Italo Svevo
Traducción de
Luisa Juanatey y Francesca Peretto
Editorial Pasos
Perdidos, Madrid, 2015, 158 páginas
Italo Svevo es el heterónimo del comerciante judío italoalemán nacido en Trieste, Aron Hector Schimitz,
conocido sobre todo por su tercera novela, La
conciencia de Zeno (1919), un texto que ofrece una prueba insoslayable de
la influencia de Freud y de la corriente psicoanalítica en la narrativa del
pasado siglo. Italo Svevo es así mismo conocido por su amistad con James Joyce
y por el interés que la representación de la intimidad psíquica de los
personajes en La conciencia de Zeno
provocó en Eugenio Montale. Svevo, fallecido debido a un atropello
automovilístico en 1928, fue así mismo traductor al italiano, junto al doctor
Finzi, de la obra freudiana más conocida,
La interpretación de los sueños.
Pero la mayoría de las obsesiones freudiana (la identidad, el onirismo,
la culpa, el complejo de Edipo…) están así mismo presentes en las obras menores
de Svevo, especialmente en sus relatos, algunos de ellos recogidos en este
volumen de Pasos Perdidos.
En el relato que rotula el libro, “Vino generoso”, según Montale el más
notable del escritor triestino, está muy presente el onirismo y la constatación
de que el beber es un medio altamente pertinaz para explorar las dimensiones
del inconsciente. El acontecimiento que narra Svevo, es la cena de la víspera
de la boda de la sobrina de la mujer del protagonista, que se considera a sí
mismo un viejo licencioso. La cena es para él un acontecimiento memorable y
gozoso, porque el médico que atiende sus dolencias, le había dado permiso para
comer y beber en esa noche como todos los demás. Y en efecto, come y bebe sin
descanso para afirmar su libertad ante la censura o imposiciones médicas y
familiares. El vino le altera y comienza a rebelarse: discusiones y reproches
con los familiares más directos. Los resentimientos brotan de su interior y los
verbaliza sin el freno de la censura, anulada por el vino, “la leche de los
viejos” (página 16). Ya en su domicilio sigue atormentado por la ira y no es
capaz de prender el sueño, víctima además de ardores y horribles pesadillas una
vez dormido. Son las construcciones de los sueños que le atormentan, de las que
se avergüenza y decide ocultar, si bien toma conciencia de la importancia de
las prohibiciones médicas. Onirismo pues asociado al vino, un abridor de
conciencias, tal como ya había escrito Svevo en La conciencia de Zeno. “El vino grita todo aquello que habíamos
olvidado, pero que todavía permanece perceptible en nuestro corazón”.
El segundo relato, “Una burla literaria”, el más extenso de la
colactánea, es prácticamente una novela breve. Su `protagonista es un escritor
frustrado, un patético aspirante al Olimpo de las letras, mas apenas había
escrito un renglón (“…durante mucho tiempo el escritor no tuvo otra cosa que pluma y papel -igual de
blanco siempre- dispuesto sobre su mesa de trabajo”, página 36). Durante su
juventud había publicado una novela, pero ahora, cuando se propone retomar la
tarea, siente una saludable repugnancia. En el momento presente no es capaz de
componer otra cosa que brevísimas fábulas sobre animales (moscas y gorriones,
sobre todo) y sus relaciones con los seres humanos. Una tarea que le llena de
felicidad, excepto en sus horas de sueño (“aquellos gritos y sonidos eran la
sincera expresión en el sueño del espíritu torturado.”). De nuevo pues Svevo
recurre a las teorías freudianas sobre los sueños, si bien dándoles la vuelta:
la satisfacción del deseo, en este caso, mediante el dolor. Finalmente su ciega
candidez es víctima de una cruel burla literario-editorial, cuyo final no
revelo, pero sí puedo decir que es una versión triestina del burlador burlado o
castigado y del premio a la inocencia en tiempos turbulentos.
“Con alevosía”, el tercer relato, aborda el tema del egoísmo en los
negocios, ajeno incluso a la muerte del amigo. Finalmente el cuarto relato “La
madre” es una fábula protagonizada por animales: gallinas y polluelos, que
incide en la necesidad del referente materno: tener una madre que te admire,
que te arrope, que proporcione dulzura, función que nunca desempeñará una
madrasta, al menos en el reino animal. Un relato que, desde la alegoría, incide
en las relaciones del hijo con la madre y que ha sido interpretado como una
referencia al complejo de Edipo.
