Julio
Cortázar
Nórdica
libros, Madrid, 72 páginas
(Libros
de siempre)
La autopista del
Sur es el relato que abre el volumen Todos los fuegos el fuego que Julio
Cortázar (Ixelles, Bélgica 1914-París 1984) publicó en 1966. Cortázar es un
escritor referencia incuestionable de la narrativa universal del siglo XX.
Paradigma del intelectual y del escritor progresista y comprometido, es una de
las principales voces de aquel estallido de la literatura latinoamericana que
se conoce con el nombre de boom ya
que representa al escritor por excelencia: perfección técnica, afán de
cosmopolitismo y universalidad, gran formación cultural… todo ello unido a un
fuerte compromiso progresista que demuestra con sus críticas, como intelectual,
a las dictaduras del Cono Sur, Argentina y Chile especialmente. Es el modelo
del intelectual que ejercía sin complejos su papel en nuestra sociedad.
El cuento La autopista del Sur es una de las piezas maestras de ese gran
escritor de relatos que fue Cortázar. Todo ello, a pesar de su brevedad. Un
relato que amalgama una carga diegética sencilla pero muy intrigante; un fuerte
y eficaz peso simbólico, porque Cortázar fue capaz de convertir un hecho
trivial, el embotellamiento de coches en una autopista que lleva a París, en la
alucinación y pesadilla de una situación irreal, tan fantástica como absurda,
que dura varios días durante los que surgen situaciones tan absurdas como
trágicas e incluso románticas (suicidios, fallecimientos, relaciones
amorosas…).
Todo comienza, en efecto, con un normal
embotellamiento de automóviles que en un domingo regresan a París. Un atasco,
como tantos otros, en el regreso a la gran urbe. Pero el embotellamiento se
prolongará durante varias jornadas, sin que los conductores de los coches y sus
acompañantes sepan muy bien cuáles son las causas y sin que acuda la policía.
Cada persona, en su automóvil, identificado por la marca o modelo del mismo,
tiene como objetivo llegar a la capital con el fin de cumplir con algún
compromiso o tarea. El lector nunca llega a saber a ciencia cierta lo que
sucede: una situación nunca explicitada, posiblemente un accidente, provocará
que los automovilistas se vean obligados a compartir un mismo espacio y un
mismo tiempo en la autopista. Una situación que se prolonga durante varios
días. Se forman varios grupos con la vista puesta en la supervivencia; sin
embargo, cada protagonista vive y experimenta su propia soledad.
Distintas voces informan sobre las posibles
causas del atasco, en la línea de los artificios técnicos empleados por
Cortázar con vistas a crear una sensación de misterio e incluso de fantasía. Y
de este modo un hecho extraño, próximo a las pesadillas, surge de algo
enteramente trivial o cotidiano. Es la técnica de lo neofantástico usada
magistralmente por Cortázar.
Po encima de cualquier otra consideración, La autopista del Sur es una metáfora
temporal. El transcurrir del tiempo, su cálculo, su relatividad, son alguno de
los motivos principales del cuento. Otros hilos narrativos, en mi opinión
también relevantes, son la organización social -en el relato se llega a
establecer una organización de la sociedad en pequeño semejante a la de las
sociedades tradicionales-, el arribismo, la cooperación, la empatía entre las
personas, la filantropía, la codicia, la comparación entre la juventud y la
ancianidad e incluso el regreso a a la normalidad como algo no deseado. Y
muchos otros motivos que la acuidad de un narrador como Cortázar fue capaz de integrar
en este relato modélico.
Desde un punto de vista técnico, es preciso
resaltar en la escritura del relato, el clima agobiante que supo crear el autor
con pausas prolongadas e insignificantes avances de los automóviles; el dominio
del tiempo narrativo: el tiempo de la historia, con contadas anacronías,
coincide con el tiempo del relato. El protagonismo coral en el desarrollo de la
historia, un efectivo acierto del autor, ya que la narración pretende ser un
reflejo de la organización social humana. También acierta el escritor en la
elección del punto de vista narrativo: narra desde la perspectiva de los
personajes, puesto que en el relato cobran gran importancia las relaciones
humanas y los conflictos existenciales, en un contexto surrealista en este
caso, relatados además por un narrador omnisciente que lo sabe todo, sin
excluir lo que sienten y piensan los personajes.
Un relato en definitiva que muestra la vulnerabilidad
de los seres humanos, que convierte a lo trivial en el tema de fondo de una pequeña
pero meritoria obra literaria, que acumula gran riqueza dentro de lo narrado y que,
por lo tanto, da pie a que la imaginación adivine el desenlace más real o más disparatado.
Fragmentos
“Al principio la
muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al
ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj
pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio
midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de
querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas
salidos de Fontainbleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas
a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente
reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar
tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la
muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por retrovisor al hombre pálido que
conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio
del Peugeot 203 (detrás del Dauphine de la muchacha) que juega con su niñita y
hace bromas y come queso, o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los
dos jovencitos del Simca que precede al Peugeot 404, y hasta bajarse en los
altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los
autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de
atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la
altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento
la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los hombres que
viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias
consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y
el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más,
puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y
contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que
parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él
descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella
mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas.”
…..
“En algún momento
(suavemente empezaba a anochecer, el horizonte de techos de automóviles se
teñía de lila) una gran mariposa blanca se posó en el parabrisas del Dauphine,
y la muchacha y el ingeniero admiraron sus alas en la breve y perfecta
suspensión de su reposo; la vieron alejarse con una exasperada nostalgia,
sobrevolar el Taunus, el ID violeta de los ancianos, ir hacia el Fiat 600 ya
invisible desde el 404, regresar hacia el Simca donde una mano cazadora trató
inútilmente de atraparla, aletear amablemente sobre el Ariane de los campesinos
que parecían estar comiendo alguna cosa, y perderse después hacia la derecha.
Al anochecer la columna hizo un primer avance importante, de casi cuarenta
metros; cuando el ingeniero miró distraídamente el cuentakilómetros, la mitad
del 6 había desaparecido y un asomo del 7 empezaba a descolgarse de lo alto.
Casi todo el mundo escuchaba sus radios, los del Simca la habían puesto a todo
trapo y coreaban un twist con sacudidas que hacían vibrar la carrocería; las
monjas pasaban las cuentas de sus rosarios, el niño del Taunus se había dormido
con la cara pegada a un cristal, sin soltar el auto de juguete.”
…..
“La columna volvía
a ponerse en marcha, lentamente durante unos minutos y luego como si la
autopista estuviera definitivamente libre. A la izquierda del 404 corría un
Taunus, y por un segundo al 404 le pareció que el grupo se recomponía, que todo
entraba en el orden, que se podría seguir adelante sin destruir nada. Pero era
un Taunus verde, y en el volante había una mujer con anteojos ahumados que
miraba fijamente hacia adelante. No se podía hacer otra cosa que abandonarse a
la marcha, adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban,
no pensar. En el Volkswagen del soldado debía de estar su chaqueta de cuero.
Taunus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda
casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la
mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota.
Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían
los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con
Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine
subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía
que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el
soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas
horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el
precio que pedía. Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con
la cruz roja, y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que
crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué
esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los
otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente
hacia adelante.”
(Julio Cortázar, La autopista del Sur)
Interesante ...
ResponderEliminarSaludos
mark de zabaleta