Elsa
Osorio
Tusquets
Editores, Barcelona, 2018, 382 páginas.
Es un fenómeno universal, afecta a todos los países, pero lo viven
sobre todo aquellos en los que las dictaduras han masacrado, torturado,
asesinado a los supuestos disidentes. Cuando la memoria histórica, la verdad de
los asesinatos, de los crímenes de lesa humanidad, quedan protegidos por un
manto de impunidad, y las instancias judiciales no actúan debido a connivencias
con los regímenes políticos o a oprobiosas amnistías, es la literatura la que,
con piezas de ficción basadas en hechos reales, saca a la luz del día toda la
basura de las cloacas, las torturas y asesinatos que acabaron con la vida de
cientos o miles de víctimas. La escritora argentina Elsa Osorio (Buenos Aires,
1952) lo viene haciendo desde hace tiempo. En 1998 publicaba A veinte años, Luz, novela en la que
tematizó uno de los asuntos más tenebrosos de la dictadura cívico militar de
Argentina (1976-1983): la apropiación ilegal de los recién nacidos, arrancados
a las mujeres presas para ser entregados a familias de militares. Esas
situaciones terriblemente perversas las vuelve a tratar ahora en su última
novela, Doble fondo, aunque con
ciertas variantes sobre todo en la tonalidad, y centrándose en las relaciones
que se establecieron entre torturadores y víctimas en los centros clandestinos
de tortura de la dictadura militar -Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)
sobre todo- y las concesiones de los
secuestrados para poder vivir ellos y sus hijos.
Doble
fondo echa a andar con el hallazgo del cuerpo de una mujer, Marie Le
Boullec, quizás María Landáburu de soltera, respetable médica de origen
argentino, que aparece ahogada y flotando en las playas de La Turballe del
pueblo marinero francés de Saint-Nazaire. La autopsia revela que había caído o
había sido arrojada desde mucha altura, anestesiada y con fracturas en varias
partes de su cuerpo debido al impacto con el agua. El comisario que lleva el
caso le señala a Muriel, la reportera del periódico local, las similitudes de
esta muerte con los asesinatos en serie ocurridos en los años 70 en Argentina:
hombres y mujeres anestesiados y arrojados vivos al río y al mar desde aviones.
Muriel y su pequeño equipo serán los encargados de investigar el caso.
Y a partir de aquí se despliegan los hilos
narrativos que le dan forma y contenido a la novela: las investigaciones de la
periodista para hallar al asesino en una suerte de policial negro. En forma
alterna y paralela y cruzándose al final de la novela, y con retrocesos a 1978,
el relato, salpicado de fragmentos que Juana Alurralde, militante de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias, secuestrada y detenida en el ESMA junto con su
hijo Matías de tres años, le escribe a este contándole su historia y personal
calvario en los abismos del centro de detención y tortura, su viaje a París
como obligada amante del victimario y torturador Raúl Radías, alias el Rulo,
mano derecha del almirante Massera, para infiltrarse entre los exiliados
argentinos, formando parte del Centro Piloto París, para averiguar qué está
tramando el COBA, la subversión internacional para boicotear el mundial de
futbol Argentina 1978. Fingirá amar a un torturador para conseguir la libertad
de su hijo secuestrado con ella: “…supo que había que agarrarse a ese hombre
como a una tabla en medio del océanos” (página 32), pero sintiéndose igualmente
prisionera del ESMA.
Las investigaciones que en Francia realiza
Muriel le hacen pensar que la doctora Le Boullec no es quien decía ser y que su
muerte, anestesiada con pentotal, es la muerte en diferido a la que hubiera
sido sometida en la Argentina de la dictadura, como ya había ocurrido con los
asesinatos de exiliados argentinos en París a manos de infiltrados de la
dictadura como Astiz, el Ángel Rubio o Ángel de la Muerte. Juana llegará a
degradarse con Raúl Radías con tal de que su hijo, al que no le permiten ver,
se encuentre bien. Pero en el fondo detesta a su amante-torturador, igual que
al almirante Massera. Se negará a darle un hijo, le produce náuseas solo pensar
que puede llevar en su vientre un hijo de ese canalla. Pero, al mismo tiempo
reconoce que es una suerte contar con su protección en el infierno de
profesionales del odio, de la tortura y de la muerte.
