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lunes, 28 de septiembre de 2015

EL AÑO DE LA BESTIA



El viaje de Baldassare
Amin Maalouf
Traducción de Santiago Martín Bermúdez
Alianza Editorial, Madrid, 485 páginas
(Libros de fondo)

   En la víspera de que Alianza Editorial, el sello editor que ha publicado en España todos los libros de Amin Maalouf, ponga en el mercado una nueva edición de dos de las obras más emblemáticas del escritor libanés (Samarcanda, 5ª edición y Las Escalas de Levante, 4ª edición), saludo ambas reediciones con un comentario de otro libro importante de Maalouf, El viaje de Baldasare, cuya primera edición tanto en el original francés,( Le Périple de Baldassare) como en otros muchos idiomas tuvo lugar hace ahora quince años.
   Amin Maalouf (Beirut, 1949), es sin embargo un escritor francés. Toda su obra, en efecto, está escrita en francés, y desde junio de 2011 ocupa uno de los cuarenta sillones de la Academia Francesa. La narrativa de Maalouf amalgama dos importantes realidades: la cultura oriental y la occidental y la historia con la ficción. Desde la publicación de su primer libro, León el Africano es uno de los escritores más leídos en todo el mundo por aquellos lectores interesados en la simbiosis entre Oriente y Occidente.
  El viaje de Baldassare  es un libro admirado y en buena medida embrujador, especialmente si  a la palabra viaje no la privamos de la connotación de “periplo” que tiene en el original francés. El libro de Maalouf es una hermosa y colosal fábula en la que la aventura estalla con fuerza, fresca y reluciente, y en la que el lector perseguirá rutas de tierra y de mar con la misma pasión y perseverancia con las que el narrador protagonista persigue el libro que, en el año 1666, año apocalíptico, año de la Bestia (según el Apocalípse el 666 es el número de la Bestia) revela el centésimo nombre de Dios. Pero teniendo en cuenta que esta es una novela de aventuras muy especial. La esencia de la misma y la meta perseguida no son únicamente la superación de espacios, obstáculos y dificultades que en el libro de Maalouf aparecen de forma muy abundante -lo que los teóricos de la ciencia literaria denominan “la retórica del acto”-, sino algo mucho más sutil y profundo y que en la novela aparece tanto de forma explícita como simbólica.
   La reflexión, la constante tensión entre las vivencias interiores del protagonista y la capacidad que posee Maalouf para reflejar el espíritu del tiempo en un momento convulso y tensionado por creencias mágicas y las luces del racionalismo que de alguna manera ya se preanunciaba en la segunda mitad del siglo XVII, son el gran mérito de esta obra. En cierto sentido, y aunque la escritura de Maalouf -especialmente en aquellas obras en las que se relatan historias en primera persona- es mucho más diáfana, El viaje de Baldassare nos recuerda los relatos de Conrad. En efecto, la aventura, la verdadera aventura,  tampoco la hallaremos en Maalouf, allí donde sería legítimo pensar que se encuentra: en los acontecimientos exteriores. No en el itinerario que lleva al protagonista por el mundo entero, superando dificultades, violencias, peligros, fábulas, amores y engaños, sino en el camino de sus dudas interiores y en esa permanente sensación de sentirse extranjero en todas las partes, lo que lo obligará a seguir un periplo en la búsqueda de una minúscula pizca de seguridad y de felicidad.
   En la novela existe ciertamente una historia central, el viaje de Baldassare Embriaco por Oriente y Occidente a la búsqueda de la salvación a través del conocimiento del nombre íntimo y definitivo de Dios, salpicada de múltiples historias secundarias, como la emotiva historia de amor entre Barinelli y la esclava Liva, la increíble peripecia iluminada y revoltosa de Sabbatäi delante de los ojos omnímodos de la Sublime Puerta, o el contrabando de mastic en el Mediterráneo, pero el lector nunca pierde el norte. En primer lugar por la estructura de la novela en forma de diario, mas sobre todo por la capacidad del autor de suturar los hilos argumentales secundarios en el hilo diegético principal, que se corresponde con la aventura interior del protagonista. Sus perplejidades, la contemplación de su propia angustia en el espejo del mundo, la tensión que constantemente se produce en su interior entre el azar / superstición / providencia y la razón. Baldassare  maldice la superstición y la credulidad, pero, al mismo tiempo, se mueve como un muñeco en las manos del azar.
   Baldassare es un escéptico muy poco constante tanto en la defensa de la razón, como en la búsqueda de quimeras. En su mente se le muestra una y otra vez que la numerología es capaz de sugerir toda clase de cosas sin probar ninguna. Sin embargo, a lo largo de su periplo, va hallando señales que casi siempre derramaban desolación, y el personaje acabará arrodillado delante de la providencia, dejando que otros y la concatenación de los hechos determinen su propio futuro. Y rindiéndose a la evidencia de que el viaje no es más que una ilusión y ese centésimo nombre salvífico, un signo invisible.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Amin Maalouf
Fragmentos

