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sábado, 22 de abril de 2017

"CLAVÍCULA": DOLIENTE DE LAS ENFERMEDADES DEL CAPITALISMO SALVAJE



Clavícula
Marta Sanz
Editorial Anagrama, Barcelona, 2017, 201 páginas.

   “Narradora proteica, astuta novelista”, así definía, en el año 2014, Rafael Chirbes a Marta Sanz en el prólogo de La lección de anatomía, un viaje autobiográfico de la escritora, percibido, no obstante, como una pieza de ficción. Literatura del yo, un juego que la autora planteó como un artificio de realidad y fabulación. Si en aquel particular autorretrato la mujer Marta Sanz se desnudaba ante los lectores desde el día en el que su madre la parió hasta el momento presente, con una edad entonces de cuarenta años, en Clavícula Marta Sanz literaturiza de nuevo la existencia del personaje Marta Sanz, mas desde una perspectiva mucho más particular: los “inmensos desajustes” -palabras del subtítulo- que se traducen en múltiples dolores somáticos, psicológicos, psicosomáticos; los dolores provocados, sobre todo, por la sobreexplotación  con la que son castigadas las mujeres en las sociedades actuales con la coartada de la crisis, por el machismo y la larga sucesión de mentiras propias de las sociedades neocapitalistas y de otras que se ufanan de no serlo.
   Si algo define a Clavícula es el hecho de que es un libro donde impera el fragmentarismo. Múltiples materiales: anotaciones al estilo de un diario, reflexiones ensayísticas, un amplio registro de anécdotas, un relato de un viaje, correos electrónicos, alguna fotografía y un poema profundamente doloroso. Pero todo ello sustentado por una gran coherencia interna y una tonalidad que impacta al lector, especialmente por la sinceridad y crudeza en la manifestación de opiniones y sentimientos muy íntimos que tendemos a ocultar o a enmascarar.
   Una original propuesta literaria en la que Marta Sanz desarrolla un insólito nudo temático: la indagación y la crónica, al mismo tiempo vivencial y literaria, de un dolor corporal y otros padecimientos por parte de una mujer madura. Y cuyo punto de arranque es un dolor en la clavícula que ella misma sintió durante un vuelo transoceánico. Un dolor que se compacta dentro de su cuerpo como el mortero de las obras. La autora -lo repite cientos de veces- escribe sobre lo que le duele porque ella experimenta sus dolencias como algo real, tangible, pero la medicina oficial las interpreta como afecciones psicosomáticas. No le duele solamente su cuerpo, no solo la corroe la garrapata de su pecho que crece alimentada de la sangre de su ira. Es víctima ciertamente de un dolor físico y mental, pero sobre todo de la duda del significado y origen de ese dolor. Por eso mismo no tiene reparo en confesar que desearía tener una insuficiencia respiratoria, una estenosis de la válvula mitral. Lo que sea con tal de hallar el origen o una razón a su dolor porque quiere alejar la impresión que,  a veces ronda por su cabeza, de que es una enferma imaginaria.
   La autora se abre en canal. Es quizás lo más sorprendente de este libro. Desnuda todas sus intimidades: las relaciones con su marido, con sus padres, la forma de dormir y viajar…hasta las finanzas familiares: sus ingresos y gastos y, por supuesto, sus miedos al colapso económico de una proletaria de las letras. Y lo hace para representar a las víctimas del capitalismo avanzado, porque, como se ha dicho desde el siglo XIX, uno no puede olvidarse, cuando escribe, de las condiciones materiales. Esas condiciones son ciertamente uno de los grandes protagonistas de esta reflexión literaria sobre el dolor, en especial el de las mujeres, porque las secuelas del actual capitalismo avanzado son somatizadas con mayor intensidad por los cuerpos femeninos. La sobreexplotación de las mujeres que friegan los váteres con legía por trescientos euros al mes; la precariedad de los contratos de duración ridícula que disminuyen sin embargo las listas del paro; las injusticias cotidianas: las mujeres son las primeras en perder sus puestos de trabajo cuando las empresas dicen entrar en crisis. También las primeras en sufrir las brechas salariales.
   A Marta Sanz, obrera de las letras, cercana ya a los cincuenta, le duele ciertamente su cuerpo, pero también somatiza esa inmensa retahíla de injusticias de nuestros días. A nivel familiar le duele intensamente la forma mediante la que el capitalismo salvaje expulsa a Chema, su marido del mercado laboral, y posiblemente para siempre, porque ha cumplido cincuenta y seis años.
   Clavícula tematiza muchas otras cosas: los discursos de la medicina oficial tejidos desde patrones masculinos, dolencias y enfermedades femeninas apenas estudiadas porque las mujeres han carecidos de voz durante muchos años para la ciencia. Y cuando se diagnostican sus dolores, se los considera patologías misteriosas que se colocan en el límite de lo psiquiátrico y lo muscular. La menopausia como palabra vedada, impronunciable porque es un tótem y un tabú. Críticas contra el panóptico digital que nos roba la privacidad…
   Libro crudo, descarnado, intensamente sincero, que nos llega con altas dosis de humor y mucha ironía; crítica pero también autocrítica. Y escrito con una prosa natural y certera aunque con chispazos de gran plasticidad e incluso de lirismo.

