El pasado 22 de mayo fallecía a los 85 años
en gran escritor americano Philip Roth. El eterno candidato y merecedor del
Nobel de Literatura que nunca le fue concedido. Un viaje de varios días hizo
imposible un mínimo recordatorio del narrador norteamericano que más admiro. Lo
hago hoy publicando de nuevo este reseña del primer volumen de su “Trilogía americana”, American pastoral (1979). Un modestísimo homenaje y recordatorio del mejor narrador
norteamericano de los últimos treinta y cinco años
Philip
Roth
Traducción
de Jordi Fibla Feito
Editorial
Debolsillo (Penguin Random House Grupo
Editorial), Barcelona, 2016, 512 páginas
(Libros
de siempre)
Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933),
eterno candidato al Nobel, es posiblemente el escritor norteamericano de su
generación más premiado. Entre otros galardones literarios, dos de sus novelas
han obtenido el National Book Adward, Premio Príncipe de Asturias de las
Letras, ganador del Pulitzer en 1998 precisamente con American Pastoral. Pero, sobre todo era y sigue siendo uno de los
grandes narradores norteamericanos vivos junto quizás, como opina Harold Bloom,
con Thomas Pynchon. DonDeLillo y Cormac Mc Carthy. Una relación a la que yo
añadiría el nombre de E.L. Doctorow, fallecido en el año 2015. En una encuesta
realizada en el año 2006 por el por The
New York Times Book Review, un centenar de críticos, editores y entendidos
en literatura, eligieron los mejores veintidós libros. Entre ellos, seis
novelas de Roth. En el ensayo que acompañaba a la encuesta, el crítico A.S.
Scott afirmaba: “Si hubiésemos buscado el mejor escritor de los últimos
veinticinco años, él (Roth) sería el ganador”. Está pues en posesión el
escritor nacido en Newark de todas las consagraciones paraliterarias a las que
puede aspirar un autor: el reconocimiento de la crítica, los grandes premios
nacionales e internacionales, con excepción del Nobel. Mas la verdadera
sacralización de la que sus obras son merecedoras es la traducción de la
mayoría de ellas a múltiples lenguas, entre ellas al español. Entre las más
emblemáticas y conocidas en España, Portnoy
Complaint (1969), traducida con el título discutible, El mal de Portnoy y, sobre todo, la “Trilogía americana” de la que
forman parte American Pastoral
(1979), I Married a Communist (1998)
y The Human Stain (2000).
Pastoral
americana es una de las grandes novelas de Philip Roth. En ella, el
escritor norteamericano supo reflejar como nadie los problemas de la
asimilación y de la identidad de los judíos en los Estados Unidos y escudriñar
así mismo en la naturaleza de las pulsiones sexuales, de la autocomprensión y
también la génesis psicológica y el derrumbamiento del sueño americano. Ese
desplome de un sueño y la quiebra de los valores, idealizados hasta el
paroxismo a finales de los años sesenta, constituyen el telón de fondo sobre el
que Philip Roth yergue la historia y la trama de Pastoral americana.
La novela, en efecto, puede ser leída casi
como una saga sobre el declive y la brecha de una familia americana a finales
de los sesenta. Está narrada por Nathan Zuckerman, escritor y alter ego de
Roth, que aparece de forma muy frecuente en otras de sus novelas. El íncipit de la narración es el encuentro entre el narrador y Seymour
Levov, el Sueco. Un encuentro en el que se habla de las excepcionales
cualidades de los miembros de la familia Levov. Tras una reunión con un
hermano, Philip Roth pone en escena la primera analepsis: un salto hacia el
pasado que nos permite percibir la infancia del narrador y la de Seymour Levov,
su juventud en la que se convierte en ídolo de sus compañeros: buen hijo,
estudiante aplicado, deportista… un modelo paradigmático del american way of life, con la que se
fantaseaba en los años cuarenta. Hereda de su padre la fábrica de guantes,
levantada hacía tres generaciones, contrae matrimonio con una ex miss Nueva
Jersey, cambia su hogar por la casa de sus sueños, tienen una hija….
Todo parece indicar que la familia Levov
está sumergida en una verdadera sinfonía pastoral, la feliz pastoral americana.
Pero todo empieza a hundirse cuando la hija Merry lleva sus ideales políticos
de oposición a la guerra de Vietnam hasta el extremo de hacerse miembro de una
secta y convertirse en terrorista. Entonces Symour Levov se ve obligado a
transitar desde esa idílica pastoral hasta la ruina y el drama que cierran el
relato.
