Diego Ameixeiras
Ediciones Akal, Madrid 2018, 132 páginas
Sus once
novelas de la serie negra o detectivesca han impulsado a más de un periodista a
considerar a Diego Ameixeiras (Lousanne, Suiza, 1976) como la gran esperanza
blanca de la novela negra. Ha publicado varias novelas negras ambientadas en
Ourense, Baixo mínimos (2004), O cidadán do mes (2006), ambas
protagonizadas por el detective Horacio Dopico. Narrador, autor teatral y coguionista de varias series
televisivas, Diego Ameixeiras escribe fundamentalmente en gallego, pero algunas
de sus obras, Dime algo sucio, se
hallan traducidas al español. La crueldad
de abril, su última obra, vio la luz simultáneamente en español y en
gallego.
Si Baixo mínimos supuso la presentación
literaria de Diego Ameixeiras para los lectores gallegos, así como la del
detective Horacio Dopico -hay otro investigador, Alberte Cudeiro que indaga en
su novela Asasinato no Consello Nacional
(2010)-, La crueldad de abril retrata y profundiza en el tema del mal, un
subgénero relacionado con la novela negra, aunque bajo otra perspectiva
escritural: el mal gravitando en todos los tejidos de la sociedad. Esa
tenebrosidad que forma parte de la
realidad actual, que genera múltiples historias sobre la marginalidad y sobre
la doblez que los seres humanos solemos llevar dentro. Así pues, una novela
sobre la crueldad, como ya nos advierte el título del libro; y que supera
sobradamente la literatura detectivesca o de resolución de enigmas.
La
novela, estructurada en tres partes (El amor, La venganza, El odio), se inicia
con la presentación de los sin techo y con una breve referencia a sus
existencias pasadas: Elvira, Fara, El Cata, El Negro. Seres cuyo mundo es un
bosque perdido entre las tinieblas, asombrados por el peso de sus nostalgias,
que llegan a pensar que son una anomalía de la sociedad, paseadores de
tristezas y con un cartón de vino como único consuelo. Es destacable de forma
muy especial el retrato del personaje femenino, la mujer de veinte años a la
que el deseo de morir le viene de lejos. Todos ellos duermen o amparan su
desconsuelo en el Casino, una casa abandonada. Pero de pronto y de forma
inesperada, las llamas arrasan con la casa; llamas “prendidas” por la codicia
predadora. Dos cadáveres calcinados, el de una mujer y el de un hombre.
Un salto
en el tiempo de varios años, y un hermano de Elvira decide investigar las
causas y la naturaleza de aquel incendio de la casa abandonada ya que las
pistas e indicios que halla parecen no concordar con la versión oficial. Y tras
esa investigación, el lector descubre la venganza, quién era el hombre
invisible de los tres que apalearon a los que se refugiaban en el Casino y
provocaron que el caserón fuera consumido por las llamas: por qué lo hicieron,
por qué organizaron la cacería de los sin techo, cuya muerte no había conmovido
a nadie y había caído en el olvido.
A pesar
de que Diego Ameixeiras no abandona inclinaciones detectivescas -en esta
novela, no obstante no se trata de un detective profesional-, el enfoque y el
punto de vista son otros. Si algo pretende el escritor es fotografiar lo que
somos, el mal, la perversidad humana, poner al día la cruel demencia de la
naturaleza humana; el principio y el horizonte de la demencia furiosa de
nuestra especie, le irrupción del desorden, la ubris, el desenfreno criminal y depredador que en cada momento del
devenir histórico sabe adaptarse a sus circunstancias. De forma desmesurada en
las sociedades contemporáneas.
Y de
forma paralela, un recorrido por las sendas de las vidas heridas, estragadas,
derrengadas: las del mundo marginal y las de aquellos y aquellas que lo habitan,
hartos y cansados de vivir. He aquí pues
la razón de que esta novela breve entre, con toda justicia, en la nómina, no de la novela-enigma, sino en
la de la novela negra que tiene como principal objetivo el retrato crítico de
la sociedad
La
modalidad narrativa que emplea Diego Ameixeiras se sustenta en capítulos cortos
que aceleran el ritmo de la narración, en la voluntad de hacernos llegar una lengua
coloquial, urbana, repleta de fraseología y giros del habla corriente. Con saltos
en el tiempo que no supone, sin embargo, ningún obstáculo para la lectura, y espacios
vacíos para que el lector pueda construir
su propia versión de esta historia del mal y del amor aprisionado por el fuego.
Poesía de la crueldad, como se ha escrito, cruda poesía de la desesperanza, de la
indefensión y de incontables derrotas. Por todo ello, La crueldad de abril, no obstante su brevedad, es en mi opinión la mejor
pieza narrativa que Diego Ameixeiras ha publicado hasta ahora.
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