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jueves, 25 de febrero de 2016

LA CERTEZA DE LA IGUALDAD DE LOS MUERTOS



Telón de boca

Juan Goytisolo

El Aleph Editores, Barcelona, 99 páginas

(Libros de fondo)



   La obra ficcional de Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) atraviesa toda la segunda mitad del siglo XX y prosigue en el actual. Aquellos inicios explosivos de la década de los cincuenta pusieron a disposición de los lectores cinco piezas narrativas (Juego de manos, Duelo en el paraíso y los volúmenes de la trilogía El mañana efímero). A comienzos de los sesenta, el escritor catalán, con residencia en Marrakech desde el fallecimiento de su esposa, publicó La isla  y Fin de fiesta, títulos que clausuran una etapa narrativa. Tras años de reflexión, reaparece el escritor fabulador y el intelectual rebelde contra el franquismo, aunque con cambios importantes en su concepción novelística. Si hasta entonces la escritura de Goytisolo pretendía, sobre todo, mostrar los aspectos externos de la realidad, a partir de esas fechas sus grandes temas convergirán  en la lucha contra los mitos más importantes de la sociedad española y en la transformación de la lengua literaria. Es la época de sus libros más conocidos y reconocidos: Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián o Makbara. Obras que significaron una peregrinación en la búsqueda de las propias raíces, en el sentido de la historia patria y en un proceso imparable de racionalización que lo conducirá a romper con sus orígenes literarios, con un pasado cultural y, por último, incluso con la propia lengua que se va transformando progresivamente en caracteres árabes en las últimas páginas de Juan sin tierra.

   Juan Goytisolo seguirá publicando. Nuevas novelas, estimulantes libros de memorias (Coto vedado, En los reinos de taifas) y una importante obra ensayística (El furgón de cola o Cógitus interruptus, entre otros muchos).

   Hasta que en febrero de 2003, el intelectual y uno de los pocos supervivientes del espíritu crítico, como lo calificó Günter Grass, se despidió definitivamente de la literatura de ficción, porque pensaba que, a lo largo de su vida, había “perpetrado demasiados libros”. Un adiós para centrarse en el ensayo, aunque cambiaría de opinión en 2008 con la publicación de El exiliado de aquí y de allá. Su despedida de la literatura  de ficción es una pequeña novela, un libro extremadamente conciso, en el que nada salva, y el título, Telón de boca, lo dice todo. La cortina que oculta el escenario cuando termina la representación, pone de manifiesto la voluntad del autor de poner silencio a su labor como escritor de ficción.

   Telón de boca es una breve obra de arte, escrita de forma primorosa, que rezuma intimismo y pesimismo en cada párrafo. El protagonista, alter ego del propio autor con el que se confunde, nos agasaja desde una ciudad “ocrerrosada” como Marrakech, con una amarga y desolada reflexión sobre la existencia que sabe que dejará pronto. Desde la frontera de la muerte, repasa su vida con gran clarividencia y a la vez con grandes dosis de pesimismo. Su hablar -un paréntesis entre la nada y la nada- se convierte en recuerdo y recuperación de la esposa fallecida, y en un reconocimiento del poder cruel de los vivos frente a la indefensión de los muertos.

   Una especie de demiurgo al que llama “El desalmado”, lo confirma en la percepción pesimista de la especie humana, la especie más nociva del universo, cuya historia es el reino de la mentira. Solamente somos poseedores de una única certeza: la igualdad de los muertos, pero esa igualdad no la veremos tras nuestro fallecimiento. En esta novela, en la que da la impresión de que el manto de la noche pende sobre nosotros, que también anochecemos sin darnos cuenta, un símbolo extraído  de Tolstói, un cardo amputado con flores ennegrecidas, se convierte en la gran metáfora del desvanecimiento de toda certeza y de la inevitabilidad  del destino al que estamos condenados los descendientes de la Caverna: desaparecer sin haber hallado el sentido de nuestra vida.



