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martes, 5 de febrero de 2019

DIARIO DE UN DEPREDADOR SEXUAL


18 centímetros la medida del placer
Pablo Paniagua
Alita de Mosca-Literatura Indie, Ciudad de México, 2018, 139 páginas

   


   Diario sin fecha, por no decir monólogo, de un depredador sexual, una condición  que, casi como condecoración el protagonista se autoadjudica  en más  de una ocasión. El resultado: un carrusel de sexo y sensualidad con mayúsculas. Una novela sin duda arriesgada para los tiempos que corren, y no precisamente por su alta carga erótico / pornográfica, sino por  las opiniones en ella vertidas. En efecto, 18 centímetros,la medida del placer va más allá del género  erótico / pornográfico ensanchando sus fronteras por medio de opiniones contra el feminismo radical, las mujeres, el amor y el matrimonio, por medio de un aparato crítico sin pelos en la lengua, acompañado de buenas dosis de humor negro y de sarcasmos.
   Otra novela de sexo explícito de Pablo Paniagua, escrita a contracorriente de los que marcan las modas como Nadine, réplica de Cincuenta sombras de Grey. El autor  no engaña a nadie, confiesa que no escribe para entretener, y menos a biempensantes de escapulario, sino para despertar conciencias, en un momento de gran banalización de la literatura y como forma de rebelión “contra ese feminismo paranoico” que coarta y censura la libertad de expresión, ese feminismo que arrebató la intransigencia  a los moralistas y que, es su opinión, persigue el empoderamiento (sometimiento de la parte contraria), emparentándose así con el machismo. Lo hizo con La novela perdida de Borges y con Nadine. Y lo vuelve hacer ahora de forma reduplicativa con 18 centímetros la medida del placer.
  Al margen de las críticas que se prestan a la polémica, la novela es una exaltación sin complejos del macho heterosexual. En un largo monólogo, el protagonista innominado se presenta como depredador sexual, con 18 centímetros entre las piernas, su Muñeco. También como mecánico del sexo que desatasca vaginas y cumple, por consiguiente una función social.
   Es cierto que no oculta su condición depredadora en el mundo del sexo, pero admira y trata a las mujeres desde la perspectiva de la libertad, de la atracción sin cadenas. Por eso mismo no se considera machista ya que no miente ni engaña. A lo largo del monólogo, su único afán es acabar con su Muñeco entre las piernas de una mujer que libremente lo acepta o incluso se lo pide de rodillas. Su Muñeco trabaja siempre, excepto en una ocasión con traje de buzo. Un ramillete de mujeres se disputan sus atributos.
   Y así, encuentro tras encuentro, alejado por voluntad propia de todo lo que se  pueda emparentar con los sentimientos amorosos, transcurren sus correrías sexuales que resultan tan mecánicas como las películas y vídeos porno: comer las tetas, amasarlas, bajar hasta llegar hasta la braga, llevar la boca hasta los labios del coño y para adentro a todo trapo, con distintas posturas, con saliva en es esfínter anal y, a veces, con heces y chorros de orina escurriéndose por las piernas.
   Ciertamente un verdadero carrusel de sexo. Pero más importante que esa forma compulsiva de hacer felices a las mujeres y a su propia genitalidad, son las opiniones que impregnan la novela. Pablo Paniagua es, sin duda alguna, un escritor libre, ajeno a tabúes. Podemos anatematizar al protagonista, calificar las escenas de pornográficas, perversas, si bien todo depende de las convenciones sociales como puso de manifiesto Pierre Klossowski. Pero detrás de todo ello está lo más interesante: el afán del escritor por polemizar. Su escritura falocéntrica viene acompañada de opiniones como mínimo polémicas: el matrimonio como trampa que les asegura a las mujeres el futuro y la estabilidad; las mujeres son psicológicamente inestables mientras les acecha la menopausia. Algunas son de alto mantenimiento; la libertad es mejor que una relación de pareja -por eso el protagonista tiene sexo con todas pero no se quiere enamorar de ninguna-.; el sexo no es sucio ni pecaminoso y aquellos que así lo consideran deberían estar en el manicomio; opiniones sobre la infidelidad y la infidelidad; el amor es ciertamente una comunión de sentir y de actuar compenetrados los cuerpos bajo el instinto con fines procreativo.
   Pero el verdadero motor impulsos de este monólogo hipersexual es el alegato contra el fanatismo oscurantista que se institucionaliza en la tendencia puritana y mojigata que vicia la normal relación entre la mujer y el hombre auspiciada por el feminismo radical y su tendencia moralista o más bien de superficial moralina, el polo opuesto del machismo intransigente como declara el autor.

