor de la democracia, el deseo de progreso, con profundos contrapuntos: la vacuidad y el consumismo que tanto atormentaron a Mishima en la antesala de su suicidio.
   El hombre caja es una propuesta narrativa estrechamente relacionada con el universo de Kafka y de Samuel Beckett, y en la substancia más recóndita de la novela se esconde igualmente el tema de la alienación humana.
   Pero ¿quién es esa metamorfosis del hombre caja? Ese individuo que se pone una caja en la cabeza que le cubre medio cuerpo, no tiene porque ser el propio sujeto de forma exclusiva. Existen sin duda muchos hombres caja, pero su presencia no es llamativa. Suelen confundirse con basura, escondidos debajo de un puente peatonal (página 13). Mas que nadie confunda al hombre caja con un vagabundo. Ellos le rechazan y maltratan, en especial los “mendigos emblema”. Sin embargo el hombre caja ha perdido su identidad y despide un aliento letal. Pese a ello, cuando alguien se contagia de la presencia del hombre caja, incuba el deseo de convertirse él mismo en hombre caja.
   El hombre caja deambula por la ciudad observando la realidad: el mundo y la gente desde el periscopio de su caja de cartón. ¿Qué pretende Kobo Abe con todas estas referencias? A mi entender, hacernos ver que el hombre de hoy ha perdido su identidad y por eso se refugia en ese artefacto de la caja que oculta su propio yo. Y así avanzan las páginas de esta novela: imágenes deslumbrantes, múltiples referencias metanarrativas  que atrapan al lector en un extraño laberinto, en una alucinación fantasmagórica, “productos de la imaginación pero nada de mentira” (página 121), capaces de atrapar a un lector  que transcienda el exotismo de una buena parte de la literatura japonesa y apueste por los universos simbólicos de este Kafka nipón, por sus fantasías, sus secuencias aparentemente absurdas, pero cargadas de simbolismo. Por todo ello, esta obra, pese a estar escrita en la década de los setenta, es un verdadero anticipo de la posmodernidad. La degustarán con placer aquellos paladares dispuestos a sumergirse en lo simbólico y en el mar de fondo de las obsesiones del autor. Si lo hemos hecho con Kafka, ¿por qué no hacerlo con este su “pariente” oriental?

Francisco Martínez Bouzas



Fragmentos

“Mi caso

Ésta es la crónica de un hombre caja. Acabo de empezar a redactar esta crónica dentro de una caja de cartón que, puesta sobre la cabeza, me cubre medio cuerpo con holgura, justo hasta la cintura.
Es decir, el hombre caja, de momento, soy yo; acomodado dentro de la caja, el hombre caja redacta la crónica sobre el hombre caja.”

…..


“Aunque parezca redundante, reitero que ahora yo mismo soy un hombre caja. En lo sucesivo, me permitiré escribir un poco sobre mí mismo.
En este mismo instante, estoy redactando estos apuntes, resguardado de la lluvia, bajo el puente de la avenida estatal número 3, que atraviesa el canal…Bajo el peso de la lluvia que no ha cesado desde la mañana, el cielo nocturno, todo oscuro, arrastra faldones de nubes densas sobre la tierra. Sólo se distinguen las bodegas de la unión pesquera y depósitos de madera hasta donde alcanza la vista…La única luz de que dispongo es la linterna que cuelga del techo. La tinta supuestamente verde del bolígrafo ahora se ve negra.”

…..


“Ahora estás escribiendo tú.
Estarás quizás en un cuarto oscuro con todas las luces apagadas, menos la lámpara colocada sobre el escritorio. Acabas de respirar hondo, levantando la vista de la «Declaración», a medias todavía. Sin cambiar de postura, giras en diagonal la cabeza hacia la derecha y encuentras un tenue rayo que roza el extremo derecho del escritorio; es la luz del pasillo que se cuela por debajo de la puerta. Si pasa alguien, su sombra se proyecta automáticamente al atravesar la luz. Esperas siete, ocho segundos…No hay nadie.”

(Kobo Abe, El hombre caja, páginas 8, 20, 101)

lunes, 21 de enero de 2013

NOVEDADES DE SEIX BARRAL



   La reseña es hoy solo reseña informativa. Para dar noticia de libros y de letras. Es uno de los papeles que puede realizar la reseña de un libro, pero no el que más me apetece, porque de ella estará ausente aquello que precisamente es la esencia de la crítica literaria: la valoración personal, la emisión de un juicio sobre los haberes y deberes de un producto literario. Será en otro momento, tras la lectura reposada de estas cinco novedades de la Editorial Seix Barral. Hoy me limito a dar noticia, como acabo de señalar, noticia sumaria y externa, con base sobre todo a la presentación editorial de estas cinco piezas de ficción de uno de los sellos editoriales míticos del sistema literario español.
   Fundada en Barcelona, en 1911, como empresa de artes gráficas, en 1955 Víctor Seix y Carlos Barral la refundaron e inauguraron una de sus colecciones emblemáticas: “Biblioteca Breve”. Actualmente forma parte del Grupo Planeta. Mas Seix Barral nos sigue brindando no solo best sellers, sino productos de calidad literaria. Vaya pues por tantos años de historia este pequeño y modesto plus promocional.

Francisco Martínez Bouzas


DEMOCRACIA   
Autor: Pablo Gutiérrez
Colección: Biblioteca Breve
234 páginas.

