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sábado, 9 de junio de 2018

LO TRIVIAL TRANSFORMADO EN OBRA DE ARTE


La autopista del Sur

Julio Cortázar

Nórdica libros, Madrid, 72 páginas

(Libros de siempre)



    

   La autopista del Sur es el relato que abre el volumen Todos los fuegos el fuego que Julio Cortázar (Ixelles, Bélgica 1914-París 1984) publicó en 1966. Cortázar es un escritor referencia incuestionable de la narrativa universal del siglo XX. Paradigma del intelectual y del escritor progresista y comprometido, es una de las principales voces de aquel estallido de la literatura latinoamericana que se conoce con el nombre de boom ya que representa al escritor por excelencia: perfección técnica, afán de cosmopolitismo y universalidad, gran formación cultural… todo ello unido a un fuerte compromiso progresista que demuestra con sus críticas, como intelectual, a las dictaduras del Cono Sur, Argentina y Chile especialmente. Es el modelo del intelectual que ejercía sin complejos su papel en nuestra sociedad.

   El cuento La autopista del Sur es una de las piezas maestras de ese gran escritor de relatos que fue Cortázar. Todo ello, a pesar de su brevedad. Un relato que amalgama una carga diegética sencilla pero muy intrigante; un fuerte y eficaz peso simbólico, porque Cortázar fue capaz de convertir un hecho trivial, el embotellamiento de coches en una autopista que lleva a París, en la alucinación y pesadilla de una situación irreal, tan fantástica como absurda, que dura varios días durante los que surgen situaciones tan absurdas como trágicas e incluso románticas (suicidios, fallecimientos, relaciones amorosas…).

   Todo comienza, en efecto, con un normal embotellamiento de automóviles que en un domingo regresan a París. Un atasco, como tantos otros, en el regreso a la gran urbe. Pero el embotellamiento se prolongará durante varias jornadas, sin que los conductores de los coches y sus acompañantes sepan muy bien cuáles son las causas y sin que acuda la policía. Cada persona, en su automóvil, identificado por la marca o modelo del mismo, tiene como objetivo llegar a la capital con el fin de cumplir con algún compromiso o tarea. El lector nunca llega a saber a ciencia cierta lo que sucede: una situación nunca explicitada, posiblemente un accidente, provocará que los automovilistas se vean obligados a compartir un mismo espacio y un mismo tiempo en la autopista. Una situación que se prolonga durante varios días. Se forman varios grupos con la vista puesta en la supervivencia; sin embargo, cada protagonista vive y experimenta su propia soledad.

   Distintas voces informan sobre las posibles causas del atasco, en la línea de los artificios técnicos empleados por Cortázar con vistas a crear una sensación de misterio e incluso de fantasía. Y de este modo un hecho extraño, próximo a las pesadillas, surge de algo enteramente trivial o cotidiano. Es la técnica de lo neofantástico usada magistralmente por Cortázar.

   Po encima de cualquier otra consideración, La autopista del Sur es una metáfora temporal. El transcurrir del tiempo, su cálculo, su relatividad, son alguno de los motivos principales del cuento. Otros hilos narrativos, en mi opinión también relevantes, son la organización social -en el relato se llega a establecer una organización de la sociedad en pequeño semejante a la de las sociedades tradicionales-, el arribismo, la cooperación, la empatía entre las personas, la filantropía, la codicia, la comparación entre la juventud y la ancianidad e incluso el regreso a a la normalidad como algo no deseado. Y muchos otros motivos que la acuidad de un narrador como Cortázar fue capaz de integrar en este relato modélico.

   Desde un punto de vista técnico, es preciso resaltar en la escritura del relato, el clima agobiante que supo crear el autor con pausas prolongadas e insignificantes avances de los automóviles; el dominio del tiempo narrativo: el tiempo de la historia, con contadas anacronías, coincide con el tiempo del relato. El protagonismo coral en el desarrollo de la historia, un efectivo acierto del autor, ya que la narración pretende ser un reflejo de la organización social humana. También acierta el escritor en la elección del punto de vista narrativo: narra desde la perspectiva de los personajes, puesto que en el relato cobran gran importancia las relaciones humanas y los conflictos existenciales, en un contexto surrealista en este caso, relatados además por un narrador omnisciente que lo sabe todo, sin excluir lo que sienten y piensan los personajes.

   Un relato en definitiva que muestra la vulnerabilidad de los seres humanos, que convierte a lo trivial en el tema de fondo de una pequeña pero meritoria obra literaria, que acumula gran riqueza dentro de lo narrado y que, por lo tanto, da pie a que la imaginación adivine el desenlace más real o más disparatado.