Francisco Martínez Bouzas


                                                      Fragmentos



“Su destino -el de ella, de él y todos los descendientes de la Caverna- sería el del cardo cuya imagen obsesionaba a Tolstói, el mismo cardo tenaz que él buscó en las montañas del Cáucaso. Iba en una chatarra de automóvil por el camino enfangado a Shatoi y pudo atisbar, cuesta abajo, los tanques y vehículos calcinados en una emboscada similar a la tendida a los soldados del zar siglo y medio antes. Verificó una vez más la necia reiteración de la historia, su crueldad obtusa. En el valle de Argún había una magnífica variedad de flores. A través del intérprete, preguntó por la planta a uno de los reclutas que les detenían a mendigar cigarrillos. No supo darles respuesta y, aunque siguió escrutando entre retén y retén, no divisó ninguna. El trayecto a las ruinas aún recientes del pueblo le  confirmó en su certeza de pertenecer a la especie más dañina del universo. El cardo amputado y sus flores ennegrecidas cobraban el valor de un símbolo. El carro ciego que las tronchó era el que segaba metódicamente sus vidas.”



…..



“Ella no había querido nunca maquillarse ni quitarse años. Deseaba vivir y expresarse en sus cuadernos mientras fuera posible: si el cuerpo aguantaba y su lucidez persistía. Cruzó a nado, como en las playas del solsticio bretón en las que se bañaba, los límites trazados por las boyas y fue absorbida por la vorágine. Ese marido «siempre ausente» que él era verificó con amargura su negligencia y falta de previsión. Desde entonces su universo zozobraba. Pronto sería su turno y llegaría al finisterre del acantilado. Soñaba con el digno final de Tolstói en su fuga quimérica al Cáucaso. Pero la caducidad carecía de fecha y el momento de la bifurcación de su existencia y la del universo mundo no podía ser previsto como en un guión de teatro. El telón de boca de las montañas seguía en manos del tramoyista.”



…..



“Se despertó y no le vio. Descubrió que no se había movido de la habitación y se asomó a mirar los naranjos del patio. Era noche prieta, la ciudad descansaba. Se arropó contra el frío  y subió a la terraza. El cielo desplegaba su magnificencia e invitaba a descifrar el álgebra y el silabario de las estrellas. La Plaza dormía también: ninguna voz ascendía de su espacio desierto. Divisó siluetas fugaces, trémulas en su desamparo. La  tiniebla cubría el perfil de la cordillera. La sentía no obstante recatada por ella, presta a revelar su blancura a la ceja del alba. Lo oculto detrás mantenía tenazmente el secreto. La cita sería para otro día: cuando se alzara el telón de boca y se enfrentara al vértigo del vacío. Estaba, estaba todavía entre los espectadores en la platea del teatro.”



(Juan Goytisolo, Telón de boca páginas 29-30, 68-69, 99)

lunes, 22 de febrero de 2016

VALOR, BARBARIE Y DERRUMBES EXISTENCIALES



Valor

Clara Usón

Seix Barral, Barcelona, 2015, 319 páginas



   Muy oportuna novela esta de Clara Usón; publicada en un momento en el que el valor absoluto no es la hombría, la inteligencia, la honradez, la dignidad o morir por los propios ideales, sino el dinero, el valor económico (“tanto ganas, tanto vales”, dice la autora). Oportuna así mismo porque recupera los años 30, en los que uno de los personajes de la novela, muestra su valor y su heroísmo, pero en los que, como ahora, existía la percepción de un fin de ciclo, una podredumbre y una crisis económica muy similares a las actuales Clara Usón (Barcelona, 1961) trae a colación esos años y nos sumerge en otros episodios de nuestros días con determinación y acierto, similares a los mostrados en La hija del Este (2012), que justifican que sea considerada como una de las escritoras con una trayectoria muy consolidada y a la vez prometedora.

   En un relato de ensamblaje difícil en el que se amalgaman tres historias -la última es la más independiente, aunque ya había hecho acto de presencia en la primera-, Clara Usón  es capaz de desplegar una gran tensión narrativa que mantiene al lector en vilo hasta la última línea. La escritora, en efecto, nos ofrece historias que se cruzan sin importar tiempos, personajes y espacios. Y un gran leitmotiv recurrente: el valor, que cada uno de los personajes entenderá a su manera y del que darán muestras dispares. La autora ensambla pues tres historias, dos de ellas con fundamentos históricos y la otra, fiel reflejo de la realidad de nuestros días. Y lo hace atando cabos y mezclando a propósito y sin solución de continuidad,  tiempos, personajes y acontecimientos, y fusionando relatos ficcionales con otros que son reflejo de muchas de las tensiones familiares de nuestros días.