Cuentos con moraleja que confirman la opinión de Montale que consideraba
a Svevo un autor moralista: todo lo que hacemos tiene repercusiones en el
futuro. En las cuatro narraciones el lector percibe la profunda capacidad de
análisis psicológico que muestra Svevo. Así como la calidad escritural de un
autor ignorado durante décadas, pero que hoy está considerado como uno de los
creadores de la moderna narrativa europea.
Francisco Martínez Bouzas
Fragmentos
“Recordé que de joven, para conciliar
pronto el sueño, me obligaba a mí mismo a pensar en una vieja feísima que me
hacía olvidar todas las bellas visiones que me obsesionaban. En cambio ahora
podía evocar sin peligro alguno la belleza que, a buen seguro, me ayudaría: he
ahí la única ventaja de la vejez. Y pensé, llamándolas por su nombre, en
diversas mujeres hermosas que fueron desde mi juventud, de una época en que las
mujeres hermosas abundaban de modo increíble. Pero no vinieron. Tampoco ahora
me fueron accesibles. Evoqué y evoqué hasta que, al cabo, de la noche surgió
una única imagen hermosa, la de Anna: precisamente ella tal como era muchos
años antes, aunque en su rostro, en su bello y lozano rostro, la expresión era
dolorida y de reproche. Porque no venía a traerme la paz sino el remordimiento,
eso era claro.
Y ya que estaba allí, razoné con ella.
Yo la había abandonado y ella enseguida se había casado con otro, lo cual era
perfectamente justo.”
…..
“Al principio, repitiendo su mismo error
juvenil, escribió sobre animales que conocía poco. Las fábulas le resonaron con
barritos y rugidos. A continuación se volvió más humano -si así puede decirse-
y escribió sobre animales que creía conocer. La mosca entonces le obsequió
abundantes fábulas, dando prueba de ser un animal más útil de lo que se piensa.
En una fábula Mario admiraba la velocidad del díptero, un desperdicio de
velocidad, ya que ni le hace falta para alcanzar su presa ni le sirve para
garantizar su integridad. Aquí la moraleja la sacaba una tortuga. En otra
ensalzaba a la mosca por dar buena cuenta de la porquería, que a ella tanto le gusta. Una tercera fábula se
asombraba de que la mosca, el animal más dotado en cuanto a ojos, vea tan
imperfectamente. Por último, otra contaba del hombre que aplastó una mosca
inoportuna y acto seguido la increpó: «Te he hecho un bien. Así ahora ya no
eres una mosca». De este modo era fácil tener lista una fábula diaria con el
café del desayuno. Hizo falta que llegase la guerra para enseñarle a Mario que
la fábula podía pasar a ser una expresión de su espíritu, que así introducía la
momiecilla en el mecanismo de la vida como un órgano suyo. Y así fue como
ocurrió.”
…..
“Pronto el deseo de la madre infectó
todo el corral; y se hizo más vivo, más perturbador, en la mente de los
mayores. Cuántas veces una enfermedad infantil ataca a los adultos y para ellos
se hace más peligrosa: así también las ideas, algunas veces. Creció
desmesuradamente aquella imagen de la madre que había tomado forma en sus
cabecitas caldeadas por la primavera y todo bien –como el buen tiempo y la
abundancia- se llamó madre; y, cuando sufrían, polluelos y patitos y pavipollos
eran auténticamente hermanos, pues suspiraban por la misma madre.”
(Italo Svevo, Vino generoso y otros relatos, páginas, 25,
38-39, 154)
Interesante...
ResponderEliminarParece ser que son narraciones muy interesantes y reflexivas, escritas con gran maestría, una suculenta invitación al lector a inmiscuirse en diferentes ámbitos que dan una enseñanza de vida. Lectura que hoy en día hace falta leer. Un abrazo, gracias por compartir el arte de tan bellísima reseña.
ResponderEliminarYa desde el nombre sufro una invocación de Italo Calvino y algún escritor húngaro. Por otro lado me interesa la forma y el contenido, según invitan los párrafos que nos regalas, amigo. Un abrazo agradecido.
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