                                                    
Julio Cortázar

                                                  

Fragmentos

  

“Al principio la muchacha del Dauphine había insistido en llevar la cuenta del tiempo, aunque al ingeniero del Peugeot 404 le daba ya lo mismo. Cualquiera podía mirar su reloj pero era como si ese tiempo atado a la muñeca derecha o el bip bip de la radio midieran otra cosa, fuera el tiempo de los que no han hecho la estupidez de querer regresar a París por la autopista del sur un domingo de tarde y, apenas salidos de Fontainbleau, han tenido que ponerse al paso, detenerse, seis filas a cada lado (ya se sabe que los domingos la autopista está íntegramente reservada a los que regresan a la capital), poner en marcha el motor, avanzar tres metros, detenerse, charlar con las dos monjas del 2HP a la derecha, con la muchacha del Dauphine a la izquierda, mirar por retrovisor al hombre pálido que conduce un Caravelle, envidiar irónicamente la felicidad avícola del matrimonio del Peugeot 203 (detrás del Dauphine de la muchacha) que juega con su niñita y hace bromas y come queso, o sufrir de a ratos los desbordes exasperados de los dos jovencitos del Simca que precede al Peugeot 404, y hasta bajarse en los altos y explorar sin alejarse mucho (porque nunca se sabe en qué momento los autos de más adelante reanudarán la marcha y habrá que correr para que los de atrás no inicien la guerra de las bocinas y los insultos), y así llegar a la altura de un Taunus delante del Dauphine de la muchacha que mira a cada momento la hora, y cambiar unas frases descorazonadas o burlonas con los hombres que viajan con el niño rubio cuya inmensa diversión en esas precisas circunstancias consiste en hacer correr libremente su autito de juguete sobre los asientos y el reborde posterior del Taunus, o atreverse y avanzar todavía un poco más, puesto que no parece que los autos de adelante vayan a reanudar la marcha, y contemplar con alguna lástima al matrimonio de ancianos en el ID Citroën que parece una gigantesca bañadera violeta donde sobrenadan los dos viejitos, él descansando los antebrazos en el volante con un aire de paciente fatiga, ella mordisqueando una manzana con más aplicación que ganas.”



…..





“En algún momento (suavemente empezaba a anochecer, el horizonte de techos de automóviles se teñía de lila) una gran mariposa blanca se posó en el parabrisas del Dauphine, y la muchacha y el ingeniero admiraron sus alas en la breve y perfecta suspensión de su reposo; la vieron alejarse con una exasperada nostalgia, sobrevolar el Taunus, el ID violeta de los ancianos, ir hacia el Fiat 600 ya invisible desde el 404, regresar hacia el Simca donde una mano cazadora trató inútilmente de atraparla, aletear amablemente sobre el Ariane de los campesinos que parecían estar comiendo alguna cosa, y perderse después hacia la derecha. Al anochecer la columna hizo un primer avance importante, de casi cuarenta metros; cuando el ingeniero miró distraídamente el cuentakilómetros, la mitad del 6 había desaparecido y un asomo del 7 empezaba a descolgarse de lo alto. Casi todo el mundo escuchaba sus radios, los del Simca la habían puesto a todo trapo y coreaban un twist con sacudidas que hacían vibrar la carrocería; las monjas pasaban las cuentas de sus rosarios, el niño del Taunus se había dormido con la cara pegada a un cristal, sin soltar el auto de juguete.”



…..



“La columna volvía a ponerse en marcha, lentamente durante unos minutos y luego como si la autopista estuviera definitivamente libre. A la izquierda del 404 corría un Taunus, y por un segundo al 404 le pareció que el grupo se recomponía, que todo entraba en el orden, que se podría seguir adelante sin destruir nada. Pero era un Taunus verde, y en el volante había una mujer con anteojos ahumados que miraba fijamente hacia adelante. No se podía hacer otra cosa que abandonarse a la marcha, adaptarse mecánicamente a la velocidad de los autos que lo rodeaban, no pensar. En el Volkswagen del soldado debía de estar su chaqueta de cuero. Taunus tenía la novela que él había leído en los primeros días. Un frasco de lavanda casi vacío en el 2HP de las monjas. Y él tenía ahí, tocándolo a veces con la mano derecha, el osito de felpa que Dauphine le había regalado como mascota. Absurdamente se aferró a la idea de que a las nueve y media se distribuirían los alimentos, habría que visitar a los enfermos, examinar la situación con Taunus y el campesino del Ariane; después sería la noche, sería Dauphine subiendo sigilosamente a su auto, las estrellas o las nubes, la vida. Sí, tenía que ser así, no era posible que eso hubiera terminado para siempre. Tal vez el soldado consiguiera una ración de agua, que había escaseado en las últimas horas; de todos modos se podía contar con Porsche, siempre que se le pagara el precio que pedía. Y en la antena de la radio flotaba locamente la bandera con la cruz roja, y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.”



(Julio Cortázar, La autopista del Sur)

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