   En la primera parte Clara Usón se la juega con tres personajes principales y varios secundarios. El capitán Fermín Galán, que, en Jaca, una pequeña ciudad de cavernícolas, prepara un levantamiento armado (“la cosa”) contra la corrupta monarquía de Alfonso XIII y su gobierno, para proclamar la República. Lo hará del brazo del pueblo pero consultará con políticos -entre ellos Casares Quiroga, a quien siempre pillan durmiendo las revueltas militares-, aunque sabe que con políticos nunca se pone en marcha una revolución, sino una larga cadena de reuniones: una reunión desemboca en la convocatoria de la siguiente. Fermín Galán es percibido y narrado desde la perspectiva del libro de texto de  Mar, una quinceañera de nuestros días, hija de Mati, directora de una sucursal de una caja de ahorros en el Levante español, obligada a colocar preferentes estafando incluso a su madre y autoestafándose a sí misma. La adolescente, medio abandonada a si misma, con dos vidas, dos cuentas de Twiter y muchos secretos, sueña con ser gogó. Y sobre todo, odia a su madre. Fermín Galán iniciará la revolución, anticipándose unos días a los dictados de Madrid. Una revolución contagiosa: bastaba con tener valor! Pero un levantamiento que será un espléndido fracaso bajo el hambre, la helada y el caos. Fermín Galán mostró su valor: murió como un héroe por sus ideas republicanas, comandando con arrogante serenidad el pelotón que lo fusilará, junto con el también capitán Ángel García Hernández.

   En la segunda parte, Clara Usón nos sorprende con la aterradora historia contada por un anciano sacerdote franciscano que, sin eufemismos, tiene el valor de recuperar a través de su memoria delirante los horrorosos acontecimientos de la Croacia de los ustachas, un estado independiente, títere nazi durante la Segunda Guerra Mundial, gobernada por el  Poglavnik (caudillo), Ante Paveliċ, amigo del papa Pío XII. Durante su gobierno, doscientos cincuenta mil cristianos ortodoxos serbios fueron obligados a convertirse al catolicismo. La alternativa era la tortura y la muerte. El franciscano -en su exilio español, padre Casimiro- habla en primera persona dialogando con una monja que se queja de la falta de vocaciones en España porque desgraciadamente ya no hay hambre. En la Croacia del Poglavnic también se persigue a los judíos, gitanos y homosexuales. Y el franciscano lo es. Para redimir su alma, emprende la Santa Cruzada en el campo de exterminio de Jasenovac, considerado el más cruel de todos los tiempos. Su apostolado y el de varios sacerdotes franciscanos, algunos nombrados comandantes o mandos del campo, consistió en rebautizar bebés serbios estrangulándolos o imponiendo atroces torturas, tal como las describe la autora : “Lo senté en un tronco. Le ordené, ‘grita: ¡Viva el Poglavnik! O te corto una oreja’, pero no dijo nada, y le arranqué la orjea. ‘Grita: ¡Viva Paveliċ!, o te corto la otra oreja’, y el serbio igual sin hablar. ‘Di: ¡Viva Paveliċ!, o te corto la nariz’. Como no me obedeció, le corté la otra oreja y la nariz. Una cortina de sangre le bajaba por el rostro; él callaba. Yo estaba fuera de mí: ‘¡Grita viva Paveliċ o te arranco el corazón!’, y entonces sí que habló, me miró con su serenidad insoportable y dijo: ‘Criatura, haz tu trabajo’. Le saqué los ojos, el corazón, le corté el pescuezo de oreja a oreja y lo tiré al pozo. Pero algo se rompió en mí y ya no pude matar más en toda la noche. Bazica me ganó la apuesta.” (páginas 232-233).

   Finalmente en la tercera parte, el relato recupera la historia de hoy: la historia de Mati, su derrumbe existencial obligada a ser víctima y victimaria del gran desfalco de las preferentes. Mati, acompañada en Valencia y Benidorm por un falso gigoló, igualmente comprado, el postrer capricho de una mujer madura, que sobre todo la escucha. Presta atención al largo relato de la historia de la hija quinceañera, parapléjica debido a un atropello del que ha sido víctima al escapar de un concurso de gogós, y que experimenta, en una terapia de regresión, una vida anterior en la que había sido el horrible cura croata que había cometido barbaridades en el campo de exterminio. También la escucha en el largo relato de su trauma por el desfalco de las preferentes. Un final abrupto en un acantilado de Benidorm produce la impresión de que la autora extiende un manto de compasión hacia Mati y hacia todos los derrotados en fracasos existenciales.

   Una novela sumamente ambiciosa, y por lo mismo arriesgada, sobre las arduas dificultades de asumir riesgos, de demostrar coraje, intrepidez para ser fieles a lo que cada cual puede considerar el valor supremo: la revolución, el fanatismo religioso, el dinero… Y ante esas historias, las decisiones y actos humanos consecuentes son un espejo que reflejan con fidelidad nuestra condición humana, todos sus matices, recovecos y contradicciones.