Francisco Martínez Bouzas

                                                  
Marta Sanz, fotografía de José Ramón Ladra

Fragmentos

“Hoy he solicitado para mi marido un trabajo como actor de anuncios. Haría muy bien de abuelito dinámico, de señor que usa Grecian 2000 o que está estreñido. Aunque el estreñimiento es una dolencia de mujeres menopáusicas, apretadas, las que no pueden cagar en váteres extraños cuando se van de viaje y necesitan licuar su bolo fecal con un microenema que distiende por fin el rictus de la boca y también el de su ano sellado herméticamente. Nuestro culo es una caja fuerte. Sin embargo, los hombres plantan pinos como rascacielos de Manhattan y se comercializan para ellos eficaces productos contra la diarrea porque sus urgencias intestinales les impiden ligar o conseguir un puesto directivo. Coger un prometedor vuelo a Cuba. Hay que tener en cuenta la calidad y consistencia de la mierda para emitir buenos diagnósticos (…). En un anuncio  mi marido podría ser un médico que recomienda la ingesta de yogures. También haría muy bien el papel de hombre maduro que por las mañanas necesita tomar actimeles para salir a hacer el gilipollas bajo la lluvia sin correr el riesgo de resfriarse. Haría muy bien de padre de familia que come pizza. Espero que lo llamen.”

…..

“Lo que yo no sabía es que la menopausia no consiste exclusivamente en una mutación que te hace sentirte menos bella. Es algo más íntimo que es a la vez algo físico yo lo llamaría algo interior. El climaterio es un asunto interior y pornográfico. No es sólo una cuestión de imagen o de sequedad de piel, paulatina pobreza capilar, arañas vasculares en las mejillas, bolsas en los ojos, retículas de arrugas como el velo de un sombrerito chic. Sí, en todo me he fijado, y a ratos me importa. Empiezo a verme como un personaje prototípico de películas de terror: el cuerpo de una jugadora de balonmano y la cara descascarillada. Sin embargo, lo peor es que la menopausia provoca un estado de sensibilidad que te induce a creerte vulgar y, consecuentemente, a serlo.”

…..

“Tengo cuarenta y ocho años. No. En realidad tengo cuarenta y siete. Hace dos años que no tengo la menstruación. Soy una mujer de éxito llena de tristeza. Temo que se mueran mis padres. Mi marido está en el paro. Trabajo sin cesar. No quiero quedarme sola. He tenido mucha suerte. Me da pánico no disponer de tiempo suficiente para disfrutar de tanta felicidad y tantos privilegios.”

…..

“La fibromialgia parece tener su origen en esos trastornos del sueño que son, a la vez, uno de sus síntomas. En la presentación del libro de un amigo sociólogo descubro que la obligación de dormir ocho horas al día sin despertarse es un imperativo del capitalismo para reforzar el buen funcionamiento y la productividad de los trabajadores. El sociólogo afirma que nadie duerme ocho horas al día de un tirón y que convertir esa característica inherente al ser humano en un deficiencia, una patología, para medicalizarla es un subterfugio más de este mundo enrarecido que nosotros creemos normal. Por eso, explica el sociólogo, ejercemos la violencia con métodos conductistas para que los niños duerman. Duérmete, niño, duérmete YA. Que viene el coco y te comerá. Sin embargo, lo normal, lo natural, lo antropológicamente razonable es no dormir esas ocho horas comatosas porque, de haberlo hecho así a lo largo del largo tiempo de la Historia, habríamos  desaparecido como especie. Se nos habrían merendado depredadores con el ojo abierto y el colmillo largo.”

(Marta Sanz, Clavícula, páginas 22-23, 28-29, 112, 135-136)

2 comentarios:

  1. lo bueno de escribir y tener sentido del humor es lucirlo aún para los pasajes terribles... felicitaciones por la crítica que toca los puntos vitales de la alegre narración que no por ello desdibuja las lágrimas del género en muchas causas abiertas y no abiertas o cerradas de cuajo desde que la Mujer puede abrir la boca , aunque sea a los gritos a pronunciarse contra lo que ha generado dolores generacionales. Abrazos muy bueno Francisco Martínez Bouzas

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