Francisco Martínez Bouzas



                                                   
Pablo Paniagua



Fragmentos

“Tengo 18 centímetros entre las piernas, el tamaño ideal para hacer volar a las mujeres. Así me diseñaron, no lo voy  a negar: soy un depredador sexual. En estos días no hay quien falle con un poco de citrato de sildenfil o tadalafil se soluciona el asunto, además de algo de gracia, imaginación y fondo físico para hacerlo como un profesional, un tipo decente que se preocupa por satisfacer a una mujer. No busco justificación para contar algo tan íntimo como mi vida sexual, forma parte de la experiencia y por ello debe ser materia de estudio. La confianza es indispensable en la práctica del sexo, tener la disposición mental del ganador, saber que se pueden salvar los obstáculos, asumir esa capacidad de decisión, la inteligencia y sangre fría del protagonista de una aventura sexual sin precedentes, donde el inicio para por detectar a la presa, estudiar el terreno y caer con las palabras precisas o la simple mirada.”

…..

“Me retiré hacia atrás, para verla con conjunto con zapatos de tacón y lencería fina, y puedo jurar, por lo más sagrado, que me impactó como ninguna otra mujer. No daba crédito ante dicha hermosura, la belleza en su centro, con los pezones oscuros advirtiéndose tras la tela al igual que su coño peludo y sin arreglar. Así le gustaría a su novio…En vez de atacar decidí desnudarme a la distancia sin dejar de observarla, quitándome primero la camiseta, los pantalones, los calcetines, los calzoncillos, para que el Muñeco hiciera su aparición magistral:«¡Dios mío! ¡Qué fiesta me espera!», parecían decir los ojos de Verónica. Y para continuar primero le quité el sujetador, le comí las tetas, las amasé, y arrastrando la lengua    por su cuerpo bajé  hasta llegar a las bragas. No le quité los zapatos para que se viera   más porno, abrí la panorámica de sus piernas, desde las rodillas hasta donde se asoman los glúteos por su parte interna, y los labios oscuros de su coño  resplandecieron. Lo tenía tan grande que daban ganas de  meter la cabeza para verlo  por dentro, un túnel donde perderse  de por vida como  buen espeleólogo o para convertirse en hombre de las cavernas  y pintar  escenas porno e vez de bisontes. Y ahí llevé mi boca. Estaba rico, muy rico.”

…..

“¿Hay algo más? Sí, claro  que hay algo más, pues Verónica apareció con gesto grave, sin mostrar la más leve sonrisa (no era de extrañar después de la tunda). Sí se veía preciosa, incluso con ese toque dramático de actriz de la época dorada del cine, con un modelito ajustado de color verde primavera, mientras que yo, como un Humphrey Bogart  postmoderno, con un churro de marihuana entre  los labios, sentía cierto nerviosismo en el estómago al asistir de invitado especial a las interpretaciones de una secuencia cinematográfica. Lo hago así para salir bien librado, actuar más que sr, marcar la distancia para no acabar abatido por esa mujer. Sí, estoy verdaderamente enamorado, creo que podré resistir sin tener su aliento cerca. ¿Pero cuál será su precio? ¿Saltar al precipicio? ¿Arrojarme en sus brazos? ¿Fundar nuestra propia religión ¿La felicidad, el matrimonio y los hijos? ¿ La realización como ser humanos a través de la familia? ¡Cuentos chinos, ya lo sé! Con ella no es tan sencillo, soy como un imbécil que ha de recuperar la compostura porque está frente a las cámaras y el director dijo: ¡Acción!”

(Pablo Paniagua, 18 centímetros la medida del placer, páginas 9, 37-38.95)

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