   Clara Usón hilvana con destreza unas escenas con otras; los acontecimientos de la actualidad con los de los años 30 de Fermín Galán y su levantamiento revolucionario. La historia de cada personaje aparece narrada junto a subhistorias colaterales o que suceden en épocas posteriores, en una concepción griega del avance de la historia en círculos que se repiten constantemente. Y sin romper el ritmo del relato, debido en gran parte a la excelente narratividad con la que la autora cuenta y describe, combinando estilos y acudiendo a  veces a recursos como el humor o lo grotesco de la barbarie para hacer más visible el horror.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Clara Usón

Fragmentos



“Al disponerse a firmar la notificación del fallo ante el tribunal, dice Galán a sus jueces:
-Ésta es la firma que con más gusto estampo porque, convencido de que la República es el régimen que más conviene a España, espero que mi sacrificio no será estéril. -Y añade, con desafío-: Ya estáis viendo cómo cuando un hombre es hombre y sirve a una idea, firma su sentencia tranquilo y sereno.
El presidente tiene una curiosidad, pregunta al condenado:
-¿Tenía usted cómplices?
-¡Sí! Vosotros, cobardes, que habéis sido traidores!”



…..



“Hasta ahora Dios ha hablado a través de las encíclicas papales…¿Y? Se taparon los oídos…Ahora Dios ha decidido usar otros métodos. Organizará misiones. Misiones europeas. Misiones mundiales. Y las dirigirán no los sacerdotes sino los comandantes del ejército, comandados por Hitler. Los sermones serán atendidos con ayuda de los cañones, las ametralladoras, los tanques, los bombarderos…El lenguaje de estos sermones será internacional, me escribió el arzobispo Šariċ. ¡Debemos emplear métodos revolucionarios al servicio de la verdad! Es indigno de los discípulos de Cristo pensar que esta lucha se librará con los guantes puestos. Hemos lanzado una nueva cruzada. Usted bien sabe que los cruzados de Cristo gozan de indulgencia plenaria, ¿a qué vienen sus críticas, padre?”



…..



Muy  a mi pesar, padre, por órdenes expresas de Ljubo Miloš y de Maks Luburiċ, anoche hube de desplazarme a Gradina y supervisar personalmente unas ejecuciones -empezó a decir con voz compungida-. Obligué a los prisioneros a cavar una fosa y luego los matamos con los mazos, todavía me duelen las manos, los echamos dentro del hoyo, a los muertos y también  a los vivos, porque nos cansamos de darles mazazos y yo les mandé a los gitanos que lo cubrieran todo con tierra y con piedras y los enterramos bien enterrados. A otros los matamos a balazos, con cuidado, porque las balas son caras, y a algunos los degollamos. A las mujeres, antes de matarlas las violamos, me contó el muy bruto (el penitente, padre Filipoviċ)  y yo no sabía que decirle y él me miraba con sus ojitos grises, como diciendo a ver cómo te apañas, y yo le mandé rezar dos padrenuestros y tres avemarías, Ego te absolvo, Dominus tecum fili mihi, y cuando se levantó para irse después de que le hiciera la señal de la cruz pensé me he pasado con la penitencia, tenía que haberle dicho sólo un padrenuestro y un avemaría y estuve a punto de correr detrás de él pero me acordé de mi dignidad sacerdotal y de todos modos tampoco me iba a hacer ni puto caso, ¿no?”



…..



“¿Por qué es conocido Egipto? ¡Por las pirámides! ¡A qué van los turistas a Egipto? A ver las pirámides, y dentro de quinientos o mil años, las generaciones futuras sabrán que una vez existió una ciudad llamada Valencia por las ruinas de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. ¿Qué no se había construido bien y necesitaba reparaciones? Puede. ¿Qué los políticos habían cobrado comisiones? También. «Pero es que España es así -dijo Mati-, siempre ha sido así y siempre será así. Era así antes de Franco, cuando Franco y después de Franco, las mismas familias que mandaban en Valencia y en Castellón y en Alicante en tiempos de Alfonso XIII, siguen mandando, llevamos el caciquismo en la sangre, es algo, para que me entiendas, idiosincrático» (no la entendió, por descontado). Y si no fuera por las comisiones y las mordidas, no se haría una carretera ni un aeropuerto en España, los políticos y los gobernantes, en general, eran unos vagos, necesitaban un estímulo, un aliciente, para mover el culo.”



