Philippe Sands
Traducción de Francisco J. Ramos Mena
Editorial Anagrama, Barcelona, 2017, 601 páginas.
El autor de este libro, Phippe
Sands (Londres, 1960) no es un escritor de ficción sino un prestigioso jurista,
profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres, abogado
con relevantes intervenciones en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y
en la Corte Penal Internacional de La Haya; entre ellas la invasión de Irak,
Guantánamo y varios casos de genocidio. En el libro, Calle Este-Oeste, que en los últimos meses editó en España
Anagrama, escribe sobre acontecimientos y casos reales. Un libro pues non-fiction, y que, sin embargo,
despliega algunos de sus elementos: ciertos tintes detectivescos, thriller
judicial y, sobre todo, un profundo y muy completo relato histórico sobre el
Holocausto -el autor mantiene que es sobre la memoria y los secretos- y acerca
de aquellos personajes que consiguieron que los conceptos de Crímenes contra la
Humanidad y Genocidio entrasen a formar parte del Derecho Internacional frente
a la barbarie. Quizás por eso Anagrama publica este libro en la colección
“Panorama de Narrativas”, ya que, como escribe Antony Beevor, “ninguna novela
podría plasmar la verdad con tanta precisión.”
La obra surge como resultado de una
invitación. El autor fue invitado, en el año 2010, a impartir una conferencia
sobre crímenes contra la humanidad y genocidio en la ciudad ucraniana de Lviv
(Leopolis , Lemberg cuando en el siglo XIX pertenecía al imperio austrohúngaro
o Lwów a raíz de la Primera Guerra Mundial al pasar a formar parte de Polonia).
En esa ciudad que tantas veces cambió de nombre, había nacido su abuelo.
También Hersch Lauterpacht, y en ella vivió así mismo el abogado y fiscal
Rafael Lemkin, los dos juristas que lograron que los conceptos de Crímenes
contra la Humanidad y Genocidio adquirieran carta de naturaleza en el Derecho
Internacional. Y en la misma población dejó su huella Hans Frank, abogado y
gobernador general nazi de Polonia, responsable de millones de muertes, entre
otras las de los familiares de los tres personajes. Philippe Sands siguió
investigando y convirtió aquella conferencia en este libro monumental. La
coincidencia de esos personajes en la ciudad de Lviv le impulsó a
investigar las posibles conexiones entre ellos, sin olvidar la peripecia
personal del abuelo que se casó con la abuela Rita y que, más tarde, acabaría
en París como amante de un hombre; un secreto convertido en tabú familiar y del
que no se hablaba. El abuelo Leon Buchholz jamás habló de aquel período ni de
los familiares ausentes. Vivió en la oscuridad de los acontecimientos para
resurgir con la dignidad intacta tanto en las “tierras sangrientas” de Lviv,
como en Francia.
También reconstruye Sands parte de las
vicisitudes de la abuela Rita, una mujer que jamás sonríe en las fotografías y
que nunca intercambió con el marido sentimientos afectuosos, al menos en la
correspondencia epistolar. Otro tabú familiar: el hombre de la pajarita: la
abuela Rita y un desconocido, posiblemente un nazi alemán -en una foto aparece
con calcetines blancos, dato revelador- habían sido amantes en aquella Viena
tan hostil a los judíos.
Acto seguido Philippe Sands sigue el rastro
de dos jóvenes que vivieron y estudiaron en Lviv y cuyas ideas han tenido una
resonancia capital en el ámbito del Derecho Internacional: Lauterpacht y
Lemkin. El primero heredó de Hans Kelsen, su profesor en Viena, la idea de que
los individuos tienen derechos constitucionales inalienables frente al concepto
conservador del derecho dominado por la idea de que el derecho estaba al
servicio del soberano. Su gran aspiración, especialmente a raíz del exilio en
Inglaterra, será articular un derecho que concrete los poderes del estado. En
Inglaterra llegará a obtener la cátedra Derecho Internacional en la universidad
de Cambridge mientras el ruido de fondo del nazismo resultaba cada vez más
amenazador. De hecho los nazis arrestan y asesinan a varios de sus familiares.
Su gran logro: en el Estatuto del Juicio de Núremberg consigue introducir el
concepto de Crímenes contra la Humanidad. Sus argumentos sobre los crímenes del
estado contra el individuo se incorporaron así al Derecho Internacional.
