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domingo, 3 de marzo de 2019

LA MACABRA ESPIRAL DE LAS AMANTES BOREALES



Las amantes boreales

Irene Gracia

Ediciones Siruela, Madrid 2018, 268 páginas



   


    Hay una frase que la autora, Irene Gracia, atribuye a Oscar Wilde,”Siempre acabamos matando lo que más amamos”, que recopila la enjundia más profunda y menos visible de esta novela. Eso es precisamente lo que, en un desenlace inesperado, está  a punto de sucederle a Fedora, una de las voces protagonistas en las que se sustenta esta novela, narrada a dúo entre dos amigas, en una suerte de estructura coral. La novela, reducida a su sinopsis más elemental, es la historia de una macabra espiral entre dos jóvenes bailarinas de la alta burguesía de San Petersburgo, una verdad profunda y abisal que con el correr de las semanas y meses se irá convirtiendo en una historia de amor a la vez heterosexual forzado y homosexual con un asfixiante relato de amor, o mejor dicho sexo, incestuoso al que una padre somete a su hija.

   Las protagonistas de Las amantes boreales son Fedora y Roxana, pertenecientes las dos a la alta burguesía de San Petersburgo. Ellas son así mismo las narradoras de la historia, bien a base de secuencias narrativas o en forma de diarios. Son alumnas de la Escuela Imperial de Danza, apadrinada por el zar, con grandes bailarinas que fueron las amantes en las que el zar, la nobleza o la alta burguesía hallaba a las amantes perfectas: bellas, cultivadas, atléticas.

   Fedora, la loba roja  y Roxana, la loba negra, son expulsadas de la Escuela Imperial de Ballet y, como sus progenitores ansiaban liberarse de su presencia -sus madres tienen amantes clandestinos y los amantes furtivos no quieren ser vigilados-, son enviadas al lago Ladoga, ingresando ambas en el internado de Palastnovo, un centro educativo de doble fondo y doble moral. Allí se educa a las chicas no para ser bailarinas, sino esposas o meretrices de renombre. Con todas las consecuencias. Palastnovo es el internado del duque de Novo, un personaje tan crucial como turbulento  en el desenvolvimiento de la trama.

  Como telón de fondo, la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre.La monotonía de las primeras semanas de las dos internas se ve alterada por la irrupción de la figura del Hombre-Sombra que habita en las cavernas de Palastnovo, y que encarna el papel  del depredador en el sentido más real. Él es la personificación del depredador  que puede habitar en nosotros mismos y a veces determina nuestro comportamiento.

   Es entonces cuando el lector percibe que algo tenebroso está sucediendo en ese tétrico escenario de la residencia en una isla del lago de Ladoga.

   El gran mérito de esta novela de Irene Gracia es que en esta novela intimista, sin revelar lo que realmente acontece en Palastnovo, el lector va descubriendo los antros más sombríos del centro educativo en el que se cometen múltiples tropelías de carácter sexual, a la vez que nos deja intuir las cavernas más siniestras de la personalidad que hará perder la inocencia de ambas jóvenes. Las experiencias que ambas adolescentes vivirán en Palastnovo y en el lago Ladoga romperán su inocencia de púberes unidas por un amor lésbico y alterará el rumbo de sus vidas, profanando incluso de forma incestuosa su inocencia. Ambas son víctimas de las trampas del destino.

  Novela intimista y con un marcado acento gótico (el Hombre-Sombra que puebla las cavernas, pájaros que graznan de una forma amenazante, el oscuro cuarto de la fornicación, cuervos satánicos, ambiente  sumamente tóxico…).

   Al lector le queda el consuelo del desenlace: finalmente ambas amigas, dejarán de ser siervas del destino que otros habían trazado para ellas.

   La autora, a la vez que desarrolla una historia repleta de colorido, va describiendo el eclipse de la aristocracia. Ninguna aurora amanecerá para la nobleza rusa, sumida en un terrible eclipse. Si un mensaje es capaz de transmitirnos la novela es que el destino personal no está escrito no está determinado, y que todos somos capaces de labrar nuestro propio futuro. Y que la amistad puede ser tan fatal y misteriosa como el amor, algo que el lector comprenderá solamente en el desenlace porque la autora mantiene el suspense hasta la última línea.



Francisco Martínez Bouzas





Irene Gracia


Fragmentos



“Un hombre de mundo que iba vestido de blanco y exhibía una amplia cultura se sentó junto a nosotras una noche y nos dijo que Valaam había sido una d los lugares favoritos de Chaikovski y que en la isla había compuesto el Himno de los querubines. También nos dijo que a veces los monjes cantaban algunos fragmentos del himno, cuya belleza tenía la virtud de transportarte directamente al cielo. En aquellas interminables veladas, no siempre éramos conscientes de la curiosidad que despertábamos en los demás. Los hombres nos miraban con lascivia, las mujeres con envidia, y los muchachos con un deseo fulminante y alocado que incendiaba sus ojos y lo transformaba en lobos”



…..



“Bailábamos para festejar la vida y para festejar la muerte, improvisando movimientos que creíamos parecidos a los que inventaba nuestra admirada Isadora Ducan, hasta que caíamos rendidas sobre un lecho de paja. Sin que mediaran palabras ni mediaran temores, nuestros labios convergieron, y nos entregamos la una a la otra como dodo amantes que llevaran mucho tiempo sin verse. Aquella noche gloriosa supe que la vida es el fuego contagiosos de una boca amada, y que ese fuego que va y viene, como va y viene el deseo, es lo único que hace vivible la vida.”



…..



“El hombre-sombra me sedujo nada más llegar al colegio. Te sorprenderé que me cambiara el carácter? El hombre-sombra que veíamos a veces en el bosque y en los caminos era el duque de Novo, gran benefactor del colegio en el que tenía su harén, siempre con chicas nuevas .Le gustaban las muchachas de quince o dieciséis años, aunque tampoco hacía asco a las me menos edad. En Palastnovo todos estaban a su servicio, todos eran sus alcahuetes, todos estaban implicados en la corrupción, y la corrupción, tu lo sabes, no es entregarse a los placeres del cuerpo y del alma como lo hicimos nosotras aquella noche en la bodega(…)

Nada más llegas a Palastnovo e duque me llevó a su cama, em empezó a llamar su puta y me introdujo en las más violentas actividades de la carne sin ningún filtro, sin ningún preámbulo, sin ninguna mediación, como he ido indicando en las páginas anteriores.”



(Irene Gracia, Las amantes boreales, 115, 122-123, 229-230)

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