A comienzos de la democracia, en 1983, se
pierden las pistas de Juana: ¿La mataron los Montonero, sus antiguos
correligionarios que la consideraban la
mina de un mafioso y una traidora? ¿Fue la Marina? ¿Radías? Del desenlace, lo
único que revelaré es que Juana Alurralde no se suicidó, la mataron; y Muriel y
su equipo cree saber quién es el asesino.
La novela, en una óptica
caleidoscópica, nos permite conocer las
distintas versiones de un mismo hecho. En su estructura se aúnan tres grandes
hilos narrativos: la investigación judicial y periodística en torno a la mujer
muerta en La Turballe, la historia de Juana Alurralde y finalmente fragmentos
de sus cartas a su hijo. En la narración cobran presencia el testimonio directo
de las víctimas, la necesidad insoslayable, por encima de leyes de amnistía o
de punto final, de que las atrocidades salgan a la luz y se haga justicia. Todo
ello basado en testimonios de supervivientes de la barbarie dictatorial.
También afloran descripciones del dolor y sobre todo del terror, a través de
personas que fueron torturadas por una represión en la que cualquiera podía
desaparecer porque se había convertido en una represión mafiosa, en un gran
negocio, en connivencia con la logia masónica Propaganda Due. Así fue
secuestrada y ejecutada por ejemplo la diplomática Elena Holmberg, prima del
general Lanusse porque sabía demasiado e interfirió en los turbios negocios.
Doble
fondo es a la vez una novela detectivesca y un documento histórico en el
que escuchamos las voces de los supervivientes del abismo de la dictadura
argentina. Y un arma de lucha -así lo entiende Elsa Osorio- para descubrir la
verdad, la memoria histórica y hacer justicia pese a las inicuas amnistías como
las que se produjeron en Argentina -posteriormente derogadas- y en otros
países.
Una atmósfera de thriller negro, narrada con
cierta liviandad, sin hacer demasiado hincapié en la épica de las víctimas y en
la crueldad de los victimarios. Con habilidad, Elsa Osorio convoca en su novela
a personajes contradictorios: un torturador que amenaza a una mujer a la que
amenaza con los vuelos de la muerte y al mismo tiempo está loco de amor por
ella, se quiere casar y tener hijos. Y una mujer que vive una situación
terrible, pero quiere salvar a su hijo e informarse para un día poder denunciar
y se aviene a ser la “amante” del torturador.
Elsa Osorio |
Fragmentos
“En casa, en la
cama, me tapé con el acolchado aunque no hacía frío, pero las palabras del tal
Alfredo Scillingo, el marinero arrepentido, me produjeron escalofríos. Él no
era un oficial de inteligencia, ni uno de esos temibles torturadores, cumplía
funciones de mantenimiento en la ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada, un
campo de detención clandestino donde torturaron y mataron a miles de personas.
El jefe de la Armada, Emilio Massera, no quería que ningún marino saliera de
allí con las manos limpias. Así Scillingo, como todos los otros, participó en
dos vuelos de la muerte. En el primero, un Skyvan de Prefectura, tiraron a
trece personas al mar, y en el segundo, un Electra, tiraron a diecisiete. En el
último vuelo, se asustó porque se resbaló y casi se cae.”
…..
“Juana olió los
aviones y los compañeros andes de que el Rulo se lo contara. Esa noche le dijo
que, cuando los traslados, no los llevaban aun campo, sino a un avión. El Rulo
lo sabía pero nunca había ido; esa noche el Cero se lo ordenó, todos tienen que
ir. Él pidió pilotear, es lo suyo, pero no, debía estar dentro del avión, con
los prisioneros. Vio cómo los tiraban al río, él mismo tiró algunos, a Silvia,
y levantó los brazos como si estuviera sosteniendo a Silvia y la dejara caer.