   El autor, Pablo Gutiérrez es según la edición española de la revista Granta una de las grandes promesas de la literatura española. Definido por la crítica como “un narrador moderno, poderoso, con una mirada propia muy hija de su tiempo, de gran calidad literaria (Care Santos, El Cultural).
  En esta su tercera novela nos retrotrae a septiembre de 2008: la caída de Lehman Brothers hace temblar al mundo. Ese día comienza la tragedia del protagonista. Atado  a su hipoteca y con sus sueños de futuro prácticamente rotos, no reacciona ante la tragedia que se le viene encima como los millones de personas, víctimas de la crisis. Sale a la calle y comienza  a escribir versos en las paredes de su ciudad. Es su forma de resistir que se convertirá en fuente de inspiración para tres jóvenes anarquistas. La figura del megainversor antisistema, George Soros, inspirará al protagonista para vengarse de su jefe.
   Novela que discurre por el filo de la actualidad y profundiza desde la ficción en esa prosperidad simulada que acabó destruyendo los sueños y la realidad de miles de vidas anónimas en todo el mundo. Un discurso narrativo incendiario contra esos años de felicidad ficticia e instantánea, el dinero fácil y un maná de hipotecas cayendo del cielo.


CRÓNICAS DE LA ÚLTIMA REVOLUCIÓN 
Autor: Antoni Casas Ros
Colección: Biblioteca Formentor
285 páginas.

   Traducida del francés por Javier Albiñana. El autor, natural de la Cataluña francesa, fue víctima de un accidente que le condujo a una prolongada enfermedad, fruto de la cual fue su primera novela, El teorema de Almodóva. Ha sido finalista del Premio Goncourt en distintas modalidades.
   Su propuesta actual es otra novela transgresora, revoltosa al cien por cien. La novela nos sumerge en el ambiente de las diversas formas de protesta contra un clima político cada vez más represivo: los piratas informáticos de Infinity desestabilizan el mercado; los militantes de Flying Freedom organizan protestas en forma de suicidios colectivos. Los cronistas forman una asociación de prensa independiente y practican el amor libre. En ese maremagnun de la  “ultima revolución”, la narración sigue la pista de Lupa, una joven cronista de diecisiete años. Con ella nos veremos obligados a preguntarnos sobre un futuro en el que se hayan derribado todos los poderes. La transgresión tiene en esta novela una muestra paradigmática, pero no faltan tampoco pinceladas de gran tensión erótica.


CAMBIOS
Autor: Mo Yan
Colección: Biblioteca Formentor
127 páginas.

   Traduce del chino esta novela del último Premio Nobel Anne-Hélène Suárez Girard. Cambios  es la novela más personal de Mo Yan. En el fondo autoficción, porque el niño protagonista de esta novela tiene todas las trazas de ser el alter ego del propio Mo Yan. A través de sus ojos infantiles vemos  cuarenta años de la historia de China. Novela confesional en la que el Premio Nobel 2012 teje la historia popular del gigante asiático en permanente transformación, pero a base de microhistorias: el retrato de la gente común, sus gestos de todos los días, la rebeldía de sus compañeros de clase, la tozudez de una chica acostumbrada a tomar siempre decisiones aparentemente correctas, pero que la llevan por caminos equivocados.
   Calificada por la crítica como una joya literaria que nos permite una primera aproximación al último Premio Nobel de Literatura, considerado por muchos el Kafka, Faulkner o Garcia Márquez chino porque sutura con gran naturalidad la fantasía y la realidad, la perspectiva histórica y social, como dictaminó la Academia Sueca que le otorgó el Premio Nobel.


FAR TORTUGA
Autor: Peter Matthiessen
Colección: Biblioteca Formentor
518 páginas.

   La traducción de Javier Calvo nos acerca a una narración a la que el gran escritor americano Thomas Pynchon ha calificado como una historia trazada magistralmente…llena de música e imágenes fuertes y evocadoras. La novela de Peter Matthieessen es la obra de un clásico de culto moderno, galardonado en dos ocasiones con el National Book Award y reivindicado por escritores como Richard Ford, Don DeLlillo y Th. Pynchon como ya vimos.
   Editada inicialmente en 1975. En buena medida abrió una nueva senda para la evolución de la novelística americana. El autor, activista medioambiental y naturalista, narra la historia de unos hombres en lucha permanente y titánica contra el mar, en la que no falta una elegía de las islas caribeñas y de aquellos míticos marineros que pasaron buena parte de sus vidas navegando por sus aguas. Una goleta  con ocho hombres y un temperamental capitán parte hacia el sureste caribeño a la caza de la tortuga. La novela narra, casi en forma de diario de navegación, el día a día de estos hombres expuestos a la temeridad de su capitán y la fuerza de una naturaleza -la caribeña- que nos siempre es tan idílica como soñamos con frecuencia. Novela de riesgos y aventuras muy apropiada para los amantes del género, pero escrita desde una perspectiva que la acerca a la narrativa posmoderna.


INTEMPERIE
Autor: Jesús Carrasco
Colección: Biblioteca Breve
223 páginas.

   Intemeperie, editada este mismo mes, supuso el debut como narrador de Jesús Carrasco. Un debut afortunado porque la novela se editará en trece países. La novela se acerca al género futurista. Narra la huida del protagonista, un niño escapado de su casa a través de un país castigado por la sequía y la violencia. Un mundo obstruido, sin nombres ni fechas ni referencias que vive ajeno a la moral que se ha escapado por el mismo sumidero por el que se ha escurrido el agua. En este escenario, un mundo convertido en llanura infinita y árida, el niño tendrá la oportunidad de ejercer la violencia que ha mamado, o de iniciarse en los dolorosos rudimentos del juicio, sobre todo a partir del momento en el que sus pasos se cruzan con los de un viejo cabrero, cuyo encuentro hará que ya nada sea igual para ninguno de los dos.
   Novela de arquetipos (el niño, el cabrero, el alguacil) en la que el relato duro e inclemente refleja una naturaleza despiadada en cuyas grietas secas brota la dignidad del ser humano. Elena Ramírez de Seix Barral describe este libro afirmando que estamos ante la riqueza de Miguel Delibes y la fuerza de Cormac McCarthy fundidas en una voz propia.

viernes, 18 de enero de 2013

MR. GWYN


Mr. Gwyn
Alessandro Baricco
Traducción de Xavier González Rovira
Editorial Anagrama, Barcelona, 2012, 184 páginas.

