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domingo, 12 de marzo de 2023

MUNDOS DISTÓPICOS Y POSAPOCALÍPTICOS

El bosque es grande y profundo

Manuel Darriba

Caballo de Troya (Grupo Penguin Random House), Barcelona, 160 páginas.

 

    

   “Como decía Stendahl, la literatura es colocar el espejo a la orilla del camino. Los temas más recurrentes de mi obra son la idea de sociedad, incomunicación, del azar…” Con estas palabras Manuel Darriba caracterizaba su literatura hace más de veinte años, y siguen delimitando no pocos aspectos, sobre todo técnicos de su producción posterior, especialmente en el capo narrativo.

   El bosque es grande y profundo es una novela de relatos, incrustada plenamente en los mundos utópicos, apocalípticos y postapocalípticos. El género apocalíptico es un fenómeno literario, propio de las épocas de crises y que mira hacia el futuro, ya que tanto el presente como el pasado solamente ofrecen desconfianza. De ahí que la relación entre las utopías sobre todo las distopías- y la apocalipsis. Las sociedades distópicas son el escenario donde se desarrolla la historia más negativa.

    

 

                                            

                                            Manuel Darriba

 

En la infinidad  de la utopía y en los temas postapocalipticos se inserta esta novela de dos relatos de Manuel Darriba. El primero de ellos nos acerca a un misterioso viajero que viene de le Ciudad, huyendo de la noche y de la guerra. Se interna en el bosque y el relato sigue sus pasos en un espacio sin nombre que parece de otros tiempos históricos, y donde habitan seres humanos con oficios y relaciones personales de épocas pretéritas. En vez del hogar que busca, el viajero encuentra seres deshumanizados, ambientes desolados, un mundo frío. La narración del segundo relato nos acerca a la Ciudad, donde observamos otra forma de supervivencia, esta vez apocalíptica: una niña y su profesora sobreviven a los estragos de la guerra refugiándose en un bosque. Fuera solamente existe un dantesco paisaje bélico.

   Dos historias brutales, repletas de profundas cargas simbólicas. Dos relatos concisos, lacónicos, desnudos de cualquier artificio. Párrafos cortos, tajantes, oraciones asindéticas. Como ya señalé, Manuel Darriba pone el espejo a la orilla del camino y observa, reflejando rasgos, acciones y diálogos de su personajes, con una radical economía de de recursos lingüísticos. Da la impresión de que su interés es reproducir estos dos ambientes hostiles y, de esta forma, surge nítida la relación del ser humano con el medio, en este caso, con la desolación y con la devastación provocada por el mismo. Un fecundo aprovechamiento, por consiguiente, de la técnica objetivista y de los recursos del minimalismo que convierten esta novela breve en una obra original e innovadora.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

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