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martes, 28 de septiembre de 2021

"JUSTINE", EL PRIMER PUENTE DE UNA TETRALOGÍA

Justine

Lawrence Durrel

Traducción de Aurora Bernárdez

Edhasa, Barcelona, 355 páginas

 

   Lawrence Durrell se dio a conocer como poeta y novelista en la década de los treinta, y obtuvo su primer gran éxito con El libro negro que había escrito en París. Sin embargo es conocido, sobre todo por “El cuarteto de Alejandría”, y de forma especial por el primer volumen de la tetralogía, Justine, escrtito en la década de los cincuenta y que ha sido editado y reeditado en numerosas ocasiones y por diversas editoriales.

   Esta imponente tetralogía (Justine, Balthasar, Mountolive y Clea) convierten a Durrell en un clásico de la literatura contemporánea, sobre todo por la exploración del lenguaje narrativo, que permite comparaciones vehementes  con Proust y Faulkner. Como la mayor parte de su narrativa, Justine proviene de las experiencias personales del autor. En efecto, en el año 1942, Durrell se separa de su esposa y se traslada a Alejandría, donde conoce a  Éve Cohen, una mujer hebrea que se convierte en el modelo del personaje de Justine y con la que se casa en el año 1947.

   La novela no solamente retrata una ciudad cosmopolita y sensual, mítico lugar de encuentro de razas y lenguas, abarrotada de prostitutas, efebos y truhanes, puerto de mar, repleto de los más variados aromas y además corrompido, sino que nos acerca a un personaje anverso de la criadora sadiana y cuya búsqueda del placer constituye su método pleno de aprendizaje. La novela nos abre además las puertas para una experimentación formal con relación al tratamiento del tiempo y del espacio.

   Justine es, como ya he señalado la primera parte de una tetralogía. En una nota preliminar a Balthasar, el volumen que continúa el cuarteto, Durrell explica su objetivo. La literatura moderna, viene a decir el escritor, ofrece unidades. Así pues, él mira a la ciencia e intenta componer un ciclo novelístico de “cuatro puentes”, con una forma basada en la teoría de la relatividad. Tres lados de espacio y uno de tiempo integran la receta de un continuo.

    

                                 

                                              Lawrence Durrell

    Las cuatro novelas se ajustan a este modelo. Las tres primeras partes se desenvuelven efectivamente de forma espacial y no se sitúan de forma serial. En las mismas, el tiempo permanece detenido. Solamente la cuarta parte, Clea, se ocupa del tiempo. A la vez, el autor traslada a la tetralogía la relación sujeto-objeto, tan importante dentro de la relatividad. En cada una de las novelas descubrimos una tonalidad  subjetiva y otra objetiva. La tercera novela de la serie, Mountolive, es una novela claramente naturalista, en la que el narrador de Justine y Balthasar se convierte en objeto, es decir, en personaje. Estilísticamente las cuatro novelas son obras altamente refinadas: idéntico fulgor descriptivo y la misma capacidad para dotar de un aura de hechizo a los personajes.

 

Francisco Martínez Bouzas

 

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