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lunes, 1 de mayo de 2017

DARIO FO ALZA A LOS CAÍDOS DE LA HISTORIA



Hay un rey loco en Dinamarca
Dario Fo
Traducción de Carlos Gumpert
Ediciones Siruela, Madrid, 2016, 182 páginas.

   El pasado 13 de octubre nos sorprendió con dos noticias inesperadas: la concesión del Premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan y el fallecimiento de Dario Fo, igualmente Premio Nobel de Literatura en 1997. Dario Fo emuló, según el dictamen de la Academia sueca, a los bufones medievales y defendió la dignidad de los oprimidos. Dario Fo fue, sobre todo, un hombre de teatro: autor de piezas tan destacadas como Misterio bufo y otras comedias, Muerte accidental de un anarquista o Aquí no pasa nada. Dirigió y representó así mismo como actor de escena múltiples obras teatrales en colaboración con su esposa, la actriz Franca Rame (fallecida en 2013). No obstante, en los últimos años, Dario Fo extendió su actividad como escritor al género de la narrativa con base histórica. En 2014 publicaba su primera novela, Lucrecia Borgia, la hija del Papa y en 2015 C’é un re pazzo en Danimarca que, en traducción de Carlos Gumpert, podemos degustar desde hace unos meses en español.
   La idea de esta pieza narrativa surgió como resultado de una investigación realizada por Jacopo, hijo del escritor, sobre los reyes daneses del siglo XVIII, analizando especialmente las crónicas, comentarios y especialmente los diarios que, desde el siglo XV, acostumbraban a escribir aquellos personajes -gente común o famosa- que tenían práctica en las letras. Basándose en esos documentos, Dario Fo reconstruye los sucesos, a la vez grotescos y trágicos que tuvieron lugar en Escandinavia desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del XIX, y cuyo principal protagonista fue  Cristián VII, rey de Dinamarca y Noruega, un monarca loco o perturbado al que Dario Fo rescata del olvido, tanto en sus vivencias existenciales como en la acción de gobierno de un rey visionario que aconsejado por Johann Friedrich Struensse, el médico ilustrado alemán que alcanzó el puesto de primer ministro y el de amante de la joven reina Carolina Matilde, y que promovió reformas de gran calado anticipándose a la Revolución francesa.
   Cristián VII asciende al trono con dieciséis años. Alterna periodos de gran lucidez con otros de absoluta perturbación mental. Contrae matrimonio con una princesa de dieciséis años, Carolina Matilde de Hannover, hermana del rey Jorge III de Inglaterra. Soporta a una madrasta terrible, la reina madre Juliana María, que conspira para derrocarlo y permitir así que ocupe el trono su hijo. Como en muchas de sus obras teatrales, Dario Fo recurre a la figura del loco o perturbado cuando sus dardos se dirigen contra la arrogancia del poder o pretende revelar verdades incómodas. En esta ocasión, Dario Fo las lanza a través de una historia de amor y de locura. Una historia poco conocida pero que el dramaturgo italiano recuperó documentalmente y pudo así reconstruir el puzle de acontecimientos dramáticos entretejidos de ideales políticos, pasiones amorosas y luchas por el poder.
   En no pocas ocasiones, la Historia da giros radicales debido a eventos impredecibles como la locura. En este caso, el motor de esos cambios fue la demencia de un rey, unida a las aspiraciones utópicas de un médico ilustrado y revolucionario y a la complicidad de la joven reina consorte. Las tres piezas claves de un triángulo amoroso hacen posible que en Dinamarca se instauren reformas revolucionarias, impensables en aquellos momentos en Europa, como la libertad de prensa y pensamiento, la abolición de la tortura y de la esclavitud, la promoción de la cultura y la instrucción, legislaciones para acabar con privilegios de la nobleza, eliminación de la corvea real, entre otras muchas.
   Es cierto que, en su deteriorado estado de salud  mental, el rey reconocía públicamente que no amaba a su joven esposa. Fue una prostituta, Støvlet-Catherine quien le adiestró en los juegos del sexo. En un golpe de estado organizado por la reina madre viuda y por la corte, Struensee fue acusado de ofender a la monarquía por haber mantenido una relación extramarital con la joven reina. Fue condenado a muerte por descuartizamiento. Cristián VII firmó la sentencia porque le convencieron de que el médico alemán tenía planes para asesinarlo. Carolina Matilde, por su parte, fue deportada al castillo de Celle, en las inmediaciones de Hannover. Jamás volvió a convivir con sus hijos. Se abolieron las reformas, pero años más tarde, Federico, el príncipe heredero, tras un golpe de palacio, fue nombrado regente. Eso impidió que muriese el sueño de la revolución ilustrada. Será Federico quien la lleve adelante al asumir el poder.
   Una atractiva novela histórica en la que Dario Fo alza, como ya había hecho con Lucrecia Borgia, a los caídos de la Historia. Estructurada como una pieza narrativa, Hay un rey loco en Dinamarca rompe con los cánones genéricos. En la novela intervienen distintos narradores y se alternan varios formatos: memorias, narraciones, cartas, reflexiones… Todo ello perfectamente amalgamado por una gran frescura estilística, adscribidle a la escritura irreverente y excesiva; y toques teatrales que, herencia de la condición de dramaturgo de Dario Fo.