  
   Traducida recientemente a varias lenguas peninsulares, tenemos en estos días la posibilidad de disfrutar de la novela del escritor italiano, Alessandro Baricco, Mr. Gwyn, un texto cristalino y transparente. El narrador italiano es sin duda uno de los mejores estilistas actuales. Su escritura es vocación, no profesión y hay quien afirma que no se puede escribir de forma más hermosa de la que lo hace Baricco.
   Mr. Gwyn es un “thriller poético”, una novela metaliteraria sobre el oficio de escribir y sobre esos gestos que hacen que una hermosa historia empiece a tener vida. Es pues preciso gozar pausadamente de cada palabra que leemos en este libro, en el que un escritor semeja cambiar de profesión, dejar de escribir libros, pero no para olvidarse de la escritura, sino para crear la magia y sumergir al lector en la esencia del asombro desde una propuesta metaliteraria y contándonos una historia muy sencilla y, a primera vista irreal, pero que llegará a atraparnos con los garfios de la intriga.
   Se trata de la historia ilógicamente fácil de Japer Gwyn, un autor de éxito que decide dejar de escribir libros, porque se da cuenta de que eso no le sentaba bien. Pero, al poco tiempo, hecha en falta el guiño de escribir y le viene  a la cabeza la idea de un posible oficio: convertirse en copista, no de actas notariales, sino de personas, escribir retratos de gente. Y es entonces cuando comienza lo insólito, la historia que poco a poco nos va fascinando. Hombres y mujeres posando para el escritor y la novela incrustándose con fuerza en la metanarrativa. Una reflexión sobre el acto de escribir y algo más, porque Baricco nos introduce de lleno incluso en el taller del escritor y nos muestra sus mínimos detalles.
Alessandro Baricco
   Pero Mr. Gwyn escribe relatos maravillosos sobre gente muy dispar. Retrata a las personas escribiendo escenas, segmentos de historia, páginas de libros que nadie escribió jamás. Y al mismo tiempo la novela profundiza en los misterios de los ritos de la experiencia que, por ejemplo, arrastran a una mujer desnuda  a dejarse mirar por un hombre loco, siendo capaz de reordenar esa experiencia hasta transformarla en un refugio para ambos, haciendo además que surja el deseo de algo físico.
   El desenlace del libro, sea cual fuere la manera como se enfoque, es sorprendente, porque al final un escritor jamás deja de serlo, solamente cambia de perspectiva: deja a un lado el arduo trabajo de la inspiración y se deja llevar por la magia. Es por eso, nos recuerda Baricco, que existen muchos retratos ocultos, circulando por el mundo, cosidos secretamente á las páginas de los libros.

Francisco Martínez Bouzas

(Este texto es la traducción al español de una colaboración con el mismo título publicada el día 18 e enero de 2013 en el periódico El Correo Gallego de Santiago de Compostela. Para ver el original, pinchar aquí)

miércoles, 16 de enero de 2013

LA MUJER PERRO DE CAROLA AIKIN


Mujer perro
Carola Aikin
Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2012, 165 páginas.

 

    Carola Aikin, formada literariamente en uno de esos talleres de escritura creativa, aquí se encuentra y nos encuentra con este su segundo libro de cuentos, enfrentada a si misma, como le dijo su maestra Clara Obligado y lactando de ese misterioso y caprichoso manantial que es la inspiración o dicho quizás con palabras más apropiadas: de la magia de la creación. Y en una especie de viaje en espiral, como ella misma se define. En espiral porque, en buena medida, la substancia más profunda de los relatos de Carola Aikin está simbolizada en el dibujo que ilustra la portada, de la autoría de su propia hermana, Helena Aikin: la mujer ser racional e irracional a la vez, suturada a su sombra inferior, a su lado animal, salvaje, condición que, por cierto comparte con el varón. Seres femeninos “sapiens” y úbricos en “su lucha por controlar ese lado salvaje y a la vez vivir”, como lo expresa la misma autora.
   Por eso mismo, ya de entrada, me parece oportuno un detalle del paratexto: la estrofa de de Jeannette  Winterson que inaugura esta colectánea de cuentos: “Soy demasiado inmensa para el amor. Nadie, ni varón ni hembra, se ha atrevido jamás a acercárseme”.
   La arquitectura compositiva de la obra de Carola Aikin se yergue sobre dieciséis cuentos de desigual extensión, aunque predominan las distancias cortas. Y una novela breve, “La expedición” por cuyo trayecto circulan varios personajes con los que nos hemos familiarizado en los relatos.
   Clara Aikin articula esta antología de textos de recompensa inmediata a base de un desfile de personajes y con una idea subyacente: la búsqueda de la identidad, la urgencia por definirnos en el maremagnum de las relaciones sociales con las que interactuamos y que, en buena medida, también nos constituyen. Explora pues la escritura de Carola Aikin lo más recóndito de nosotros mismos, que suele forjarse non en los contactos beatíficos, sino en los conflictivos. Una exploración que detectamos ya en el primer relato: una hembra, que vislumbramos como mujer y como gorila. La mujer sirena, a la vez también mujer perro, que luce su cola en el segundo relato, es así mismo un interrogante sobre la identidad cuando poseemos o somos poseídos. En otros cuentos como “Mujer cubo” la incógnita se refiere a los trabajos realizados. ¿No son también acaso ellos los que nos van definiendo, muchas veces entre desagradables sorpresas? Y con similares procedimientos en el resto de los cuentos, en una pugna  por aproximarse al menos a los aledaños del propio ser, entre luchas, conflictos y tensiones.
   La micronovela, tan extraña como estos cuentos protagonizados por seres metamorfoseados que ahora reaparecen de nuevo en una expedición por África, desbordados por sensaciones de desconcierto, extravíos, ansiedad. El terror y lo siniestro tiñe la atmósfera de la que respiran y muy pronto en el grupo impera la máxima hobbesiana: el hombre, un lobo par el hombre que, traducida al lenguaje de hoy, le hace decir a uno de los expedicionarios: “nos devoramos unos a otros”. Presos y depredadores, aunque solo sea simbólicamente.
   Los textos de Carola Aikin, rebosantes de referencias a la animalidad,  a lo zoológico, harán pensar a más de un lector en las tesis sociobiológicas que en pasadas décadas intentaron explicar la conducta humana únicamente desde nuestras raíces biológicas. No obstante, las prosas de Carola Aikin non caen en tal asimilación. Sus metamorfosis no traspasan el umbral de lo simbólico y el animal se nos presenta como un ser diferente, eso sí, inquiriéndonos a veces de forma desconcertante desde su alteridad. Por otra parte, en alguno de los cuentos la autora apuesta inequívocamente a favor de la singularidad, la singularidad de esa progenie de mujeres perro “que no tienen rango, no se pueden domesticar” (página 74).
   Todo esto, tejido con una lengua a veces exquisita, otras henchida de imágenes y texturas de gran potencia, hacen que el lector de Carola Aikin se sienta atrapado por estas paginas repletas de interrogantes.