Philip
Roth ilustra de forma magistral la disolución de esta manera de ver la realidad, el sueño
americano, la idea de que todo el mundo, a pesar de sus orígenes humildes,
puede triunfar en los Estados Unidos. Mas ese sueño esconde una bestia de mil
caras que explota en el seno de la “feliz” familia. Para lograr el efecto
perseguido, el escritor inserta la narración en el contexto histórico de la
guerra de Vietnam y de las protestas que generó, sobre todo entre la juventud.
Y también en el contexto sociológico. La radiografía y la puesta en cuestión de
ese ideal americano como tierra de infinitas oportunidades. Da cuenta así mismo
con gran destreza de los cambios sociales y económicos de los años sesenta y
del choque cultural entre generaciones. Sin embargo, más que el relato sobre la
figura de un personaje en honda relación con su momento histórico, Pastoral americana es sobre todo el
relato de una nación tras la Segunda Guerra Mundial a la que la enajenada y a
la vez ardiente realidad hizo despertar de las fantasías soñadas, convertidas
en lema y volubles sostenes a los que se aferra todo un pueblo porque creían en
lo que creían.
Philip Roth con el Presidente Obama |
Fragmentos
“Creímos sin
reservas en la vida, nos conducían sin vacilar en la dirección del éxito:
nuestra existencia iba a ser mejor. La meta consistía en tener metas, el
objetivo en tener objetivos. A menudo este edicto formaba una maraña con la
histeria, la histeria fortificada de aquellos a quienes la experiencia les ha
enseñado cuán poca hostilidad se requiere para arruinar irremisiblemente una
vida.”
…..
“Criado para ser
tonto, hecho para las convenciones, y así por el estilo. Se atenía a las normas
sociales y nada más. Un alma bendita. Pero lo que intentaba hacer era
sobrevivir, manteniendo a su grupo intacto. Procuraba salir con su pelotón
intactos de la refriega. Finalmente, fue una guerra para él. Tenía un lado
noble, se sometió a numerosas renuncias, se vio envuelto en una guerra que él
no había causado, luchó para salir a flote, pero se hundió.”
…..
“El Sueco tal como
siempre le había conocido, aquel Seymour Levov bien intencionado, de conducta
intachable, ordenado, se evaporó, y sólo quedó en su lugar el examen de
conciencia. No podía dejar de lado la idea de que era responsable, como no
podía recurrir a la idea tentadoramente diabólica de que todo era accidental.
Había tenido acceso a un misterio todavía más desconcertante que el tartamudeo
de Merry: ya no había fluidez en ninguna parte. Todo era tartamudeo. Por la
noche, en la cama, imaginaba la totalidad de su vida como una boca
tartamudeante y un rostro que hacía muecas: la totalidad de su vida sin causa
ni sentido y desperdiciada por completo. Ya no tenía ningún concepto de orden.
No existía el orden, de ninguna clase. Imaginaba su vida como el pensamiento de
un tartamudo, frenéticamente fuera de su control.”
…..
“… No podía evitar
nada, nunca había podido, aunque sólo ahora parecía dispuesto a creer que
fabricar espléndidos guantes de señora en un surtido de tallas no era ninguna
garantía de que lograría llevar una clase de vida perfectamente adaptada a
todos sus seres queridos. Las cosas no eran así, ni mucho menos. Uno cree que
puede proteger a una familia y resulta que ni siquiera puede protegerse a sí
mismo. No parecía quedar nada del hombre al que era imposible desviar de su
tarea, que no descuidaba a nadie en su cruzada contra el desorden, contra el
problema constante del error y la insuficiencia humanos. Allí en la cocina, no
se veía nada del hombre enérgico e inflexible que, sólo media hora antes,
adelantaba la cabeza para combatir incluso con sus aliados. El combatiente
había soportado toda la decepción que podía. No quedaba en él nada contundente
para acabar a golpes con la desviación. Lo que debería ser no existía. La
desviación prevalecía. Era imposible detenerla. Por improbable que fuera, lo
que no debería haber sucedido había sucedido y viceversa.
El viejo sistema que creaba el
orden ya no funcionaba. Todo lo que quedaba era el temor y el asombro del
anciano, pero ahora sin nada que los ocultara.”