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jueves, 11 de agosto de 2022

MEJOR UN BONSÁI QUE LOS INCÓMODOS CAMINOS DE LA LITERATURA

Bonsái

Alejandro Zambra

Epílogo de Keila Guerriero

Editorial Anagrama, Barcelona 2022, 95 páginas

 

 
 


 
Bonsái significó el debut en la narrativa de Alejandro Zambra. La novela fue publicada por primera vez en 2006. Anagrama nos ofrece ahora la 14ª edición de esta minúscula novela que no alcanza las cien páginas. Nacido en Santiago de Chile en 1975, dos años después del golpe de estado de Pinochet, Alejandro Zambra pertenece a la generación de los hijos, la generación que vivió los años de la dictadura “escuchando” el silencio de los adultos. Hoy en día, como escritor, es uno de los narradores que, en el Chile actual, se interrogan sobre los miedos, la inocencia y la culpa, y repasa la larga lista que da fe que lo que entonces, siendo niño, acontecía en el país andino. Un escritor pues que se viste con la ropa de los padres y se mira en el espejo. Es su forma de recuperar, desde el presente, el pasado de los padres, de aquellos padres que sí participaron en política y se jugaron la vida, y también de aquellos otros que, por tibieza o por miedo, no participaron y, con ello, apoyaron a la dictadura. Ya los hizo en varias novelas de las que sólo menciono dos: Vida privada de los árboles (2007) en la que un personaje recobra su infancia. Y de forma mucho más explícita y contundente en  Formas de volver a casa que Anagrama editó en 2011 para España y Latinoamérica.

   Alejandro Zambra poco a poco ha ido levantando una obra sinuosa, impredecible en las formas y preñada de ironía. Bonsái es un relato elíptico y a la vez presuroso. En palabras del autor, “una historia liviana que se pone pesada”, y que sigue el consejo de Borges que sugería escribir como si se estuviera redactando el resumen de una obra. Y eso es lo que hace Alejandro Zambra: una novela-bonsái, en la que coexiste una exposición  ontológica sobre el amor y la muerte, pero también sobre la literatura, con un gran regusto a decepción, porque el amor entre los protagonistas estaba condenado al fracaso. Ellos son Julio y Emilia. Ambos sabían, como se dice en el spoiler que abre la primera página de la novela  que al final ella moriría y él se quedaría solo, si bien no debemos fiarnos de este anuncio inicial porque Bonsái es una narración muy poco lineal y desordenada que recoge una historia de amor entre dos muchachos muy jóvenes.

   Los dos comparten una historia de amor y una relación entre libros, experiencias literarias y relaciones sexuales. El marco espacial es la ciudad de Santiago de Chile. Julio es un joven normal que vende sus libros para conseguir dinero, y Emilia, una hermosa y coqueta mujer. Tras un encuentro casual deciden compartir sus vidas. La historia narrada por Julio cuenta lo que sucede con anterioridad a ese final anunciado al inicio: la muerte por suicidio de Emilia.

   Todo se inicia porque los protagonistas duermen juntos accidentalmente, hecho motivado por una noche de estudio, previa a un examen de Sintaxis Española II. El encuentro tiene lugar en la casa de dos mellizas, y resulta ser mucho más numeroso de lo previsto. Poco a poco se transforma en una fiesta. A pesar de que  a los dos les desagradan  algunos comportamientos del otro, aquella noche descubrieron las afinidades emotivas entre ellos. En el siguiente encuentro ya se transforman en compañeros sexuales, y en la primera relación seria de Julio, en contra de lo que estaba previsto porque pensaba que las relaciones eran más peligrosas que las mujeres.

   Pasa el tiempo, conviven juntos y la rutina y el hastío dejan sentirse. Y Emilia viaja a España. En Madrid tiene múltiples relaciones con varios hombres. Hasta que fallece y Julio se queda solo, condenado a la soledad, convencido de que es preferible encerrarse en su habitación, observando el crecimiento de un bonsái, que transitar por los molestos roteros de la literatura.

   

 

                                        

                                            Alejandro Zambra

 

    La novela, en la edición de Anagrama, finaliza con un epílogo (“La sustracción”) de Leila Guerriero que califica al libro como un trabajo de zozobra. Da cuenta de la trama un narrador omnisciente, pero indeciso que contempla a los personajes con “sospecha, humor y distancia”. Concuerdo con Leila Guerriero que Alejandro Zambra tiene un sentido implacable del tempo: maestro de la puntuación y del empleo de los tiempos verbales.

   El autor tiene la capacidad de lograr que una historia que al inicio parecía intranscendente  y ligera, alcance una intensidad angustiante. Ese fue el gran mérito de Alejandro Zambra en este su debut, en su “resumen de novela”, que es un verdadero laberinto de espejos y una pavorosa novela sobre la decadencia y el paso del tiempo y la imposibilidad de los jóvenes de alcanzar la felicidad.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

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