Páginas

martes, 18 de marzo de 2014

"NEGRA",UNA NOVELA CUBANA: RACISMO, BISEXUALIDAD Y CULTOS AFROCUBANOS



Negra

Wendy Guerra

Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 321 páginas.



   El pasado mes de noviembre, Editorial Anagrama publicaba Negra, la cuarta novela de Wendy Guerra, actriz y escritora cubana, alumna de Gabriel García Márquez en su taller de guiones, “Cómo contar un cuento”. La obra narrativa de Wendy Guerra está considerada como una de las mejores de la actual literatura latinoamericana y, como tal, ha sido traducida a más de una docena de idiomas. Sin embargo, es invisible en su propio país, no se halla editada ni comercializada en su cuna natal, Cuba, donde no obstante sigue viviendo la escritora. Confiesa Wendy Guerra que, en su obra literaria, la mueve el propósito de hablar y enfrentarse a los tópicos, a los prejuicios y censuras: al racismo, la negritud, la bisexualidad -tema tabú hasta los 60, aunque no solo en Cuba- la ausencia de las mujeres de las esferas del poder. Todo ello forma parte de un duro silencio al que en alguna ocasión se ha referido la actriz y escritora.

   La trama narrativa de Negra se desarrolla entre Cuba y Francia, pasando así mismo por otros lugares como Cataluña. Y es una exploración tan crítica como real sobre el racismo latente en la Isla caribeña. Una tentativa para explicar en claves afrocubanas lo que sucede con la población negra en Cuba, una parte importante de los habitantes de la Isla, a la que, tanto antes como después de la Revolución castrista, le costó mucho integrarse, sobre todo por motivos socioeconómicos, puesto que provenían de estratos sociales muy pobres. Lo mismo que ha ocurrido en muchos otros países, como Estados Unidos, Francia o la misma España.

   Sin embargo, para la heroína de la novela, Nirvana del Risco, -quizás el alter ego de la autora al menos en algunas facetas porque Wendy Guerra es blanca, la primera blanca que escribe como una negra en la literatura cubana-  la palabra “negra”, que nunca substituye por eufemismos paliativos ni  por lo políticamente correcto, encierra en sus cinco letras, “toda la música, el sabor y el sentimiento de su cuerpo, su alma y su nación.”

   Nirvana del Risco es, como la autora, hija de la generación de los 60, los años de la Revolución. Es negra, bisexual, trabaja como modelo comercial y sobre todo es cubana. La historia que de ella cuenta Wendy Guerra aborda el tema de la discriminación social y racial, así como la necesidad de hallar un lugar en el mundo. Para ello la autora, en una narración en primera persona, nos sumerge en la historia de su heroína, una cubana negra, rompedora de estereotipos, que destroza tópicos y viaja de Cuba a Francia. La narración da comienzo en tierras cubanas donde Nirvana del Risco da cuenta de sus vivencias, sus diferencias con relación a los demás (negra, bisexual, conjurada frente  a lo prohibido) y lo hace con un lenguaje recurrente, “percusivo”  que efectivamente se amalgama con “el seis por ocho de los tambores afrocubanos”. Capítulos cortos, frases sumamente poéticas, preñadas de musicalidad, rebosantes de colores, olores y sabores tropicales y oportunas incursiones en la cultura y religión afrocubana, en la santería que la heroína lleva dentro de su cuerpo y de su alma (rituales, conjuros, recetas…) y especialmente el audaz arrojo del personaje (“dulce pero ácida”, página 13), atrapan al lector y, cuando esto ocurre, tiene lugar el viaje de la protagonista a Francia, donde teme encontrar muchas lagunas bajo la lluvia. Es el descanso de Cuba, del socialismo tropical que “no es malo ni bueno, es incómodo” (página 79). Un viaje de afectos, la parte más densa y dura de la narración, el encuentro con la “izquierda sucrée, la gauche caviar, la gauche champagne. Una ruta pasional entre Cuba y Francia y viceversa en la que Nirvana del Risco se va tropezando con diversos personajes y amantes, en una sexualidad abierta, descarnada, alejada hasta el infinito de lo convencional. Y sobre todo desmantela los tópicos, marcas y baldones que se ciernen sobre una bella mujer cubana negra como el carbón en el seno de una sociedad no racista de puertas afuera, pero que, tras los muros de la intimidad, repudia a esta raza.

