Frédéric
Beigbeder
Traducción de Encarna
Castejón
Editorial
Anagrama, Barcelona, 314 páginas
(LIBROS DE
FONDO)
En un día como hoy, a las pocas horas de los atentados de París, una
buena manera de sobreponerse, si ello es posible, al shock producido por otra
acción bárbara, es acercarnos a la literatura que todo lo aprovecha, es verdad,
pero también rinde testimonios imperecederos del desatino, de la alucinada hybris y némesis (desmesura y venganza) que ese “ridículo héroe” (Pascal),
el homo sapiens sapiens, comete
contra sus semejantes.
Todavía no se ha escrito nada desde la literatura sobre las acciones
terroristas, ni sobre los centenares de muertos o heridos, que conmueven en
estos momentos a Francia y al mundo entero. El 13 de noviembre de 2015
será a partir de ahora una fecha
funesta. Pero se novelará ese drama, los horrores y las muertes, de forma
sensiblera o introduciéndose profundamente en la cuestión. Como en su día, a
los dos años del atentado contra las Torres Gemelas, hizo el escritor francés
Frédéric Beigbeder (Neuilly-sur-Seine, 1965) con Windows on the World, novela finalista del Premio Goncourt en el
año 2003. Aquel libro fue el correlato parisino de la tragedia y del horror de
Nueva York. En el día de hoy Windows on
the World puede ser leído como el correlato de la barbarie desatada en la
noche de ayer en la Ciudad Luz. Y de tantas barbaries desatadas en el Tercer Mundo,
en el Sur, y de las que apenas se habla.
Ya en los primeros meses posteriores al 11-S aparecían docenas de
libros. Sin embargo, la verdadera literatura sobre la tragedia -esa forma de
escribir que es capaz de presentar el espanto y la muerte en forma de arte-
tardó en llegar. Porque el pasado acontece con un ritmo más lento de lo
previsible en el terreno de la creación literaria. El primer enfoque literario y
gráfico de los ataques al corazón del imperio fue la obra 11 setembre, 11 nouvelles, una visión literaria y pictórica al
acontecimiento que originó, no la mayor tragedia, pero sí el shock más
formidable de los últimos tiempos. Uno de los más impactantes, sin embargo, fue
Windows on the World de Frédéric
Beigbeder, autor de obras tan polémicas como 13,99 euros.
Windows on the World, título
de la novela, también era el nombre de un restaurante que existió alguna vez en
el piso ciento siete del World Trade Center. El escritor francés inicia la fabulación de aquel dramático suceso con
una frase pavorosa: “Ya conocen el final: todo el mundo muere” (página 13), que
fatalmente quizás un día se pueda decir de los asistentes al concierto en la
Sala de Fiestas Bataclan, templo del rock en París. A continuación su texto se
convierte en una novela hiperrealista. El escritor se obstina y esfuerza en
hacernos sentir, en minuciosa cronología, el horrendo y apocalíptico suceso.
Para lograrlo, narra de una forma muy peculiar los acontecimientos de aquel 11
de septiembre, a base de breves relatos
que desgranan, minuto a minuto, la hora
y cuarenta y cinco minutos que entremedia entre el momento en el que la Torre
Norte fue atacada (8: 46) y su derrumbamiento. Una hora y cuarenta y seis
minutos de infierno. Lo mismo que el libro.
Minuto a minuto, las pequeñas narraciones de Beigbeder instalan al
lector en el café situado en el edificio más alto de París, Montparnase, un año
y medio después del atentado. El protagonista, no obstante, es un cuarentón
agente inmobiliario, con sus dos hijos, en el restaurante Windows on the World
a donde había llegado dieciocho meses antes para almorzar. La novela del
escritor francés, además de narrar el drama, las historias anónimas y sencillas
reflexiones preñadas de emoción, sin la causticidad de 13,99
euros, nos hace comprender que la literatura ofrece, gracias a su capacidad
ficcional, una imagen más certera de la realidad que la misma realidad, y que
las artes, como en su día dijo Arthur Miller con relación al 11-S, pueden hacer
por la paz más que todas las guerras y amenazas de los políticos. Plagiando lo
dice Beigbeder, podemos afirmar: será horrible escribir sobre el 13-N, pero aún
sería peor no hacerlo.