Rafael Lemkin, dos años más joven que
Lauterpacht, otro importante jurista, así mismo formado en Lviv. Siendo
estudiante se atrevió a discutir con uno de sus profesores sobre el concepto de
soberanía del estado, rechazando el argumento del docente de que si un hombre
que tiene gallinas puede hacer con ellas cuanto le apetezca, lo mismo puede
hacer el estado con sus súbditos. Dedicó su vida a la defensa de su gran
obsesión: desarrollar normas internacionales para proteger a los grupos. Los
actos de genocidio, en la definición de Lemkin, son aquellos “dirigidos contra
individuos no en su calidad de tales, sino como miembros de grupos nacionales.
Conocedor así mismo de que sus familiares habían sido aniquilados por aquellos
a los que en Núremberg estaban juzgando, tuvo el consuelo de que la palabra
genocidio se incorporase finalmente al Proceso en las intervenciones de varios
fiscales, pero quedó desolado por la omisión del término genocidio en la
sentencia. Sin embargo, unas semanas más tarde, la Asamblea General de las
Naciones Unidas adoptó una resolución señalando al genocidio como un crimen del
Derecho Internacional.
El otro personaje que estuvo en Lviv,
recibiendo allí honores absolutos, fue Hans Frank. Nombrado por Hitler
gobernador general de la Polonia ocupada por los nazis, actuó como un soberano,
trató de disolver la idea de que Polonia fuera un estado constitucional en el
que la gente, especialmente los judíos, tuviera derechos. Asumiría además el
control absoluta sobre la vida y la muerte. Philippe Sands investiga su brutal
trayectoria. La de el criminal de guerra, el carnicero de Varsovia, apelativo
del que se sentía orgulloso. La convergía de las vidas de Hans Frank,
Lauterpacht y Lemkin se hizo real cuando en Núremberg el primero fue acusado de
crímenes contra la humanidad y de genocidio.
Y como telón de fondo, el escenario de
Núremberg: la primera vez en la historia en la que se llevaba a un juicio a los
líderes de un estado por crímenes contra la humanidad y genocidio. Dos delitos
nuevos. Protección de los individuos como postulaba Lauterpacht y de los grupos
nacionales o raciales en el pensamiento de Lemkin. En ese escenario de
Núremberg, y a pesar de ser contrario a la idea de Derecho Internacional,
resuenan las palabras de Hans Frank en una de sus respuestas en los interrogatorios:”Pasarán
mil años y esta culpa de Alemania aún no se habrá borrado”.
El dilema entre crímenes contra la humanidad
y genocidio, que hoy ya no lo es, actúa como hilo conductor en la obra de
Sands. Philippe Sands no es un novelista sino un académico. No obstante el valor
más relevante del autor de Calle Este-Oeste
es haber convertido una obra de no ficción que se debería limitar a reproducir
existencias y acontecimientos reales, en un texto que reúne todos los ingredientes de la ficción.
Profusamente documentada (casi cien páginas de fuentes y citas), sin desviarse
un ápice del periplo vital de los personajes reales presentes en el libro.
Philippe Sands no inserta ficción en la realidad. A pesar de ello, la habilidad
compositiva con la que está escrito este libro, incita a leerlo como una pieza
de intriga y eso, a pesar de que el hilo conductor teórico esté formado en base
a conceptos del Derecho Internacional. A ese ambiente de suspense contribuye un
cierto tinte detectivesco al indagar, con escalofriantes ejemplos, las
conexiones entre Hans Frank y la desconocida señorita Tilney, una enigmática
misionera que ayudó a varios judíos, entre ellos a la madre del autor, a
escapar de los alemanes.
La obra además bucea en los silencios y
secretos de su propia familia a través de la figura del abuelo Leon Buchholz.
Historias que permanecían escondidas. Otras como la de Niklas, el hijo de Hans
Frank que no tuvo reparo en decirle: “Soy contrario a la pena de muerte,
excepto en el caso de mi padre” (página 492). O declaraciones personales del
trato recibido por los deportados enviados al este que hielan la sangre. Una de
ellas registraba el siguiente testimonio sobre Auschwitz: “cuelgan a la gente
sin razón alguna, mientras suena la música” (página 87).