Francisco Martínez Bouzas



Carola Aikin

Fragmento

“Ella se llama Gina, Gina andares de reina, Gina cabellos rojos y largos, bellísima entre las bellas orangutanes del harén. Al amanecer Gina juega a besarse en la boca con sus crías (…) En uno de los nidos de arriba duerme el macho, el gran Gambar, y la nueva hembra que le acaban de traer. Los demás nidos los ocupan las otras hembras que para Gina no tienen la menor importancia pues no han podido concebir. Gina hace todo el ruido que puede para despertarlas y cuando lo ha logrado les roba sus raciones de caña de azúcar y mandioca y se lo lleva todo a la gran piedra que está en el centro de la jaula, donde espera a que baje Gambar para hacer con ella el amor. Así es como Gina, con el vientre apoyado en la piedra, conquista al gran macho casi todas las mañanas (…) La becaria entiende perfectamente el mensaje de los ojos pequeños, vivos, ligeramente asimétricos de Gina. Le dice lo mismo cada día, cuando se planta ahí, frente a la jaula, cronómetro en mano, bolígrafo o lapicero rojo, hoja de datos preparada, melena lacia, dos senos grandes que estallan dentro del sujetador. Tetona le dice. Camiseta apretada, pantalón caqui, como de expedición, pies largos y estrechos, sandalias doradas. Me encantan tus sandalias, pero odio tus ojos. Y Liliana baja la vista al suelo. Borracha, te odio. ¿Con quien estuviste ayer?”.

(Carola Aikin, Mujer perro, páginas 70-71)      

lunes, 14 de enero de 2013

CLAUDIO MAGRIS, LA LOCURA ENTRÓ A FORMAR PARTE DE NUESTRA LENGUA


La exposición
Claudio Magris
Tradución de Juan Octavio Prenz
Editorial Anagrama, Barcelona, 93 páginas
(LIBROS DE FONDO)


   “Como Ulises, intenta no ser nadie para salvar de las garras del poder algo propio, tu vida. Intranscendente, escondida, marginal, pero tuya”. Así se expresaba en una entrevista radiofónica de la RAI en el año 1986 Claudio Magris, el escritor e intelectual italiano ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2004. El jurado se lo otorgó considerando que Magris encarna en su escritura la mejor tradición humanista y representa la imagen plural de la literatura europea a comienzos del siglo XXI. Esta imagen plural aparece reflejada en la obra de Magris sobre todo por la ruptura de géneros. En palabras de su editor español, la obra de Claudio Magris es un ejemplo irrepetible de los géneros híbridos, de la prevalencia de la así llamada “non fiction” sobre la ficción o narrativa tradicional. Magris es sobre todo un sabio desencantado, escritor, viajero, ensayista y especialmente, pensador. Muestras paradigmáticas de este beber de todos los géneros, de la escritura transgenérica, fruto de una utópica vitalidad que convive con una sabiduría desencantada que explora en cada uno de sus textos todos los espacios (el poético, el espiritual, el geográfico), pueden ser sus libros El Danubio, Microcosmos o La exposición una de sus últimas obras publicadas en España. Otro intelectual italiano, viejo opositor antifascista, Franco Tagliafierro considera que Magris en la Italia (pre y post) berlusconiana en la que ya se superaron todos los límites de la decencia, es uno de los pocos intelectuales que aún resisten. La conciencia crítica de nuestro tiempo.
   Es el mismo escritor triestino el que realiza un perfecto encuadre de su libro,  a la vez cuento, pieza teatral o libreto de ópera, erguido con una escritura que  de lo improvisto, de las sombras, hace surgir el destino minúsculo del ser humano. Hay una escritura que nos ofrece una visión global del mundo, una escritura hecha con lenguaje elaborado que  surge de la luz del día. Y a su lado, de vez en cuando, aparece otra que viene del imprevisto, de las sombras. Es la escritura nocturna, en palabras de Ernesto Sábato, formada por cosas que no nos pertenecen o son nuestro anverso, como el negativo de una fotografía. A ese género de escritura pertenece La exposición. Un libro difícil por consiguiente, doloroso y violento.
   El título de esta pieza singular hace referencia a la exposición de cuadros de Vito Timmel, un pintor triestino, discípulo e Klimt. Pero lo que verdaderamente le importa al escritor no es la pintura sino la existencia rota del artista que, a pesar de estar atrapado por un inmenso olvido, provocado por el alcohol y la enfermedad mental, jamás dejó de luchar, de ningún modo se permitió la libertad del pobre hombre esquizofrénico.
   La destrucción anárquica de este “viajero del manicomio” está reconstruida por Magris como en un gran espejo a través de las palabras de los amigos, de los enfermeros, del director del centro psiquiátrico. También, de su propio testimonio. Es un recordar colectivo que se convierte en masa coral, honesta y opaca, de la que  nos podemos fiar ya que no existe ningún antifaz tras el que se oculte o disimule..
   En esta gran metáfora de un destino que es La exposición, Magris hace salir a escena al protagonista una vez concluido su funeral para simbolizar el sentido del pasado que existe solamente como presente en cuanto permanece en la memoria de los vivos. La exposición es pues la autobiografía en negativo de un personaje, símbolo de aquellas vidas que se ahogan en su propia negación, existencias rotas dramáticamente, pero capaces de iluminar los significados y las dimensiones más frágiles y obscuras del alma humana. La del pintor triestino es una existencia destruida y, no obstante, llega a nosotros a través de una lengua cristalina, incluso cuando se nos muestra articulada de una forma experimental.
   Otras veces lo que le importa a Magris es crear una atmósfera onírica y entonces echa mano de una verdadera polifonía lingüística, en la que se enfrentan entre si diferentes registros expresivos, los giros populares y los eruditos. Y también textos de Baudelaire. Una verdadera babel que subraya la fragmentariedad y provisionalidad de toda certeza. Así pues, un texto muy breve, pero sumamente paradójico, sin representación, que testimonia que la locura entro a formar parte de nuestra lengua, se convirtió en nuestra piel y ya no la podemos considerar como algo alejado de nosotros mismo. Una experiencia límite, iniciática o sagrada.