Francisco Martínez Bouzas
Fragmentos
“Ya conocen el final: todo el mundo
muere. Desde luego, la muerte le llega a bastante gente, antes o después. Lo
original de esta historia es que todos van a morir a la vez y en el mismo
sitio. ¿Crea la muerte lazos entre los hombres? Se diría que no: no se hablan.
Están de morros, como todos los que se han levantado demasiado temprano y
mastican el desayuno en una cafetería de lujo. De vez en cuando, algunos hacen
fotos de las vistas, que son las más bellas del mundo. Detrás de los edificios
cuadrados, el mar es redondo; las estelas de los barcos dibujan en él formas
geométricas. Ni las gaviotas llegan tan alto. La mayoría de los clientes del
Windows on the World no se conocen entre sí. Cuando sus miradas se cruzan por
descuido, carraspean y vuelven a sumirse de inmediato en sus periódicos. A
principios de septiembre, por la mañana temprano, todo el mundo está de mal
humor: las vacaciones se han terminado, hay que aguantar hasta Thanksgiving. El
cielo está azul pero nadie lo disfruta.
Dentro de un momento, en el Windows on
the World, una gruesa puertorriqueña va a empezar a gritar. Un ejecutivo con
traje y corbata abrirá la boca de par en par. «Oh my God». Un pelirrojo soltará
un «Holy shit!». La camarera seguirá sirviendo té hasta que la taza rebose. Hay
segundos que duran más que otros. Como si uno acabara de apretar el botón de
«pausa» en el lector de DVD. Dentro de un momento, el tiempo se volverá
elástico. Toda esa gente se conocerá por fin. Dentro de un momento todos serán
jinetes del Apocalipsis, todos estarán unidos en el Fin del Mundo.”
…..
“Ahora se sabe con bastante precisión lo
que pasó a las 8:46 h. Un Boeing 767 de American Airlines con 92 personas a
bordo, incluidos 11 miembros de la tripulación, se empotró en la cara norte de
la torre número 1, entre los pisos 94 y 98.Sus 40.000 litros de queroseno se
incendiaron de inmediato en las oficinas de Marsh & McLennan Companies. Se
trataba del vuelo AA 11 (Boston-Los Ángeles), que había despegado a las 7.59 h
del aeropuerto de Logan y viajaba auna velocidad de 800 Km/h. Se estima que la
fuerza del impacto equivale a la explosión de 240 toneladas de dinamita (choque
de magnitud 0,9 con una duración de 12 segundos). También se sabe que ninguna
de las 1,334 personas que ocupaban los pisos superiores al impacto consiguió
sobrevivir. Es evidente que semejante información despoja de cualquier suspense
a este libro. Mejor así: esto no es thriller; sólo una tentativa -quizá
condenada al fracaso- de describir lo
indescriptible.”
…..
“Hace media hora que tenemos un avión
bajo los pies / Siguen sin evacuarnos / Somos metal rugiente / Gente aferrada a
las ventanas / Gente que se cae de las ventanas / Una silla de ruedas
abandonada / Mesas de caballete sin caballete / Una grapadora olvidada encima
de una fotocopiadora / Armarios volcados con archivadores que siguen archivando
/ Una agenda llena de citas urgentes / El parte meteorológico que anuncia 26
grados y cielo azul y despejado esta mañana / Todos los vidrios soplados /
Líquido en llamas en las cajas de los ascensores / Noventa y ocho ascensores,
todos fuera de servicio / Mármol blanco manchado de sangre en el open space /
Dos pasillos iluminados con luces halógenas como una línea de puntos en el
techo / Llamas color ocre con volutas azules / Papeles revoloteando en el aire
como en el Cuatro de Julio / Restos de gente de todo el mundo / United Colors
of Babel / Manos a jirones / piel colgando de los brazos / como un vestido de
Issey Miyake / Mujeres hermosas llorando / Trozos de avión en las escaleras
mecánicas / Mujeres hermosas tosiendo / Ningún contacto con el mundo exterior /
Platos y tazas blancas y azules rotos / Todo está brumoso polvoriento muerto sucio
/ Silencio horadado por las alarmas / Caras despedazadas delante de la máquina de
café / Un lugar cerrado con fuego debajo / Nos asamos / Nos estamos asando como
pollos / Ahumados como salmones / Alarmas a tope / Dust in the wind / All we are
is just / Dust in the wind / Los cuadros figurativos se derriten con el calor /
Y se convierten en cuadros abstractos / Lluvia de cuerpos humanos sobre la WTC Plaza.”
