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miércoles, 3 de julio de 2019

LA MUERTE EN LA EXPERIENCIA DE LOS VIVOS


Cuántos de los tuyos han muerto
Eduardo Ruiz Sosa
Editorial Candaya, Avinyonet del Penedès (Barcelona), 2019, 171 páginas.

    



   Anatomía de la memoria (Candaya, 2014), una novela de Eduardo Ruiz Sosa, es para muchos una obra maestra. Mas ahora el autor vuelve a sus orígenes: a publicar ficción en formato corto, relatos como su libro de cuentos, La voluntad de marcharse (2008). De nuevo en Candaya nos ofrece Cuántos de los tuyos han muerto, un título sobre la muerte o mejor dicho, sobre los muertos, como proclama una de las citas iniciales del volumen: “pero la muerte no es la muerte, es un muerto.” Pero relatos también sobre la muerte revelada en sus dimensiones cotidianas, literarias y filosóficas, como se escribe en “Siete claves sobre el libro”, publicada por Candaya, mas siempre centrado los interrogantes en los que se desgasta o se rompe luego de la muerte de aquellos a quienes amamos. ¿Qué hay más allá de la muerte se preguntan esos seres sencillos que han perdido alguien a quien amaban?
   La muerte está muy claro es un acontecimiento definitivo, irreversible y postrero. Se resiste a ser comprendida por nuestra conceptualizaciones, pero es tan real y tan cierta que “ganándole la partida, perderemos”. Siempre está ahí de forma inexorable, como la trampa que jamás podremos evitar. Y ni siquiera admite partidas de ajedrez como nos quiso hacer ver el cine de Ingmar Bergman. Como insaciable agujero negro que no se nutre de estrellas sino de existencias humanas. Pero más que la muerte, lo que conocemos es la ausencia de los muertos, de nuestros muertos, amados o queridos especialmente.
   Sobre todo ello nos hace meditar Eduardo Ruiz Sosa (Culiacán, México, 1983) en los once relatos de este libro, fruto de estímulos, experiencias e ideas que en él llevan haciéndose presentes desde hace mucho tiempo. “El resto -escribe en la Nota final, un texto que contextualiza el origen y algunas características de los relatos- fue producto de un zarpazo.
   Relatos algunos de ellos como el segundo, “La garra de la estatua” con connotaciones familiares. En esa misma Nota final, escribe el autor que en sus cuentos no hay realidad ni ficción; hay experiencias. Y afectaciones de esa experiencia con coordenadas como la ausencia, la aflicción para las personas implicadas, los que sobreviven, y se hacen dueños, o mejor dicho, víctimas del dolor de sus muertos.
   El libro surgió como un estado de necesidad, una serie de textos que debía escribir, confiesa, debido al momento que el autor estaba viviendo, una suerte de delirio. Todos los cuentos tematizan la muerte, distintas formas de muerte o de aproximación a la misma, pero desde la perspectiva, no del muerto, sino del que padece la pérdida, generalmente los familiares.
   Frente al amarillismo que sobre la muerte aparece en ciertos  medios de comunicación, Eduardo Ruiz Sosa, reivindica en sus relatos otra forma de acercarnos, como sobrevivientes, al hecho de la muerte. No como un hecho noticioso -a veces ni eso- de las muertes violentas o consecuencia de hechos catastróficos. La muerte ha perdido los rasgos de misterio insondable, y a veces nos la presentan como un hecho ficticio como una imagen más que puebla los noticieros.
   En el libro, en cambio, y en cada uno de sus relatos, hay un retorno; un retorno a la hondura de la muerte en su incomprensible espesor, y en las implicaciones para los allegados y amigos sobrevivientes, “próximos murientes”.
Eduardo Ruiz Sosa cita a Derrida: “El pasado ha pasado, el acontecimiento tuvo lugar, la falta ha tenido lugar, y se pasado, la memoria de ese pasado permanece irreductible, intratable.”. Para el pensador argelino francés, las palabras no convocan la presencia de la muerte; sucede todo lo contrario: provocan su ausencia, su anulación. Esa gran grieta entre la palabra y la cosa. Un desajuste ontológico que el autor traslada a los contextos vitales del dolor humano.
   Es pues necesario leer estos relatos, todos ellos escritos con primor y con cierta filiación a García Márquez, en los que todo (cuerpo, mente, familia…) se hallan en un ir y venir continuo  en torno a la muerte, a una ausencia padecida por los vivos, que es lo que en general genera los relatos. Es el desajuste que percibe el amigo o el familiar, y que se hace presente como un anuncio marcado en el inicio del primer relato: “No sé en qué momento dejó de reconocerme”. Y más adelante añade: “La muerte la traía a este presente. Todas las muertes son este presente” (página 15)
   

                                           
Eduardo Ruiz Sosa


  Relatos muchos de ellos merecedores de ser antologados. Personalmente me subyugan el segundo: “La garra de la estatua” y el tercero”: “El dolor los vuelve ciegos”. Vaya como muestra este breve texto que el autor perfila en “La garra de la estatua”, como breve testimonio de la hondura y estilo brillante de Eduardo Ruiz Sosa: “Incluso la encontramos  a ella cuando intentó esconder su propia muerte y salió a la calle corriendo como una yegua sableada en el pecho, como si buscara en la distancia  alejarse del espectáculo final.” (página 26). Un texto que se asemeja a una recreación de Gabo. Inconfundible sabor al escritor colombiano.
   Libros de relatos ni pesimista ni optimista. Profundo, intimista, quizás con su parte alícuota de realidad y ficción, pero sobre todo experiencia, y un meritorio esfuerzo por hallar un nuevo lenguaje para hablar de la muerte. Reseñable finalmente la significativa y original  portada de la artista plástica de Sinaloa, Sara González Cisneros. Su ingenio creativo plástico es la primera invitación para leer este libro en que los vivos hablan de los muertos porque ninguno de ellos ha vuelto a hablar.

Francisco Martínez Bouzas

2 comentarios:

  1. La muerte siempre será tema de meditación y superstición. Yo, me niego a pensar, que exista sólo una vida y que todo termine en el laberinto inexplicable de la muerte. Los relatos de Eduardo Ruiz Sosa, mi compatriota, se me hacen muy interesantes, de alguna manera todo se va perdiendo en cada paso que damos en la vida y muere todo a a nuestro alrededor, a veces, sin darnos cuenta. Conseguiré el libro, me atrapó.
    Te dejo un abrazo, gracias por tu sabiduría.
    Araceli García.

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  2. Son relatos magníficos con un lenguaje que además se asemeja a veces a Gabriel García Marquez

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