Francisco Martínez Bouzas


Claudio Magris


Fragmento

“Director
Arte y locura, desviación y su sublimación…, para el psiquiatra carcelario de otro tiempo las visiones. las pesadillas, la denuncia de Timmel son «infantilismo», la rebelión social sofocada en un delirio privado…dirigido cuanto más a la piedad individual de un amigo, un mensaje dirigido a la sociedad y desviado a un único destinatario. Timmel sobrevivió al fascismo, pero el fascismo le ha sobrevivido a él, el fascismo de la Institución Psiquiátrica, el universo de la exclusión construido sobre algo que no existe, la inexistente enfermedad mental…, y cuando nosotros, más tarde, demasiado tarde para él, para todo, porque todavía es pronto y la antipsiquiatría no existe aún, aunque hayamos cerrado los manicomios, es decir los hemos abierto…(comienza a agitarse, a mover los brazos y confundirse) los psiquiatras son locos furiosos porque afirman la existencia de algo que no existe, mientras que nosotros sabemos que nuestra ciencia no existe, que somos especialistas de la nada, estudiosos de lo inexistente…”

(Cladio Magris, La exposición, páginas 86-87)

jueves, 10 de enero de 2013

"EL ESCALADOR CONGELADO", VIDAS CRUZADAS, EXISTENCIAS CONGELDAS


El escalador congelado
Salvador Gutiérrez Solís
Ediciones Destino, Colección Áncora y Delfín, Barcelona, 2012, 335 páginas.

   

   Se interroga Salvador Gutiérrez Solís por el ADN, por los padres y madres de sus novelas y confiesa que pueden nacer de cualquier imagen, de un recuerdo, de una canción… que, incluso difuminadas, contribuyen a la gestación de la ficción de manera decisiva. Apostaría, por mi parte, que en el caso de su última pieza, ha sido la imagen / noticia de un anónimo escalador encontrado congelado, a punto de alcanzar la cumbre de una montaña nepalí. Allí sigue conservado como una estatua inamovible, lo que se ha transformado en semilla metafórica para orientar la escritura de una novela, mosaico generacional, crónica de tantas derrotas y de sueños frustrados.
   Ese es sin duda el tema de fondo de esta novela puzzle de personajes, con historias cruzadas y a la vez calidoscopio, instantánea de una generación que superada la juventud, vive su particular crisis existencial.
   Es invierno, un frío invierno sevillano. Allí, en Sevilla, con el ritornello de la imagen del escalador congelado regresando con frecuencia en el relato un puñado de personajes, sin estarlo físicamente, semejan seres congelados anímicamente después de que las utopías juveniles no cumplidas, estén  dando paso a una espiral de sueños rotos. Un mosaico generacional de compatriotas que un día soñaron con la felicidad, con el amor, con la utopía y que ahora, víctimas del desgaste del tiempo, malviven con un inmenso catálogo de frustraciones a sus cuestas, pero sin resignarse a despedir definitivamente la juventud. Se están asomando o ya están inmersos en los cuarenta, hacen balances y lo que descubren es que las esperanzas no se han cumplido.
   Una pareja (Susana y Jesús) que atraviesa un mal momento. Un abismo se asoma ante ellos: el embarazo que no llega, ella colgada de las tabletas de Orfidal o Trankimazin o visitando páginas de internet a escondidas de su marido que, a su vez, suple la incomunicación con pornografía y con infidelidades. El reino de la incomunicación (“Ya apenas me tocas” le dice ella a él). Joao / Luna, una trans brasileña (“la dulzura de una mujer y la fuerza de un hombre”) que persigue su propia identidad sin llegar a alcanzarla. Amadeo, un cocinero exitoso en su profesión, locamente enamorado de Marianna que le paga con el mismo amor hasta que la extorsión y la tragedia impiden que sus sueños se hagan realidad. Y así hasta completar el puzzle de un grupo de personas muy cercanas a la realidad, personas normales, pero impotentes, frustradas en una etapa de sus vidas en la que las cimas pretendidas en la juventud, se han convertido en ensueños que jamás serán cumplidos. Tan incrustados en la obtusa realidad como el escalador en la montaña helada.
   Novela especialmente atenta a la intemperie de seres rodeados de una vida social normal y víctimas al mismo tiempo de un corrosivo desamparo interior, de una lacerante vulnerabilidad personificada especialmente por Marianna. Atenta así mismo a lo que fuimos y a lo que somos, a los legados construidos en las sombras y en el vacío.
   La narración de Salvador Gutiérrez Solís avanza a buen ritmo, desvelando secretos de los protagonistas: su vida visible y su vida oculta. Y es en esta parte sumergida donde sus vidas se cruzan y donde así mismo tiene lugar el amargo despertar de los sueños.
   Con un lenguaje directo, alejado de cualquiera tentación lírica -el lirismo desentonaría en esta novela-, Salvador Gutiérrez Solís yergue la arquitectura constructiva de esta novela en base a capítulos cortos, en los que con un ritmo y enfoque cinematográficos, va entrecruzando las realidades vitales de hombres y de mujeres que componen un retrato generacional teñido por la frustración, la impotencia, el miedo, la vulnerabilidad, la soledad y el autoengaño, tan determinante así mismo en esta ficción.