“Me señaló con el dedo el título en letras cirílicas, y se puso a recitar con fervor «kniga o vere…», antes de darse cuenta de que era preciso traducirlo: «El Libro de la Fe una, verdadera y ortodoxa». Me miró con el rabillo del ojo para comprobar si tal formulación no me había revuelto mi sangre papista. Pero por dentro estaba yo como por fuera. Por fuera, la sonrisa amable del comerciante. Por dentro, la sonrisa socarrona del escéptico.
-Este libro anuncia que el apocalipsis está allegar.
Me señaló una página, hacia el final.
-Aquí está escrito con todas las letras que el Anticristo aparecerá, de acuerdo con las Escrituras, en el año del papa de 1666.
Repitió aquella cifra cuatro o cinco veces, escamoteando cada vez un poco más el «mil» del comienzo. Después me observó, esperando mi reacción.
Como todo el mundo, yo había leído el Apocalipsis de Juan, y me detuve un momento en aquellas frases misteriosas del capítulo decimotercero: «Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666.”

…..

“Por desgracia, los rumores sobre la peste no se han desmentido. Nuestra caravana se ha visto obligada a rodear la ciudad y alzar la tienda hacia el oeste, en los jardines de Meram. Hay aquí una multitud, ya que numerosas familias de Konya han huido de la epidemia y se han refugiado en este lugar, donde sopla un aire sano en medio de unas fuentes.
Llegamos a eso del mediodía, y a pesar de las circunstancias reina un espíritu…iba a decir «de fiesta»…no, no es de fiesta, sino de paseo despreocupado y resignado. Por todas partes hay vendedores de sirope y de zumo de albaricoque, que hacen chocar los vasos que acaban de enjuagar en las fuentes; por todas partes hay puestos humeantes que atraen, seducen y encandilan a grandes y pequeños. Pero yo no puedo desviar la mirada de la ciudad, que está muy cerca, mirar las torres de la muralla, adivinar las cúpulas y los minaretes. Allá hay otra humareda que sube, que oculta todo, que lo ensombrece todo. Ese olor no llega hasta nosotros, a Dios gracias, pero lo olemos con la nariz del alma y nos hiela la sangre. La peste, la humareda de la muerte. Dejo la pluma para santiguarme. Antes de volver a mi crónica.”

…..

“Aquí  tengo, junto a mí, encima de la mesa, El centésimo nombre…¿He de considerarme privilegiado de poseerlo ahora que termina el año fatídico? ¿Nos encontraremos realmente en los últimos días del mundo? ¿En los tres o cuatro días que preceden al Juicio Final? ¿Va a arder el universo para extinguirse después? ¿Es que las paredes de esta casa van a arrugarse y retorcerse como un papel en la mano de un gigante? ¿Es que el suelo sobre el que se alza la ciudad de Génova va a hundirse de pronto bajos nuestros pies, en medio de aullidos, como en un gigantesco y último temblor de tierra? Y cuando ese momento llegue, ¿podré todavía coger este libro, abrirlo, encontrar la página oportuna y ver aparecer súbitamente ante mí en letras fulgentes el nombre supremo que todavía no he conseguido descifrar?
A decir verdad, no estoy convencido de nada. Me imagino todas esas cosas, algunas las temo, pero no creo en ninguna. Durante un año entero he corrido detrás de un libro que ya no deseo. He soñado con una mujer que ha preferido a un bandido. He emborronado cientos de páginas, y no me queda nada…Sin embargo, no soy desgraciado. Estoy en Génova, arropado, soy codiciado y tal vez hasta un poco amado. Miro el mundo y mi propia vida como un extranjero. Nada deseo, salvo tal vez que el tiempo se detenga el 28 de diciembre de 1666.”

(Amin Maalouf, El viaje de Baldassare, páginas 17, 100, 473-474)

3 comentarios:

  1. Nunca he leído nada de este autor, pero me abres un horizonte nuevo y prometedor a la lectura, ya que el viaje parece ser muy interesante ante las batallas que el personaje enfrenta, en ese juego donde no encuentra este libro que parece lo hará invencible ante el aó de la bestia. Un tema de aventuras que me abrió el apetito a leer al autor, ya que el tema del apocalipsis siempre atrapa. Muy interesante. Gracias por el placer de leerte, siempre encuentro algo maravilloso que nutre mi espíritu. Abrazos de luz.

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  2. Parece ser por lo que dices, algo más que una aventura, o al menos yo percibo una aventura interior, una búsqueda interminable de algo que lo intriga y que a la vez pareciera rechazar de antemano, si lograra los resultados esperados.
    Mirar la vida como un extranjero en todas partes, es como mirar desde otros rincones, otras esquinas que pueden doblarse ante caminos que se bifurcan en alguna parte de la historia, desde la antigüedad hasta nuestros días.
    Me parece muy interesante el hecho que el escritor nos permita hacer ese viaje en la permanente aventura de conocer mundos externos e internos.
    Me gustaría leerlo.
    Saludos.

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