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jueves, 14 de febrero de 2019

LOS VANOS AVATARES DE LA ESPRENZA


Tango satánico

László Krasznahorkai

Trdcuuón del húngaro de Adan Kovacsis

Acantialado, Barcelona, 2018, 302 páginas.



   


    Lászlo Krasznohorkai (Gyula,  Hungría, 1954) es un escritor heredero de la tradición kafkiana centroeuropea, autor de obras maestras como Melancolía de la resistencia, Tango satánico o Guerra y Guerra. Krasznahorkai, si algo pretende, es enseñarnos de nuevo a leer, como se ha escrito. Leer en el sentido literal, siendo fieles a su mecanismo escritural de frases perfectamente perfiladas que ocupan  a veces páginas enteras, y en una dimensión más profunda, haciendo que el cerebro experimente una sacudida brutal al contemplar las imágenes inquietantes que ocupan sus páginas. Con eso, con la inmersión en un sistema de pensamiento complejo ajeno a  los  razonamientos dualistas de la   lógica clásica, el escritor húngaro non enseña a leer de nuevo, pero de otro modo, cuyo equivalente es mirar el mundo otra vez y de otra forma.

   A Krasznahorkai, si algo le interesa es no olvidarse del siglo XX con sus grandes autores como James Joyce, Samuel Beckett o Roberto Bolaño y que no se pierdan en nuestra desmemoria personajes como Viktor Orban, epígonos del totalitarismo moscovita, Trump o Le Pen. Es una garantía que Susan Sontag y W.G. Sebald hayan apoyado a László Krasznahorkai, haciendo hincapié en la influencia de Gogol en sus obra, muchos años antes de sus publicación.

   László Krasznahorkai sitúa la trama de la novela en una remota región de la Hungría postcomunista. Una región rural azotada por el viento y la incesante lluvia. Allí, en una cooperativa agrícola, un grupo de lugareños, antiguos trabajadores de la explotación, ahora abandonada, intentan sobrevivir como pueden.  Sus vivencias se hallan sumidas en una absoluta desesperanza que confían resolver con la llegada de un personaje que consideraban fallecido Irimiás, al que buen parte de los aldeanos consideran un profeta. Otros, un demonio. Y en efecto, se despiertan un día y escuchan unas misteriosas campananadas y que el olor de la tierra es diferente. Reunidos en la taberna, se enteran de la llegada de Irimiás y Petrina. ¿Pondrán convertirse ellos  en la esperanza anhelada por los habitantes de la vieja cooperativa?

   En el presente narrativo la cooperativa húngara está completamente muerta. Por eso Tango satánico es una reflexión alrededor de los roles de poder y sobre el hecho de que cuando se ha perdido la fe y la esperanza, se transforman los discursos vacíos en vaticinios proféticos. Y a ello se acomodan los lugareños de la cooperativa. Son títeres atados a una rutina vacua: un médico sin pacientes que examina a la gente en una turbera - fonda infestada de arañas, núcleo miserable de socialización, diversos matrimonios cuya relación de pareja consiste en criticarse mutuamente, fingiendo, sin embargo, que no se odian, madres que descuidan a sus hijas…

   Tango satánico es claramente una novela psicológica: juega con la conciencia y los vicios de la humanidad, sus poderes y falsos poderes como el de Irimiás que los parraquianos podrán comprobar que son papel mojado. La novela efectúa además un examen sobre las personas y las relaciones que entre ellas se establecen. Y la conclusión no puede ser otra: en la destartalada cooperativa sigue habiendo dominados y dominadores: el médico pretende controlar a todo el pueblo, una madre controla la voluntad de sus hija y un hermano la anima a tomarse matarratas para que  muera. Y el mismo Irimiás es un guía que con un discurso populista, los engaña a todos. Finalmente la atosigante desesperanza en el día de mañana será igual de desesperada.

   Novela circular sin posibilidades de escapatoria, una parábola sobre la vacua ilusión humana de un líder salvador, alguien a quien admirar, aunque nos siga engañando. Y un retrato mordaz de una sociedad resquebrajada, decadente que se aferra a una falsa esperanza como a cabo ardiendo.

