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sábado, 27 de abril de 2013

JOAN PERUCHO, LA PROCLAMACIÓN DE LA FANTASÍA



Las historias naturales
Joan Perucho
Edhasa, Barcelona, 284 páginas
(LIBROS DE FONDO)

   Joan Perucho (Barcelona, 1920-2003) es una de los escritores catalanes más traducidos. Poeta, novelista, articulista, gastrónomo y crítico de arte, se inició en la escritura en español, pero la mayor parte de su obra está escrita en catalán. Sus obra literaria es tan amplia como rica, sin embargo fue ninguneado durante largos años, al igual que su amigo Álvaro Cunqueiro. Ignorado por la crítica, propensa a juicios fundamentalistas, porque, como afirma Carlos Pujol, la literatura de Joan Perucho es la proclamación de la fantasía y de la libertad de las quimeras (…) de las verdades soñadas que suelen ser para el lector mucho más hondas, hermosas y significativas de lo que nunca podrán sospechar los que nunca han leído a Perucho. Sin embargo Perucho vio al fin reconocida su contribución a las letras peninsulares con el Premio Nacional de las Letras al conjunto de su obra, concedido por el Ministerio de Educación en 2002, poco antes de fallecer.
   Ejemplo de dignidad, decoro y elegancia artística, cautivado por la palabra, por su música interna y por las fantasías que son capaces de hacer nacer en nuestro interior, gobernó como nadie lo imposible y lo maravilloso, haciéndolos convivir con lo más cotidiano, con aquello que nos es familiar, con la naturalidad del casalicio.
   Perucho nació para la literatura como poeta surrealista para transitar más tarde por la narrativa. El año 1968 fue el de su explosión con  la publicación de nueve libros, lo que obligó a la crítica a hablar del “boom” Perucho. No obstante el escritor catalán estaba pendiente de una reivindicación: la traducción de su corpus literario al español, hecho que finalmente dio comienzo al emprender la Editorial Edhasa la edición castellana de su obra completa. El proyecto dio comienzo con la publicación de Las historias naturales, una de las novelas más emblemáticas del autor pues recogió en 1960 -año de su publicación en catalán- la quintaesencia de su obra: la digresión culta, la cháchara erudita en la que se entretejen  y amalgaman personajes reales e imaginarios, a la manera de una mitología en la que no resulta nada fácil distinguir la realidad de la ficción. Su protagonista es Antonio  Montpalau, un sabio del siglo XIX, empeñado en combatir la superstición en nombre de la ciencia, dedicándose por ejemplo a perseguir un extraño pájaro, que resultó ser un vampiro, empleando armas como el ajo, el perejil o el crucifijo. Sin embargo su investigación de la avutarda géminis, le obligará a replantearse su visión del mundo. Todo ello en el transfondo de las guerras carlistas, por lo que entre sus protagonistas encontramos personajes reales.
   Perucho halló en Las historias naturales el camino para iniciarse en esa concepción de la literatura como juegos de ingenio, condimentados no con el humor directo, como hizo Álvaro Cunqueiro en el territorio de la literatura gallega, sino con la ironía. La simbiosis de lo racional y de lo sobrenatural, de la fantasía, de la erudición, real o apócrifa, que hallamos como características definitorias  de la obra literaria de Joan Perucho, mereció el elogio de la crítica internacional. Un crítico de la categoría de Harold Bloom escribe el siguiente juicio sobre Las historias naturales: “ambientada en los años treinta del siglo XIX, la época de las guerras carlistas, sigue siendo una narrativa de futuro todavía hoy, más de cuarenta años después de su publicación. Es una narrativa magnífica que mezcla una historia de vampiros, la Historia y una ironía que semeja enteramente catalana”. Este “modelo de narración elíptica para la literatura del futuro” que sutura lo cotidiano con la magia, desvela el oculto secreto de los espejos. Mientras tanto el mundo se entretiene con Tolkien, Rowling o con Las cincuenta sombras de Grey.

Francisco Martínez Bouzas



Joan Perucho



Fragmento

“Se apoyó en la balaustrada y contempló la mar en calma. Se divisaban seis navíos, uno de los cuales enarbolaba pabellón británico. Pasó una «gavinis comunis», chillando, en vuelo rasante. Se hizo un silencio perfecto. Allá arriba, en Montjuich, tremolaba la bandera. Surgieron unos acordes arrebatadores, pero inaudibles, absolutamente inexistentes. Aparecía la imagen de Riego, y el himno, y la Constitución de 1812. Podía verse a los carlistas y la ciudadela y al general O’Donnell desplomándose, con la sangre que fluía, lenta y absurda. Fluía vertiéndose sobre los adoquines. Pasaban los milicianos y las canciones patrióticas, y se gritaban vivas a la reina. Volaban «gavinis comunis» y «avutarda géminis», la especie indeterminada, chillando, moviendo las alas sobre los pórticos de la casa Xifré, recién estrenados. Se saboreaba el gusto salobre del mar, y un optimismo delirante alternaba con un fúnebre pesimismo. Todo el mundo movía las alas y gritaba. Sólo la ciencia permanecía impasible, más allá del bien y del mal.”

(Joan Perucho, Las historias naturales, página 20)

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