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domingo, 10 de febrero de 2013

"LA CONJURA DE LOS NECIOS", LA FARSA ESTRUENDOSA DE IGNATIUS REILLY


La conjura de los necios
John Kennedy Toole
Traducción de J. M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez
Editorial Anagrama, Colección “Otra vuelta de tuerca, 2013, 389 páginas.


   En este libro, se nos dice en la presentación editorial, todo es extraordinario, empezando por su historia. Es, sin duda una de las obras maestras de la literatura norteamericana, de la segunda mitad del siglo XX. Pero el rechazo de las editoriales a publicarla, hizo que su autor John Kennedy Toole (1937-1969) se suicidase e los treinta y dos años. Sin embargo, su madre que creía ciegamente en el valor literario de la novela, lo siguió intentando infatigablemente. No lo consiguió hasta 1980 en una pequeña editorial universitaria de Louisiana, lo que no prometía gran cosa de cara a una consagración literaria. Sin embargo, A Confederacy of Dunces fue considerada en pocos meses una divertida tragicomedia épica, alcanzó un gran éxito de ventas y, al año siguiente, se alzó con el Premio Pulitzer y con el entusiasta fervor de la crítica. En España el libro ha corrido una suerte similar: editado por primera vez por Anagrama en “Panorama de narrativas” (1982); editado de nuevo diez años más tarde por el mismo sello editorial en “Compactos”. En febrero de este año aparece la primera edición en la colección “Otra vuelta de tuerca”.
   El primer lector de la novela de Kennedy Toole fue Walker Percy que por compromiso hacia la madre del autor se vio obligado a examinar el manuscrito en papel carbón, apenas legible. Y lo leyó con la incredulidad de haber hallado un buenísimo producto literario. Pero la tragedia que encierra este libro (el suicidio de J. K. Toole a los treinta y dos años) contrasta frontalmente con la farsa grotesca, estruendosa, moldeada sobre un fondo trágico, que encierra la trama picaresca de este libro y, sobre todo, con la figura de su personaje central, Ignatius Reilly, uno de los grandes antihéroes  de la narrativa de todos los tiempos, comparable a un “Don Quijote adiposo y a Tomás de Aquino perverso”, como escribe el prologuista, W. Percy. Por eso mismo, este tipo raro que se consideraba a si mismo como Boecio, pero es en realidad un ser excéntrico, extemporáneo e inadaptado, convierte sus peripecias en el punto de mira de John Kennedy. Toole, quizá la caricatura o espejo interior de su propio yo.
   Con todo, no resulta fácil describir en pocas palabras la trama de La conjura de los necios, sin spoilerizar el argumento,  porque el libro es a la vez comedia, tragedia, ensayo y un verdadero drama. El hilo argumental se sustenta, como he dicho en la figura de Ignatius J. Reilly que, en la Nueva Orleans de los años 60, vive situaciones cotidianas disparatadas. Él mismo cae mal desde la primera página, de lo que es consciente echándole la culpa a la forma descuidada en que probablemente eyaculó su padre. Vive a costa de su madre y se imagina que está luchando por un mundo mejor. Con tal fin escribe cuaderno tras cuaderno garabateados desde la cama, en los que transcribe su rara y vetusta visión del mundo. Un accidente automovilístico  le obligará  a deambular por las calles de Nueva Orleans en busca de trabajo y de este modo comienza a transformarse en el caleidoscopio  que refleja una sociedad plagada de personajes esperpénticos  que con la misma fuerza provocan  tanto la hilaridad como la impotencia. Incluso con su novia Myrna, una revolucionaria universitaria que cree que lo que Ignatius necesita es sexo, mantiene una relación anti-convencional, rayana al surrealismo.
   La conjura de los necios es una acidísima, mordaz y grotesca crítica de la sociedad desde la mente de un inadaptado que cree hallar en la Edad Media el paradigma de la perfección moral y en Batman la transcendencia de la sociedad abismal. Desfile de personajes secundarios, verdaderos frikis, en el lenguaje de hoy. Caricatura grotesca y satírica de todo quisque (“Esta  ciudad es famosa por sus jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas…gente que tira la basura a la calle, por sus lesbianas…, gentes todas que viven en la impunidad mediante sobornos” ( página 17). Agrio retrato así mismo de los jefes corruptos, por lo que la lectura de esta obra maestra, “que no trata realmente de nada y  a la vez trata de todo”, nunca dejará de ser actual. Muy recomendable pues para ser leída no solo en el Barrio Francés de Nueva Orleans, sino también en un país como el nuestro y en un tiempo como el de nuestros días, poco propicio para leer De Consolatione Philosophiae de Boecio, cuya  estructura reproduce John Kennedy Toole, pero asombrosamente resignado con la corrupción que también se refleja en el libro. O eso parece.

Francisco Martínez Bouzas




Johon Kennedy Toole

Fragmentos

Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras, en los plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas. En la sombra, bajo la visera verde de la gorra, los altaneros ojos azules y amarillos de Ignatius J. Reilly miraban a las demás personas que esperaban bajo el reloj junto a los grandes almacenes D. H .Holmes, estudiando a la multitud en busca de signos de mal gusto en el vestir.”

…..

“Descubro, estimado lector, que he ido habituándome al agitado ritmo de la vida oficinesca, adaptación de la que no me creía capaz. No hay duda, desde luego, de que en mi breve carrera en Levy Pants Sociedad Limitada, he logrado introducir varias innovaciones prácticas y eficientes. Los lectores que sean también trabajadores administrativos y estén leyendo este penetrante diario en el descanso del café, o en otra circunstancia similar, deberían tomar buena nota de una o de dos de mis innovaciones. Dirijo también estos comentarios a los funcionarios y a los ricachos en general.
He dado en llegar a la oficina una hora más tarde de lo que allí se me espera. En consecuencia, me encuentro muchísimo más reposado y fresco cuando llego, y evito esa primera hora lúgubre de la jornada laboral en la que los sentidos y el cuerpo entorpecidos aún por el sueño convierten cualquier tarea en una penitencia. Considero que, al llegar más tarde, mejora notablemente la calidad del trabajo que realizo.”

…..

“-Mi personalidad tiene muchas facetas.
-Me asombras. -El joven miró detenidamente el atuendo de Ignatius-. Pensar que te dejan andar suelto por ahí. En cierto modo, te respeto.
-Muchísimas gracias. -El tono de Ignatius era suave, complacido-. La mayoría de los necios no entienden mi visión del mundo en absoluto.
-Me lo imagino, me lo imagino.
-Sospecho que bajo tu fachadas ofensiva y vulgarmente afeminada puede haber una especie de alma. ¿Has leído suficientemente a Boecio?
-¿A quién? Oh, Dios mío, no. Yo no leo siquiera los periódicos.
-Entonces debes iniciar inmediatamente un programa relecturas, para que puedas llegar a comprender la crisis de nuestra época –dijo solemnemente Ignatius-. Empezaremos con los últimos romanos, incluido Boecio, claro. Luego profundizaremos extensamente en la Alta Edad Media. Podrás dejar a un lado el Renacimiento y la Ilustración. Todo eso es más que nada propaganda peligrosa. Ahora que lo pienso, será mejor que saltes también a los románticos y a los victorianos. En cuanto al período contemporáneo, deberías estudiar algunos cómics seleccionados.
-Eres fantástico.
-Te recomiendo especialmente Batman, porque tiende a trascender la sociedad abismal en que se encuentra.  Su moral es bastante rigurosa, además. Le respeto muchísimo.”

(John Kennedy Toole, La conjura de los necios, páginas 15, 107-108, 258-259)


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