Francisco Martínez Bouzas


Salvador Gutiérrez Solís


Fragmentos

“-Qué bien, poder levantarnos mañana a la hora que nos dé la gana -habla de nuevo Susana.
Jesús está incómodo con el progresivo acercamiento de Susana. Que te folle el del chat. En realidad es una especie de castigo, de negación, de imponer su voluntad y no satisfacer a Susana. Jesús piensa que Susana quiere hacer el amor con él en este momento porque viene excitada de su conversación en el chat, muy excitada, tanto que necesita calmarse y sentir un hombre muy cerca. Necesita sexo. Necesita que alguien le susurre en el oído lo que ha leído en la pantalla del ordenador, que venga el del chat y lo haga.
Padece Jesús con estos pensamientos, los padece de una forma extraña, diferente. Debería padecerlos, sentirlos con desagrado, con asco tal vez. Sin embargo, no puede evitar una cierta sensación de agrado. Puede que no sea agrado la palabra, o sí, y curiosidad también es una palabra a tener en cuenta”.

…..

“Durante este tiempo, Amadeo continuó evolucionando la carta de La Placita, y, por tanto continuó evolucionando como cocinero, o viceversa. Marianna, sin llegar a acostumbrase al acoso y a los encuentros con Raúl, sí empezó a separarlos de su vida con Amadeo. Es decir, Marianna compartimentó ese trozo, horrible y detestable, de vida que le tocaba compartir con Raúl en un reducto muy localizado y concreto de su interior. No impidió que ese espacio se le pudriera, que muriese, que siempre le doliera, un dolor físico, mental que atraviesa la carne; no lo impidió: todo lo contrario, ella mismo lo mató, lo enterró, lo quiso lejos de su cuerpo, y logró reproducir ese sentimiento cada vez que se encontraba con Raúl en La Paloma. Consiguió que la mujer que besaba a Amadeo cada noche, la mujer que despertaba con Amadeo, la mujer que amaba a Amadeo, no sabes cómo te quiero, permaneciese a salvo, lejos de lo podrido, muerto y enterrado, lejos de ese trozo de ella que Raúl había pisoteado, vulnerado y ultrajado”.

(Salvador Gutiérrez Solís, El escalador congelado, páginas 97, 104-105)

domingo, 6 de enero de 2013

"EL SENTIDO DE UN FINAL", EL OBSCURO CORAZÓN DE UNA GRAN RELATO


El sentido de un final
Julian Barnes
Traducción de Jaime Zulaika
Editorial Anagrama, Barcelona, 2012, 186 páginas.


