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jueves, 3 de enero de 2013

"LA JUNGLA", UN DOCUMENTO LITERARIO DE LA BARBARIE


La jungla
Upton Sinclair
Traducción de Antonio Samons
Capitán Swing Libros, Madrid, 2012, 540 páginas.

  


   La jungla fue publicada hace más de cien años, en 1905. Sin embargo la novela de Upton Sinclair ha transcendido las fronteras del tiempo. En primer lugar porque es una gran obra literaria, una obra maestra, y la buena literatura nunca muere. Transciende el momento en el que ha sido creada y permanece en la memoria de las generaciones. Y en segundo lugar porque los avatares históricos, y sobre todo la economía de mercado, nos obligan a regresar cada cierto tiempo -la época que vivimos es uno de esos tiempos- a situaciones similares a las que se describen en La jungla. El sistema económico imperante proyecta en efecto cíclicamente para los menos privilegiados de este mundo escenarios tan crudos y tan dantescos como los de La jungla. Los menos privilegiados de este mundo viven permanentemente en condiciones tan inhumanas como las que Upton Sinclair describe tras su visita a los mataderos de Chicago: en la permanente explotación del ser humano en aras del beneficio económico.
   La escritura de esta obra maestra se inició por encargo. En 1904 el editor del  periódico Apeal to Reason encargó a Upton Sinclar una obra sobre las malas prácticas de la industria cárnica en Chicago. Tras varias semanas de trabajo incógnito en los mataderos, Sinclar publicó por entregas La jungla que se convirtió de inmediato en un éxito de ventas, escandalizó al país y obligó al Presidente Roosvelt a plantear diversas iniciativas legislativas dirigidas a erradicar la adulteración de la carne, dejando, sin embargo intacto el conflicto social: las condiciones explotadoras del sistema capitalista. Un año más tarde apareció en forma de libro en una edición comercial censurada.
   Desde el punto de vista argumental, La jungla es la fábula del envilecimiento y de la desilusión del sueño americano, ligado al más feroz de los capitalismos y encarnado en una ciudad: Chicago, una ciudad circundada por innumerables plantas industriales y barriadas miserables. A este paradigma de la explotación y de la miseria llega Jurgis  Rudkus, un inmigrante lituano, ilusionado con la idea de construir un futuro y abandonar la indigencia de su país. U Sinclair sostiene la narración describiendo la vida de este emigrante, cuyo retrato se funde con su condición de proletario, ya que aparece como fuerza de trabajo, sometido por consiguiente a la lógica de la explotación capitalista que el novelista describe de forma minuciosa: la fragilidad del trabajo, el engaño de los seguros, las trampas financieras a los que estos trabajadores son empujados para comprar una casa o atender a su subsistencia, la brutalidad del trabajo en los mataderos. Todo ello convertido en documento literario para que la fuerza de la ficción hiciera llegar la denuncia al gran público. Fue  sin duda la artimaña de la que se sirvió Upton Sinclair: injertó en el campo literario un discurso sobre la justicia social.
   Sinclair, en efecto, saca a la luz del día lo que el sueño americano y las políticas liberales han construido: convertir las libertades en libre comercio, darle razón al Manifiesto comunita: “establecer una explotación abierta, descarada, directa, brutal”
   Sinclar denuncia sin paliativos las penalidades de la familia del protagonista. Sus vivencias nos retrotraen  a las condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores de la época y  a las malas prácticas de una industria corrupta: carnes en malas condiciones, sufrimiento de los animales en el inicio de los modernos métodos de producción cárnica.
   Es plausible el grado de oportunidad con que la editora Capitán Swing Libros edita esta novela, porque la vigencia de La jungla en nuestra época produce escalofríos: la misma explotación laboral, trabajos miserables, huelgas, manifestaciones, disturbios callejeros, cargas policiales, inmigración y emigración, paro, prostitución, imposibilidad de llegar a fin de mes, especulación inmobiliaria. Abuso de los de arriba sobre los de abajo. Leyendo la novela asistimos sin respirar a la desgracia de Jurgis y su familia de inmigrantes, sumidos en estas condiciones. Y todo ello entre montañas de carne tratadas sin higiene. Nada de ello desafortunadamente es una pesadilla. La lectura de la novela hace surgir inquietantes sospechas en nuestra mente sobre la sociedad actual. ¿No estamos acaso regresando hacia ese universo sucio, violento y desesperanzado en aras de intereses económicos y financieros de la misma economía de mercado que, a la vez que nos asegura la felicidad eterna, no cesa de envilecernos cada día un poco más, al asegurar la preeminencia de los beneficios del capital sobre las condiciones de los trabajadores o sobre cualquier otra consideración humana?

Francisco Martínez Bouzas



Upton Sinclair

Fragmentos

“Era una nave larga y angosta, con una galería a lo largo, destinada a los visitantes. En el extremo correspondiente a la entrada había una gran rueda de acerodte más de veinte pies de circunferencia, con anillos de trecho en trecho a lo largo de los bordes. A ambos lados de esta rueda había un espacio estrecho adonde iban llegando los cerdos al final de su recorrido; en medio se hallaba de pie un negro alto y fuerte, con el pecho y los brazos desnudos(…) Pero transcurridos uno o dos minutos, la rueda empezó a girar lentamente, y los hombres de uno y otro lado reanudaron su trabajo de un salto. Cada uno de ellos tenía a mano cadenas que aseguraban por un extremo una pata trasera del animal que tenían más cerca, y que enganchaban por el otro extremo a uno de los anillos de la rueda. Cuando ésta giraba, el animal era violentamente arrastrado y quedaba suspendido en el aire cabeza abajo.
Al mismo tiempo, un grito de angustia, un gruñido intenso y terrible, atronaba los oídos: los visitantes se estremecían de espanto; las mujeres palidecían y trataban de retroceder. Al primer grito del animal seguía otro, aún más angustioso, más fuerte y más continuado; porque, una vez en aquel camino, el cerdo no se detenía hasta su muerte”

…..

“Lo más amargo de todo era que Jurgis llegó a comprender y apreciar plenamente el significadote esto. Recién llegadote Packingtown, era un hombre fresco, robusto, y por ello encontró trabajo el primer día; pero ahora era un artículo usado -de desecho, por así decirlo- que nadie quería. Los patronos se habían aprovechado de él, lo habían destruido con sus ritmos de trabajo y su falta de consideración y ahora lo tiraban a la calle. Al trabar conocimientillo con otros muchos de los que como él, se hallaban en paro, Jurgis descubrió que habían pasado por las mismas circunstancias que había conocido él. Los empresarios los habían explotado, a todos…”

…..

“Enfrentados a tal estado de cosas, los conserveros se daban por satisfechos con poder sacrificar las reses que se habían lisiado durante el transporte y los cerdos que habían contraído enfermedades. En el tránsito hacía los mataderos que solía durar entre dos y tres días, no era extraño que, privados de agua y expuestos al calor, algunos cerdos muriesen víctimas del cólera. Esto no impedía que, tan pronto caía al suelo el animal apestado, y antes de que cesara de debatirse, ya que el cerdo es el animal más caníbal que existe, el resto se lanzaba a él, de modo que cuando, llegado a su destino, el vagón era abierto, de los animales enfermos no quedaba más que la osamenta. En tales casos no quedaba otro remedio que sacrificar inmediatamente el resto de la carga antes de que cundiese la infección y su carne se convirtiese en un reto inabordable incluso para los químicos de Packingtown.”

(Upton Sinclar, La jungla, páginas 58-59, 189, 402)

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