Temblaba y sudaba. Juana supo lo que era ese olor ácido repugnante, el olor del
horror de Silvia y de otros compañeros que ya no vería más.
El teniente de
novio Raúl Radías, piloto naval, alias el Rulo, le dijo que esa noche sólo
necesitaba abrazarla, tranquilizarse, y ella se dejó abrazar con esos brazos
que sostuvieron a Silvia antes de dejarla caer, pero Juana se fue de su cuerpo
a otro lado, como había hecho cuando la torturaban, y cerró la nariz, y en
cuanto escuchó la respiración fuerte del Rulo, se deshizo del abrazo, se sentó
enfrente.”
…..
“Se sirve un whisky
aunque es la una de la tarde. Llama una vez más a Manuel, le parece que su voz
está diferente: ya va a llegar, no te preocupes. Raúl Radías mira la cama del hotel,
a los dos les había impresionado cuando llegaron, ¡cama de reyes!, si la Flaca no
vuelve…no quiere ni pensarlo. Una aguja eléctrica se clava en su estómago, lo va
recorriendo, como él recorrió de electricidad el cuerpo de Juana. No puede vivir
sin ella, ahora no es la carrera, aunque también, es ella, su cuerpo tibio, su sonrisa
y esos ojos, siempre tristes, sus tetas, su voz, su culo, sus piernas, su concha,
esa cocha donde él se zambulle y se pierde y se cura de todo mal, esa cocha que
lo perdona de las cosas duras que debe hacer en este momento histórico. Esa mujer
lo redime. Pero esa mujer lo enloquece, lo pone fuera de sí, que vuelva por favor,
que vuelva. Suena el teléfono.”
(Elsa
Osorio, Doble fondo, páginas 26, 119,
139)
Ciertamente interesante ...
ResponderEliminarSaluos
mark de Zabaleta
Hago este comentario por segunda vez, porque la página no me permitía subirlo, pero como tu reseña lo merece y el tema me toca de cerca como argentina, vuelvo a hacerlo.
ResponderEliminarMe quedé pensando en lo que afirmas sobre el contenido de esta novela, y recordé viejos tiempos en los que estos hechos sucedían habitualmente, aunque la gente común, los que estábamos alejados de la política, ignorábamos semejantes atrocidades pero creo que había una percepción colectiva de que algo dantesco estaba ocurriendo ya que gente del propio barrio o allegados, de alguna manera iban desapareciendo como en un soplo mágico de muerte.
También me quedé con este párrafo de tu reseña: " Una atmósfera de thriller negro, narrada con cierta liviandad, sin hacer demasiado hincapié en la épica de las víctimas y en la crueldad de los victimarios."
Desde lo intelectual, comprendo que para quienes no vivieron aquellos tiempos es necesario novelar los hechos, pero si no se cumple precisamente con lo que tú mencionas, es como contar una verdad mentirosa, una verdad disfrazada que hará más rápida e interesante quizás su lectura, pero no cumple con la honestidad que merecen aquellas víctimas, ni con los hechos tan repetidos en nuestro país, hechos de una de las historias que hacen a la Historia de una rueda que gira en forma intermitente pero que siempre se repite.
Me parece que el nudo de esta novela está basado en un hecho real que sucedió en aquella época, en la que hubo un caso casi idéntico incluso en los lugares que se citan, con una actriz muy joven y bonita de entonces que era la pareja de un alto funcionario naval.Se habló de la muerte de la actriz como de un suicidio y si mal no recuerdo ella era la representante o algo así de los actores, ya que en aquellos tiempos no existían los sindicatos si no eran cómplices del régimen.
Como siempre tu reseña nos abre el camino a un nuevo libro.
Saludos.