Esto es algo de lo que planea en este libro:
abismos existenciales y familiares en la historia europea del pasado siglo, la
banalidad del mal en palabras de Hannah Arendt, una convergencia desquiciante y
diabólica de asesinatos masivos de judíos, gitanos y miembros de otras minorías
que finalmente, gracias al esfuerzo y empeño de algunos de los personajes a los
que el autor da vida en este libro, desencadenarán la gran revancha que, al
menos aparentemente, nos ha hecho más humanos o más temerosos, en algunas zonas
de nuestro planeta, y ha significado el
fin del estado soberano con poder absoluto sobre la población.
Fragmentos
“Pero
la soberanía, replicó Lemkin, se había concebido para otros fines, como la
política exterior, o la construcción de escuelas y carreteras, o la garantía
del bienestar de las personas. No para dar a un Estado el «derecho a matar a millones de personas inocentes». Si lo hacía,
el mundo necesitaba una ley contra aquel tipo de conducta. En el relato que
hace Lemkin de una conversación con un profesor, que no se pudo verificar, el
nivel de la discusión se fue intensificando hasta dar lugar a un grandioso
momento de epifanía.
«¿Acaso intentaron siquiera los
armenios hacer detener al turco (Pashá) por la masacre?»
«No había ninguna ley conforme a la
cual se pudiera detener», respondió el profesor.
«¿Ni siquiera por desempeñar un papel
en el asesinato de tanta gente?», repuso Lemkin.
«Tomemos el caso de un hombre que tiene
unas cuantas gallinas», replicó a su vez el profesor. « Va y las mata. ¿Por qué
no? Eso no es un asunto de usted. Si interfiere, es una injerencia ilegal.»
«¡Los armenios no eran gallinas!», dijo
Lemkin secamente.
El profesor ignoró el comentario del
joven, y luego cambió de enfoque.
«Cuando uno interfiere en los asuntos
internos de un país, está infringiendo la soberanía de dicho país.»
«Entonces ¿es un crimen que Tehlirian
se cargue a un hombre, pero no lo es que este se haya cargado a un millón de
hombres»?, preguntó Lemkin.
El profesor se encogió de hombros.
Lemkin era «joven y vehemente».
…..
“Frank se sentía orgulloso de que el
New York Times le identificara como un criminal de guerra. A comienzos de 1943
anunció en una reunión oficial: «Tengo el honor de ser el número uno.» Aquellas
mismas palabras fueron consignadas en su diario sin el menor sentimiento de
vergüenza. Incluso cuando el curso de la guerra se volvió desfavorable para los
alemanes, él siguió creyendo que el Tercer Reich duraría mil años, sin sentir
la menor necesidad de mostrar contención en relación con el trato dado a
polacos y judíos o las palabras que había pronunciado sobre ellos.«Tienen que
marcharse», había declarado a su gabinete. «En consecuencia, voy a abordar los
asuntos judíos con la perspectiva de que los judíos desaparezcan.»
…..
“Habló con voz comedida y tranquila del
viaje desde el gueto de Varsovia en agosto de 1942, del transporte en tres en
condiciones inhumanas: ocho mil personas apretujadas en vagones de ganado. Él
era el único superviviente. Cuando el fiscal ruso le preguntó por el momento de
la llegada, Rajzman le explicó cómo les habían hecho desnudarse y aminar a lo
largo del Himmelfahrtstrasse, el «camino al cielo», un corto paseo hasta la cámara
de gas, cuando de repente un amigo de Varsovia lo sacó de la fila y se lo llevó:
los alemanes necesitaban un intérprete; pero antes le hicieron cargar la ropa de
los muertos en trenes vacíos que partían de Treblinka. Pasaron dos días; luego llegó
un transporte procedente de la pequeña población de Vinegrova en el que venían su
madre, su hermana y sus hermanos. Él los vio caminar hacia las cámaras de gas, sin
poder intervenir. Varios días después le entregaron los papeles de su esposa, junto
con una fotografía en la que aparecía esta con su hijo.”
(Philipe Sands,
Calle Este-Oeste, páginas 213, 340-341,
405)
Muy bien expuesto ...
ResponderEliminarBueno, creo que la novela abarca simbolismos importantes dentro de la historia. Una trama que me atrapa, por la aventura que promete. Gracias Francisco, un placer siempre leer tu bello e ilustrativo trabajo. Un abrazo.
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