Francisco Martínez Bouzas

                                                 
Dario Fo

Fragmentos

“Dio comienzo de inmediato mi interrogatorio al joven quien me respondió cohibido, lo que resulta del todo natural. Me confió que, dos años antes, mantuvo relaciones con una chica, concretamente una prima más joven que él. Una experiencia que acabó en un pequeño desastre: la chica no dejaba de reírse ante su flagrante inexperiencia. Con la ayuda de unos amigos mayores trabó conocimiento, esta vez de forma mucho más positiva, con una prostituta. «Era muy simpática» me contó, «y, sobre todo, de los más desinhibida. Hacía que me sintiera cómodo, me besaba por todas partes, pero en el ápice del juego que quedé bloqueado. De repente aquel coito me molestaba, o peor aún, experimenté una sensación de miedo, seguido de náuseas. No tengas miedo, me tranquilizó con dulzura la muchacha. Son cosas que pasan, sobre todo la primera vez. Estoy convencida de que si volvemos a vernos redescubrirás el placer que te exaltaba al principio». Pero no fue así: en la siguiente cita, en cuanto la afable prostituta comenzó a desnudarse, la detuve y le dejé el dinero en la mesa. Después me puse la chaqueta, me ajusté el sombrero y salí de la habitación con los zapatos en las manos, debido a la prisa que tenía por irme de allí.”

…..

“- Sí. Si supieras, padre, cómo me gusta ver las caras de los eruditos cuando me dirijo a ellos expresándome así. Es realmente un regalo magnífico. Mamá me quería mucho, y a ti también te quería, pero ¿por qué tú no la quieres?
-Esta es la pregunta más embarazosa que me han hecho en estos últimos años. Yo no siempre soy yo, he pasado mor momentos en los que la idea de estar en el mundo me pesaba como una roca y lo que más miedo me daba eran los sentimientos de cariño que veía a mi alrededor. Tú no has hecho nunca le menor alusión a él, pero hay otra persona de la que deberíamos hablar, me refiero precisamente a Struensse, que sé que me sustituye con sus atenciones en los años que vivió a tu lado. Era un hombre al que yo estimaba y que me ayudó a levantar un proyecto que por desgracia quedó sin efecto.
-Sí, ya sé de lo que estás hablando. Pocos días antes de que se lo llevaran me dio una especie de conferencia sobre la situación del reino. Yo era desasido pequeño para entenderlo, pero algunos trozos me han quedado en la memoria. Uno trataba de la libertad. En concreto me llamó la atención una frase: «Nos creemos un pueblo civilizado, pero la verdad es que estamos en la cola del grupo de los países avanzados». Fue eso lo que dijo, «avanzados». Siempre me he preguntado lo que significaba.
-Significa ser capaces de liberar a nuestro pueblo de su condición de sometidos, es decir, de súbditos.”

…..

“Recordemos con énfasis que estamos en 1784, es decir, cinco años antes del estallido de la Revolución francesa, la mayor conmoción social de la historia de la humanidad.
Sin embargo, fue el pequeño reino de Dinamarca, en general, poco atendido por la historia oficial, el que llevó a cabo este memorable cambio. En efecto, en 1788, el consejo de Estado aprobó la reforma agraria, con la que se abolía la servidumbre de la gleba para los agricultores por debajo de catorce años y por encima de treinta y seis. Habrá que esperar hasta 1800 para que desaparezca por completo. Pero, mientras tanto, gracias a los esfuerzos de Federico y de sus ministros, se afirmaba por vez primera el principio de que los campesinos eran ciudadanos libres que podían desplazarse adonde quisieran y no estaña ya indisolublemente vinculados a la tierra que trabajaban.”

(Dario Fo, Hay un rey loco en Dinamarca, páginas 77, 145-146, 173)

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