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viernes, 10 de agosto de 2018

DICOTOMÍA EN LA HISTORIA ALTERNATIVA DE MARK TWAIN



Un yanqui en la corte del rey Arturo
Mark Twain
Traducción de Juan Fernando Merino Peláez
Alianza Editorial, Madrid, 520 páginas
(Libros de siempre)


    

   Reconocido universalmente como fundador de la novela autóctona norteamericana, sobre todo a través de esas dos obras maestras que son Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Hucleberry Finn, Samuel Langhorne Clemens (1835-1910), más conocido por el pseudónimo Mark Twain, adoptado en recuerdos de sus años como piloto fluvial (“marca dos” al echar la sonda), no pretendió otra cosa que ser un escritor modesto, sin ninguna aspiración de alta cultura. Sin embargo, hoy en día está considerado como unos de los grandes clásicos universales que nos ofrece la literatura norteamericana de todos los tiempos. De una de sus obras, Las aventuras de Hucleberry Finn, reconoce el mismo Hemingway que surge toda la literatura norteamericana moderna.
   Escritor de talante progresista, en sus obras que él nunca pensó que pudiese alcanzar el rango de verdadera literatura, se percibe un carácter popular, humorista, a veces corrosivo, si bien las críticas más acerbas y duras fueron arrancadas de sus escritos por su esposa. Como telón de fondo de su obra es preciso tener en cuenta la gran expansión y popularidad de la narrativa norteamericana que posiblemente alcanzó su edad de oro en el siglo XIX. Literatura en general puritana, y que sin embargo tiene en Mark Twain un perfecto contrapunto, puesto que se convirtió en un crítico radical del estilo y maneras de vivir norteamericanas, y sobre todo de la ideología que la alimentaba. Además de sus obras más conocidas -las ya mencionadas-, escribió otros libros que alcanzaron la fama. Uno de ellos es A Connecticut yankee in King Arthur’s court (1889), traducido y editado multitud de veces a los idiomas más importantes.
   En esta obra, así como en Personal recollection of Joan of Arc (1896), Mark Twain emplea el recurso del desplazamiento temporal hacia el pasado de la historia para obtener un resultado ciertamente humorístico. Un yanqui en la corte del rey Arturo está escrita con la intención de influir en las ideas religiosas y políticas, así como en los conocimientos tecnológicos del siglo XIX, a través de una ficción satírica de caballeros que se desenvuelven en el reino de Camelot.
   La novela le presenta al lector el diario ficticio de un joven norteamericano, Hank Morgan, especialista metalúrgico, que tras recibir un golpe en la cabeza, despierta trasportada hacia atrás en el tiempo, en el año 528, en los gloriosos días del Rey Arturo. Es capturado, llevado al castillo real y condenado a morir en la hoguera. Pero el americano se sirve de sus conocimientos para predecir un eclipse solar y librarse así de ser ejecutado. Sospechando que posee poderes mágicos, el Rey Arturo lo nombre ministro a perpetuidad. Con la ayuda de Clarence moderniza el reino, con los ojos puestos, no en el altruismo, sino en el negocio, como él mismo confiesa. Una empresa que no le resulta fácil  debido a la aciaga influencia de las instituciones: la iglesia y la monarquía especialmente, enemigas del progreso tecnológico y de todo aquello que suene a modernidad.
   
                                          
Mark Twain

 Una novela concebida originariamente como una sátira, si bien sus dardos cambian de destino a lo largo de la obra: comienza satirizando los tópicos románticos y los males de la Edad Media (superstición, tiranía, obscurantismo, el poder de la nobleza y de la Iglesia Católica, la monarquía absolutista), contrastándolos con los valores del progreso, de la democracia y de la tecnología, pero en una suerte de giro apocalíptico, Mark Twain, en la segunda parte de la novela, termina poniendo en cuestión la superioridad del progreso moderno y la industrialización que cavan su propia tumba porque nadie es capaz de controlar sus bases. De ahí que al final Merlín acabe con Hank Morgan. El mito de la superstición y la ignorancia se hacen con el triunfo y se sobreponen al espíritu científico.
   Así pues, un viaje en el tiempo hacia el pasado con una clara lección: la tecnología es capaz de lograr conquistas sorprendentes en múltiples campos, pero al final no es capaz de transformar la mentalidad de la gente para que se aleje de la superstición y las personas piensen críticamente por sí mismas.

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