   La lectura de una obra de un narrador como Julian Barnes siempre augura placeres, sorpresas y verdades cristalinas o laberínticas. Y esta novela, traducida hace unas semanas a varios idiomas peninsulares (español, gallego, catalán), no es una excepción. Por algo ha sido galardonada con el Premio Man Booker 2011 y su traducción española, elegida por muchos críticos como el mejor libro del año editado en España.
   Una novela cuyo propósito es una ardua tarea: la reconstrucción del pasado, de un pasado representado por aquellos seres que en nuestra juventud conocimos, con los que intimamos, pero cuyo rastro se ha perdido y ahora solamente contamos con el arma imprecisa e insegura de la memoria para desvelar una vida, el tiempo subjetivo, “que se mide con relación a la memoria” con la certeza además de que lo que acabamos recordando no es siempre lo mismo que hemos presenciado.
   La novela de Barnes proyecta ante los ojos lectores un interrogante crucial: ¿en qué medida podemos acceder al corazón de una persona, partiendo de que todo es relativo y que la forma de ser tiene mucho más de proteico que de inmutable? ¿Cuándo empezamos de verdad a ser nosotros mismo? ¿Cómo seremos en el futuro teniendo en cuenta que la vida es más caos que cosmos? Julian Barnes no nos ofrece respuestas canónicas a estos interrogantes en esta novela breve perro que nada tiene de ligera como acertadamente ha señalado algún crítico.
   J. Barnes recordaba en otra de sus obras (Nada que temer) que vivimos  conforme al recuerdo y no a la verdad. En la presente entrega nos quiere hacer conscientes de que la vida es acumulativa, un continuo almacenaje de recuerdos que forman, como ya señalé, nuestro tiempo subjetivo, que se mide con relación a la falibilidad de la memoria. Por eso el narrador de El sentido de un final, que cuenta el presente basándose en los recuerdos, solamente es a medias fiable, porque la propia vida le encamina hacia un autoengaño que se acrecienta con el paso de los años.
   Julian  Barnes trenza una historia en dos grandes secuencias o en dos tiempos. El de ida y el de vuelta. Para ello inventa un narrador en primera persona que comienza diciéndonos que sus recuerdos no son fiables. Este narrador, un sesentón ya jubilado y en un cierto estado de paz, nos hace partícipes en la primera parte de la novela,  de los grandes rasgos y acontecimientos  de su vida. Nada excepcional: el trío de amigos en el colegio al que se añade un cuarto, Adrián, personaje a desvelar, penurias sexuales suplidas con pajas apocalípticas, relaciones pasajeras (“tal como se viene se va”), distanciamiento, matrimonio, paternidad, divorcio, soledad, una existencia ordinaria con algún logro y algunos desengaños.
   En la segunda parte Barnes aprieta las tuercas y enfrenta al lector con el camino de vuelta: Tony (el personaje de la voz narradora) recibe una pequeña y misteriosa herencia: una insignificante suma de dinero con dos documentos: uno de ellos, un diario, cuyo intento de recuperación hará revivir algunos acontecimientos del pasado, teñidos de incertidumbres y remordimientos. Será en este camino de vuelta en el que la vida no se presenta únicamente como una suma y una resta, sino también como una multiplicación de las pérdidas y de los fracasos y que frecuentemente no somos capaces de comprender. Es el sentido de un final, el obscuro corazón de una vida y de un relato que convierte a la novela en un cúmulo de incertidumbres y en la indagación de un misterio y que, al final, reexaminado a través de un escalofriante y postrer encuentro, dotará a la novela de una gran potencia reveladora y de destellos impensables.
   No obstante, no resulta fácil entrar en la esencia de este libro de gran calado que navega por las marejadas de la memoria y por la fiabilidad de los recuerdos con los que pretendemos explicarnos a nosotros mismo y que no siempre coinciden con la realidad. A pesar de las pistas que proporciona el escritor, en la novela hay lo que Barnes llama “misterios menores”: son los espacios en blanco del libro intuibles en las últimas páginas, rellenables por los lectores según su propia lectura y experiencias vitales. Todo ello es una prueba de lo esquiva que es la verdad, como consecuencia de las falibles aguas de la memoria. Muestra así mismo de que nuestra vida no es nada objetivo, sino la historia que nosotros mismo nos hemos formado de ella. Una versión, nuestra narración, que sin embargo no nos priva de la responsabilidad de nuestros actos en aquello que ha acontecido y en lo que hemos tenido algún tipo de participación.
   Así pues una novela perfectamente urdida que nos va atrapando poco a poco y que solamente en las páginas finales nos dará pistas para entender o dudar sobre el obscuro corazón de un gran relato.

Francisco Martínez Bouzas



Julian Barnes

Fragmentos

“Los que niegan el tiempo dicen: cuarenta no son nada, a los cincuenta estás en plenitud, los sesenta son los nuevos cuarenta y así sucesivamente. Sólo sé esto: que hay un tiempo objetivo, pero también uno sujetivo como el que llevas en la cara interior de la muñeca, al lado del pulso. Y este tiempo personal, que es el auténtico, se mide con relación  a la memoria”.

…..

“Llegas al final de la vida; no, no de la vida misma, sino de algo distinto: el final de cualquier posibilidad de cambio en esa vida. Se te consiente una larga pausa, el tiempo suficiente para hacerte la pregunta: ¿qué más hice mal? Pensé en una panda de críos en Trafalgar Square. Pensé en una mujer joven bailando, por una vez en su vida. Pensé en lo que no podía saber ni comprender ahora, pensé en todo lo que nunca podía saberse ni comprenderse. Pensé en la definición de la historia de Adrián. Pensé en su hijo apretando la cara contra una estantería de papel higiénico para evitarme. Pensé en una mujer que freía huevos de una forma despreocupada y chapucera, sin inquietarse cuando uno de ellos se rompió en la sartén; después en esta misma mujer, más tarde haciendo un gesto secreto y horizontal debajo de una glicina iluminada por el sol. Y pensé en una ola de agua que se encrespa, pasa de largo velozmente y se desvanece río arriba, perseguida por una banda de estudiantes gritando con antorchas cuyos rayos se entrecruzaban en la obscuridad.
Hay acumulación. Hay responsabilidad. Y, más allá de ellas, hay desasosiego. Un gran desasosiego”

(Julian Barnes, El sentido de un final, páginas, 154, 185-186)

jueves, 3 de enero de 2013

"LA JUNGLA", UN DOCUMENTO LITERARIO DE LA BARBARIE


La jungla
Upton Sinclair
Traducción de Antonio Samons
Capitán Swing Libros, Madrid, 2012, 540 páginas.

  