   Negra es una novela distinta, sorprendente, anclada en un sincretismo composicional, semejante al de la religión y mitología yoruba. En el texto, en efecto, confluyen política, sexo, magia, raza, religión, sabores, olores… Novela apropiada para paladares capaces de degustar la diferencia, la exquisitez y la frescura de una pieza narrativa rebosante de sensorialidad y colorido tropical, pero sin escatimar las crudezas que la protagonista femenina afronta en su lucha contra el machismo, el racismo o la lesbofobia.



Francisco Martínez Bouzas





Wendy Guerra


Fragmentos



“Como leche derramada sobre la alfombra, mapa blanco olvidado en el vientre negro de mi madre. Beso de fuego y goce mestizo, canción de cuna en criollo. Lágrimas negras en la luna de mis ojos. Café arábica en grano, bien tostado, de aroma profundo  y delator. Flotando sola en el anís de los recuerdos. A la deriva, así me siento.

Yo soy el borrón en tu muro. Caña sembrada, cultivada, cortada, quemada por negros; cobrada por blancos. Azúcar prieta, melaza, raspadura, miel de purga, melao caliente.

No hay maquillaje que cambie mi máscara africana.

Ésta es mi piel, éste mi perfume. Mi sombra y yo, mi sexo y yo, mi culpa y yo nos parecemos.”



…..



“¿Qué podemos modelar en Cuba?

Muy poco. Fotos en centros turísticos, anuncios de condones y tabacos, artesanías, carteles instructivos o políticos y cierta ropa deportiva que traen para comercializar; todo conspira contra el mercado. Luego «él», ese sujeto que te ve espléndida en la foto y se enamora de la imagen y no de ti; intenta casarse contigo y te invita a conocer la nieve. ¿Exponerse o exportarse? Ese estigma sigue siempre a una modelo cubana. Pero sí podemos modelar en Cuba.”



…..



“Miré a Lu, que se estiraba satisfecha, lloriqueaba entre sueños. Le espanté los mosquitos con la mano. La destapé poco apoco, dejándola casi desnuda, placida con sus pechos destilando ganas, los toqué levemente prendiendo su deseo. Le besé los rosados pezones, la bordé con caricias y le arranqué el rubor, mordida a mordida. Le deslicé mis pezones negros por su boca. La ahogué con mis pechos, la desperté de su erotizado sueño.

Ella  abrió sus ojos rasgados un poco tarde, cuando ya yo la montaba. Quiso pedirme algo, pero sólo alcanzó a chupar la leche que afloraba a cuentagotas. Este deseo había ido germinando por años en la también añeja tubería de nuestras almas. Ahora nos abrimos como un compás dando la bienvenida al placer. Me miró y, luego de morder mi boca, frotó su sexo en mis muslos. Desesperada, manando en agua deliciosa, me pidió que la tragara toda. Quería poseerla con más de lo que mi cuerpo de hembra permitía. A Lú le gusta ser bien penetrada, con fuerza; me lo ha comentado una y otra vez. Lo hice con lo que la naturaleza me dio: mi vulva sobresale, asoma y ruega, eso la desarma. Ansiaba su saliva, su olor  a guayaba verde, su escondida lujuria la guardó para mí.”



…..



“Osain es la deidad que transmite la esencia de la naturaleza en la religión yoruba.

Hice sonar el cuero de chivo sobre el eco que traslada la madera de cedro en sus toques secretos. Yo no lo toco por los secretos, eso sería sacrilegio, lo hago porque nací a su lado. Lo toco porque suena en mi estómago, y cuando lo hago vibro, me da felicidad.

Me gusta porque viene de África, porque el ritmo es mi don, o tal vez porque ha sido instrumento prohibido a las mujeres por siglos, y lo prohibido  es obligatorio para mí. Cuando mi batá y yo estamos cerca, me aterra pero me encanta, es miel la música que sacan mis dedos si golpeo mis manos sobre él.”



(Wendy Guerra, Negra, páginas 11, 36, 51-52, 291)

2 comentarios:

  1. La obra de Wendy Guerra es intensa y provocadora. Vale la pena enfrentarse a su prosa sorprendente. ME alegra saber que ha publicado está novela con Anagrama.

    ResponderEliminar