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lunes, 14 de enero de 2013

CLAUDIO MAGRIS, LA LOCURA ENTRÓ A FORMAR PARTE DE NUESTRA LENGUA


La exposición
Claudio Magris
Tradución de Juan Octavio Prenz
Editorial Anagrama, Barcelona, 93 páginas
(LIBROS DE FONDO)


   “Como Ulises, intenta no ser nadie para salvar de las garras del poder algo propio, tu vida. Intranscendente, escondida, marginal, pero tuya”. Así se expresaba en una entrevista radiofónica de la RAI en el año 1986 Claudio Magris, el escritor e intelectual italiano ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2004. El jurado se lo otorgó considerando que Magris encarna en su escritura la mejor tradición humanista y representa la imagen plural de la literatura europea a comienzos del siglo XXI. Esta imagen plural aparece reflejada en la obra de Magris sobre todo por la ruptura de géneros. En palabras de su editor español, la obra de Claudio Magris es un ejemplo irrepetible de los géneros híbridos, de la prevalencia de la así llamada “non fiction” sobre la ficción o narrativa tradicional. Magris es sobre todo un sabio desencantado, escritor, viajero, ensayista y especialmente, pensador. Muestras paradigmáticas de este beber de todos los géneros, de la escritura transgenérica, fruto de una utópica vitalidad que convive con una sabiduría desencantada que explora en cada uno de sus textos todos los espacios (el poético, el espiritual, el geográfico), pueden ser sus libros El Danubio, Microcosmos o La exposición una de sus últimas obras publicadas en España. Otro intelectual italiano, viejo opositor antifascista, Franco Tagliafierro considera que Magris en la Italia (pre y post) berlusconiana en la que ya se superaron todos los límites de la decencia, es uno de los pocos intelectuales que aún resisten. La conciencia crítica de nuestro tiempo.
   Es el mismo escritor triestino el que realiza un perfecto encuadre de su libro,  a la vez cuento, pieza teatral o libreto de ópera, erguido con una escritura que  de lo improvisto, de las sombras, hace surgir el destino minúsculo del ser humano. Hay una escritura que nos ofrece una visión global del mundo, una escritura hecha con lenguaje elaborado que  surge de la luz del día. Y a su lado, de vez en cuando, aparece otra que viene del imprevisto, de las sombras. Es la escritura nocturna, en palabras de Ernesto Sábato, formada por cosas que no nos pertenecen o son nuestro anverso, como el negativo de una fotografía. A ese género de escritura pertenece La exposición. Un libro difícil por consiguiente, doloroso y violento.
   El título de esta pieza singular hace referencia a la exposición de cuadros de Vito Timmel, un pintor triestino, discípulo e Klimt. Pero lo que verdaderamente le importa al escritor no es la pintura sino la existencia rota del artista que, a pesar de estar atrapado por un inmenso olvido, provocado por el alcohol y la enfermedad mental, jamás dejó de luchar, de ningún modo se permitió la libertad del pobre hombre esquizofrénico.
   La destrucción anárquica de este “viajero del manicomio” está reconstruida por Magris como en un gran espejo a través de las palabras de los amigos, de los enfermeros, del director del centro psiquiátrico. También, de su propio testimonio. Es un recordar colectivo que se convierte en masa coral, honesta y opaca, de la que  nos podemos fiar ya que no existe ningún antifaz tras el que se oculte o disimule..
   En esta gran metáfora de un destino que es La exposición, Magris hace salir a escena al protagonista una vez concluido su funeral para simbolizar el sentido del pasado que existe solamente como presente en cuanto permanece en la memoria de los vivos. La exposición es pues la autobiografía en negativo de un personaje, símbolo de aquellas vidas que se ahogan en su propia negación, existencias rotas dramáticamente, pero capaces de iluminar los significados y las dimensiones más frágiles y obscuras del alma humana. La del pintor triestino es una existencia destruida y, no obstante, llega a nosotros a través de una lengua cristalina, incluso cuando se nos muestra articulada de una forma experimental.
   Otras veces lo que le importa a Magris es crear una atmósfera onírica y entonces echa mano de una verdadera polifonía lingüística, en la que se enfrentan entre si diferentes registros expresivos, los giros populares y los eruditos. Y también textos de Baudelaire. Una verdadera babel que subraya la fragmentariedad y provisionalidad de toda certeza. Así pues, un texto muy breve, pero sumamente paradójico, sin representación, que testimonia que la locura entro a formar parte de nuestra lengua, se convirtió en nuestra piel y ya no la podemos considerar como algo alejado de nosotros mismo. Una experiencia límite, iniciática o sagrada.

Francisco Martínez Bouzas


Claudio Magris


Fragmento

“Director
Arte y locura, desviación y su sublimación…, para el psiquiatra carcelario de otro tiempo las visiones. las pesadillas, la denuncia de Timmel son «infantilismo», la rebelión social sofocada en un delirio privado…dirigido cuanto más a la piedad individual de un amigo, un mensaje dirigido a la sociedad y desviado a un único destinatario. Timmel sobrevivió al fascismo, pero el fascismo le ha sobrevivido a él, el fascismo de la Institución Psiquiátrica, el universo de la exclusión construido sobre algo que no existe, la inexistente enfermedad mental…, y cuando nosotros, más tarde, demasiado tarde para él, para todo, porque todavía es pronto y la antipsiquiatría no existe aún, aunque hayamos cerrado los manicomios, es decir los hemos abierto…(comienza a agitarse, a mover los brazos y confundirse) los psiquiatras son locos furiosos porque afirman la existencia de algo que no existe, mientras que nosotros sabemos que nuestra ciencia no existe, que somos especialistas de la nada, estudiosos de lo inexistente…”

(Cladio Magris, La exposición, páginas 86-87)

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