(Clara Usón, Valor páginas 118-119, 219, 228, 268-269)

miércoles, 17 de febrero de 2016

ESPIRALES DE LUZ Y DE MAGIA



 

Las esquinas de la luz

Rosy Paláu
Portada:La brevedad azul del sueño (Fragmento) de Miguel Ángel Ojeda

Instituto Sinaloense de Cultura, Culiacán, 2015, 59 páginas



   Desde Culiacán (Sinaloa, México) y tras un periplo que superó la duración de las navegaciones colombinas, la “eficaz” colaboración de Correos de México y Correos de España deposita en mis manos el último libro de Rosy Paláu, el poemario Las esquinas de la luz. Si la escritora mexicana me había fascinado con anterioridad con su colectánea de relatos, las fantásticas imposturas de La Casa del Arrayán (2005), lo vuelve a hacer ahora, a la vez que me hace pensar con las secretas substancias de estos veintiocho poemas de Las esquinas de la luz. Porque la poesía, cuando es digna de ese nombre, es a la vez un lugar de emociones y un lugar de pensamiento. Como escribió el pensador francés Alain Badiou, el lugar del lenguaje donde se ejerce una proposición sobre el ser y sobre el tiempo. Con un fructífero uso de la rima, una de las fuerzas primordiales de la poesía, y de moldes métricos tradicionales, cuando los considera oportunos, y de otros que no lo son tanto, mas sin sentirse constreñida nunca para decir lo que quiere, Rosy Paláu prosigue en este libro el cultivo de la palabra poética que inició en 1990, e imanta con delicadeza el lenguaje entre si, y a nosotros los lectores nos introduce en lugares insospechados del ser, de la realidad y de nosotros mismos.

   Sin renunciar pues a la forma -esencial para el verdadero poema, incluso en el verso libre-, Rosy Paláu nos entrega este poemario “hecho con palabras que buscan alcanzar aquello que sin la poesía no podríamos decir”, como ella misma define su libro en la entrañable dedicatoria que lo acompaña.

   No defraudan los poemas de Rosy Paláu a los amantes de esa gran verdad del mundo que es la poesía. Con un ritmo interior pausado, huyendo del lirismo explosivo o volcánico, la palabra poética de Rosy Paláu nos transmite su imaginario, una operación de verdad que se anticipa y responde a miles de preguntas que se albergan y emergen en cada uno de nosotros, y nos incitan a meditar, entre otros muchos conceptos e interrogantes, sobre el paso del tiempo (“el tiempo del tiempo”), en la suma de ese cero que es la muerte y su rotundidad, imposibles de detener, en un poema, “Décimas a la muerte” que firmaría el mismo Jorge Manrique, si bien superando la tonalidad elegíaca del poeta prerrenacentista. En las soledades del alma; la definitiva ausencia de ese ser que ya no podremos esperar; las infinitas esquinas de la luz frente a la oscuridad de la nada; o la noche y su incesante segundero.  Hasta el silencio halla en este poemario su espiral de palabras mágicas que, con precisas y evocadoras imágenes y privilegios fonocéntricos, nos incitan a penetrar en los insondables territorios del ser, de las cosas, del yo con sus arduas o gozosas circunstancias. Pero es sobre todo esa luz, tan reiterada en sus múltiples formas y reflejos, la más celebrada en este microtexto poético de Rosy Paláu. También lo es la luna, otra esquina de luz a la que la poeta ya había homenajeado en una antología, Las lunas de mi cielo (2013), compilación de poemas y cuentos sobre la luna de autores de todo el mundo.

   Concluyo este comentario con unas insignificantes palabras con las que Rosy Paláu me honra al reproducirlas en la contraportada del libro. E invitando especialmente a descubrir por propia experiencia las fuerzas mágicas del decir poético de Rosy Paláu, para convencernos de que la poesía es fuerte (Michel Deguy), o como afirmaban los clásicos de mi tierra, con hechizos verbales también reveladores, que la poesía es el gran milagro del mundo:

   “Rosy Paláu en este nuevo poemario nos regala palabras, solo palabras. Construye poemas que no son nada, pero pueden serlo todo, porque son capaces de sacarnos de nosotros mismos, de nuestro ser superficial, y al mismo tiempo volcarnos en el interior de nuestro ser. Es la magia de la palabra poética, capaz de transmitir sentimientos y de remover todos los cardiogramas del alma. Ello solo es posible cuando la poeta, Rosy Paláu, vive el arte creador como un arte demiúrgico y su voz lidia, con afanes interminables, los espejos del ser, las profundidades abisales de los misterios que nos rodean. La soledad del alma, ese misterio del tiempo y su paso inexorable al que le mendigamos inútiles eternidades, tan presentes en estos versos que se convierten en meditación poético-existencial sobre el tiempo que es solo la memoria de nuestra alma.