   Debido a la complejidad de la trama y a la estructura de la que se sirve el autor, Tango satánico no resulta una obra fácil. El desarrollo narrativo desencaja las expectativas del lector:

falsas revelaciones, sucias biblias, campanadas que anuncian el juicio final, rezos desesperados… conviven en una trama compleja, preanunciada por el título de la novela. Añádase a eso la especial estructura que el autor ha elegido para erguir la novela: no se escriben los diálogos, cada capítulo  de las dos partes en que está dividida la novela, está compuesto por un solo y larguísimo párrafo. El autor ha querido previsiblemente dictaminar con esta estructura compositiva que el texto se desarrolla de una forma lenta, atendiendo a la minuciosidad de los detalles, un voluntario ritmo continuo   tanto en el tiempo como en el espacio. Todo ello sirve de confirmación de las palabras de traductor inglés que define la  novela  de László Krasznahorkai “como un lento flujo de lava de la narrativa, un vasto río negro que lleva por callejones oscuros, como entrar y salir de las bodegas.”

   Tango satánico  se abre a multiplicad de enfoques. Un estilo que es capaz de reproducir de forma encomiable las incesantes lluvias la pesadez de los barrizales, la claustrofobia, la agorafobia que supone vivir rodeado, agobiado por los demás, resulta tan potente que es imposible no dejarse arrastrar por la novela, a pesar de las dificultades estructurales aludidas.



Francisco Martínez Bouzas





Lásló Krasznahokiai



Fragmentos



“Desde que se desmanteló la explotación, desde que la gente se dispersó a la misma velocidad y con el mismo ímpetu con el que en su día se presentó, y él se quedó allí varado -igual que algunas familias, el médico y el director de la escuela, quienes tampoco tenían a donde ir- examinaba todos los días el sabor de las comidas, pues consideraba que lo primero que hacía la muerte era instalarse en las solapas, en las carnes, en las paredes: muchas vueltas les daba a los bocados entre la lengua y el paladar antes de tragarlos, sorbía poco a poco el agua o el escaso vino que a veces le llegaba, y a veces sentía un deseo irrefrenable de arrancarle un trozo de salitroso revoque a la sala de bombas de la nave de la maquinaria, donde vivía, y probarlo para reconocer por ciertas irregularidades en el orden los  aromas y sabores la Señal, confiado en que  la muerte fuera algo así como una advertencia y no lo desesperantemente definitivo.”



…..



“Las graves palabras de Irimiás zumbaban sombrías en la fonda, como si doblaran unas campanas que por el momento sólo expresaban horror, aunque no se supiera aún la causa. La gente - con los rostros marcados por las pesadillas de la noche anterior y por las siniestras tinieblas del duermevela- lo rodeaba muda, angustiada, hechizada, como si acabara de despertarse en ese instante y esperara aturdida, con la ropa arrugada, el pelo revuelto y las huellas de la almohada en las sienes, una explicación, ya que mientras dormían el mundo se había puesto patas arriba y todo se había desquiciado. Irimiás, sentado entre ellos con las piernas cruzadas, re reclinó lleno de dignidad en su asiento, procurando evitar esos ojos sanguinolentos y ojerosos, su nariz aguileña, con una mueca en el centro a la altura de los pómulos….”



…..



“Los habitantes de la explotación, asustados, se arrimaron unos a otros y se vieron obligados a entornar incuso los ojos bajo esas últimas frases que cayeron como un mazazo sobre ellos, porque no sólo el fuego que irradiaban las palabras, sino también la mirada de Irimiás quemaba y abrasaba… La señora Halics absorbía esos sonidos retumbantes con la expresión de una penitente  y a punto estuvo de retorcerse de placer ente Irimiás. La señora Kráner cogía del brazo a su marido y lo apretaba con tal fuerza que a él no le quedaba más remedio que llamarle la atención a su susurros en varias ocasiones.”



(Lászlo Krasznahorkai, Tano satánico, páginas 17, 182-83, 191-192)

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