   La jungla fue publicada hace más de cien años, en 1905. Sin embargo la novela de Upton Sinclair ha transcendido las fronteras del tiempo. En primer lugar porque es una gran obra literaria, una obra maestra, y la buena literatura nunca muere. Transciende el momento en el que ha sido creada y permanece en la memoria de las generaciones. Y en segundo lugar porque los avatares históricos, y sobre todo la economía de mercado, nos obligan a regresar cada cierto tiempo -la época que vivimos es uno de esos tiempos- a situaciones similares a las que se describen en La jungla. El sistema económico imperante proyecta en efecto cíclicamente para los menos privilegiados de este mundo escenarios tan crudos y tan dantescos como los de La jungla. Los menos privilegiados de este mundo viven permanentemente en condiciones tan inhumanas como las que Upton Sinclair describe tras su visita a los mataderos de Chicago: en la permanente explotación del ser humano en aras del beneficio económico.
   La escritura de esta obra maestra se inició por encargo. En 1904 el editor del  periódico Apeal to Reason encargó a Upton Sinclar una obra sobre las malas prácticas de la industria cárnica en Chicago. Tras varias semanas de trabajo incógnito en los mataderos, Sinclar publicó por entregas La jungla que se convirtió de inmediato en un éxito de ventas, escandalizó al país y obligó al Presidente Roosvelt a plantear diversas iniciativas legislativas dirigidas a erradicar la adulteración de la carne, dejando, sin embargo intacto el conflicto social: las condiciones explotadoras del sistema capitalista. Un año más tarde apareció en forma de libro en una edición comercial censurada.
   Desde el punto de vista argumental, La jungla es la fábula del envilecimiento y de la desilusión del sueño americano, ligado al más feroz de los capitalismos y encarnado en una ciudad: Chicago, una ciudad circundada por innumerables plantas industriales y barriadas miserables. A este paradigma de la explotación y de la miseria llega Jurgis  Rudkus, un inmigrante lituano, ilusionado con la idea de construir un futuro y abandonar la indigencia de su país. U Sinclair sostiene la narración describiendo la vida de este emigrante, cuyo retrato se funde con su condición de proletario, ya que aparece como fuerza de trabajo, sometido por consiguiente a la lógica de la explotación capitalista que el novelista describe de forma minuciosa: la fragilidad del trabajo, el engaño de los seguros, las trampas financieras a los que estos trabajadores son empujados para comprar una casa o atender a su subsistencia, la brutalidad del trabajo en los mataderos. Todo ello convertido en documento literario para que la fuerza de la ficción hiciera llegar la denuncia al gran público. Fue  sin duda la artimaña de la que se sirvió Upton Sinclair: injertó en el campo literario un discurso sobre la justicia social.
   Sinclair, en efecto, saca a la luz del día lo que el sueño americano y las políticas liberales han construido: convertir las libertades en libre comercio, darle razón al Manifiesto comunita: “establecer una explotación abierta, descarada, directa, brutal”
   Sinclar denuncia sin paliativos las penalidades de la familia del protagonista. Sus vivencias nos retrotraen  a las condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores de la época y  a las malas prácticas de una industria corrupta: carnes en malas condiciones, sufrimiento de los animales en el inicio de los modernos métodos de producción cárnica.
   Es plausible el grado de oportunidad con que la editora Capitán Swing Libros edita esta novela, porque la vigencia de La jungla en nuestra época produce escalofríos: la misma explotación laboral, trabajos miserables, huelgas, manifestaciones, disturbios callejeros, cargas policiales, inmigración y emigración, paro, prostitución, imposibilidad de llegar a fin de mes, especulación inmobiliaria. Abuso de los de arriba sobre los de abajo. Leyendo la novela asistimos sin respirar a la desgracia de Jurgis y su familia de inmigrantes, sumidos en estas condiciones. Y todo ello entre montañas de carne tratadas sin higiene. Nada de ello desafortunadamente es una pesadilla. La lectura de la novela hace surgir inquietantes sospechas en nuestra mente sobre la sociedad actual. ¿No estamos acaso regresando hacia ese universo sucio, violento y desesperanzado en aras de intereses económicos y financieros de la misma economía de mercado que, a la vez que nos asegura la felicidad eterna, no cesa de envilecernos cada día un poco más, al asegurar la preeminencia de los beneficios del capital sobre las condiciones de los trabajadores o sobre cualquier otra consideración humana?

Francisco Martínez Bouzas



Upton Sinclair

Fragmentos

“Era una nave larga y angosta, con una galería a lo largo, destinada a los visitantes. En el extremo correspondiente a la entrada había una gran rueda de acerodte más de veinte pies de circunferencia, con anillos de trecho en trecho a lo largo de los bordes. A ambos lados de esta rueda había un espacio estrecho adonde iban llegando los cerdos al final de su recorrido; en medio se hallaba de pie un negro alto y fuerte, con el pecho y los brazos desnudos(…) Pero transcurridos uno o dos minutos, la rueda empezó a girar lentamente, y los hombres de uno y otro lado reanudaron su trabajo de un salto. Cada uno de ellos tenía a mano cadenas que aseguraban por un extremo una pata trasera del animal que tenían más cerca, y que enganchaban por el otro extremo a uno de los anillos de la rueda. Cuando ésta giraba, el animal era violentamente arrastrado y quedaba suspendido en el aire cabeza abajo.
Al mismo tiempo, un grito de angustia, un gruñido intenso y terrible, atronaba los oídos: los visitantes se estremecían de espanto; las mujeres palidecían y trataban de retroceder. Al primer grito del animal seguía otro, aún más angustioso, más fuerte y más continuado; porque, una vez en aquel camino, el cerdo no se detenía hasta su muerte”

…..

“Lo más amargo de todo era que Jurgis llegó a comprender y apreciar plenamente el significadote esto. Recién llegadote Packingtown, era un hombre fresco, robusto, y por ello encontró trabajo el primer día; pero ahora era un artículo usado -de desecho, por así decirlo- que nadie quería. Los patronos se habían aprovechado de él, lo habían destruido con sus ritmos de trabajo y su falta de consideración y ahora lo tiraban a la calle. Al trabar conocimientillo con otros muchos de los que como él, se hallaban en paro, Jurgis descubrió que habían pasado por las mismas circunstancias que había conocido él. Los empresarios los habían explotado, a todos…”

…..

“Enfrentados a tal estado de cosas, los conserveros se daban por satisfechos con poder sacrificar las reses que se habían lisiado durante el transporte y los cerdos que habían contraído enfermedades. En el tránsito hacía los mataderos que solía durar entre dos y tres días, no era extraño que, privados de agua y expuestos al calor, algunos cerdos muriesen víctimas del cólera. Esto no impedía que, tan pronto caía al suelo el animal apestado, y antes de que cesara de debatirse, ya que el cerdo es el animal más caníbal que existe, el resto se lanzaba a él, de modo que cuando, llegado a su destino, el vagón era abierto, de los animales enfermos no quedaba más que la osamenta. En tales casos no quedaba otro remedio que sacrificar inmediatamente el resto de la carga antes de que cundiese la infección y su carne se convirtiese en un reto inabordable incluso para los químicos de Packingtown.”

(Upton Sinclar, La jungla, páginas 58-59, 189, 402)