(Frédéric Beigbeder,
Windows
on the World, páginas 13-14, 66, 155-157)
Tu crítica se ajusta como siempre a los fragmentos que acabo de leer. Si lo miro desde el punto de vista humano, desde lo social diría que hoy justamente es un día muy especial para este tipo de lectura, para conmovernos aún más con los hechos acontecidos en Francia, o con cualquiera de estos bárbaros atentados, sea donde sea que ocurran, porque siempre tengo en cuenta que sucedan en la China, en Bolivia, o en Francia, en esos acontecimientos muere gente inocente, gente que sale a trabajar o a divertirse, quizá a dar una vuelta por su ciudad, y caen bajo el odio feroz de alguien.
ResponderEliminarHe leído hoy en las redes sociales tantos comentarios casi canallescos, tanta necedad acumulada, que he quedado muda ante la evidencia de que el ser humano no aprende, y sigue fomentando la crueldad a veces con el terrorismo como en los casos que habla el libro o tantos otros, y otras veces desde la palabra misma.
Desde el punto de vista literario me impacta la manera de describir las escenas de este escritor, en algunos casos con pocas palabras : "Restos de gente de todo el mundo..." es increíble como logra darnos imágenes que hablan por sí solas, cómo nos cuenta de gente común o no, que el lector los puede identificar con amigos o familiares, porque ninguno está libre del crimen esbozado, que se oculta en el devenir de un espacio siniestro e invisible, inesperado, dolorosamente esparcido en las sombras.
Ante hechos como éste, el espíritu que no se compadezca, por obedecer a análisis extraños, está demostrando que tiene tan poco respeto por la vida como quienes los llevan a cabo.
El análisis, los por qué, la conclusiones vendrán después, pero lo primero que nos surge es la conmoción ante lo irremediable, como cuando vemos a los refugiados que escapan de sus propios pueblos.
Creo que todos estos acontecimientos deben unirnos para encontrar el bien común, para al menos solidarizarnos con las víctimas, mañana nos puede pasar a los que hoy estamos sólo viendo, desde las ventanas al mundo.
Perdón, casi siempre tus críticas me ponen a reflexionar.
Querida Norma: tu comentario, como siempre, es una verdadera lección del buen saber leer. Sí, ciertamente ha habido comentarios canallescos que yo no comparto. Pero tampoco comparto la atención que se le está prestando al atentado de París y el olvido sistemático de atentados similares o incluso más mortíferos que a diario se producen en otras partes del mundo. Solamente ocurre que estas otras partes del mundo son el Sur, el Tercer Mundo. Y ahí parece como si los muertos fueran de otra raza. Los duelos, la atención mediática, creo yo, no debe discriminar los atentados de París ni tampoco los que a diario se producen en Iraq, en el Sinaí (200 personas fallecidas por un avión que explota en el aire!!!) y en tantos otros sitios.
EliminarEl último fragmento del libro de Beigbeder es ciertamente muy elocuente. Un poema en prosa para expresar con palabras sencillas la inmensidad de la tragedia y del dolor. Gracias, una vez más, por comentarios tan inteligentes como los tuyos.
Excelente artículo....
ResponderEliminarMe parece algo con partes de historia vivida y de profecía. Ya lo leí en Creatividad, me ha dejado en vilo, amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarImpactante el tema y acorde a los sucesos que se enfrentan actualmente, me llama la atención leerlo, ya que el punto de vista del autor, creo que dentro de sunarrativa, nos adentra al corazón de la desgracia haciéndonos reflexionar. Un placer leerte, aprendo mucho de ti. Abrazos.
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