Alessandro Baricco
Traducción de Xavier González Rovira
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 100 páginas.
Es un hecho incuestionable que
la destreza narrativa de Alessandro Baricco apenas halla parangón en la actual
narrativa europea. Después de haber publicado Seda y Emaús, el gran
estilista italiano (en él la escritura es vocación, no profesión, y no falta quien
afirme que no se puede escribir de forma más bella de lo que lo hace Baricco), agasajó a sus lectores con Mr Gwyn, un thriller poético, una novela
metaliteraria sobre el oficio de escribir y sobre esos gestos que, de
improviso, hacen que un libro que encierra una hermosa historia, empiece a
tener vida. A los pocos meses, la pluma de Baricco escribe este pequeño libro
que, aunque es un texto autónomo e independiente, hunde algún modo sus raíces
en Mr Gwyn. De ello nos informa el
mismo autor en la nota introductoria: en Mr
Gwyn, en efecto, se alude a un breve libro escrito por un angloindio, un
tal Akash Narayan, titulado Tres veces al
amanecer. Se trataba de un libro imaginario al que el escritor italiano
decidió darle existencia, “un poco para darle una leve y lejana secuela a Mr Gwyn y otro poco por el puro placer
de ir en pos de una idea determinada que tenía en la cabeza” (página 7): el
misterio existencial del encuentro azaroso entre seres humano y las
consecuencia que de esos encuentros se derivan.
En efecto, en tres breves relatos, o quizás nouvelles, y siempre a la luz vacilante y ambigua del amanecer,
dos desconocidos, un hombre y una mujer se encuentran en el hall de un hotel cuando el amanecer deja ver sus
primeras luces; lo mismo les acontece a un anciano portero de noche y a una adolescente y a un chico y a una mujer
madura.
En el primer relato, una mujer todavía joven,
tan locuaz como descarada, llega hacia las cuatro de la madrugada al vestíbulo
de un hotel donde un hombre reposa sentado en una butaca, con la intención de
salir para cumplir con su trabajo de vendedor de balanzas. Tras conseguir que
el hombre la suba a su habitación, se inicia entre ellos un interminable
diálogo que les permite conocerse, con a la idea dominante de que por mucho que
fantaseemos con empezar de cero y dejar la vida atrás, eso será imposible. Y en
el desenlace, el absoluto desconcierto para el lector, con una encerrona
perfectamente ejecutada por la mujer, colaboradora de la policía.
En la segunda nouvelle, el diálogo tiene lugar entre “una muchacha deliciosa” que
llega a un hotel más bien sórdido acompañada del que parece
ser su novio, y el portero de noche que la invita a liberarse del
aparente novio, un tipo “completamente erróneo”. Y también a partir de ahí
surge una historia que se enmaraña con otro final sorpresivo.
Tercera historia: un hotel igual de
deprimente. Una mujer madura haciendo de niñera de un chiquillo de trece años
en la cochambrosa habitación del albergue. Salen del hotel en un viejo Honda y
se trasladan en la noche. Y entre ellos se inicia otro largo diálogo. Pero
algo, una tragedia, ha ocurrido y sigue ahí, enmascarada. El chico pregunta y
en el veloz y rápido diálogo surgen complicidades. Los pasados -muy reciente y
trágico el del chiquillo, con ausencia / presencia de afecto en el de la mujer
policía- salen a flote. Y en el desenlace, de nuevo el desconcierto, pero esta
vez preñado de optimismo, brillante como la bella luz del amanecer.
Tres relatos que se pueden amalgamar en una
única novela que el lector puede componer a su gusto, dominados por las
ideas-eje de Alessadro Baricco: la imposibilidad del cambio, del borrón y
cuenta nueva en el casino de la vida, el destino humano, siempre estocástico y arbitrario,
la permanencia de las cosas en la corriente nunca quieta de la vida (página 99),
la perseverancia y, a veces, tenacidad del amor. Todo ello a la luz, a la vez
ambigua y bella, de los amaneceres que Alessandro Baricco describe de forma
profundamente sugerente.
Novela fragmentaria, modesta sin duda
comparada con algunas de sus obras mayores. Ajena a la artificiosidad y a
cualquier clase de petulancias. Para leer desde la virginidad de unos ojos
frescos, como ha comentado algún lector.
Francisco
Martínez Bouzas
Alessandro Baricco |
Fragmentos
“El
hombre se quedó mirándola unos instantes, le preguntó luego si había vuelto a
empezar desde cero, de ese modo que soñaba, mientras tenía al niño en brazos.
Sí, respondió la mujer, ¿y sabe de qué me di cuenta? El hombre no respondió. Me
di cuenta de que uno nunca cambia de verdad, de que no hay forma de cambiar:
como uno es de niño lo será durante toda la vida, no es para cambiar por lo que
se puede empezar desde cero. Y, entonces, ¿para qué es?, preguntó el hombre. La
mujer se quedó un rato en silencio. No se había dado cuenta de que la sábana se
le había deslizado hacia abajo, sobre el pecho, o no le importaba. A lo mejor
era eso lo que quería. Se empieza desde cero para cambiar de mesa. Siempre se tiene la impresión de que nos hemos metido
en la partida equivocada y que con nuestras cartas a saber qué podríamos haber
hecho únicamente de haber estado sentados en otra mesa de juego (…) Como ya le
he dicho, añadió, cambiar las cartas es imposible, lo único que nos queda es
cambiar la mesa de juego.”
…..
“Mira
qué maravilla.
¿El
qué?
La
luz, allí al fondo. Se llama amanecer, es luz
Amanecer
Exactamente
así. Lo hemos conseguido, señorito
Y,
en efecto, desde el horizonte se había levantado una luz cristalina que iba
reencendiendo las cosas y que ponía de nuevo el tiempo en movimiento. Tal vez
fuera el reflejo sobre el mar, pero había algo metálico en el aire que no todos
los amaneceres tienen, y la mujer
pensó
que la ayudaría a permanecer lúcida, y calmada.”
(Alessando Baricco, Tres veces al amanecer, páginas 29-30, 94-95
Excelente presentación !
ResponderEliminarFeliz 2014