   Y llegan a los lectores estos versos, no excesivamente largos, podados intencionadamente de coloridos sensuales, pero desprendiendo el fulgor, la magnificencia de una obra intensamente lírica que, sin duda, nos atrapa. Esquinas de luz e infinitas espirales de magia, de esa aura luminosa que adquieren las palabras cuando no solamente denotan seres, objetos, sino magia. Es la palabra interna, latente, que descubre la poeta y que nos emociona. Estos poemas de Rosy Paláu, expresando lo inexpresable, meditando sobre el tiempo, sobre esa muerte siempre visionaria de nuestro ser y sobre los misterios que nos constituyen en lo que somos y como somos, ordeñan las ubres de la eternidad, como diría Vicente Huidobro.”



Francisco Martínez Bouzas



Rosy Paláu en la presentación de "Las esquinas de la luz"


Cuatro poemas de Las esquinas de la luz



DÉCIMAS A LA MUERTE



“No hay quien pueda detenerte,

de tu gozo pasajera

haces viaje de la espera,

visionaria de mi suerte.

Cuando duermo puedo verte

y de luz tu sombra oscura

va luciendo la estatura

de algún sueño pretendiente

que con cuerpo transparente

le da amor a la negrura.



¡Qué derroche de presencia,

cuánto espacio bien formado,

un fantasma exagerado

por el don de su existencia!

Más allá de toda ciencia,

casi al ras de lo ordinario,

es un hecho milenario

encontrarte en lo desierto,

viva en el ardor incierto

de un reflejo solitario.



Te imagino interrogante

consultar el segundero

derritiéndose de esmero

blanda cera del instante.

Del silencio consonante

rimas tiempo con materia.

Solo soy la vieja historia,

olvido, palabra, polvo,

ese deseo en el que vuelvo

repetida de memoria.



Voy conociéndote en partes,

así está firmado el pacto

que aparezcas en el acto

mientas rezo porque faltes.

Aunque cuentes y más cuentes

la  verdad es que no quiero

ser la suma de ese cero,

estar triste cuando gozas,

deshacerme de mis cosas

solamente porque muero.”





LA NOCHE



La noche, lo gris,

el incesante segundero.

No sabe el tiempo del tiempo deshacerse.

Hay en el aquí, un allá mismo,

una lejanía que el instante abrevia.

Todo se cierra para poder hallarte,

el silencio lleva luz

de lo solamente tuyo.



Cueva de reflejos,

palabras en la lumbre de su imagen;

rumores desordenan la penumbra;

aire, sed de las cosas,

la nada inventa lo que arrastra,

en lo bajo las estrellas

desprenden de una orilla

la oscuridad de la ventana.

Entre lo que se va y lo que se queda,

mi alma es un adentro de infinitos.”





TE BUSCO



“Te busco como la luz

en los espejos sin salida

no más lejos de las sombras,

con la visión de los sentidos.

Qué oficio el de soñar,

poner la hora en el silencio

del mismo día,

volverse eterno de lo breve,

mientras la noche avanza

entre las cosas

hace la resta de lo vivo.”





SOLO DE LUNA



“Llanura donde la noche

toca su solo de luna,

duermes.

Lo claro en ti

pesa lo que el cielo

sobre el agua.

El tiempo es la memoria de tu alma,

luz de lo apagado hace mucho.

Los sueños te separan de lo continuo.



Por la ventana el silencio alcanza

su mayor altura,

rumor de fantasmas removidos por el aire,

pasan las cosas sin ser vistas,

vive cerca la distancia.

El espejo te trasluce,

sales a las superficie,

brillo que toma brillo del instante.



Los días llegan de esconderse

entre las sombras,

las palabras que el viento dispersa

se juntan en el deseo.

Nada más el amor tenemos

para encender la ceniza invencible

de lo muerto.

La soledad nos guarda el secreto

de saberlo.

Cada quien se hunde como quien es.”



(Rosy Paláu, Las esquinas de la luz, páginas 15, 28, 36, 56-57)