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miércoles, 1 de mayo de 2013

UNA MENGUANTE UTOPÍA POLÍTICA



 
En tiempos de luz menguante
Novela de una familia
Eugen Ruge
Traducción de Richard Gross
Editorial Anagrama, Barcelona, 2013, 394 páginas.


   Eugen Ruge (Sosva, Urales, 1954), un matemático y físico formado en la República Democrática Alemana (RDA), que desde 1989 se dedica con  exclusividad al teatro y a la radiotelevisión, debuta en la narrativa con esta su ópera prima, In Zeiten des abnehmenden Lichts, traducida al español en el pasado mes de marzo por Editorial Anagrama. Cerca de cuatrocientas páginas para narrar las interioridades de una saga familiar en los últimos cincuenta años en la RDA y  a través de cuatro generaciones.
   La novela, en efecto, echa a andar con la fundación de la RDA y concluye con los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sus grandes protagonistas: el linaje de los Umnitzer y el declive de la utopía política comunista tal como fue  consumada en los países en los que funcionó como sistema político. Porque, si algo aparece meridianamente claro en la novela de Eugen Ruge es cómo cada generación de los Umnitzer se aleja más y más de la fe y de las certezas fundamentales del estado naciente y del partido, con el cual se identificaba. Eugen Ruge lo refleja a través de esas cuatro generaciones, cada una de ellas anclada en una posición muy diferente frente al régimen comunista: desde los patriarcas, genuinos comunistas convencidos de la causa, hasta los últimos vástagos, representados por el hijo del personaje vertebrador de esta novela, Alexander Umnitzer , descreídos y que ven el pasado con vergüenza, como apunta el mismo Ruge.
   Para contar esta historia de una familia comunista y su decadencia, el autor echa mano de su propia experiencia familiar. Ruge, en efecto, se sirve de la historia de sus abuelos comunistas de las primeras hornadas, la generación comunista estalinista que aceptó por disciplina de partido cualquier discrepancia; la de sus padres que mantienen hacia el sistema una relación menos dogmática y más matizada. Y la suya propia, la tercera generación, completamente crítica y disconforme con esa utopía política jamás realizada. En la novela vemos representadas a estas generaciones por los Powileit-Umnitzer.
   Aunque el relato arranca en el año 2001, se interna mediante oportunas analépsis  en el pasado de esta saga de los Powileit-Umnitzer en los años cincuenta, sesenta y setenta y centra su foco de atención, de forma especial, en el día 1 de octubre de 1989, fecha en la que el patriarca Wilhelm Powileit celebra su noventa cumpleaños, una fecha que el narrador describe desde distintos y divergentes puntos de vista: la del homenajeado, incombustible defensor del estalinismo; la de su esposa, tan oportunista como amargada; la de su hijo, historiador del régimen, pero inconformista; la de su esposa rusa, marginada en la RDA, marginación que ahoga en alcohol;  la de la madre de esta, la anciana Irina que vive en el mundo de los recuerdos su propio analfabetismo. Y por último, la del último representante de la saga, el biznieto Markus , un joven desconectado del contexto familiar y completamente despolitizado.
   Este procedimiento narrativo, construido con pericia y oficio, se repite a lo largo de todo el libro, con una arquitectura narrativa que alterna capítulos que reproducen el cumpleaños del patriarca, con otros que narran el viaje  a México de su nieto Alexander en 2001, y otras secuencias que representan incursiones narrativas en fechas comprendidas entre 1952 y 1995. Presenciamos en este friso temporal, lleno de avances, retrocesos y determinadas calas, el devenir de la segunda mitad del siglo XX, lo que le permite al autor penetrar en la mentalidad de tres generaciones -la del biznieto apenas cuenta-, mostrando la complejidad de los momentos y circunstancias de forma convincente y nunca maniquea, relatada a través de pequeñas anécdotas de la vida cotidiana, con las, sin embargo, logra perfilar la gran novela de la Alemania Oriental, iluminando un período histórico de luz menguante, sin que el autor se cebe con los errores del pasado, sin que pontifique verdades. Simplemente pone ante los ojos del lector varias versiones de los hechos que constituyen la pequeña y la gran historia del pueblo alemán en la segunda mitad del siglo XX.

Francisco Martínez Bouzas




Eugen Ruge

Fragmento

“Abrió los ojos un breve momento: Kurt, ¡quién iba ser! Para Chov, tú mismo, pensó Wilhelm. Derrotista. ¡Toda la familia! Excepto Irina, que al menos había estado en la guerra. ¿Pero Kurt? Mientras duró la guerra, estuvo metido en el campo. Tuvo que trabajar, ¡qué horror!, con esas manos que ni siquiera servían para abrir un tarro de pepinos. Otros, pensó, arriesgaron el pellejo. Otros, pensó, la palmaron luchando por la causa, y tenía ganas de levantarse y hablar de los que habían palmado luchando por la causa. Hubiera hablado de Clara, que le salvó la vida: de Willi, que se cagó en los pantalones de miedo. De Sepp, torturado hasta la muerte en algún sótano de la Gestapo porque se habían quedado cortos a la hora de eliminar a los traidores. Así fue, profesor sabelotodo, incapaz de abrir un tarro de pepinos. Así fue entonces y así seguía siendo hoy día. Tenía ganas de decirlo. Y tenía ganas de decir también otra cosa: sobre el entonces y el hoy. Y sobre los traidores. Y sobre lo que había que hacer ahora. Y sobre dónde estaba el problema. Tenía ganas de decir todo eso, pero tenía la lengua demasiado espesa y su cabeza era demasiado vieja para transformar en palabras lo que sabía. Cerró los ojos y se reclinó en su sillón de orejas. Ya no oía las voces. Sólo oía el ronroneo en su cabeza, igual al del agua de la bañera por la mañana. Y de entre el ronroneo salía una melodía. Y de la melodía, palabras. Ahí estaban, de repente, las palabras que buscaba: sencillas y tristes y claras, y tan obvias que en el mismo instante olvidaba que las había olvidado.
Cantó en voz baja, para sí, acentuando cada sílaba. A un compás ligeramente arrastrado, como bien se dio cuenta. Con un trémolo no intencionado:
La verdad del partido es siempre la verdad
de eso, camaradas, jamás debéis dudar,
porque aquel que lucha por  la igualdad,
tendrá siempre de su lado la verdad.
Frente a la explotación y la mentira,
frente al que atropelle a la vida,
frente al que obra con maldad o necedad
aquel que defiende a la Humanidad,
tendrá siempre la verdad de su lado.
Por el espíritu de Lenin fue creado
y por la mano de Stalin unido,
el Partido, el Partido, el Partido.”

(Eugen Ruge, En tiempos de luz menguante, páginas 195-196)

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