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sábado, 18 de enero de 2014

"PEREJIL", OPERACION CABEZAS HAITIANAS


Perejil

René Philoectète

Traducción de Mireia Porta

Ediciones Barataria, Barcelona, 211 páginas
(LIBROS DE FONDO)


   Solamente una lamentable coincidencia hizo que convergieran temporalmente los trágico acontecimientos que tuvieron lugar en Haití en el año 2004 (derrocamiento violento del presidente Aristide) con la traducción al español de uno de los libros que, en clave literaria, reconstruyen uno de los hechos más espantosos entre los muchos de los que está sembrada la historia del pueblo más pobre de Latinoamérica. Lo histórico, como en todas partes, también se resemantiza  en la literatura antillana. En el año 2000, Mario Vargas Llosa incluía el macabro episodio en La Fiesta del Chivo. Pero es en novelas como Mi compadre el general Sol de Jacques Stephen Alexis, El Masacre se pasa a pie de Freddy Prestol Castillo, Cosecha de huesos de Edwige  Danticat y, sobre todo, en Le peuple des terres mêlées de René Philoctète donde la trama argumental se centra directamente en el genocidio de entre quince mil y dieciocho mil haitianos, ordenado por el dictador Leónidas Rafael Trujillo en 1937, y motivada por el racismo y la obsesión del blanqueamiento del propio tirano, nieto de una mujer negra haitiana. La operación recibió el nombre en clave de “Perejil”, que se convierte así mismo en el título de la traducción que de la obra de René Philoctète hizo en su día Ediciones Barataria.

   En un relato expresionista y rebosante de un fuerte cromatismo tropical, René Philoctète, fundador del Movimiento Espiralista, nos sumerge ficcionalmente en la barbarie organizada por Trujillo, el hombre que no sudaba y que masacraba por culpa de la luna llena! Leónidas Rafael Trujillo y Molina, jefe del estado dominicano, en un momento de inspiración megalómana, definió a la nación dominicana por el color de la piel: “Somos los blancos de la tierra”, solía gritar tras imponer silencio. Acaba de revelar el rostro antropológico del pueblo dominicano, al mismo tiempo que ponía en marcha la sanguinaria vendimia de la muerte contra sus vecinos negros de Haití.

   Otoño de 1937. En la tranquila población fronteriza de Elías Piña, un extraño pájaro sobrevuela campos y casas, dibujando una cruz con su sombra. Todo el mundo es presa de la violencia y del miedo. El Generalísimo dominicano, obsesionado por “blanquear sus dominios”, había difundido una consigna asombrosa y desquiciada, que retrata perfectamente su megalómana y demente crueldad: quien no sepa pronunciar en perfecto español la palabra “perejil”, perderá la cabeza.

   Una palabra, sin duda, banal, pero el inocente condimento valdrá vidas. En función de la perfección con que la pronuncies, serás  dominicano, “blanco de la tierra”, o negro de Haití, insignificante juguete para los machetes de la operación “Cabezas haitianas”. En Elías Peña nadie entiende el significado de esa frontera que divide artificialmente un pueblo que siempre fue el mismo, sin fronteras, lenguas ni colores que los separen. Negros, mulatos y blancos viven, trabajan o aman aquí o allá. El mulato dominicano Pedro Álvarez Brito y la negra haitiana Adèle Benjamin viven en Elías Piña la plenitud de su amor. Pedro intenta enseñar a Adèle la correcta pronunciación de la palabra “perejil”, pero ésta balbucea, es demasiado negra para pronunciar cabalmente  la palabra salvadora. Entonces los machetes vuelan y matan en los llanos azucareros, “el alba mata, mon homme, no se le ven las espinas, pero el alba mata”.


Francisco Martínez Bouzas



René Philoectète

Fragmentos


“-¡Oye, Guillermo Sánchez! Corre la voz que los machetes vuelan, matan en las llanuras azucareras. Siete machetes por una cabeza haitiana. No, dicen las últimas noticias, quince, dieciocho machetes por una cabeza haitiana. ¡Hasta veinte! Afilados con esmero, entregados a cualquiera que sepa pronunciar bien «perejil». Según la consigna, según la orden establecida, según la ética, según el deseo de la ley, cada brazo dominicano debe pasar a cuchillo al menos cien cabezas haitianas. ¡Guillermo Sánchez y Santana! Eres  la voz de las fábricas, habla, te lo pido con toda mi alma. ¡La compasión, la amistad, el coraje la devoción que los cínicos llaman pamplinas humanistas son tus marcas de fábrica, Guillermo Sánchez y Santana.”


…..


“La noche misma de la masacre (de eso hace dos días) había un baile de máscaras para los funcionarios civiles en el palacio presidencial. Los héroes nacionales asistían en mayor número que los zorros, las arañas, las mofetas, los chacales, las hienas, los monos o los lobos, por la lisa y llana razón de que buen número de haitianos de todos los tiempos se han creído seres superiores.

¡Pues cómo nos sentirían de bien en la piel de los intrépidos!

Toussaint Louverture, en uniforme de gala de gobernador general vitalicio, botas, levita, bicornio, hojas de roble, estrellas, beborroteaba una ginebra con naranja que se había vuelto pringosa. ¡Sangre pura y simple!

Un cuervo pasaba graznando, echando del pico un chorro ensangrentado de ron Barbancourt.”


(René Philoctète, Perejil, páginas 82, 168)

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